InfoCatólica / Joan Antoni Mateo García / Archivos para: Julio 2009

21.07.09

Perspectivas sobre el legado de Marcel Lefebvre

La comunión con el Papa es un elemento constitutivo de la catolicidad de la Iglesia. No puede existir identidad católica sin estar en comunión con el sucesor del Apóstol Pedro que enseña auténticamente la fe católica. San Roberto Bellarmino lo sentenciaba de manera contundente: Ubi Petrus, ibi Ecclesia. No puede uno arrogarse de catolicidad y plena comunión con la Iglesia Católica si enseña doctrinas contrarias a la doctrina católica tal como la expone auténticamente el Magisterio o si desobedece las disposiciones del Romano Pontífice.

El Papa, según enseñanzas del Concilio Vaticano II, es obispo de Roma y sucesor de San Pedro, y “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles” (Lumen Gentium, 23).

Por esto, una persona o un grupo de fieles que de manera constante se resisten a aceptar la enseñanza y autoridad del Santo Padre, difícilmente puede decirse que continúan formando parte de la Iglesia Católica o que están en plenitud de comunión con la misma.

La peculiar situación de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, sobre todo a partir de las ilegítimas consagraciones de cuatro obispos, es objeto de análisis e intentos de solución des de hace ya bastante tiempo.
El Papa Benedicto XVI, a mi juicio, está trabajando intensamente para encontrar una solución al problema.

Mons. Lefebvre no tenía intención en un primer momento de dar un paso cismático, como fue el consagrar obispos sin mandato pontificio. Fue una auténtica lástima que lo hiciera posteriormente.
En 1977 en unas conversaciones que tuvo con José Hanu, preguntado sobre si se hundiría en el cisma consagrando un obispo para que su obra continuara más allá de su vida, respondió: “No tengo intención alguna de consagrar un obispo… Si yo desaparezco antes de que la Iglesia haya triunfado como lo ha hecho siempre, se encontrarían en todo el mundo, estoy seguro, obispos suficientes para ordenar a nuestros seminaristas… Si mi obra es de Dios, Dios sabrá guardarla…”.

Lamentablemente parece que años después Lefebvre perdió está confianza en la divina providencia y procedió no a ordenar uno sino cuatro obispos, y además bastante jóvenes para que duraran. Yo pienso que a Monseñor se le cruzaron los cables y no tuvo precisamente buenos consejeros a su lado. Y tal vez su claridad mental ya no era muy diáfana. Sabemos que tuvo la oportunidad de regularizar su situación hasta el último momento, pero optó por la ruptura.

Ahora no es momento de lamentarse, el mal ya se hizo y se trata de encontrar una solución. Tengo la impresión que Mons. Fellay está bastante receptivo y se da cuenta de la mano tendida que está ofreciendo Benedicto XVI y que tratará de aprovecharla. Soy más pesimista respecto algunos de sus colegas como Mons. Tissier de Mallerais. He leído una entrevista suya que circula por internet y me parece que sus posiciones son inaceptables.

El Concilio Vaticano II no es negociable y no habrá solución al problema sin una clara aceptación católica del Vaticano II por parte de la FSSPX.

La incorporación de Ecclesia Dei a la Congregación para la Doctrina de la Fe es un paso importantísimo y que, me parece, no ha sido suficientemente ponderado por parte de muchos.

Más allá de la problemática con la FSSPX, las conversaciones doctrinales que han de mantenerse serán de gran utilidad para toda la Iglesia, en el sentido que supondrán una interpretación auténtica del Concilio Vaticano II en clave de la “hermenéutica de continuidad” que reivindicaba sabiamente Benedicto XVI a finales de 2005.

Por desgracia, la lectura “rupturista” del Concilio Vaticano II no sólo sigue circulando en grupos lefebvrianos sino en otros de signo muy diferente, corroborando aquello de que los extremos se tocan. Todavía hoy son muchos y muchas los que, apelando a un etéreo “espíritu” del Concilio pretenden fundamentar las más absurdas aberraciones.
Efectivamente, muchas y grandes son las barbaridades que se han dicho y hecho en nombre del Vaticano II y que de ninguna manera pueden justificarse en los documentos de este luminoso Concilio que debe seguir siendo faro orientador para la Iglesia de hoy.

Confiamos que gran parte de la FSSPX acogerá con gozo el regreso a la plena comunión católica. Tal vez, una parte recalcitrante siga hundiéndose en el cisma y diluyéndose en la historia. Tal vez alguno de los obispos opte por separarse definitivamente de Roma generando retoños ilegítimos cada vez más alejados de la comunión católica. Ojalá no sea así.

Deseamos a la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, incorporada ya a la Congregación de la Doctrina de la Fe, y a Mons. Guido Pozzo un fructífero trabajo que esperamos ir conociendo y siguiendo en el transcurso de su evolución