Rafaela y la nómina de D. Jesús
No es que Rafaela y D. Jesús hayan hecho las paces. En realidad tampoco lo necesitan. Se quieren, se respetan, se aprecian y mucho, lo que no es óbice para que Rafaela, que jamás tuvo pelos en la lengua, diga siempre lo que piensa. Ella tiene su formación elemental, la de la señorita Asunción y D. Pedro, el sacerdote, a base de Astete, y a partir de ahí todo es claridad.
Si hay algo que a Rafaela le ponga de los nervios es que D. Jesús argumente a base de que si Jesús en el evangelio hacía o dejaba de hacer. No lo consiente porque a ella le enseñaron, y muy bien por cierto, que un católico además de la Escritura tiene como base de su fe la tradición de la Iglesia, por eso a ella no le vengan con la sola Escritura, que no traga. Pero es que hay más, y es que mi buena Rafaela tiene por costumbre sacar sus conclusiones de todo, lo cual constituye un gravísimo peligro.

Hay cosas que se las paso directamente a Rafaela. Mayormente porque ha dado muestras más que sobradas de sentido común y porque uno, en ciertas cosas, va con demasiados prejuicios. Parece mentira que siendo uno de pueblo, y párroco de pueblo, esté tan poco sensibilizado con la cosa de la ecología. O quizá precisamente por eso. Vaya usted a saber.
El señor Mariano, aunque jamás lo reconocerá, hace tiempo que dejó de ser católico. Es verdad que de niño aprendió el catecismo y hasta se planteó una posible vocación sacerdotal. Fue un hombre piadoso, de misa dominical, confesión alguna vez y sus rezos de siempre. Es decir, que era un hombre católico. Pecador, sí, pero católico.





