Cuando se trata de cargarse el tejado

Muchas son las frases que describen a una persona necia. Una de ellas es proclamar que hay que ser necio para tirar piedras a tu propio tejado. Efectivamente nadie en su sano juicio se dedica a lanzar pedruscos contra la cubierta de su casa, ya que producirá un estropicio de tejas, goteras y el hundimiento del edificio.
Dicho esto, hay que estudiar otras posibilidades, ya que, como decía el famoso torero Rafael el Gallo, aquí hay gente pa tó.
A lo mejor resulta que al dueño de la casa no le gusta la casa. Tal vez a él no le gusta, pero su señora y sus hijos le han dicho que la casa no se toca, porque es una casa heredada desde los tatarabuelos, y que están dispuestos a ir reformando, mantener el edificio en perfecto estado, pero no tragan, se ponga el padre como se ponga, en demoler y levantar algo más moderno, cuando resulta que poseen un edificio de solera, digno, bello y la envidia del pueblo.

Lo que está claro, lo queramos reconocer o no, es el fracaso de la catequesis y de la enseñanza religiosa en los útimos cincuenta años. Tenemos una muchedumbre de gente que no practica su fe, pero que además no tiene ni idea de las cuestiones más básicas de la fe, lo que tratándose de un pais de honda tradición cristiana, tiene sus bemoles.
Hace años, un amigo, hablando de un cardenal de cuyo nombre no quiero acordarme, decía: “eso no es un cardenal, es un hematoma". Pero no quiero hablar de esos hematomas, sino de los habituales, es decir, de los que podemos considerar contusiones o magulladuras.
Es que uno va de susto en susto y tiro porque me toca.
Un buen amigo me acaba de hacer llegar la