13.06.25

Dialogamos con Cynthia García Egea sobre su nuevo libro El Mediador de Dios

Cynthia García Egea. Economista, escritora y mediadora familiar, trabajó durante veinte años en el sector bancario y, desde 2016, dedica su vida al servicio de la Nueva Evangelización. Actualmente dirige dos programas mensuales en Radio María España: Amaos y Adora y Confía.

Además, coordina el ciclo Literatura y Fe en la Semana Internacional de las Letras de la Región de Murcia, EXLIBRIS.

Su primera novela, de género testimonial, El Escultor de Almas, es una obra única que revela evidencias eucarísticas reales y recientes, hasta ahora nunca dadas a conocer.

La autora presenta su segundo libro: El Mediador de Dios.

¿Por qué decidió escribir una novela titulada El Mediador de Dios?

Fue algo que sucedió incluso antes de terminar mi primera novela, El Escultor de Almas. El título me llegó de forma inesperada. Recuerdo que le había dejado un papelito a san José, pidiéndole un título para el libro. Y me lo dio, porque de la noche a la mañana comenzó a resonar en mí con fuerza: El Mediador de Dios. Se repetía constantemente. Yo lo meditaba una y otra vez, y pensé: «Debe ser para un segundo libro, porque el primero ya tiene título». Ahora nos reímos al recordarlo, pero fue tal y como lo estoy contando.

¿En qué medida tiene continuidad o inspiración en El Escultor de almas?

Es una novela distinta, esta vez con un protagonista masculino, lo que me supuso un verdadero desafío. Ambas obras unen literatura, fe y una dimensión testimonial. A partir de lo vivido con el primer libro, y al ver que los testimonios ayudaban a los lectores, abrí un plazo a través de las redes sociales para que quien quisiera compartir su testimonio con el Sagrado Corazón me lo enviara. Fue una experiencia preciosa, porque muchas personas se animaron. Los testimonios seleccionados fueron adaptados a la novela.

También hubo muchas Diosidencias, porque, en conversaciones espontáneas con personas que no sabían nada del proyecto, surgían testimonios relacionados con el Corazón de Jesús. Yo pensaba: «Esto no es casualidad». Me quedaba ojiplática, y en cuanto podía, lo anotaba.

Sin embargo, El Mediador de Dios es una novela más compleja, porque implicó un gran trabajo de investigación adicional. Tenía el título, y la idea surgió a partir de una Palabra que pedí al Señor en la Capilla de la Adoración Eucarística Perpetua. Abrí un libro de espiritualidad al azar y me apareció, en letras grandes: «Mira al Corazón». Desde entonces, ya no miré otra cosa.

Comencé consultando a tres personas consagradas sobre qué entendían ellas por “corazón", y aquello me generó bastante indeterminación, porque cada una tenía una visión distinta. Yo me sentía insatisfecha; necesitaba unidad de criterio. La Virgen, en Fátima, no hablaba del triunfo “de Ella", sino del triunfo de Su Corazón. ¿Por qué ese matiz? Necesitaba delimitar los conceptos. Así comenzó una investigación profunda: leí decenas de libros. La novela incluye más de doscientas cuarenta referencias. Viajé para investigar en profundidad. Peregriné a santuarios, donde escuché en el silencio y busqué en mi interior.

El objetivo era penetrar en el corazón humano, pero el gran descubrimiento fue deslumbrante: se hacía necesario mirar hacia otro lugar… para poder ver el propio corazón.

¿Se podría decir que hay algo de usted en el protagonista de la novela, un profesional de éxito?

Del autor siempre hay algo en los personajes, si no de manera experiencial, sí desde su mirada. Pero no me identifico con Carlos Blaya. Es un personaje inspirado en personas concretas, con nombre y apellidos, a quienes he conocido en mi trabajo pastoral. He acompañado a hombres que han vivido procesos similares, y me llamaba la atención cómo se repetía un mismo patrón en sus vidas… y en sus comentarios.

Con el deseo de comprender y ayudar mejor, incluso interrumpí la escritura de la novela para cursar una formación en mediación de seis meses, con sus correspondientes prácticas. Fue una locura en su momento, pero hoy me alegra mucho haberlo hecho.

¿Por qué eligió un abogado?

Fue algo intuitivo. Quizá porque representa la ley, el juicio, la razón estructurada. Un abogado está acostumbrado a argumentar, a buscar la verdad a través del pensamiento lógico. Solo alguien que conoce en profundidad la ley humana puede conmoverse al encontrarse con una Ley mayor: la del Corazón de Jesús. Una Ley que salva. Otra lógica. La Ley del Corazón, que trae al hombre la plenitud humana.

¿Por qué muchas veces las crisis son un punto de inflexión para un encuentro con Dios?

Porque tenemos una gran dificultad para aceptar la voluntad de Otro. Pensamos que Dios viene a quitarnos, no a salvarnos. Desconfiamos de Él, a pesar de todo lo que ha hecho por nosotros. Y eso es bastante grave. Lo tratamos como a un mentiroso, como si ese Amor no fuera real, como si su Palabra no fuera la Verdad.

Somos grandes ignorantes en la vida espiritual, y desconocemos las maravillas de la gracia que Dios puede derramar sobre nuestras vidas. Como dice el salmo: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles».

Necesitamos la piedra angular. Carlos se encuentra con los cimientos de su vida sacudidos.

Aún así, el protagonista debe hacer un acto de confianza y de abandono total, un salir de sí…

Sí, no le queda otra opción. Llega un momento en que se queda sin recursos, y entonces se abre este Camino. Y eso, en sí mismo, ya es una gracia. No a todo el mundo le ocurre. Como dice el autor del prólogo: «Se hace camino al andar». Y eso puede convertirse en un apoyo para el lector. Porque siempre es más fácil aventurarse en una novela que en la vida real.

Habla de las dos banderas y de muchos conceptos que ayudan a la meditación y a la formación. ¿Cómo ayuda a formarse?

La novela es atrevida, porque explora el complejo corazón humano a través de los ojos de Carlos Blaya y nos presenta la posibilidad asombrosa de contemplar un mundo renacido. En el fondo, es un canto a la esperanza.

Para mí ha sido una bendición trabajar en ella durante estos años. Y creo que es un don. Y, como todo don, también una tarea.

Es una novela que pretende desafiar la jerarquía de intereses de los hombres y mujeres del siglo XXI. Está dedicada al Inmaculado Corazón de María.

Y ahí entra en juego un tema central: la pureza de corazón, que es lo que nos permite ver todas las cosas según Dios. La novela busca iluminar esa realidad.

¿Y, sobre todo, cómo es esta novela un medio para que el lector ame más a Dios?

Él nos ha dado el don más grande: el Corazón Inmaculado de María. Es refugio para nuestra debilidad y nuestras heridas, y camino seguro hacia la unión con Dios.

La vida espiritual es un itinerario: buscar, encontrar, conocer y amar. Redamatio: responder con amor al Amor.

En las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús en Paray-Le-Monial, hace 350 años, el Señor dice que se trata del último esfuerzo de su Amor para arrancar las almas del poder de Satanás y ponerlas bajo el reinado de su Amor.

Él es Rey y Señor. Hemos de vivir bajo su bandera.

Allí encontramos una declaración de amor, revelaciones de maravillas inexplicables de su Amor Puro, una queja —por las indiferencias, ultrajes, frialdad y desprecio recibidos en este Sacramento de Amor— y una súplica: la reparación.

«Al menos tú, ámame», dice Jesús. Y pone una llama en el pecho de santa Margarita María para compensar lo que le falta.

Lo que más le duele es la falta de amor de sus amigos. Él mismo lo expresó: «Tengo una sed tan grande de ser amado en la Eucaristía, y no encuentro a nadie».

¿Por qué merece la pena leer esta novela?

Porque educar el corazón es algo importante… y urgente. De ello depende nuestra unión con Dios, y de esa unión depende todo lo demás. Lo dice la Sagrada Escritura: «Por encima de todo, guarda tu corazón, porque de él mana la vida».

Cada lector puede hacerse, junto a Carlos, el protagonista, algunas preguntas fundamentales:

¿Quién ha educado hasta ahora mi corazón?

¿Quién educa el corazón de nuestros jóvenes?

¿Quién está educando el corazón de nuestros niños?

Por Javier Navascués

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12.06.25

El P. Lopéz Teulón habla de la Jornada Martirial de la Basílica de Santa Engracia de Zaragoza

Jorge López Teulón (Madrid, 1970). Tras cursar los estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor de San Ildefonso, recibe la ordenación sacerdotal el 25 de junio 1995. Sus años de ministerio sacerdotal los ha desarrollado en la ciudad de Talavera de la Reina (Toledo). Es delegado de Medios de Comunicación Social en la Vicaría de Talavera desde 1996. Se le encargó durante un quinquenio (1998-2002) la retransmisión para el territorio nacional de la Misa dominical de la Cadena COPE. Desde 1996 es el capellán del Colegio “Compañía de María” de la Orden de Hijas de María Nuestra Señora en Talavera de la Reina. En el año 2002 fue nombrado Postulador de una Causa de 464 mártires de la persecución religiosa de 1936 a 1939, para la provincia eclesiástica de Toledo y la diócesis de Ávila.

¿Cómo nace la asociación de Amigos de Mártires de Barbastro-Monzón y con qué fines?

La Asociación de Amigos de los Mártires de Barbastro-Monzón es una iniciativa del grupo promotor de las Jornadas Martiriales: el historiador Martín Ibarra Benlloch, la profesora Ana Toquero Mateo y el director del Museo de los Mártires Claretianos de Barbastro P. José Beruete. Con ella pretendían dar una mayor estabilidad y difusión a las Jornadas Martiriales que habían comenzado en el año 2013, además de poder promover otra serie de actividades, como los concursos de dibujo, cortometrajes martiriales, publicación de folletos y libros, etc. Y, por supuesto, aumentar el número de colaboradores y de socios. Cuanta más base social exista, más actividades se podrán realizar. Yo mismo, de una manera informal, he colaborado con estas Jornadas y esta Asociación desde el primer momento.

Y quiero incidir en los objetivos que se han marcado siempre estas Jornadas Martiriales:el estudio, el testimonio, la convivencia, la oración y la evangelización. El conjugarlos de manera adecuada ha contribuido a su éxito, pues somos un referente en España y en todo el mundo.

¿Por qué organizan esta jornada martirial en un lugar tan emblemático como la Basílica de Santa Engracia de Zaragoza?

En el año 2019 comenzamos la aventura de recorrer España haciendo las Jornadas Martiriales fuera de la diócesis de Barbastro-Monzón, donde nacieron y crecieron (2013-2018). Son de esos cambios que, por crecimiento, llegan sutilmente: Madrid (2019), Talavera de la Reina (2021); Zaragoza (2023); Barcelona (2024)…dentro de unos meses las celebraremos en Sevilla (2025).

Luego el pasado mes de abril comenzaron a celebrarse las Jornadas Martiriales de un día. La primera se ha celebrado en el Cerro de los Ángeles el pasado 3 de mayo. Un éxito en el que ya se ha solicitado que pueda repetirse cada año. La segunda en Zaragoza. Iba a decir que fue tan fructífera la celebrada en 2023 en Zaragoza, que por eso el repetir una Jornada de un día. Pero, en realidad, es que creo que la mano de la Reina de los Mártires ha estado siempre tan presente que en lo humano y en lo espiritual siempre han sido muy reconfortantes los frutos tras cada jornada.

El sitio escogido: pues por el mismo motivo que en 2019. Cualquiera podría decirnos, ¿en serio, que es más emblemática, ¡¡¡en Zaragoza!!!, la basílica de Santa Engracia que El Pilar? Pues sí: en el orden del tema martirial, que es en el que nos movemos: sí.

El origen de la basílica de Santa Engracia de Zaragoza está en una capilla cristiana del siglo III-IV donde se rendía culto a los restos de Santa Engracia y a los mártires zaragozanos de la persecución del Imperio romano. De este periodo se conservan en la cripta de la iglesia dos sarcófagos paleocristianos. Este lugar de culto cristiano permaneció como iglesia durante el periodo visigodo. En ella estudió Eugenio de Toledo bajo el magisterio de San Braulio. Durante la dominación islámica, fue centro de un barrio de población mozárabe. Así que nos retrotrae a las primeras persecuciones en la Península Ibérica y a los comienzos del cristianismo hispano.

¿Podría resumir la historia de los Innumerables Mártires?

Entre los sacerdotes operarios diocesanos, que fueron nuestros superiores en Toledo, estaban dos aragoneses: don Justo López Melús y don Domingo López Marco. El primero como director espiritual del Seminario y el segundo, como superior y profesor de griego. ¡Tantas veces nos hablaba don Domingo de los Innumerables Mártires de Zaragoza…!

El 3 de noviembre del año 592 el II Concilio de Zaragoza instituyó la fiesta de los Innumerables Mártires, distinguiéndola de la del 16 de abril (Santa Engracia y compañeros). Según el relato, Daciano permitió con engaños salir de la ciudad de Zaragoza a los cristianos que en ella vivían. Estos fueron martirizados [donde hoy se encuentra el Monumento a los Mártires de la plaza de España]. Sus cuerpos fueron quemados en la hoguera, mezclados con los de delincuentes, para que no pudiesen ser venerados, pero una lluvia milagrosa separó los dos grupos de restos, formándose las Santas Masas que dieron nombre a la iglesia de Santa Engracia, cuyo nombre se olvidó hasta el siglo XIV.

¿Qué supone que las conferencias sean en la capilla de las Santas Masas?

Tenemos que agradecer a la Basílica que nos permita celebrar la Jornada en la capilla de las Santas Masas. Ya en 2019 recordamos, para entender la importancia de lo que tenemos y que muchas veces no sabemos valorar.

En 1982 san Juan Pablo II -conocedor de la historia de los Innumerables Mártires- pidió venerar las Santas Masas durante su viaje a Zaragoza. Como así sucedió, el 6 de noviembre, al llevarse la urna de las reliquias a la explanada de la Romareda, como él mismo recordó (en la bula por la que erigió Santa Engracia en basílica menor en 1991): “Nos no podremos nunca olvidar la profunda emoción que sentimos y el gran aliento que recibimos cuando en nuestro primer viaje apostólico a la querida Iglesia de España honramos y veneramos las reliquias de los mártires allí presentes”.

Así que, imagina la emoción y lo sobrecogedor que es para los que tratamos los temas martiriales poder exponer, con la sencillez del principiante, hablar ante los restos de los mártires de la Zaragoza Imperial. Sobre todo, porque estamos hablando de hombres y mujeres, ¡¡¡los mártires!!! que desde el Cielo nos invitan a la entrega y son nuestros protectores. Es Historia viva.


¿Qué podría decirnos ahora de los misioneros mártires de la diócesis de Zaragoza, de los siglos XVI al XIX?

Contamos nada menos que con el director del Archivo Diocesano de Zaragoza, don Juan Ramón Royo. Él nos va a hablar de la acción de los misioneros y de los mártires aragoneses –de manera especial de la diócesis de Zaragoza- en Asia y américa, durante estos trescientos años. Se trata de un estudio global de la acción misionera de la Iglesia Católica después del concilio de Trento. Con ello vemos que la idea y realidad del martirio ha sido siempre una constante en este arzobispado y, por supuesto, en toda la Iglesia Católica.

¿Por qué han decidido organizar una mesa redonda titulada Los mártires en nuestra vida ordinaria?

Pues porque es contra lo que estamos luchando. Como decía antes unir el pasado y el presente, no es como se suele criticar cuando se habla de pasados nostálgicos… Es que los mártires reinan en la vida Eterna. Y nos instan a nosotros a la lucha, ahora. Por eso la actualidad, el no dejar de dar a conocer sus vidas, de invocarlos como protectores, de tenerlos presentes en nuestra vida ordinaria. Nosotros no sufrimos la persecución física que ellos sufrieron y eso es lo que precisamente nos lleva a tenerlos como ejemplos para que en nuestras luchas, en nuestro día a día, nos sirvan como verdaderos y auténticos modelos… Más cuando sabemos que vivieron en nuestras ciudades, recibieron los sacramentos en nuestras iglesias donde los recibimos nosotros mismos y donde fueron testigos de la fe en décadas lejanas, de acuerdo, pero ahí es donde debemos buscar los paralelismos para vencer ahora nosotros, como ellos, como testigos del Evangelio.

¿Qué podemos destacar de los 8 ejemplos de persecución religiosa durante la II República en la diócesis de Zaragoza?

Esta es la conferencia del historiador Martín Ibarra Benlloch, director de la Jornada. En ella nos va a mostrar ocho ejemplos de persecución religiosa durante la Segunda República, que dejan bien patente que esta persecución se dio desde el principio de la misma, en el año 1931. Que el objetivo no era solo la secularización de la sociedad, sino la supresión del catolicismo y de los católicos, incluso de manera física. Veremos ocho ejemplos de persecución que quedan, mayoritariamente impunes por parte de las autoridades.

Los datos se basan mayoritariamente en la correspondencia que los sacerdotes escribían al Arzobispado, donde se palpa la realidad de su situación. Al final queda claro que no fueron necesarios muchos nuevos perseguidores en el verano de 1936 –los milicianos catalanes y valencianos-. Muchos de los que habían perseguido durante la República lo seguirán haciendo cuando estalle la Guerra, con idéntico motivo: crear un Orden Nuevo, una sociedad en la que no exista Dios ni haya señal alguna de su Iglesia.

¿Cómo se puede participar en la jornada martirial?

Yendo a Zaragoza y a su basílica de Santa Engracia. Para los de la ciudad del Ebro lo tienen fácil, los demás tendremos que trasladarnos. Pero no hace falta más que presentarse en la basílica para apuntarse, y allí mismo recoger las acreditaciones y pasar la tarde del 23 de junio, desde las 16,15h hasta la celebración de la santa Misa con la que concluye la Jornada Martirial de Zaragoza, la segunda de un solo día que se celebra en este 2025.

Por Javier Navascués

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11.06.25

Josep Masabeu hablará en Montalegre de la visitas de San Josemaría Escrivá a Cataluña

Este jueves imparte una conferencia en la iglesia de Montalegre de Barcelona sobre las visitas del fundador del Opus Dei a Cataluña (19:30)

Josep Masabeu Tierno (Sabadell, 1952) es doctor en pedagogía por la Universidad de Barcelona (1988). Ha orientado su actividad profesional en el mundo educativo, en el área de la administración local, en el ámbito del ocio de la juventud y en el de la solidaridad.

Es el presidente de Braval, una iniciativa de desarrollo y promoción humana y social del Opus Dei en el Raval de Barcelona, ​​que se propone -mediante el voluntariado- promover la cohesión social, luchar contra la marginación, prevenir la exclusión social de los jóvenes y facilitar la incorporación de los inmigrantes a nuestra sociedad.

¿Por qué decidió escribir un libro sobre los viajes de San Josemaría a Cataluña?

El libro, publicado en 2015 por la Abadía de Montserrat, recorre las 37 estancias de san Josemaría en Cataluña de las que hay constancia, entre 1913 y 1974. Sitúa los 130 lugares documentados donde estuvo san Josemaría. Desde la primera estancia, el año 1913 para examinarse de bachillerato en Lérida, los 41 días que pasó en Barcelona antes de atravesar los Pirineos, y los viajes que realizó a Barcelona y otros lugares catalanes, y que son los inicios del Opus Dei en Cataluña. El libro plantea la relación de Cataluña con un santo que vivió momentos muy destacados de su vida en estas tierras.

¿Cómo le influenció venir en su época de estudiante?

Estuvo pocos días, en 1913, 1914 y 1915, con sus compañeros del colegio de los escolapios de Barbastro para examinarse de bachillerato en el instituto de Lleida. Se alojaban en el colegio de los mercedarios.

¿Hasta qué punto le afectó la guerra y el paso por los Pirineos?

Cuando empezó la guerra civil tuvo que esconderse en diversos refugios de Madrid, con peligro de su vida. Finalmente decidió pasar a la otra zona de España donde tendría libertad para ejercer su ministerio. Para ello se organizó la huida a través de los Pirineos, Andorra, Francia y entrada en España por Fuenterrabía. En esta ocasión pasó 41 días en Barcelona hasta emprender la marcha: es su más larga estancia en Barcelona. En el Paso de los Pirineos encontró la Rosa de Rialb, que siempre consideró como un detalle de la Virgen, que le confirmó en el acierto de la decisión tomada. Conservó esta Rosa toda la vida, y ahora está expuesta en Roma, la iglesia prelaticia del Opus Dei.

¿Cómo fue creando y consolidando sus apostolados en Cataluña?

Después de la guerra, ya en diciembre de 1939, san Josemaría volvió a Barcelona para entrevistarse con estudiantes que ya conocía y empezar la labor del Opus Dei. En los años siguientes acudió otras veces para animar la acción apostólica: ya en 1940 se puso el Palau, el primer centro del Opus Dei.

¿En qué medida se pueden ver hoy el fruto de esas visitas?

En los años siguientes la labor se fue desarrollando, y en los distintos viajes conocía y animaba a las personas que se acercaban a los medios de formación. Y así hasta la última vez que estuvo en Cataluña, en 1974, un año antes de su muerte.

¿Qué supuso para él las visitas al Santuario de Montserrat y a la Basílica de la Merced?

Montserrat, y concretamente el abad Escarré, fue un apoyo para san Josemaría en los momentos de las graves contradicciones de los años 40. También tiene relación con la curación instantánea e inexplicable de la diabetes que padecía, el 27 de abril de 1954, fiesta de la Virgen de Montserrat. Y con la invocación a la Virgen como “Stella Orientis” encomendando el desarrollo apostólico del Opus Dei en los países del este de Europa y Asia. Esta invocación solo se encuentra en el Virolai de Montserrat.

A la Virgen de la Merced encomendó la labor en Barcelona y especialmente su viaje a Roma en 1946 para conseguir la aprobación pontificia de la Obra. Cuando pasaba por Barcelona visitaba a la Virgen de la Merced en su basílica, donde ahora hay colocado en la escalera de acceso al camarín un bajorrelieve de San Josemaría rezando en la Merced.

¿Qué otros lugares emblemáticos visitó?

Muchos. La Sagrada Familia, Montjuic, el Tibidabo, Monasterio de Pedralbes, Girona…sin olvidar las tertulias multitudinarias que tuvo en la Escuela Deportiva Brafa en 1972, al final de los dos meses de catequesis en la península ibérica.

¿Qué supuso para él ser nombrado hijo adoptivo de Barcelona?

A nivel personal no le dio ninguna importancia. Pero agradeció la deferencia por lo que significaba de enraizamiento de la labor del Opus Dei en una ciudad donde había habido muchas contradicciones. Dilató más de dos años la recepción del título y dispuso las cosas para que el solemne protocolo de la ceremonia fuera lo más discreto posible. Solo estaba el alcalde con la corporación municipal y unas pocas personas más; y se realizó en el despacho del alcalde, no en el Saló de Cent como era habitual. Tampoco se realizó la comida oficial en el Palacete Albéniz, sino que san Josemaría invitó al alcalde y dos concejales a comer en Castelldaura.

Por Javier Navascués

1 comentario

  
David de Germà
¿Ha escrito Lerida en lugar de Lleida? Pensaba comprar el libro, pero si pretende humillarne cambiando nombres de mi tierra, mejor me ahorro enfados.
14/06/25 9:48 PM

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10.06.25

Pedro Gómez Carrizo analiza cómo lo razonable de la religión católica le llevó a abrazar la fe

Pedro Gómez Carrizo (Barcelona, 1966) es editor, profesor, traductor, analista político y experto en comunicación. Durante sus treinta años de vinculación al mundo editorial ha colaborado —como editor, prologuista, traductor o redactor— en cerca de trescientas obras de las temáticas más diversas: historia, filosofía, literatura, economía, arte, sociología, política, ciencia y religión.

¿Por qué se alejó de la práctica de la religión católica tras la primera comunión?

Realmente no puedo hablar de alejamiento en sentido estricto, pues alejarse de algo implica haber estado antes cerca, y yo nunca lo estuve. Es bastante común: hice la comunión en 1973 y en esa época poca gente se planteaba no hacerla. Solo en el caso de que existiese un rechazo explícito hacia la religión, y no era el caso de mi familia.

Supongo que esa etiqueta de “católico no practicante” estaba bastante consolidada. El problema es que esa etiqueta, en la mayoría de los casos, no era sino un eufemismo. Una forma de acallar la conciencia, de tranquilizarla con el espejismo de una filiación nominal que apenas implicaba nada. En la práctica, el modo de vida del llamado católico no practicante era indistinguible del de un agnóstico o incluso de un ateo respetuoso. Sin misa dominical, sin confesiones ni sacramentos, sin oración, sin conversión: una identidad vacía. Vivir como si Dios no existiera, pero sin declararlo.

Sin embargo, ¿por qué nunca dejó de buscar el sentido trascendente de la vida?

La dimensión trascendente es consustancial al ser humano. El hombre siempre ha buscado a Dios de una u otra forma. En todo tiempo y lugar ha existido esa frontera entre lo profano y lo sagrado de la que habló Mircea Eliade. Esa condición intermedia del ser humano que vive en tensión constante entre el mundo sensible y el mundo espiritual, entre la finitud y la trascendencia, entre el devenir y el Ser, es lo que Platón llamaba metaxy, y es precisamente lo que nos hace humanos. Goethe redime a su Fausto por esa aspiración constante hacia lo mejor.

Lo excepcional es el mundo en que vivimos. Esa eliminación de lo sagrado que hoy en día nos venden como lo normal es, por el contrario, una absoluta anomalía en la historia de la humanidad. La modernidad trajo consigo una crisis existencial: la muerte de Dios anunciada por Nietzsche, el desencanto del mundo de Max Weber, el triunfo del reino de la cantidad… E incluso a pesar de estos anuncios, la ruptura con lo trascendente no comenzó a extenderse hasta los años sesenta del siglo XX, y solo ha alcanzado su hegemonía plena en el siglo XXI. En mi caso, esa constatación de una humanidad cada vez más huérfana, rota, deprimida, sin sentido, fue lo que me orientó hacia el cristianismo. Hoy sé que esa inquietud ya era una gracia. Era Dios que salía a mi encuentro. La semilla del bautismo que empezaba a fructificar.

Leyó e investigó mucho y conoció diferentes religiones, pero, ¿se podría decir que estaba cada vez más confundido?

No, más confundido no, porque yo no partía de ninguna claridad. Partía de la confusión. Perseveraba en la búsqueda sin quedar nunca satisfecho. Podía apreciar, y mucho, fragmentos de verdad en algunas de ellas, pero la magia desaparecía cuando las contemplaba en conjunto, siempre había algo que me generaba rechazo. Podía, por ejemplo, prendarme del Bhagavad Gītā y huir como de la peste del hinduismo que lo enmarcaba; reconocer el valor sapiencial de ciertos sutras budistas y, al mismo tiempo, abominar de la cobardía y el sinsentido que supone su renuncia al mundo, o incluso apreciar suras coránicas sin dejar de advertir la temible teocracia que alimentaban. Como se dice ahora, aunque sea un término manido, ninguna de esas religiones me “resonaba” por completo. Había siempre una voz interior que me advertía que anidaba en ellas el error, o el terror… Por sus frutos los conoceréis.

En el fondo buscaba conocer la verdad con el mero entendimiento, pero, ¿por qué sin la ayuda de la gracia era imposible alcanzarla?

Bueno, lo cierto es más bien que una de las razones que me llevaron al catolicismo fue descubrir que era la religión más razonable. No me cabe duda. Antes de haber leído los Evangelios, ya había leído a Chesterton. La fe no es solo cuestión de fe. Eso sería fideísmo… Mi rechazo hacia ciertas religiones nacía, precisamente, de su desprecio por el entendimiento. Me incomodaba esa exhortación a «vaciar la mente» o «trascender la razón» para alcanzar la iluminación y conectar con el Dios que somos… No somos dioses, somos criaturas, pero criaturas dotadas de razón para comprender su Creación y llegar al Creador. A mí, cuando me piden que renuncie al entendimiento, me echo las manos a la cartera… Porque la razón es lo que nos hace humanos. Y porque la existencia de Dios no es, en sí misma, un acto de fe: es una conclusión racional. No creer en Dios, a mi juicio, no es falta de fe: es falta de inteligencia. Otra cosa muy distinta es creer en el Dios personal, en el Dios que se ha revelado en Jesucristo, en el misterio trinitario… Para esa fe sí es precisa la gracia. Pero incluso en ese caso, la razón no queda abolida, sino iluminada. Existe un camino que no es irracional, sino sobre-racional. Como decía Benedicto XVI, la fe es «razón ampliada» por la gracia; va más allá de la razón sin contradecirla.

¿Se podría decir que cayó en una especie de escepticismo gnóstico?

No exactamente. El gnosticismo, al menos el trascendente, no es escéptico. Todo lo contrario: es una certeza altiva, una supuesta gnosis que solo los elegidos pueden alcanzar. Tertuliano se pasó de frenada con su Credo quia absurdum precisamente para ridiculizar el racionalismo gnóstico. También existe un gnosticismo inmanente, secularizado. Ese es el que da origen a las ideologías modernas: la creencia de que el hombre puede crear el paraíso en la tierra mediante la razón, la ciencia o la técnica. Kant puso los cimientos de esa soteriología laica. Y el transhumanismo actual es su heredero más reciente: un nuevo gnosticismo que ya ni siquiera necesita de lo sagrado, sino que convierte al hombre en su propio dios.

¿Le remordía en su conciencia la intuición de que no estaba en el camino correcto?

Buscaba y no encontraba. No podía sentirme culpable por no hallar las respuestas a mis preguntas. Pero sí me faltaba paz. La conversión te da mucha paz. La paz que solo puede dar Cristo, porque como dijo san Agustín, “nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

¿Cómo fue su reencuentro con la fe católica?

Fue más bien un encuentro. Un hallazgo providencial, como el que relata Poe en La carta robada: lo buscado estaba ante mis ojos desde el principio, o como en aquellas historias donde el tesoro no está al final del viaje, sino enterrado en el propio jardín. En mi caso particular para ese descubrimiento ayudó mucho un retiro de Emaús. Allí caí en la cuenta de que la puerta a la que Cristo llama solo puede abrirse desde dentro. El picaporte estaba de mi lado. Así que era necesario un acto de la voluntad: la decisión de abrir. La gracia te mueve a dar ese paso.

¿Tuvo la sensación de volver a casa?

Sí, podría decirse que tuve la sensación de llegar a una casa donde se me estaba esperando. La religión tiene esa dimensión importantísima de cobijo, de amparo, de refugio, de acogida… Pero la metáfora de la casa quizá sea más útil emplearla en otro sentido. Me gusta la imagen de que uno es la casa donde Cristo desea entrar. Como en poema de Lope de Vega: «¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? …» Es una imagen poderosísima que aparece ya en el Apocalipsis: «Estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él». Es una epifanía entender que esa morada que es nuestra alma ha sido preparada desde la eternidad para albergar a su Señor.

¿En qué medida le parecieron muy lógicas y racionales las verdades de nuestra fe?

Totalmente. Como ya anticipé, la razonabilidad del catolicismo fue lo primero que me atrajo. No se trataba de cerrar los ojos y dar un salto al vacío, sino de abrirlos del todo y contemplar un orden que respondía a las preguntas más profundas del alma y de la inteligencia. A diferencia de otras religiones o filosofías que parecían prescindir del logos o incluso combatirlo, el catolicismo lo abrazaba, lo ordenaba, lo transfiguraba.

¿Cómo fue el proceso de formación y asimilación de la doctrina católica?

Deslumbrante. Más que «fue», lo está siendo. Es descubrir un tesoro de sabiduría acumulada durante siglos, un universo ordenado, coherente, luminoso. Supone acceder a infinidad de textos de espiritualidad cristiana que son un precioso alimento para el alma.

Chesterton admiraba de la Iglesia la capacidad de perdonar pecados, algo que deja una tranquilidad de conciencia. ¿Lo pudo experimentar usted?

Sí, y en los términos exactos en los que lo anunciaba Chesterton, que me ha servido a menudo de guía. Admiro esa grandeza del cristianismo que responde «sí y sí» cuando existen disyuntivas a las que otras religiones o ideologías presentan como excluyentes. «Sí, el hombre es profundamente culpable, pero sí, también es infinitamente valioso». Así describe Chesterton la visión católica. Frente a la candidez —o quizá vileza— de Rousseau y su compañía ilustrada, la constatación de que el hombre no es bueno por naturaleza, sino que nace herido por el pecado original. Me encantó una reflexión de Chesterton que decía algo así como que basta ver a un niño despellejar a un gato para no tener duda acerca de ello. Y frente al error —o quizá vileza— de los maniqueísmos varios o de los Lutero y compañía, la seguridad de que ese pecado no corrompió totalmente al hombre, sino que mediante la gracia recibida en el bautismo y los sacramentos, el alma puede ser realmente sanada y transformada.

Una vez usted conoce la verdadera religión, ¿cómo se esfuerza en perseverar?

Adorando al Santísimo, rezando, leyendo los Evangelios, tratando de vivir conforme a ellos, leyendo también textos de espiritualidad cristiana… San Pablo al final de sus días reconoció como su mayor triunfo haber perseverado en la fe. Sé que no es fácil y por eso procuro ir alimentando la llama. Otra imagen que me resultó muy útil es esta: es irremediable que en algún momento llegue un vendaval… Pues bien, ese mismo viento que apaga la llama, si es débil, la aviva cuando ya es una llama poderosa.

¿Cuáles son las mayores dificultades que tiene en el camino?

Una de las dificultades más persistentes en mi vida espiritual es la falta de orden. Me cuesta incorporar rutinas en mi día a día. Lo confieso. Y es algo que confieso con regularidad a mi director espiritual. Decía san Josemaría «¿Virtud sin orden? — ¡Rara virtud!». Y cuánta razón tenía. Estoy en proceso de incorporar el orden de la práctica religiosa en mi vida de horarios bastante caóticos. No es fácil.

¿Por qué los malos ejemplos no deben alejarnos de la fe?

Porque si así fuera, al día siguiente de convertirnos, deberíamos desconvertirnos. La Iglesia está formada por seres humanos, y ya sabemos lo que somos los seres humanos. Por eso el asidero firme, el vínculo fundamental, es Jesús. Jesús es la esencia del cristianismo y él es el único que no decepciona. Sólo a él debemos adorar. Los demás miembros de la Iglesia, desde el Papa al más recién llegado somos todos peregrinos todos necesitados de misericordia. Caemos, erramos, escandalizamos incluso. Pero la Cruz permanece. El canal de mi querido amigo y mentor, el padre Antonio Gómez Mir, se llama Stat Crux: la Cruz permanece firme. Esa es la clave. La Cruz no depende de nuestras virtudes ni se tambalea por nuestras miserias. El que escandalizado se aleja, olvida que fue precisamente para redimir nuestras caídas por lo que vino el Redentor.

¿Cómo la razón iluminada por la gracia puede llegar a un grado de comprensión mucho más profundo de la realidad?

La razón sin gracia ve el mundo, la razón con gracia ve la creación. Y eso cambia todo, porque la gracia no niega la razón: la transfigura. Benedicto XVI explicó que la fe no es un salto en el vacío, sino la razón ampliada, purificada, ensanchada. La razón humana, por sí sola, puede alcanzar ciertas verdades, como intuir el orden del mundo, su diseño inteligente, la existencia de un principio primero, el anhelo de justicia, la necesidad del bien… Pero sin la gracia, esos destellos permanecen fragmentarios, inconexos. La gracia actúa como una lámpara interior que permite ver la realidad con una profundidad nueva. Cuando vives en la vertical, buscando «lo de arriba», la vida cotidiana, los gestos simples, las realidades ordinarias cobran nueva luz

¿Por qué una vez que se conoce la verdad, es difícil volver al error?

Bien, en esto los clásicos tenían gran parte de razón. El error es ignorancia. Así que conocer la verdad y caer en el error sería una contradicción en sus términos. A ese «error» los católicos lo llamamos «pecado». Resulta muy revelador descubrir que la etimología de la palabra «pecado», en su raíz bíblica proviene del hebreo y tiene un sentido muy expresivo y concreto:atá’, que significa curiosamente «errar», «desviarse del camino», «no alcanzar el objetivo». Es un término tomado del mundo del tiro con arco, donde jatá implica que una flecha no da en el blanco,es decir,no alcanza el fin para el que fue disparada. Pecar significa no alcanzar aquello para lo cual uno fue creado. Por eso Jesús, al mismo tiempo que Verdad, es Camino y Vida. Si vas de su mano es imposible desviarte. Errar es dejarlo a un lado, soltarse de du mano, y eso no es fácil, además de una equivocación es una traición.

Sin embargo, hay que evitar la presunción y pedir con humildad no alejarse nunca del buen camino…

Eso lo pedimos cada mañana y cada noche con la oración que Jesús nos enseñó. «No nos dejes caer en la tentación». Y no se trata solo de la tentación de pecar, sino también de la tentación de creerse inmune. La humildad es el escudo del alma.

Por Javier Navascués

 

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2 comentarios

  
Emilio

Fantástica entrevista para no perderse:
"Es descubrir un tesoro de sabiduría acumulada durante siglos, un universo ordenado, coherente, luminoso" (Re-Conversión).
10/06/25 6:56 PM
  
Fulgencio
Muy buena entrevista. Me han encantado las respuestas por lo bien argumentadas desde la fe y la razón.
10/06/25 10:34 PM

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9.06.25

Iconograma, folioscopio católico para difundir lo propio de Dios: lo bello, lo bueno y lo verdadero

Alejandro Vidal, uno de los impulsores, nos explica de forma sencilla el proyecto.

¿Cómo nace la idea de Iconograma?

La idea nace del afán por acercar a los católicos de nuestros días lo que le es propio a Dios: lo bello, lo bueno y lo verdadero; bajo estos preceptos acudimos a las artes gráficas y el diseño.

Hemos comenzado con la originalidad propia de un folioscopio, que es un pequeño librillo interactivo que al pasar una hoja tras otra por el efecto visual que produce al avanzar cada fotograma podemos observar una imagen en movimiento que se comporta como un vídeo.

¿Cuál es su fin apostólico?

Llevar a los fieles mediante la imagen, lo estético, lo sensitivo y lo tangible -de la mejor manera que podamos- aquello que verdaderamente conmueve al espíritu humano, el sentido de trascendencia tan necesario para desarrollar una vida en plenitud. Queremos hacer que incluso los regalos que haga o reciba alguien por un cumpleaños, una boda o un bautismo estén marcados por Cristo, la Virgen María o los Santos con cariz del buen gusto de antaño que se caracteriza por evocar lo divino.

¿Por qué es importante difundir lo bello, lo bueno y lo verdadero?

Somos testigos de un mundo que hace de lo feo, lo nocivo y lo falso una forma de vida por eso es que debemos redoblar esfuerzos por dar alternativas en todos los medios posibles a nuestro alcance con el ímpetu de elevarnos y mirar hacia el cielo siempre. Nuestra labor y la de otros en el ámbito creativo con perspectivas parecidas a la nuestra demuestran que hay quienes se niegan a desfallecer ante los estándares actuales y queremos dedicarnos en cuerpo y alma a llevar las cosas de Dios a la gente de manera personal y cotidiana sin descuidar la seriedad y reverencia que se merece.

¿Por qué se han inspirado en pintores como Claudio Coello?

Tenemos varias referencias estéticas, una de ellas es este caso del folioscopio “Jesús entra en Jerusalén"; utilizamos de inspiración la obra del pintor barroco español y madrileño no tan conocido Coello quien fue el último pintor de los Austrias, esta referencia también forma parte del enfoque general que elegimos en donde la inquieta búsqueda que tenemos por recuperar referentes del catolicismo del pasado y traerlos a nuestro tiempo es firme. Nos inspira el arte sacro, la obra dedicada a Dios y sobre todo la de aquellos tiempos en que se vivía la fe en profundidad. Es así que el fin de lo que hacemos siempre tiene y tendrá reminiscencias de elementos culturales pretéritos -que injustamente hemos abandonado- y que queremos desempolvar de las postrimerías de lo que un día fue la Cristiandad.

¿Qué otros autores difunden?

Preferimos no dar detalles para que quienes nos conozcan se queden con la intriga. Pero en general seguiremos tomando del barroco y de autores católicos que estudiamos con admiración.

¿Cómo pueden ayudar a vivir la fe?

Nuestra obra en la creación de objetos religiosos es un recordatorio de la presencia de Dios aunque no sea de la manera en que estamos acostumbrados como puede ser con un crucifijo, un Rosario, una estampa, etc. Nos propondremos utilizar medios atípicos para la manera en que se ha concebido el catolicismo en los últimos 50 años, además de producir folioscopios o imágenes religiosas ancladas en la tradición también tenemos pensado acercar al común de los cristianos algunos elementos que creemos deberían volver como por ejemplo el uso de mantilla o velo por parte de las damas y el uso del reclinatorio para comulgar en misa o rezar en casa. Entendemos que la devoción se expresa y aprehende también en esta suma de elementos que lamentablemente las generaciones contemporáneas de muchos de los practicantes de nuestra fe han despreciado por cualquiera sean los motivos.

¿Cómo se pueden adquirir?

Nos podéis encontrar en Instagram (www.instagram.com/iconogramas) como “Iconogramas” (en plural) pero próximamente tendremos página de internet.

Por Javier Navascués

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