12.09.13

Una ideología de la liberación

La mayor novedad de la Iglesia en el siglo XX, fue sin lugar a dudas la verificación del Concilio Ecuménico Vaticano II, ideado por el Papa Pío XII, convocado e iniciado por el Beato Juan XXIII, y concluido por el Papa Paulo VI, partir del cual se habla mucho de los signos de los tiempos referidos a la teología católica.

Se afirma que una de las grandes intuiciones del Concilio Vaticano II fue la atención prestada a esos signos de los tiempos, es decir a los nuevos fenómenos culturales, sociales, políticos, y económicos, producido en la gran mutación de la era moderna. Nunca hasta entonces se había mostrado la Iglesia tan abierta y receptiva a esos “signos”, calificados otrora de enemigos de la fe.

El Vaticano II, habla de la necesidad de escrutar los signos de los tiempos, lo que quiere decir que no se trataba de rendirse ante ellos sin condiciones, o de aceptarlos sin crítica.

No fue una nueva primavera para la Iglesia, como lo había imaginado su promotor, pero fue una inesperada revolución en todos los sectores de la Iglesia, incluido el campo social (…) Una honda simpatía por la solución socialista e incluso marxista-leninista se imponía en el mundo, que todavía desconocía en su propia carne la cruel experiencia del socialismo real, y fascinaba a intelectuales y estudiantes, sin excluir a los seminarios y al clero más joven. Fidel Castro y Che Guevara eran sus ídolos. (…) Los movimientos que se consideraban y proclamaban «progresistas», fuertemente intelectualizados, apoyados en los medios de comunicación, agudizaron la conciencia revolucionaria («concienciación» era el vocablo entonces divulgado por Paulo Freire). El que no comulgaba con ellos era sumamente descalificado como reaccionario, burgués y conservador (América Latina, Mons. Boaventura Kloppenburg, OFM).

La Iglesia en América Latina

estuvo atenta a esta consigna conciliar de manera escrupulosa y escrutó los signos de los tiempos, tal como se daban en los países subdesarrollados del Continente. Y de entre todos ellos detectó uno, que la parecía a la vez el más significativo y el más escandaloso: los pobres, los marginados del sistema, los sin voz, los no hombres, que vivían en su mayoría en el tercer mundo y de este signo, mira al mundo, relee la historia, juzga a los culpables, interpreta la realidad, reformula el mensaje cristiano y pretende transformar la vida.

En la década de los 1970, un tiempo de agitación y perturbación, irrumpió la «teología de la liberación» (TL), bajo la influencia de la «nueva teología», «principalmente dentro de la corriente que toma la sociedad como objeto de su estudio, mostrando una tendencia hacia el sociologismo dando prioridad a la sociedad frente al hombre»(La «Teología de la liberación», P. Miguel Podarowski), en la que «la palabra redención suele ser sustituida por liberación, la cual a su vez es entendida, a la luz de la historia y de la lucha de clases, como proceso de liberación en marcha. Finalmente es también fundamental hacer hincapié sobre la praxis: la verdad no debe entenderse en el sentido metafísico, pues esto sería “idealismo”. La verdad se realiza en la historia y en la praxis. La acción es la verdad. Por consiguiente, las ideas que llevan a la acción son, en última instancia, intercambiables. Lo único decisivo es la praxis. La ortopraxis es la única ortodoxia» (Informe sobre la Fe, entrevista al Cardenal Ratzinger por Vittorio Messori).

Esa «relectura», de acuerdo al cardenal Ratzinger en el informe citado, nació de dos fuentes: «el marxismo y la hermenéutica protestante racionalista de Bultmann».

En 1971, el presbítero Gustavo Gutiérrez publica su obra «La teología de liberación», en la que «pretende, en primer lugar, introducir un nuevo concepto de la teología y, de conformidad con éste concepto, después trata el tema de la liberación del hombre del régimen capitalista, para finalizar su estudio con algunas consideraciones escatológicas muy confusas, en las cuales quiere identificar “el reino de Dios en la tierra” con la sociedad ideal del futuro, edificada por la revolución marxista». Posteriormente (1979) publicó «La fuerza histórica de los pobres», obra que en gran medida«es una repetición de su obra matriz», en una perspectiva ortodoxamente marxista:

No se lleva a cabo sino al interior de la lucha revolucionaria que cuestiona radicalmente el orden social existente y postula la necesidad de un poder popular para la construcción de una sociedad verdaderamente igualitaria y libre. Sociedad en la que se haya eliminado la propiedad privada de los medios de producción, la cual, al permitir que una minoría se apropie del fruto del trabajo de la mayoría, engendra la división de la sociedad en clases y la explotación de una clase por otra.

Es que en Gutiérrez como en Marx, la praxis es lucha de clases, por ende revolución. Según Gutiérrez, la«praxis», o lucha por un régimen social justo, es la esencia misma del cristianismo.

El comentario del cardenal Ratzinger respecto de aquellos que «ya no leen la Palabra de Dios con los ojos de la Iglesia, sino de acuerdo a la última moda “científica"» se coloca precisamente en la definición citada.

La teología es la ciencia de Dios. Luego de ninguna manera puede ser una exposición política. Es sincero Gustavo Gutièrrez que dedica todo el primer capítulo de su TL a justificar su propio concepto de «teología», a saber «la reflexión crítica sobre la praxis» (La evaporación de la teología, Juan Gutiérrez Gonzáles).

La Iglesia ha enseñado de tantas maneras la primacía cronológica pero sobre todo ontológica de la conversión personal respecto del cambio estructural, como la explanó Paulo VI:

la Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosa de los derechos de la persona, menos opresivas y menos avasalladoras, opero es consciente de que aún las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se transforman pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas, si no hay una conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen (Evangelii nuntiandi, nº 36).

Reafirmada por Juan Pablo II:

El pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la persona, porque es un acto libre de la persona individual, y no precisamente de un grupo o una comunidad (…) No se puede ignorar esta verdad con el fin de descargar en realidades externas –las estructuras, los sistemas, los demás –el pecado de los individuos (Reconciliatio et paenitentia, nº 16).

En contraposición a la Doctrina social de la Iglesia, el planteamiento de dicha «teología de la liberación»  es el siguiente: Cristo vino al mundo para liberar al hombre; el cristianismo es el instrumento de esa liberación; el hombre es un esclavo del capitalismo, pues el capitalismo es un régimen de explotación opresor; la revolución marxista es la única fuerza capaz de liberar al hombre.

Es cierto que Gutiérrez pulió sus escritos de acuerdo a las indicaciones de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, eliminando las referencias a Carlos Marx, empero «no ha rechazado el concepto de lucha de clases ni la llamada ortopraxis», por lo que  «esta concepción totalizante impone su lógica y arrastra las ” teologías de la liberación ” a aceptar un conjunto de posiciones incompatibles con la visión cristiana del hombre».

9.09.13

El diablo y las ideologías

Fue un acierto de Francisco, convocar a la Iglesia universal a una jornada de oración y ayuno el 7 de septiembre próximo pasado, para pedir la paz para Siria y Oriente Medio, es que, hay demonios que « solamente pueden ser expulsados con oración y ayuno» (Mc 9, 2).

Decía cincuenta años atrás el futuro obispo de Regensburg, Prof. Dr. Rudolf Graber:

Conocemos de sobra el cínico juego que hoy se utiliza con palabras tales como «paz y libertad», los intentos de oscurecerlo todo y las maniobras de alucinación, la siembra de conceptos y de sofismas, de medias verdades y de mentiras, éste es el grandioso juego del diablo, del enredador, del –literalmente traducido- calumniador, que cree ahora ha llegado su hora.

Examinando las violencias, las guerras, los asesinatos, los abortos, los atropellos de todo género, los robos, las tragedias provocadas por el alcohol y la droga, termina por decir la gente: el mundo está en manos del demonio, sin embargo hay bastante gente que se empeña en negar la existencia del diablo, aunque éste comiendo de sus manos, por así decirlo.

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5.09.13

Incambiable depósito de la Fe

La tragedia más aplastante de la Iglesia Católica es tratar de ser amable con el mundo actual y al mismo tiempo pretender conservar íntegramente la doctrina de Jesús.

Las exigencias más importantes de este mundo actual son:

  • absoluta negación de la doctrina de Jesús que por razones higiénicas se permite el aborto que es un crimen abominable.
  • Que se consideren como normales las uniones de divorciados cuyo primer matrimonio es válido.
  • La concesión del divorcio como ruptura de un matrimonio que es indisoluble.
  • La admisión de preservativos para que pueda ejercitarse libremente la fornicación.
  • El readmitir a los sacerdotes que se secularizaron voluntariamente y contrajeron matrimonio.
  • La ordenación de mujeres sacerdotes.
  • La bendición del turismo dominical que excluye la participación en la Misa.

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2.09.13

El rol de las conferencias episcopales

Es llamativa la información de hace unos días en infoCatólica respecto del reclamo que hiciera Monseñor Luis Alfonso Santos, obispo emérito, en el sentido de que no le fue permitido participar de las sesiones de la Conferencia Episcopal de Honduras, y que parece desvelar el hecho de que ese organismo episcopal no se mueve en el espíritu de comunión con el que las conferencias de obispos han sido configuradas, aunque por el hecho se puede colegir que los estatutos de éstas difieren unos de otros, ya que los obispos eméritos participan normalmente de las asambleas episcopales, aunque ciertamente sin derecho a voto en conferencias episcopales de otros países.

En su famoso Informe sobre la fe (BAC, 2ª edición, 1985), el entonces cardenal Ratzinger se refirió claramente a «El problema de las conferencias episcopales»(pág. 67).

Se estima que las conferencias de obispos comenzaron a existir en 1830, cuando los prelados belgas se reunieron en Malinas, sin la formalidad de un Concilio metropolitano ni plenario, previstos tanto por el anterior Código de Derecho Canónico como por el actual.

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29.08.13

Padre José Carlos Contreras, inocente

En enero de 2012, en mi artículo Fobia anticatólica me referí a que en medio de escandalosos hechos que protagonizaron miembros del clero irlandés, RTE (Radio - Televisión de Irlanda) a través del programa Prime Time Investigates, mediante un vil montaje, linchó civilmente al padre Kevin Reynolds, acusándolo de haber violado y embarazado a una menor de edad en Kenia en 1982. El canal televisivo admitió finalmente haber difamado al padre Reynolds.

Aunque felizmente fue relativamente rápida la rectificación de la infamia en contra del clérigo irlandés, éste tuvo que pasar un trago amargo ante la presión mediática de un infundio gratuito y perverso.

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