InfoCatólica / Joan Antoni Mateo García / Archivos para: Julio 2010

5.07.10

¿Qué és "família"? A propósito de la confusión de cierto lenguaje

Tanto el papa como muchos Obispos han alertado recientemente sobre la “secularización interna de la Iglesia” como uno de los grandes males que nos afligen y que hay que combatir. Efectivamente, el espíritu del “saeculum", del mundo en uno de los sentidos que Jesucristo le da en el Evangelio de San Juan (oposición al Reino de Dios), se ha infiltrado en la mentalidad de muchos cristianos.
Hoy ofrezco a la consideración de los lectores una interesante pregunta que he recibido sobre un concepto tan clave como “família".

Pregunta:

La ralidad actual es que nos encontramos con muchas y variadas modalidades de unión en nuestra sociedad: parejas que conviven sin casarse o “uniones de hecho", personas que optan por el matrimonio civil, otras que se casan por la iglesia e, incluso, “bodas” de personas del mismo sexo. A nuestros hijos se les enseña que todas son “modelos válidos de familia” pero yo me pregunto si cualquier tipo de unión merece el nombre de “familia". ¿Qué dice la Iglesia de todo esto?

Respuesta:

Asunto delicado, complejo e importante el que usted plantea. Efectivamente reina una gran confusión. Hoy, en muchos casos, el lenguaje es equívoco: bajo el mismo nombre o concepto se amparan realidades muy diferentes e incluso contrapuestas. Hasta hace poco, la mayoría podíamos todavía entendernos cuando hablábamos de “matrimonio", “familia” o del “sexo” de una persona. Actualmente, al menos en España, ya no todos entendemos lo mismo al utilizar estas palabras.

La familia, en cuanto célula básica de la sociedad, por su misma naturaleza exige unas propiedades que no pueden atribuirse a cualquier tipo de unión o asociación de personas.
No es lo mismo, para poner unos ejemplos, una pareja que convive una temporada sin ningún ánimo de compromiso que una pareja que contrae matrimonio civil o unos cristianos que se casan por la Iglesia. Ponerlo todo en el mismo saco supone desvirtuar una realidad humana y social de primer orden como es la familia. Es como si dijéramos: miren, a partir de mañana, el oro, la plata, el hierro y el cartón valdrán lo mismo.

Sin menoscabar nunca el respeto que merecen las personas, no podemos bendecir ni valorar igualmente todas las situaciones. Hay uniones que no pueden ser denominadas “familia” y otras, que, sin realizar plenamente la realidad familiar, pueden tender a ella y hay que ayudar para que así sea.

Es importante que no desvirtuemos el lenguaje porque al final ya no podremos entendernos. Yo tengo amigos casados y que han formado su familia. Otros que viven en situaciones diferentes. Todos matizan su lenguaje: cuando uno me presenta a su “amiga” saben lo que dicen, como cuando otros te presentan a su “compañera” o a su “esposa". No es lo mismo. Obviamente, yo miro de animarles a que sus “parejas” lleguen a ser “marido” y “esposa". Recuerdo de un caso de una buena señora ya mayor que vivía con varios perros y me decía “son mi familia". Yo le respondía: No señora, son sus perros pero no son su familia. Hay que matizar.

La doctrina de la Iglesia enseña con claridad que la familia se fundamenta en el matrimonio. Así lo expone, por ejemplo, el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia:

“El servicio de la sociedad a la familia se concreta en el reconocimiento, el respeto y la promoción de los derechos de la familia. Todo esto requiere la realización de auténticas y eficaces políticas familiares, con intervenciones precisas, capaces de hacer frente a las necesidades que derivan de los derechos de la familia como tal. En este sentido, es necesario como requisito previo, esencial e irrenunciable, el reconocimiento —lo cual comporta la tutela, la valoración y la promoción— de la identidad de la familia, sociedad natural fundada sobre el matrimonio. Este reconocimiento establece una neta línea de demarcación entre la familia, entendida correctamente, y las otras formas de convivencia, que —por su naturaleza— no pueden merecer ni el nombre ni la condición de familia“.

Y también se afirma en el mismo lugar:

“Iluminada por la luz del mensaje bíblico, la Iglesia considera la familia como la primera sociedad natural, titular de derechos propios y originarios, y la sitúa en el centro de la vida social: relegar la familia a un papel subalterno y secundario, excluyéndola del lugar que le compete en la sociedad, significa causar un grave daño al auténtico crecimiento de todo el cuerpo social. La familia, ciertamente, nacida de la íntima comunión de vida y de amor conyugal fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, posee una específica y original dimensión social, en cuanto lugar primario de relaciones interpersonales, célula primera y vital de la sociedad: es una institución divina, fundamento de la vida de las personas y prototipo de toda organización social".

Esta doctrina es el “oro” que los católicos debemos vivir y custodiar celosamente en un contexto en que se le quiere equiparar a la “plata, al hierro o al cartón".