8.09.09

El aplauso de Dios o el aplauso del mundo, o, ¿por qué no es noticia la buena teología?

Decía en una ocasión el Papa Benedicto XVI que el teólogo debe buscar el aplauso de Dios y no el aplauso del mundo. Lamentablemente, a pesar de que son mayoría los teólogos que realizan un inestimable y fiel servicio a la Iglesia, parece que sólo encuentran eco en los medios de comunicación los teólogos que manifiestan distancias con la doctrina de la Iglesia. No hace falta citar nombres de la larga caterva de personajes que son aplaudidos por el mundo porque, en su condición de teólogos, discrepan en mayor o menor medida del Magisterio de la Iglesia. No es preciso mencionar las flagrantes injusticias cometidas en algunos lugares en que se ha vetado la docencia en Facultades Teológicas a teólogos por el simple hecho de saberlos fieles al Magisterio de la Iglesia.

Y ¿por qué no destacar, al menos alguna vez, la labor silenciosa y eficaz de los teólogos fieles a la Iglesia?

La pasada semana, del 2 al 5 de septiembre, participé en Madrid en la LX Semana de Estudios Marianos, organizada por la Sociedad Mariológica Española. 16 ponencias serias y trabajadas sobre “María y la palabra de Dios". No ha aparecido en los titulares de los periódicos. Y, sin embargo, la Sociedad Mariológica Española (SME) es una institución con casi setenta años de historia, 75 volumenes de la Revista Estudios Marianos que son indispensables para un estudio serio de la Mariología Española Contemporànea y medio centenar de téologos que trabajan, nunca mejor dicho, por “amor al arte". Miles y miles de horas de estudio y trabajo que son luz ( ¡y no humo!) para el Pueblo de Dios.

En las jornadas de este año han disertado teólogos como Alejandro Martínez Sierra, Miguel Ponce Cuellar, Lucas Francisco Mateo Seco, Luís Díez Merino, Gonzalo Gironés, Juan Miguel Ferrer (que pasa a ser Subsecretario de la Congregación para el Culto Divino) y muchos otros autores que no aparecen en los medios de comunicación pero que representan a la verdadera y buena teología que que contribuye a la edificación de la Iglesia.

Hemos tenido este año el gozo de incorporar a la SME a Mons. Francisco del Cerro, Obispo de Cáceres Cória, que disertó esplendidamente sobre el tema “María, Palabra de Dios, en el Sínodo de los Obispos".

El Presidente de la SME es actualmente el P. Enrique Llamas, OCD, Profesor Emérito de la Pontificia Universidad de Salamanca.

Sean estas breves líneas un homenaje a todos los teólogos que ejercen con fidelidad y sin estridencias su trabajo al servicio de la Iglesia. Y si alguién quiere conocer un poco más la SME le invito a entrar en la web de la Institución (www.sociedadmariologica.com).

16.08.09

Mortificación ¿tiene sentido hoy?

El Santo Padre, con motivo del 150 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, ha convocado un año sacerdotal. San Juan Maria Vianney fue maestro de oración y adoración, de celo pastoral y también de mortificación. Indagando por los archivos de mi ordenador me encuentro con una reflexión que escribí hace algunos años dando respuesta a una pregunta sobre la mortificación. En unos momentos en que muchos rehuyen el camino del esfuerzo y la abnegación y no son pocos los que se hacen un cristianismo a la carta sin sacrificio y sin cruz, me ha parecido un tema interesante para volver a considerar.

La pregunta que recibí fue la siguiente:

Viendo en la televisión la vida de Santa Rosa de Lima, impresionó mucho a mi señora que esta Santa se azotara para mortificarse. Esto lo he visto también en otros santos y en los pastorcitos de Fátima. Puedo comprender el ayuno y ofrecérselo al Señor pero ¿es conveniente que castigue mi cuerpo? No lo acabo de entender. Mi mente no lo ve claro pero mi corazón me dice que ése es el camino de muchos santos y siento deseos de imitarlo.

La respuesta que dí es la que sigue:

La pregunta me llega desde Santiago de Chile. Mortificarse significa dar muerte a todo aquello que nos separa de Cristo y nos impide crecer en la caridad. Usted alude a ciertas mortificaciones corporales que hoy no están de moda.

El Papa Juan Pablo II lo lamentaba en una hermosa carta que escribió con ocasión del centenario de la muerte de San Juan María Vianney: “Cuántas cruces se le presentaron al Cura de Ars en su ministerio: calumnias de la gente, incomprensiones de un vicario coadjutor o de otros sacerdotes, contradicciones, una lucha misteriosa contra los poderes del infierno y, a veces, incluso la tentación de la desesperanza en la noche espiritual del alma. No obstante, no se contentó con aceptar estas pruebas sin quejarse; salía al encuentro de la mortificación imponiéndose ayunos continuos, así como otras rigurosas maneras de «reducir su cuerpo a servidumbre», como dice San Pablo. Mas, lo que hay que ver en estas formas de penitencia a las que, por desgracia, nuestro tiempo no está acostumbrado son sus motivaciones: el amor a Dios y la conversión de los pecadores. Así interpela a un hermano sacerdote desanimado: ¿Ha rezado? . . . ¿ha gemido? . . . pero ¿ha ayunado, ha pasado noches en vela?. Es la evocación de aquella admonición de Jesús a los Apóstoles: Esta raza no puede ser lanzada sino por la oración y el ayuno”. (Juan Pablo II, Carta a los sacerdotes, Jueves Santo de 1986).

La práctica constante y meritoria del bien en una historia y en una humanidad heridas por el pecado es siempre dificultosa. Como San Pablo todos experimentamos en nosotros una tendencia al mal que es motivo de lucha constante. La doctrina del pecado original y de la concupiscencia siguen siendo muy actuales e imprescindibles para una comprensión realista de nuestra naturaleza y de la situación del ser humano.En nuestra naturaleza anidan pasiones rebeldes y deseos desordenados que hay que controlar con ayuda de la gracia y la cooperación de nuestro esfuerzo. Aquél que quiera seguir fielmente a Cristo le tendrá que acompañar llevando la Santa Cruz.

Sin llegar de entrada a grandes mortificaciones corporales, hay que iniciarse en las mortificaciones ordinarias. Ser puntual, delicado, soportar con una sonrisa las impertinencias (que nunca faltan) del prójimo, combatir un mal deseo, privarse de ciertas comodidades, ser generoso,morderse la lengua en algunas ocasiones o hablar sin tapujos en otras…son buenas mortificaciones que nos ayudan a asociarnos al misterio de la Cruz del Señor. Estos pequeños combates nos preparan para otros mayores. Perdonar a los enemigos,devolver bien por mal, rezar por aquellos que nos detestan son ya grandes mortificaciones.

En cuanto a las mortificaciones corporales (presentes en la mayoría de Santos) como son ayunos fuertes, disciplinas y cilicios hay que ser prudentes. Estas mortificaciones no deben darse nunca sin las ordinarias antes mencionadas y sin el consejo de un buen director espiritual. Dios las suscita en el corazón de los santos a su debido momento y siempre bajo la supervisión de una persona avanzada en el camino espiritual. Podríamos iniciarnos con algunas más sencillas: moderar la calefacción en invierno y el aire acondicionado en verano, utilizar más a menudo el agua fría… Tenga en cuenta que, por otra parte, hoy muchas personas hacen enormes sacrificios para ciertos objetivos que se proponen y nunca aceptarían hacer tales cosas por penitencia.

La mortificación no deja de ser como la sal de la vida cristiana, la medida de nuestro amor y sacrificio. Nulla dies sine cruce. Ningún día sin cruz, pues la alegría cristiana tiene raíces en forma de cruz y cuando uno quiere dar lo mejor de sí mismo a Dios y a los hombres, la cruz aparece con naturalidad y es vivida con alegría.

¿Cómo vivimos la mortificación? La respuesta a esta pregunta tal vez nos informe de manera fidedigna del temple de nuestra vida cristiana.

21.07.09

Perspectivas sobre el legado de Marcel Lefebvre

La comunión con el Papa es un elemento constitutivo de la catolicidad de la Iglesia. No puede existir identidad católica sin estar en comunión con el sucesor del Apóstol Pedro que enseña auténticamente la fe católica. San Roberto Bellarmino lo sentenciaba de manera contundente: Ubi Petrus, ibi Ecclesia. No puede uno arrogarse de catolicidad y plena comunión con la Iglesia Católica si enseña doctrinas contrarias a la doctrina católica tal como la expone auténticamente el Magisterio o si desobedece las disposiciones del Romano Pontífice.

El Papa, según enseñanzas del Concilio Vaticano II, es obispo de Roma y sucesor de San Pedro, y “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles” (Lumen Gentium, 23).

Por esto, una persona o un grupo de fieles que de manera constante se resisten a aceptar la enseñanza y autoridad del Santo Padre, difícilmente puede decirse que continúan formando parte de la Iglesia Católica o que están en plenitud de comunión con la misma.

La peculiar situación de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, sobre todo a partir de las ilegítimas consagraciones de cuatro obispos, es objeto de análisis e intentos de solución des de hace ya bastante tiempo.
El Papa Benedicto XVI, a mi juicio, está trabajando intensamente para encontrar una solución al problema.

Mons. Lefebvre no tenía intención en un primer momento de dar un paso cismático, como fue el consagrar obispos sin mandato pontificio. Fue una auténtica lástima que lo hiciera posteriormente.
En 1977 en unas conversaciones que tuvo con José Hanu, preguntado sobre si se hundiría en el cisma consagrando un obispo para que su obra continuara más allá de su vida, respondió: “No tengo intención alguna de consagrar un obispo… Si yo desaparezco antes de que la Iglesia haya triunfado como lo ha hecho siempre, se encontrarían en todo el mundo, estoy seguro, obispos suficientes para ordenar a nuestros seminaristas… Si mi obra es de Dios, Dios sabrá guardarla…”.

Lamentablemente parece que años después Lefebvre perdió está confianza en la divina providencia y procedió no a ordenar uno sino cuatro obispos, y además bastante jóvenes para que duraran. Yo pienso que a Monseñor se le cruzaron los cables y no tuvo precisamente buenos consejeros a su lado. Y tal vez su claridad mental ya no era muy diáfana. Sabemos que tuvo la oportunidad de regularizar su situación hasta el último momento, pero optó por la ruptura.

Ahora no es momento de lamentarse, el mal ya se hizo y se trata de encontrar una solución. Tengo la impresión que Mons. Fellay está bastante receptivo y se da cuenta de la mano tendida que está ofreciendo Benedicto XVI y que tratará de aprovecharla. Soy más pesimista respecto algunos de sus colegas como Mons. Tissier de Mallerais. He leído una entrevista suya que circula por internet y me parece que sus posiciones son inaceptables.

El Concilio Vaticano II no es negociable y no habrá solución al problema sin una clara aceptación católica del Vaticano II por parte de la FSSPX.

La incorporación de Ecclesia Dei a la Congregación para la Doctrina de la Fe es un paso importantísimo y que, me parece, no ha sido suficientemente ponderado por parte de muchos.

Más allá de la problemática con la FSSPX, las conversaciones doctrinales que han de mantenerse serán de gran utilidad para toda la Iglesia, en el sentido que supondrán una interpretación auténtica del Concilio Vaticano II en clave de la “hermenéutica de continuidad” que reivindicaba sabiamente Benedicto XVI a finales de 2005.

Por desgracia, la lectura “rupturista” del Concilio Vaticano II no sólo sigue circulando en grupos lefebvrianos sino en otros de signo muy diferente, corroborando aquello de que los extremos se tocan. Todavía hoy son muchos y muchas los que, apelando a un etéreo “espíritu” del Concilio pretenden fundamentar las más absurdas aberraciones.
Efectivamente, muchas y grandes son las barbaridades que se han dicho y hecho en nombre del Vaticano II y que de ninguna manera pueden justificarse en los documentos de este luminoso Concilio que debe seguir siendo faro orientador para la Iglesia de hoy.

Confiamos que gran parte de la FSSPX acogerá con gozo el regreso a la plena comunión católica. Tal vez, una parte recalcitrante siga hundiéndose en el cisma y diluyéndose en la historia. Tal vez alguno de los obispos opte por separarse definitivamente de Roma generando retoños ilegítimos cada vez más alejados de la comunión católica. Ojalá no sea así.

Deseamos a la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, incorporada ya a la Congregación de la Doctrina de la Fe, y a Mons. Guido Pozzo un fructífero trabajo que esperamos ir conociendo y siguiendo en el transcurso de su evolución

26.06.09

Teresa Forcades ¿De qué va esta monja benedictina?

Son muchas las personas que me han hablado de la entrevista que se realizó en la televisión catalana a Teresa Forcades. La mayoría de personas, algunos feligreses, me decían que esta religiosa enseñaba cosas sobre la píldora del día después y sobre el aborto muy diferentes de lo que decían nuestros obispos. La verdad es que yo no ví esta entrevista. Hasta hoy, cuando he leído la información en infocatolica y he tenido la paciencia de ver desde el principio hasta el final la famosa entrevista. Confieso que me he tomado una tila bien cargadita antes de escribir mis impresiones.
La monja en cuestión me ha parecido muy docta en materia médica. Tengo mis dudas sobre si lo que interesa de una monja benedictina es su competencia médica y sus investigaciones sobre los crímenes de las grandes industrias farmaceúticas o bien la Iglesia espera otra cosa de una monja de la orden de San Benito.
Teresa Forcadas habla con autoridad, yo diría que incluso va de estrella mediática. Con todo, mi impresión es que, en esta entrevista, ha sido como un pajarito cazado en una trampa bien preparada.
¿Cree esta monja que la hubieran invitado a hablar tanto rato en televisión si no fuera por su condición de religiosa, y de religiosa contestataria con la doctrina de la Iglesia precisamente?
Efectivamente, en el centro de la entrevista, el astuto periodista le lanza las dos cuestiones que realmente le interesan: la píldora del día después y el aborto. Y consigue con toda facilidad el objetivo que se propone: que la monja exponga una opinión distante de la enseñanza de la Iglesia.
Desde el punto de vista de la moral católica, la justificación que hace Forcades de la utilización de la píldora del día después en protocolos médicos de EEUU es del todo inaceptable. Como su desideratum de que esta píldora de muerte sea conocida por toda mujer y esté a su alcance.
Y sobre el aborto, su doctrina sobre el derecho de la madre a decidir sobre la vida de su hijo, es metafísicamente y teológicamente demencial. Puede que esta monja sepa mucho de medecina, pero por lo que respecta a su formación filosófica y teológica, su cabeza está muy desmueblada. Sólo faltaría que acabara enseñando en nuestra Facultad de Teología.

Aduce que habla en nombre propio y no de la Iglesia. Efectivamente, faltaría más que se arrogara hablar en representación de la Iglesia, pero debe ser consciente que está en el plató como monja, con un hábito, pintoresco si se quiere, pero hábito, y en las letras de la pantalla aparece continuamente su denominación de orígen, “monja benedictina".
¿No se da cuenta querida hermana del estropicio que nos está causando? Bastante trabajo tenemos para librar la batalla en defensa de la vida en el panorama cultural que bien conoce como para que esta monja se haga la simpática distánciandose de la enseñanza de la Iglesia. ¿Cómo se puede ser tan memo?

Dice la buena monja que bastante atareados andan los Obispos como para que tengan que ocuparse en saber quién es ella y qué dice. Pues sí, querida hermana, después de esta entrevista y del rebomborio que ha causado, los obispos y sus superiores van a tener que ocuparse de usted, para que esté calladita y quietecita (esto sería lo mejor) y si le dejan salir por la tele que no hable de temas de fe y moral católica. ¿Se ha fijado con que regocijo le manifestaba el entrevistador la distancia de sus opiniones con la del Magisterio de la Iglesia, especialmente con “la Conferencia Episcopal Española"? ¡Por Dios! ¿Una mujer tan lista como usted cómo puede ser tan incauta? O se cree usted de verdad las barbaridades que ha dicho y, en este caso, me parece que está desubicada. O, si no, si reconoce que ha metido la pata hasta al fondo, a retractarse tocan, aunque difícilmente podrá reparar el mal hecho.

Y esperemos que su Abadesa la llame a capilla y a retiro y a permanecer en silencio un largo tiempo.

19.06.09

Que las campanas de España toquen a difuntos. Escritos sobre el aborto.

Ante las actuales circunstancias, del todo previsibles, ofrezco algunas reflexiones recientes sobre el aborto y vuelvo a lanzar una propuesta que, de ser realizada, produciría un gran impacto: Que las campanas de España toquen a difuntos cuando la ley sea aprobada. Evidentemente esto sólo debería hacerse con la aprobación y el consenso de nuestros Obispos.

Sin futuro. Toque de difuntos por los que van a morir (6/03/2009)

El pasado mes de enero, en el transcurso del Encuentro Mundial de las familias celebrado en México, el cardenal Bertone pronunciaba las siguientes palabras ante el Presidente de México:

“Los católicos, en el debido respeto al pluralismo, trabajan con ahínco por el bien común, sabiendo que la sociedad tendrá futuro si en ella se afianzan los principios inviolables que están inscritos en el corazón humano. Estos no son fruto de consensos interesados y mutables, pues son imprescindibles para el ser humano. El primero de ellos es el derecho a la vida, que ninguna persona se da a sí misma, sino que es un don de Dios Creador que ha de ser tutelado por todos los medios desde su concepción hasta su ocaso natural. La Iglesia no se cansa de proclamar esta gran verdad…".(Discurso de S.E.R. el Cardenal Bertone al Presidente de México, 17 enero 2009).

Me han venido a la memoria leyendo las tristes noticias sobre la reforma legislativa respecto al aborto que se prepara en España. La perspectiva es tétrica: una sociedad sin futuro. Bertone, exponiendo con claridad el Magisterio de la Iglesia perfectamente concorde con la más elemental sensatez humana, declara sin futuro una sociedad donde se conculca uno de los principios más fundamentales inscritos en nuestra naturaleza: el derecho a la vida, don de Dios, que ha de ser tutelado por todos los medios desde su concepción hasta su ocaso natural.

¿Se ha perdido la fe? No sólo la fe, sino también la razón. En mi escrito del pasado 28 de diciembre analizaba algunos aspectos esenciales de la falta de fundamentación racional de la mentalidad pro abortista.
¿Son conscientes los ciudadanos españoles de la pérdida que acarrea a la sociedad todo esto? ¿Han leído en los estudios sociológicos más solventes las predicciones de lo que, demógráfica, social y económicamente, está por caer encima de nosotros los próximos veinte años?
La cultura de la muerte, muerte siembra y muerte recoge. Más que nunca se impone abrir los ojos de los ciegos para que vean, y, viendo, se conviertan… Es una lucha en la que todos podemos implicarnos, porque tenemos mucho en común: el amor y la defensa de la vida

Acabo esta breve nota con una propuesta. Una propuesta en línea con aquellas acciones simbólicas que algunos profetas realizaban para interpelar a sus interlocutores y hacerles sensibles al mensaje de Dios.
Si la ley acaba aprobándose tal como se viene formulando hasta el momento ¿Por qué no hacer tocar a difuntos desde todas las parroquias de España, a la misma hora, durante unos minutos? Un toque lúgubre, triste, un planctus por los inocentes que van a continuar muriendo, más numerosos, y un lamento por los que siguen viviendo pero han perdido el gusto por el don precioso de la vida y no se dan cuenta que hemos dado un nuevo paso hacia la ruina y la muerte

Quid videtur vobis? ¿Es una propuesta descabellada o sería una buena interpelación?

Intrínsecamente perverso (29/03/2009)

Afortunadamente muchas personas de buena voluntad se están moviendo en nuestra sociedad con diversas iniciativas a favor de la vida y, por supuesto, en contra del aborto y de darle más cobertura legal. Manifiestos, movilizaciones, lazos blancos, siembra de buena opinión, recordatorio de la doctrina de la Iglesia y de la ley natural constituyen un noble esfuerzo para ir cambiando una mentalidad difusa pero persistente de la cultura de la muerte.
Es probable que, a pesar de todo, se legisle todavía más a favor del aborto, pero también es indudable que los promotores de esta legislación saldrán bastante tocados del combate, con heridas graves. Y, sobre todo, saldrán muy tocados a los ojos de Dios, Señor y Dador de la vida. Que no duden que sus días de poder y gloria están contados pues el Señor les ha pesado en su balanza y andan muy menguados de peso. De Dios no se burla nadie y amargos son los frutos cuando nos apartamos de Él fuente de todo bien.
Lo que está pasando es tremendo y muchos no han abierto los ojos ante la tragedia. En España el aborto ya representa uno de cada cuatro nacimientos. El Ministerio de Sanidad y Consumo informaba en su momento que se habían realizado 112.138 abortos en nuestro país el año 2007. Este mismo año España registró 491.183 nacimientos.

La sangre de estos inocentes clama justicia a Dios y nos recuerda algo que no acostumbramos a oír en muchos debates sobre el tema: Que el aborto es intrínsecamente perverso. A veces el debate deriva sobre cuestiones secundarias, como que el aborto tiene graves secuelas sobre la salud psíquica de la mujer y otros temas, y olvidamos la cuestión esencial: la expulsión violenta de la vida de un ser humano inocente. Hay que insistir en todo, pero no perder de vista lo fundamental.

“Seréis como Dioses, conocedores del bien y del mal, señores de la vida y de la muerte…”, está fue la primera sugestión del Maligno, la esencia del pecado original, y se sigue sucumbiendo ante esta gran tentación. Y Jesús llamaba al Diablo “el que es homicida desde el principio”… No es difícil para quien tiene sentido sobrenatural de la vida saber lo que está pasando.

Se acerca la Semana Santa y la Pascua. A pesar de todo, Cristo ha vencido. Mors et vita duelo conflixere mirando…Dux vitae, mortuus, regnat vivus.
Como afirma el evangelio de hoy,quinto domingo de cuaresma, “ahora el mundo es juzgado y su Príncipe expulsado”. Luchemos pues en el noble combate que estamos librando por la vida. La victoria, estando de parte de Dios y de su Cristo, será nuestra.

Ojos que no ven… o cuando la verdad confunde (14/03/2009)

Me ha impresionado lo ocurrido en el programa “Contracorriente” de Popular TV del pasado jueves doce de marzo. Cristina Fraga, según lo publicado en Religión en Libertad, abandona el plató cuando uno de los invitados mostró una ecografía de un feto. Seguramente toda su argumentación a favor de la ampliación del aborto se desmoronaba y huía despavorida ante la luz de la verdad. Es una buena muestra de lo que ocurre en el debate sobre el aborto en nuestro país. Las pasiones superan las razones y se cierran los ojos ante la luz de la verdad, para no ver. Recuerdo hace unos meses que me regalaron un precioso DVD elaborado por National Geografic. Se titulaba “En el vientre materno". Eran unas imágenes preciosas, impresionantes, como nunca se han visto de un feto en el vientre de la madre. Quien lo ve y es honesto ya no puede dudar de que se trata un ser humano, vivo, uno de los nuestros. Me impresionaron ayer, celebrando la Santa Misa, las palabras de Rubén, hermano de José, cuando sus hermanos están decididos a asesinar al pequeño de la familia: No lo matemos, es sangre de nuestra sangre, es uno de los nuestros. Es el gran grito que eleva la Iglesia en favor de la vida: No los matéis, son nuestros hermanos. Recemos para que Dios abra los ojos de muchos y vean lo que es evidente. Tal vez el Señor nos obtendrá esta gran gracia, como la obtuvo en el caso del Dr. Nathanson, que después de miles de abortos, vio y se convirtió. Y no nos cansemos de razonar porque poderosas son nuestras razones a favor de la vida.
Y acabo nuevamente esta breve nota reproponiendo otra vez la propuesta que hice en mi anterior escrito. Una propuesta en línea con aquellas acciones simbólicas que algunos profetas realizaban para interpelar a sus interlocutores y hacerles sensibles al mensaje de Dios.

Si la ley acaba aprobándose tal como se viene formulando hasta el momento, si desgraciadamente se amplia el aborto ¿Por qué no hacer tocar a difuntos desde todas las parroquias de España, a la misma hora, durante unos minutos? Un toque lúgubre, triste, un planctus por los inocentes que van a continuar muriendo, más numerosos, y un lamento por los que siguen viviendo pero han perdido el gusto por el don precioso de la vida y no se dan cuenta que hemos dado un nuevo paso hacia la ruina y la muerte
¿Se imaginan ustedes todas las campanas de España tocando a difuntos al mismo tiempo? Yo creo que todos los medios del mundo se harían eco de la notícia y, más allá de la notícia, tal vez las campanas, conforme a su naturaleza, propagaran por el mundo la voz de Dios: ¡No a la muerte! ¡Sí a la vida!

¡Oh cruel Herodes! Una reflexión razonable ante la tragedia del aborto (28/12/2008)

Recorriendo las páginas de mi Liber Usualis he encontrado un bello y antiguo himno gregoriano con un significativo título: Crudelis Herodes. Me inspira el tema a proponer.
Hoy 28 de diciembre de 2008 coinciden la Fiesta de la Sagrada Familia y los Santos Inocentes. La familia y la vida: todo un programa y un reto para nuestros agitados días. Sólo puede tener futuro una sociedad que apueste decididamente por la familia y la vida.

Ofrezco hoy a los lectores un artículo que publiqué hace unos tres años en el Diari d’Andorra. Con la esperanza que haga reflexionar ante el drama del aborto.

¿Cuestión de fe? Quizá si, quizá no…

¿Cómo afrontar temas como el del aborto con personas que no comparten la fe y la moral cristianas? ¿Es posible que nos lleguemos a entender, o estamos condenados a un diálogo de sordos? En efecto, muchos partidarios de despenalizar el aborto aducen que la defensa de la vida que hace la Iglesia Católica con la consecuente oposición al aborto es consecuencia exclusiva de una profesión de fe que no se puede imponer.
A pesar de que estoy convencido que toda moral y toda ética reclaman per se un fundamento trascendente, creo que es posible encontrar algunos puntos de diálogo y consenso. Me gustaría recordar que para Kant, un de los padres de la modernidad, la realidad innegable de la moral y del sentido del deber reclaman la libertad, la inmortalidad del ser humano (alma) y la existencia de Dios. Son los famosos “postulados de la razón práctica” de este filósofo, sin los cuales no es razonable plantear la moral. Es una pena que muchos pensadores que recurren a Kant con frecuencia, olviden este aspecto de su filosofía.
Me da la impresión que en lo debate entorno al aborto no se acaba de llegar al fondo inexplícito del problema y que suele quedar ocultado y desfigurado por temas de orden secundario y por todo tipo de sofismas baratos.

La mayoría de los pro-abortistas parten de un supuesto fundamental: Nunca se trata de eliminar una persona. Si no fuera así, el planteamiento sería criminal de entrada. Sin embargo, ¿se puede demostrar que no está en juego la vida de una persona?Desde un punto de vista científico, es innegable que el embrión humano —desde el primero momento— es un individuo de nuestra especie, el cual, si no encuentra obstáculos, devendrá un ser humano plenamente constituido. ¡Todos hemos sido embriones! Hay que preguntarse si la realidad humana es pensable al margen de una categoría tan fundamental como es la “persona”.

Tampoco podemos dudar que la persona y su dignidad son un valor o referente común para la mayoría de la nuestra cultura. Nunca se había hablado, escrito y discutido tanto sobre la persona humana y su dignidad intangible como fundamento de todo sistema ético. Sería bueno recordar también que el concepto de “persona” actual se forja en la larga tradición bíblica y cristiana, sin embargo, como estamos en tiempo de amnesia colectiva, se olvidan tantas cosas elementales.
Ahora bien, los promotores del aborto deben preguntarse seriamente, tal como lo pide tan delicada cuestión, sobre los argumentos que utilizan para decidir, con respecto a la vida humana, cuando adquiere ésta su estatuto personal, es decir, en qué preciso momento —si es que realmente existe este instante— la vida humana pasa de realidad impersonal a realidad personal. Supongo que los abortistas no aceptan que en el aborto se elimine realmente una persona humana y, por eso, deben creer que hay un momento en el que la vida humana no es personal. Si es así, deben aceptar también que el hecho de ser persona no es algo sustancial y fuente de valores intangibles. Me parece una temeridad y arbitrariedad descomunales afirmar, para poner un ejemplo, que a las once semanas y seis días aún no existe el ser personal y que a las doce semanas sí. Desafío a los abortistas a que demuestren tales presupuestos.Los abortistas también deben esclarecer si la realidad personal es reconocida o bien otorgada, y, si es así, en función de qué parámetros.

Yo creo que éstas y otras preguntas, planteadas con honradez y rigor, son suficientes para que toda persona intelectualmente honesta tenga serias dudas sobre la moralidad del aborto. Y, delante de de éstas dudas, recuerden la máxima jurídica “in dubio, pro reo”: delante de de la duda, hay que favorecer el reo. Y aquí no se trata de un reo sino de un ser inocente que, si no se lo impiden, será en pocos meses un niño que verá la luz del sol, el regalo de una nueva persona al mundo. Y creo que estos argumentos pueden ser planteados razonablemente a cualquiera persona, aunque que no sea cristiana o ni tan sólo crea en Dios. Son preguntas que planteo para un debate serio y sin precipitaciones.
Defender la vida humana personal desde el primero momento no es una cuestión de fe; o, quizá sí, si se trata de una fe en el hombre y en la razón que todavía no hemos acabado de perder del todo. Como al cruel Herodes, me parece que a muchos abortistas les mueve una ciega irracionalidad y un miedo atroz a la vida.

Dr. Joan Antoni Mateo Garcia, Pbro.
Delegado Diocesano para la Pastoral de la Familia y la Vida del Obispado de Urgell