No discriminen a Dios
Escribo estas líneas, porque ya no puedo soportar el desprecio y la discriminación hacia Dios. Y esta discriminación (uso esta palabra porque es la que se emplea en todas estas cuestiones) causa más dolor cuando es propiciada por los propios miembros de la jerarquía eclesiástica. Sacerdotes de la diócesis de Río IV han apoyado el día del orgullo LGTBQI (y todo el alfabeto, porque cada vez le agregan una letra para incluir la nueva desviación sexual que aparece). La Provincia Franciscana S. Fco. Solano publicó una imagen promovida por la JUFRA (Juventud Franciscana), con los colores del arco iris diciendo «La fraternidad abraza la diversidad» (traducido significa: «ser fraterno es abrazar los actos homosexuales»).
El sacerdote de Río IV escribió en una red social que la Iglesia debe acoger a estas personas que son las más «vulnerables» de la sociedad, «perseguidas» y «oprimidas», y que debe pedirles perdón por el dolor que les ha causado. Y para ello argumentaba su postura citando el número 2358 del Catecismo de forma parcial. Obviamente los números 2357 (Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves -cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10-, la Tradición ha declarado siempre que «los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados» -Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8-. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso) y 2359 (Las personas homosexuales están llamadas a la castidad) son omitidos con toda la intención. A su comentario se unieron otros sacerdotes.