Tortícolis mala, tortícolis buena
Es la forma de vivir de hoy y que a tantos alcanza. Ya decía el otro día que no sé qué estamos esperando para canonizar a Poncio Pilato, y perdón por si estoy dando ideas.
Todo es vivir en un permanente depende, cosa perfectamente aceptable en algunos casos, pero solo en algunos. El paraguas lo tomo, depende de si está prevista lluvia o no, y el coche sale del garaje depende de dónde tenga que ir. En fin, que vamos a lo que vamos.

Hoy ha sido uno de esos días raros en que he pasado la mañana trabajando en casa. Así que he aprovechado también para poner una lavadora y alguna tarea casera. Fuera de eso, ¿hay algo que hacer en el despacho parroquial del que dependen escasos cuatrocientos feligreses?
Les digo que casi que estoy por lanzar una recogida de firmas en change.org o similar, porque el pobre Poncio Pilato ha sido denostado, ridiculizado, puesto en un brete y de paso en solfa como ejemplo de falta de compromiso, relativismo, comodidad y ahí me las den todas. Pero hete aquí que al final vamos a tener que darle la razón.
Ayer lo he vuelto a escuchar. Falleció José María Iñigo y ya tenemos a algún sacerdote más bueno, evidentemente que los demás, proclamando “santo súbito”. Mejor, no “santo súbito”, sino “ya es santo”. Porque si el clérigo en cuestión afirma tajantemente que el finado ya está en el cielo, es lo que está diciendo: que ya es santo.
Estamos en proceso de ordenación y catalogación del extraordinario archivo parroquial de Braojos, y, entre otras cosas, ha aparecido un curioso cuadernillo, fechado en 1946, y en el que bajo el título de “Diario costumbrero de la parroquia de San Vicente Mártir de Braojos de la Sierra”, el párroco de entonces realiza una descripción de usos y costumbres religiosas e incluso algunas civiles, de su pueblo.