3.10.21

Entrevista al párroco de la iglesia que quedó sepultada por la lava del volcán en Canarias

Nos hemos puesto en contacto con el sacerdote de la parroquia desaparecida por el volcán, D. Alberto Hernández Felipe, párroco de San Pío X de Todoque, que nos cuenta sus impresiones de cómo vivió esos momentos dramáticos.

Tras la irrupción por sorpresa del volcán, ¿cómo fue el proceso para salvar todo de la parroquia con cierta urgencia?

El día siguiente a la erupción, las autoridades me advirtieron de que el probable recorrido de la lava podría afectar al barrio de Todoque. Consulté si les parecía conveniente que procediésemos a una evacuación preventiva e inmediatamente se pusieron a disposición de la Parroquia los operarios del ayuntamiento. Pudieron ponerse a salvo el Sagrario, las imágenes, los sitios litúrgicos (altar, ambón, sede…), la mayoría de los bancos, los ornamentos y vasos sagrados, los manteles y otros lienzos, algunos cuadros, candelabros… Todo lo que podía transportarse y cabía en los camiones. Por detrás quedó el retablo, las campanas, material de catequesis, la megafonía; pero había que hacer una opción y decidimos sobre la marcha lo que nos pareció prioritario sacar del Templo.

¿Sintieron la impotencia de ver cómo la lava venía y engullía literalmente la parroquia…?

Como todos los vecinos afectados, y la inmensa mayoría de quienes han vistos las imágenes por televisión, ante la fuerza de la colada todos nos sentimos impotentes. Con el Templo parroquial ha ocurrido lo que con las viviendas de más de 600 familias. Como el resto de las edificaciones del entorno ha sido derribado, pues la lava que ha dejado tanta destrucción y dolor a su paso.

Pero a la vez un símbolo de que nada en este mundo es plenamente estable…

Sin duda, estos acontecimientos nos invitan a contemplar el misterio de la fragilidad. Somos vulnerables, pequeños ante fuerzas que no podemos controlar, insignificantes ante una gigantesca masa de piedra incandescente. Muchas personas afectadas hacen estos días la misma reflexión: para qué preocuparnos tanto en la vida por “las cosas”, dejando muchas veces de cuidar las relaciones humanas, permitiendo que el trabajo nos acapare el tiempo, cuando lo importante no es lo material.

¿Cuáles fueron sus principales recuerdos en la parroquia?

A lo largo de los más de doce años que llevo al servicio de la Parroquia de San Pío X, son muchos los recuerdos que guardo de lo vivido entre aquellos muros. Cuando cerraba la puerta y pensaba que, quizás, podía ser por última vez, me emocionaba recordando los rostros de las personas que en aquel espacio han vivido y celebrado su fe. Gente buena, sencilla, trabajadora. Hombres y mujeres, pequeños y mayores, que han encontrado en la iglesia parroquial un espacio de formación, de encuentro con Dios y con los hermanos. En ellos pensaba entonces y pienso ahora.

Y ahora la vida sigue y deben ayudar a los que han perdido todo….

En esos primeros momentos, cuando la erupción aún no ha cesado y la destrucción sigue avanzando, nos corresponde como comunidad cristiana estar lo más cerca posible de quienes más necesitan de nuestro apoyo y solidaridad. “Lo tenían todo en común” es ese versículo de Hechos de los Apóstoles, referido a la primera comunidad, que esto días viene una y otra vez a nuestro corazón. Es el momento (y tenemos una oportunidad única para ello) de hacer efectivo cuanto esto significa… y veo que lo vamos haciendo, gracias a Dios. La solidaridad de tantos está haciendo posible llegar a la necesidad concreta de muchos vecinos para recordarles que nos importan y que pensamos en ellos.

¿Cómo está siendo la solidaridad entre parroquianos?

Quienes se han visto afectados, al menos en lo que he tenido la oportunidad de comprobar, se animan unos a otros. Los que no han sufrido pérdidas materiales, se vuelcan en acompañar y proveer de lo más necesario a quienes están desplazados de sus hogares. Muchos han abierto las puertas de sus casas a otros vecinos o han puesto a su disposición, desinteresadamente, una segunda vivienda o su casa de veraneo. La solidaridad se palpa en el ambiente y es, quizás, la más bonita experiencia que nos deja esta tragedia.

¿Y a nivel de Cáritas?

Cáritas Diocesana fue de las primeras instituciones en abrir una cuenta específica para los damnificados por el Volcán. Desde el primer momento ha estado a disposición de las autoridades para colaborar en lo que fuera necesario. Y ahora está articulando el modo en el que la ayuda puede llegar del modo más eficaz a los afectados.

¿Qué tipo de ayuda necesitan?

Los organismos públicos, con la colaboración de muchos particulares y empresas, han organizado de forma muy eficaz la ayuda inmediata tras la evacuación de los vecinos y hasta el momento siguen realizando una valiosa labor en este sentido: alimentación, ropa, productos de higiene… son necesidades cubiertas. La ayuda más necesaria, a corto y medio plazo, es la económica. Pronto muchas personas necesitarán buscar un nuevo espacio en el que recuperar su “hogar”, para ello tendrán que hacer frente al gasto de un alquiler (con el que no contaban). Muchas personas, sobre todo mayores, disponen de pensiones muy pequeñas, algunas no contributivas, con las que les será muy difícil afrontar esta nueva situación. Por ello, en los próximos meses, creemos que la principal demanda de los afectados tendrá que ver con esas ayudas para el alquiler.

Por Javier Navascués

13 comentarios

  
César Augusto
La situación cada día es más grave, por favor, les ruego que convoquen en la diócesis Nivariense un ayuno pidiendo perdón a Dios por los pecados cometidos e implorando su Misericordia, y que den testimonio público de Fe eucarística, saliendo a procesionar con Jesús Sacramentado pidiéndole que pare esta desgracia (lo más cerca que puedan estar de las bocas del volcán, o situados en un mirador desde el cual se aprecie éste). Aún están a tiempo.

Hay muchas personas que están sufriendo que no solo necesitan la ayuda de una Iglesia asistencial que ayuda a satisfacer las necesidades básicas materiales (una de las formas de practicar la Caridad), sino que necesitan (conciente o inconscientemente) también la ayuda de una Iglesia profética, que haga uso de los recursos sobrenaturales con los que cuenta.

Ministros de la Eucaristía, recuerden qué ocurrió en Tumaco (Colombia): el milagro Eucarístico de Tumaco, recuerden qué hizo Santa Clara ante los sarracenos.

¡Actúen, por favor!
03/10/21 11:05 AM
  
rmartinhe
César Augusto, ¡Amén!
Y convocarlo no solo en esa diócesis, sino en toda España, pues espiritualmente todos estamos muy necesitamos.
03/10/21 3:36 PM
  
José Díaz
Una parroquia y un templo confiados a la intercesión de San Pío X se levantarán, no tengo ninguna duda. Yo les encomiendo a tan poderoso intercesor
03/10/21 7:06 PM
  
Fulgencio
César Augusto, los habitantes de Tumaco tenían mucha fe. ¿Hoy hay fe?
03/10/21 10:23 PM
  
Víctor
CESAR AUGUSTO: no sabía yo de que entre nosotros tuviéramos un profeta de grandes realidades y, que viene con un mensaje salvador: "sin excepción todos los parroquianos deben de pedir perdón por sus tremendos pecados, es más,debe de ser toda toda la isla de La Palma, porque según se expresa este profeta, todos son grandes pecadores.
Es increíble la forma de expresarse ante una tragedia de enormes consecuencias para venir con estas historias. Y yo me pregunto: ¿por qué no, todo el mundo en general por esta pandemia que asoma a la Humanidad y, que esto parece tener visos de una hecatombe que puede peligrar la vida humana? Que hay gran pecado en el mundo yo a menos o sé, pero individualmente todos estamos obligados a rendirnos ante Dios y pedir perdón, porque nuestros pecados ofenden gravemente a Dios. Es triste que un templo elevado a la gloria de Dios haya sido sepultado por la lava y, causa enorme emoción todo los que se ha llevado por delante y, ya no es cosa económica, sino muchos momentos de gloria vividos en una parroquia. Efectivamente, esas gentes necesitan ayudan de toda la nación española, pero no olvide de que la Iglesia es hospital de los pecadores que desean ir a Reino de Dios. Si para usted un templo es menos importante que otra cosa, no hay nada que opinar, porque sus pensamientos son como son, pero no olvide que todo es necesario. Hay que ser más comprensivos. Ayudar a quien quiera usted ayudar y los demás ayudaremos también a la población entera, pues todo es una comunidad armoniosa. Pueblo alrededor de su parroquia. Invocar el nombre del Señor, para que cese el volcán de rigor y las gentes puedan normalizar su vida si es que pueden, que lo veo difícil. Paz y Bien
04/10/21 12:46 AM
  
Claudio
Es tanto el amor que Dios nos tiene, que en esta erupción no ha muerto nadie. Y es por eso que debemos comprender que Él, haciendo esto, nos está avisando que es su voluntad salvar, pero que si seguimos extraviándonos, se va a cansar y la próxima vez será peor.
04/10/21 1:19 AM
  
Pedro de Torrejón
La gente qué lo ha perdido todo ,necesita con urgencia reunirse cada día entorno a su párroco para ser consolados unos a otros ,y por Nuestro Señor Jesucristo. Ahora , más que nunca.

En otra parte de la isla , dónde haya una Parroquia . Todos los días ,para celebrar la Santa Misa . Es muy importante estar unidos en éste momento ; absolutamente para todas las cosas.
04/10/21 10:30 AM
  
Anacoreta
Con respecto a una entrada anterior sobre el volcán de la Isla de San Miguel de La Palma, y el derrumbe de la Iglesia de San Pio X, me lamentaba días atrás, al ver un video y escuchar las palabras peyorativas sobre el campanario que se mantenía en pie. Hoy quiero aportar la recia fe de los Palmeros reflejada en medio de la devastación del volcán, a través de un poema y la imagen del campanario cayendo que me hicieron llegar y que ahora comparto. No sé quién lo escribió, si fue un anónimo lugareño o tiene nombre, pero puedo decir que es un consuelo y un ejemplo de cómo debemos vivir la fe en momentos tan críticos como éstos.
"Aunque el templo de Todoque ya a esta hora no esté en pie, al templo de nuestra fe no habrá volcán que lo toque. La Iglesia no es piedra y bloque, es caridad y es madero, y si en este tiempo fiero es lava nuestra cruz, en ella estará Jesús con todo el pueblo palmero."
Gracias a quién lo escribió, y al Espíritu Santo que la inspiró para fortalecer nuestra fe y vencer con la fuerza del amor en Aquel que nos ama, Jesucristo, el Señor. Gracias y mi oración. Dios les bendiga.
04/10/21 11:56 AM
  
Lucía Victoria
Anacoreta, el autor de esos versos se llama Eduardo Duque, un católico gomero que tiene el maravilloso don de improvisar versos.
04/10/21 2:05 PM
  
Luis Piqué Muñoz
Las catástrofes, accidentes y Enfermedades son Obra del Diablo que es un Brujo, como el Virus y la erupción volcánica ¡pero a Veces pueden ser Castigo de Dios que utiliza al Diablo! En mi Opinión, estamos en los Últimos Tiempos y el Principio del Apocalipsis con el Virus escasamente mortal pero muy contagioso que se ha extendido por todo el Mundo con uno o dos millones de Víctimas. Los Homenajes a los Muertos por el Virus me parecen ridículos y Paganos ¡las Pobres Víctimas son utilizadas como Héroes de la democracia y la Libertad que son indestructibles, verdaderas Diosas de la Modernidad! Finalmente, Pedrito el del Pito ¡con Perdón! ¡es Broma! ¡el Nuevo Nazismo Feminista le toma por el Pito del Sereno! Ja, Ja, Ja ¡dijo que la Reunión de Autonomías la iban a hacer en la Isla Mártir ¡sin duda dejando 1º de la Mano de Dios a todos los afectados para que se pueda hacer la Reunión! (!?) ¡Ay! ¡Qué chulo, que soberbio, vanidad de vanidades todo es vanidad! ¡Muera la Tiranía democrática! ¡Viva el Castigo de Dios! ¡Viva Dios!
04/10/21 3:11 PM
  
Anacoreta
Gracias Lucía Victoria por aportarnos el nombre del autor, le tendré presente en mi oración por su aportación poética tan certera.
04/10/21 7:07 PM
  
Oscar de Caracas
Recuerdo ver en antena 3 s unos canarios rezarle a la pachamama delante de la iglesia...
El Señor esta hablando claro...
04/10/21 7:51 PM
  
Claudio
Me deja desconcertado lo que dice Oscar de Caracas. Yo creí que la locura por la Pachamama era de los países del sur de América.
05/10/21 12:42 AM

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2.10.21

Tesoros sacros del Museo del Prado. La pintura italiana del siglo XVII. El Barroco

De nuevo volvemos con Fernando Álvarez Maruri y con la pintura italiana que se atesora en el Museo del Prado. Ahora le toca el turno al barroco, siglo XVII. En la entrega del siglo XVIII, publicada por Infocatólica hace unos meses, Fernando ya hizo referencia a varios cuadros de escuela italiana de este período.

¿Qué sorpresas nos aguardan en este recorrido por las salas de la pinacoteca?

Seleccionar los lienzos más representativos de la pintura italiana barroca no ha sido una tarea sencilla. La colección del Prado de este periodo es sencillamente espléndida; los maestros italianos del XVII están magníficamente representados. He procurado que los cuadros que comento en esta entrevista estén expuestos en las salas del museo aunque, debido a los continuos cambios en el discurso expositivo de la institución, tal vez algunos de ellos regresen a los almacenes por tiempo indefinido. Tengo la sensación de haberme dejado en el tintero auténticas obras maestras, condicionado por las limitaciones espaciales del artículo. Para comenzar este recorrido visual, no podemos obviar a un maestro de maestros: Michelangelo Merisi, más conocido como Caravaggio. Con este artista se pusieron los fundamentos de lo que sería la pintura barroca internacional. Se le considera el creador del “tenebrismo”. Para que la representación pictórica tenga mayor dramatismo, se recurre a una iluminación muy contrastada de luces y sombras. La oscuridad envuelve la escena y los volúmenes de las figuras surgen, de manera rotunda, con contundencia, de entre las tinieblas. La idealización de la realidad, tan característica de la pintura renacentista, da paso al naturalismo, llevado hasta sus últimas consecuencias; los personajes de carne y hueso, con todos sus defectos físicos, sustituyen a las bellas e irreales figuras renacentistas. El arte barroco es, al mismo tiempo que realista, teatral, sorprendente y efectista. No le interesa el equilibrio de las formas, busca la ruptura con el clasicismo que le precedió. Pretende impactar al espectador, captar su atención, buscando el efecto sorpresa. La Contrarreforma se sirvió del movimiento barroco para transmitirnos sus principios doctrinales; a través de una puesta en escena espectacular y dramática se atrae el interés de los fieles, despertando en ellos el sentimiento de piedad y conmoviendo sus conciencias. Mientras que el Renacimiento es considerado como un arte eminentemente intelectual, el barroco se sumerge de lleno en el mundo de los sentimientos.

El Museo del Prado posee un único lienzo de Caravaggio, en el que se representa un tema del Antiguo Testamento: David vencedor de Goliat, fechado hacia 1600. En Madrid capital encontramos otros dos Caravaggios más. En el cercano Museo Thyssen-Bornemisza se expone un óleo de gran belleza dedicado a Santa Catalina. En el Palacio Real de Madrid se custodia un cuadro en el que se representa a Salomé con la cabeza de Juan el Bautista; esperemos que una vez que se abra al público el Museo de las Colecciones Reales, se exponga de manera definitiva y en el lugar de honor que le corresponde por su extraordinaria calidad artística. En mi opinión, lo ideal sería que el espectador pudiese contemplar las tres obras del pintor en un mismo espacio expositivo, de forma permanente. En el óleo que nos ocupa se hace mención a un pasaje del Antiguo Testamento (Samuel, 17, 40-51). Los filisteos suponían un grave peligro para el pueblo de Israel que por aquel entonces tenía por rey a Saúl; el espíritu de Dios había abandonado al monarca. Goliat, un gigante aparentemente indestructible, desafío a los judíos. Los mejores soldados de Israel se sentían impotentes ante aquel monstruo invencible. Éste es el momento en que entra en escena el joven David, un humilde pastor, el menor de ocho hermanos, que meses antes había sido ungido por el profeta Samuel para que ocupara el trono de Israel. Con una simple honda y el nombre del Altísimo en sus labios, decidió enfrentarse a aquella bestia humana. Con una piedra lanzada a gran velocidad le asentó un golpe en la frente y, acto seguido, Goliat cayó de bruces en el suelo. Sirviéndose de la espada de su enemigo, el joven héroe de Israel decapitó al mítico gigante y exhibió su cabeza como un trofeo de guerra. Los filisteos huyeron despavoridos del campo de batalla; el pueblo elegido por Dios salió victorioso del desafío, gracias a la valentía y arrojo de aquel muchacho. La conclusión que podemos sacar al leer este relato bíblico es la siguiente: quien cuenta con el auxilio del Todopoderoso vencerá todos los peligros. Caravaggio nos presenta al futuro rey de Israel atando los cabellos de Goliat con una cuerda para a continuación mostrar su cabeza a los allí presentes como símbolo de su victoria; se trata de una licencia artística, ya que en la Biblia no se menciona que el protagonista amarrase la melena del filisteo. Los dos personajes se distribuyen en el espacio de forma geométrica, encontrándonos una composición prácticamente cúbica. David, con una pierna recta y la otra doblada para sujetar el cuerpo sin vida de su enemigo, inclina la espalda, formando una línea recta. En la zona baja del lienzo contemplamos la cabeza sin vida del gigante. El artista utiliza la luz con una excepcional maestría. El rostro del pastor permanece en la penumbra mientras que la luz incide con fuerza en otras partes de su cuerpo (pierna derecha, vestimentas, espalda, brazo derecho…). También aparece intensamente iluminado el rostro de Goliat y una de sus manos que mantiene con el puño apretado. No existen referencias espaciales, ningún paisaje aparece al fondo, tan sólo contemplamos el negro intenso de las sombras, la oscuridad total. La paleta cromática que utiliza el pintor es muy reducida: además del negro, en sus diferentes intensidades, emplea distintos tonos de ocres dorados, blancos marfileños y grises neutros. Posiblemente, Caravaggio se inspiró en algún pilluelo de la calle a la hora de representar al joven David; el pintor precursor del barroco por excelencia renuncia expresamente a la idealización y a la belleza en busca de la verosimilitud. En este sentido, el detalle de las uñas sucias es bastante revelador. El mundo de las sombras, escenario de fondo de la composición, sobrecoge al espectador y le hace pensar en la fugacidad de la vida y la banalidad de las cosas materiales: un rapazuelo imberbe es capaz de derribar con una simple honda a un hombre poderoso, seguro de sí mismo, un verdadero mito entre su pueblo. Los recursos artísticos del tenebrismo y la puesta en escena, intimista y a la vez de un realismo atroz, nos ayudan a reflexionar sobre el mensaje bíblico.

Seguramente, los pintores italianos del siglo XVII también plasmarían en sus lienzos pasajes del Nuevo Testamento. ¿Nos puede comentar alguna obra en la que el propio Cristo sea el protagonista?

El Evangelio fue una fuente inagotable de inspiración para los artistas italianos del XVII. Para esta ocasión he escogido un cuadro de Giulio Cesare Procaccini titulado La Oración en el Huerto, datado entre 1616 y 1620. Se trata de una adquisición reciente, del año 2013, que enriquece aún más la colección de escuela lombarda de la pinacoteca madrileña. Estamos hablando de un lienzo de una calidad excepcional, muy representativo dentro de la producción del pintor. El museo cuenta con otras dos obras más de este autor: Sansón y los Filisteos, una composición abigarrada y dinámica, de gran carga dramática; también mencionaremos el delicado óleo pintado sobre cobre en el que se representa una Guirnalda con la Virgen, el Niño y dos ángeles, trabajo que realizó en colaboración con el afamado pintor flamenco Jan Brueghel el Viejo. Giulio Cesare formó parte de una saga familiar de artistas, siendo considerado por la crítica como el más brillante de todos. Su formación escultórica influyó decisivamente a la hora de diseñar las composiciones pictóricas; utiliza pinceladas cortas y planas para dotar a las figuras de corporeidad.

En esta representación de Getsemani, Jesús y el ángel aparecen ante nuestros ojos con formas contundentes y marcadas volumetrías; los rostros de los personajes presentan un acentuado dramatismo, no exento de dulzura, que pretende conmover al fiel que los contempla. La iluminación adquiere un gran protagonismo dentro de la escena y es manejada de forma magistral por el pintor. Los protagonistas del pasaje evangélico, el Señor y el ángel, reciben una luz directa e intensa, proveniente de las esferas celestiales, formando estudiados contrastes lumínicos, llenos de matices. Por el contrario, los apóstoles dormidos surgen de una penumbra en la que se combinan los tonos terrosos. En cuanto al colorido se refiere, todavía encontramos reminiscencias del tardomanierismo, del último renacimiento; esto es evidente en las vestimentas del ángel, en las que se entremezclan con elegancia las gamas de intensos verdes y suntuosos rojos. El enviado del Altísimo despliega sus alas azules, enmarcando con ellas la figura del Mesías. Cristo viste una túnica blanca, símbolo de su pureza, que contrasta con el azul oscuro de su manto. Detrás de los protagonistas, en las alturas, surge un rompimiento de gloria, compuesto por nubes rosadas y blanquecinas. El pasaje de la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní fue recogido en los cuatro evangelios. A la presencia del ángel se alude únicamente en el evangelio de San Lucas. En el cuadro que nos ocupa, este ser celestial, de cabello rubio y rizado y luminoso rostro, sujeta amorosamente al Salvador con una de sus manos, mientras que con la otra le indica el lugar donde se encuentra el Padre Eterno. Mira al Redentor con una gran dulzura, comparte su pena e intenta consolarle en su profunda angustia. En este lienzo no aparece el amargo cáliz que ha de beber nuestro Señor, tan habitual en otras representaciones artísticas del tema evangélico.

El rostro de Cristo refleja su intensa aflicción, sabedor de todos los sufrimientos que ha de padecer; sus ojos se elevan al cielo, suplicantes, humedecidos, cuajados de lágrimas; la frente arrugada y la boca entreabierta, a punto de elevar una plegaria de súplica al Padre. Este Cristo orante, adelanta una de sus rodillas, adquiriendo su figura así un mayor dinamismo. Con una de sus manos señala el corazón, expresando con este gesto su inmenso amor por el Creador. El otro brazo lo extiende de forma parcial, abriendo la palma de la mano, en señal de sometimiento a la voluntad del Padre. Los apóstoles, ajenos al drama que se avecina, duermen plácidamente, con las bocas entreabiertas. Mateo y Marcos hacen alusión a este episodio; fueron reprendidos por el Maestro, al no ser capaces de orar con él ni siquiera una hora. El drama de la Pasión está a punto de comenzar; posiblemente, la cohorte de soldados ya está en camino para prender al Redentor del mundo.

En el siglo XVII se produce en el mundo católico una encendida defensa de los santos, intercesores con los que cuenta el fiel a la hora de implorar la misericordia divina. Las doctrinas protestantes, por el contrario, rechazan cualquier tipo de intermediación entre el creyente y la Providencia. Doy por hecho de que en el Prado se conservarán multitud de lienzos que tengan a los santos como protagonistas. Pónganos algún ejemplo que considere relevante.

En esta centuria, de reafirmación a ultranza de los dogmas católicos, Santa Catalina contó con un importante número de devotos. Para esta ocasión, he escogido la única obra del pintor italiano Bartolomeo Cavarozzi que figura en el inventario del Prado. Se trata de la Sagrada Familia con Santa Catalina, datada entre 1617 y 1619, fechas en las que el artista visitó España. De este mismo tema, Cavarozzi realizó varias versiones. Digna de mención es la que conserva en el museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; tampoco debemos olvidarnos de las pinturas que se custodian en el Convento de las Comendadoras de Santiago de Madrid, la colección del Duque del Infantado o el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Santa Catalina fue una mártir cristiana del siglo IV, nacida en el seno de una familia noble de Alejandría. Se trataba de una joven muy culta y de una inteligencia prodigiosa. Tuvo una visión en la que se le apareció Cristo. A partir de ese momento, decidió consagrarle su vida por entero, considerándolo su único y legítimo esposo; a este tipo de vínculo religioso se le denomina unión mística. El emperador Majencio celebró una fiesta pagana y ordenó a todos sus súbditos que hicieran sacrificios a los dioses. Catalina se negó a traicionar al Señor, su prometido, y para demostrarlo realizó la señal de la cruz. Inspirada por el Altísimo, exhortó al propio emperador a que abrazara la fe verdadera. Se estableció un debate filosófico, al más alto nivel, y consiguió la conversión de varios sabios. Majencio montó en cólera y ordenó azotar a la santa para posteriormente encarcelarla. La propia emperatriz, que la visitó en su celda, se convirtió al cristianismo y fue mandada ejecutar por su esposo. Aquel hombre, cruel y de duro corazón, no pudo doblegar a la joven Catalina. La torturó, sin éxito, con una rueda que llevaba incrustadas cuchillas afiladas; milagrosamente el metal se quebró al entrar en contacto con el cuerpo de la santa. Finalmente, el emperador ordenó decapitarla. Fue enterrada a los pies del Monte Sinaí. Su cuerpo fue descubierto por unos monjes que vivían en un monasterio cercano. A partir de las Cruzadas se produjeron frecuentes peregrinaciones a su tumba, extendiéndose por toda Europa la devoción a esta santa. En el lienzo que nos ocupa, se hace alusión a una de las visiones sobrenaturales de Catalina; se le apareció el Niño Dios y la desposó, estableciendo con ella una unión mística.

Además de la santa y el pequeño Jesús, están presentes en la escena la Virgen María, que sujeta entre sus brazos al Salvador, mientras es coronada por dos ángeles; un pequeño angelito extiende sus manos para orar. San José, hombre anciano y meditabundo, surge de la penumbra, permaneciendo en un segundo plano. Cavarozzi es considerado como un pintor naturalista, que utiliza el claroscuro de Caravaggio pero de forma atemperada, sin renunciar a la luminosidad y al empleo de un rico colorido, lleno de matices tonales. A su vez, sus trabajos sirvieron de fuente de inspiración a otros afamados pintores españoles como el propio Murillo. En esta composición artística, los personajes se distribuyen de manera ordenada, buscando en todo momento el equilibrio de las formas y la serenidad en los gestos, evitando caer en un dramatismo excesivo. Santa Catalina, arrodillada ante el Niño Jesús, lo contempla ensimismada, mientras mueve sus delicadas manos, evidenciando así su entrega total a los planes divinos. Se viste con un suntuoso manto adamascado en tono carmín, cuyos plieguen crean interesantes efectos de luces y sombras. En el suelo encontramos un libro, que hace alusión a su sapiencia, y la espada con la que fue decapitada. El Niño Dios ocupa el centro de la escena, extiende su brazo para bendecir a la santa; la rubia cabellera y su rollizo cuerpo añaden una nota de candor a este asunto místico. María lo cubre con unos pañales y le dedica una tierna y maternal mirada; sus oscuros ropajes han sido elaborados con ricas telas, utilizándose el terciopelo granate y un elegante tejido azulado. Por su parte, San José surge de entre las sombras, vistiendo un manto de intenso color siena. La luz incide en su rostro y se nos presenta como un anciano de canosa y luenga barba, frente surcada por profundas arrugas y mirada pensativa; apoya su cabeza en el brazo, mientras contempla al espectador, como si quisiera hacerle participar de esta escena devocional. La corona de la Virgen, portada por angelicales manos, es una magnífica obra de orfebrería, en cuyas calidades táctiles se recrea el artista. En el fondo de la escena surgen las tinieblas, careciéndose por tanto de otras referencias espaciales.

También sería interesante que comentase algún cuadro inspirado en los Hechos de los Apóstoles, lo que aconteció después de la Resurrección de Cristo.

San Pedro fue elegido personalmente por Cristo para difundir el mensaje evangélico, convirtiéndose en el fundador de la Iglesia y primer papa. Giovanni Francesco Barbieri fue un pintor de excepcional calidad; se le conoce con el apodo de Guercino (el bizco) por padecer estrabismo. La pinacoteca madrileña cuenta entre sus fondos con media docena de cuadros de este artista, todos de temática religiosa. Entre ellos destaca San Pedro liberado por un ángel, obra realizada hacia 1622; fue adquirida por el rey Carlos III al marqués de la Ensenada. El pasaje evangélico a que se hace referencia en este lienzo aparece recogido en los Hechos de los Apóstoles 12:5-17. El primer papa de la Iglesia había sido encarcelado por su enardecida defensa de la nueva fe. Herodes Agripa decidió represaliar a los seguidores de Cristo, a los que consideraba una seria amenaza para sus intereses particulares. El apóstol Santiago, hermano de Juan, fue decapitado para complacer a los fariseos y autoridades judías, sedientos de sangre. Los primeros cristianos oraron fervorosamente por la liberación de San Pedro, considerado el líder espiritual de la Iglesia primitiva. El Señor escuchó sus súplicas y realizó un milagro. El pescador se encontraba encadenado en las mazmorras, vigilado de cerca por sus carceleros. En plena noche, mientras dormía, un súbito resplandor iluminó aquella lóbrega celda; apareció un ángel del Señor que aflojó las cadenas de Pedro, éstas se le cayeron de las manos. El enviado del Altísimo le pidió que le siguiera. Los soldados que le custodiaban habían caído en un profundo sueño. Atravesaron las diferentes estancias de la prisión hasta que el apóstol se encontró a salvo de sus captores, en el exterior. El artista diseña una composición equilibrada pero no exenta de dinamismo.

Encontramos dos planos perfectamente diferenciados, que dotan a la obra de profundidad, estableciéndose así una perspectiva visual muy lograda. En el lado izquierdo, próximos al espectador, se distribuyen las figuras del apóstol y el enviado de Dios. Al fondo, en un segundo plano, podemos ver al soldado, plácidamente dormido, ajeno al fenómeno sobrenatural que está aconteciendo. Una luz intensa, oblicua, procedente del lado derecho, ilumina a los protagonistas, creando acertados efectos de claroscuro. El juego de dos diagonales paralelas dota a la composición de movimiento, elemento tan característico del arte barroco. La primera de estas líneas la describe el ángel que levanta su brazo, señalando a San Pedro el camino de la libertad. El cuerpo del apóstol aparece reclinado, en posición oblicua, trazando otra diagonal que se prolonga visualmente con la imagen del militar recostado. Existe un contraste estético muy marcado entre el ser celestial, liberador del pescador, y el anciano discípulo de Cristo. Al primero se le representa como un joven adolescente de gran belleza, imberbe y de dorada y ondulada cabellera; sus vestiduras son del gusto clásico, con una gama cromática en la que destacan un elegante tono granate y el cálido ocre. San Pedro, por el contrario, viste tejidos bastos, mostrándonos la mitad de su torso desnudo y su piel macilenta. Nos encontramos con un anciano, de acentuada alopecia y encanecido cabello y barba.; profundas arrugas surcan su frente, rostro y cuello. Se muestra sereno y reflexivo, fijando su mirada en el ángel libertador, atento a sus indicaciones; sostiene entre sus manos las cadenas de hierro que le aprisionaban y de las que se ha despojado milagrosamente. El guardián dormido luce una armadura metálica, al gusto del siglo XVII, y permanece en la penumbra, con una iluminación mucho más tenue. Como decorado de fondo, encontramos un muro de piedra que establece el límite visual de la escenografía. Esta obra se adentra de lleno en la estética barroca, naturalista y dinámica.

Los distintos episodios de la Pasión de nuestro Señor, impregnados de un dramatismo extremo, fueron sin duda uno de los temas favoritos de los pintores barrocos. Escoja alguna pintura italiana del siglo XVII que toque la temática pasional.

Existen excelentes ejemplos de pintura italiana en los que se aborda la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Me he decidido por una obra de Daniele Crespi, pintor desconocido para el público general pero que cuenta entre su producción con auténticas obras maestras. Éste es el caso de La Flagelación, pintada hacia 1625, que se conserva en el Prado. Crespi realizó varias versiones sobre este tema, siendo la del museo madrileño la que se considera de mejor factura, la más equilibrada de todas. Fue adquirida por Felipe IV, un rey amante de las bellas artes, auténtico mecenas y, entre otras cosas, protector de Velázquez. La pinacoteca también tiene inscrita en su inventario una Piedad del mismo autor. En los dos lienzos del Prado, pintados en la misma fecha, el sagrado cuerpo de Cristo adquiere un gran protagonismo visual, aparece en primer plano y se ilumina de forma intensa. La obra que he seleccionado en realidad representa el momento previo a la flagelación. Dos sayones atan las manos del Redentor, antes de conducirlo a la columna donde sufrirá un terrible e inmerecido tormento. A este castigo brutal con el que se torturó a Cristo se hace referencia en los cuatro evangelios. En los relatos de Mateo y Marcos se cita este suceso, dejándonos bien claro que fue el propio Poncio Pilato quien ordenó que se ejecutara la sentencia, sin entrar en más detalles. San Juan nos explica en su evangelio que la flagelación se produjo durante los juicios de Pilato. El evangelista Lucas, por el contrario, aporta más detalles sobre el acontecimiento. Nos da a entender que el procurador romano deseaba liberar a Jesús, porque no hallaba en Él delito alguno. Con el castigo de los azotes pretendía contener las iras del pueblo y contentar a la casta sacerdotal; creyó erróneamente que se comparecerían del Galileo al verlo en un estado tan lamentable. La película La Pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson, nos puede servir de fuente de información sobre la cuestión. En esta obra maestra de la cinematografía se explica de manera visual, sin ahorrarnos detalles estremecedores y truculentos, como fue la tortura de los azotes que padeció nuestro Señor. En el lienzo que nos ocupa, una potente luz, que proviene del lado izquierdo, ilumina a los tres personajes. Cristo mantiene el cuerpo ligeramente contorsionado y en tensión, consiguiéndose así dotar a la composición de cierto dinamismo. El Salvador es sometido y vejado por sus verdugos, que surgen de entre la oscuridad, en un plano secundario y a la vez cercano al espectador. La piel de los sayones presenta una tonalidad morena; el intenso contraluz se refleja en sus rostros, algunas partes de sus cuerpos permanecen en la penumbra. Evidentemente, se trata de un recurso artístico, muy utilizado en el barroco, para conferirles un aspecto siniestro y malvado; el artista subraya así su bajeza moral, en contraste con la imagen del Nazareno que irradia bondad, auténtico manantial de amor.

El tratamiento de los cabellos de los protagonistas de la escena también es digno de mencionar; la larga y rubia cabellera del Señor se diferencia del pelo crespo y oscuro de sus verdugos. La paleta cromática de la que se sirve el pintor es muy limitada: el negro intenso para el fondo y más atenuado en la penumbra y los diferentes matices tonales de las carnaciones de los personajes; la representación de las sobrias vestimentas de los sayones es la única concesión al color. El cuerpo de Cristo capta la mayor parte de la luz que se distribuye por la composición. Su anatomía es perfecta, con una musculatura hercúlea, muy desarrollada; de esta forma, queda patente la naturaleza humana de nuestro Señor, además de su origen divino. Un paño de pureza grisáceo, arrugado y a punto de caer, confiere a la escena sagrada el debido decoro. Crespi da muestras de su maestría a la hora de representar los pliegues en la piel del Salvador que producen efectos de claroscuro muy logrados. La figura de Jesús adquiere una dimensión casi escultórica, se nos antoja en relieve, resplandeciendo en un fondo de total oscuridad, tan sólo uno de sus hombros permanece en la penumbra. Su rostro, demacrado y taciturno, refleja a la perfección la angustia interior que experimenta; fija su mirada en el suelo, manifestando así su resignación, mientras medita sobre la tragedia que ha de padecer. Es un Cristo que surge del reino de las sombras y que está a punto de inmolarse para salvar a la humanidad del pecado y de la muerte.

Un artista italiano muy célebre, durante la etapa barroca, fue Guido Reni. He podido admirar varias de sus obras en mis visitas al Museo del Prado; su perfección formal me ha impactado. Me gustaría que hiciera referencia a alguna de ellas.

Efectivamente, Guido Reni es uno de los grandes artistas de este periodo barroco. Sus cuadros no solo se conservan en el Prado; también contamos con excelentes ejemplos de su producción en los palacios reales españoles con títulos como Santa Catalina o La conversión de San Pablo. En la pinacoteca madrileña podemos disfrutar de 17 óleos salidos de sus pinceles, la mayoría de temática sacra; también encontramos algunos lienzos que se inspiran en la mitología pagana o la historia antigua. Una de las composiciones más equilibradas y bellas de su catálogo artístico es la conocida como Virgen de la silla, realizada entre 1624 y 1625. Procedente de la Colección Real, fue enviada por Felipe IV al Monasterio de El Escorial. Formó parte del botín de guerra que José Bonaparte se llevó a Francia, regresando a España en 1815; en 1837 ingresó definitivamente en el Museo del Prado. Este pintor boloñés ha sufrido altibajos en la valoración que ha hecho la crítica sobre sus dotes artísticas; a partir de la segunda mitad del siglo XIX cayó en el ostracismo y no recuperó su merecido prestigio hasta que a mediados del XX se celebró una magna exposición sobre su obra. La Virgen de la Silla no fue ninguna excepción, pasando a ser considera como obra de segunda fila, poniéndose incluso en duda su autoría. En 1980, tras una profunda restauración en que se eliminaron repintes y barnices oxidados, el lienzo recuperó todo su esplendor. A partir de ese momento, ya no quedaron dudas de que se trataba de un auténtico Guido Reni de magnífica factura. Desde el punto de vista iconográfico, esta imagen de María con el Niño guarda relación con el concepto medieval de la Virgen como trono de Dios; en las imágenes románicas es frecuente representar a Nuestra Señora sentada en un trono, sosteniendo en su regazo al Niño Jesús, siempre en una postura frontal. Los estudiosos en la materia han establecido un cierto paralelismo estético con la Madona de Brujas, cincelada por Miguel Ángel. Guido Reni diseña una composición de marcada verticalidad, con el pequeño Jesús y María ocupando el centro de la escena, como únicos protagonistas de este lienzo sacro.

Frente al hieratismo de las imágenes del medievo, el artista apuesta por un lenguaje pictórico de carácter marcadamente naturalista. Como decorado de fondo, encontramos un cortinón verde con flecos dorados que se pliega artísticamente en la zona alta, produciendo reflejos metálicos. Esta tela sirve de marco a los dos angelotes que flotan en el espacio, sujetando entre sus pequeñas manos una refulgente corona, exquisito trabajo de orfebres; con ella van a coronar a la Virgen María, como Reina de los Cielos y Madre del Salvador. Su figura irradia un aurea de santidad, sobre su cabeza figura el tradicional nimbo con el que los pintores representan las imágenes sagradas. La silla en la que se sienta Nuestra Señora aparece tapizada con un sobrio terciopelo granate y borlones de hilo de oro. Los vestidos de la Virgen, el carmín de la túnica y el azul intenso del manto con que se cubre, destacan sobre el fondo neutro, añadiendo una nota de color a la escena. A María se la representa como una joven de dulces facciones que contempla a su hijo con infinita ternura. Ha interrumpido una lectura piadosa y centra su atención en el Redentor del mundo. El Niño Jesús permanece de pie, acariciado con ternura por la delicada mano de su madre. Adopta una actitud pensativa, impropia para un infante de tan corta edad, como si el artista quisiera darnos a entender que se trata de un ser especial, con capacidades cognitivas adquiridas por su condición divina. Las carnaciones de su piel aparecen espléndidamente iluminadas. Se trata de una composición equilibrada, de gran elegancia formal, que renuncia a las poses dramáticas y al exagerado dinamismo tan frecuente en otras composiciones barrocas.

Con seguridad, en el Prado también estarán representados algunos patriarcas del Antiguo Testamento. Las escenas bíblicas sirvieron de inspiración a los pintores de todos los tiempos, en este caso italianos y del siglo XVII. ¿Nos podría poner algún ejemplo que considere digno de comentar?

Uno de mis cuadros favoritos de este período es Moisés salvado de las aguas de Orazio Lomi Gentileschi, ejecutado en 1633, cuando el pisano se encontraba en el cénit de su carrera. De este autor se conservan en el Prado cuatro pinturas más, todas de temática sacra, una de ellas tan sólo está atribuida al artista. Recuerdo que en una clase de Historia del Arte, en la universidad, se proyectó una diapositiva del lienzo en cuestión; fue mi primer contacto visual con esta composición de temática bíblica y, al igual que el resto de mis compañeros, quedé fascinado al contemplar la perfección formal de la imagen. Me llamó poderosamente la atención por su extraordinaria ambientación, la riqueza de la indumentaria de los personajes femeninos y el evocador paisaje de fondo. Evidentemente, el autor de la obra desconocía por completo como vestían los egipcios en el tiempo de Moisés. Sustituye a la hija del faraón, rodeada de sus sirvientas egipcias, por damas aristocráticas de su época que lucen suntuosos vestidos, siguiendo los dictámenes de la moda barroca. Este anacronismo, si bien pone en entredicho el rigor histórico de la narración pictórica, le confiere al lienzo una nota de originalidad y nos permite conocer los gustos estéticos de la suntuosa corte de los Estuardo; debemos tener en cuenta que esta tela fue pintada en Londres. Poco tiempo antes, Gentileschi había realizado una versión algo distinta del mismo tema, actualmente en manos privadas; el óleo que hoy en día se conserva en el Prado se considera más elaborado y exquisito. Getileschi decidió obsequiar el cuadro a Felipe IV, que en aquellos años contaba con la mejor colección pictórica de Europa; posiblemente, el pintor italiano pretendía así dar publicidad a sus trabajos artísticos. El monarca español, muy entendido en la materia, quedo gratamente sorprendido por el obsequio, instalándolo en un lugar de honor. Este episodio del Antiguo Testamento aparece recogido en el Éxodo 2: 5-7. Por miedo a una revuelta de los esclavos hebreos, cada vez más numerosos, el faraón de Egipto ordenó asesinar a todos los niños varones, ahogándolos en el Nilo.

La madre de Moisés, para evitar la muerte de su pequeño, colocó al niño en una cesta y lo ocultó en el río. Casualmente, fue encontrado por la hija del faraón, mientras tomaba un baño en compañía de sus doncellas; la princesa egipcia lo adoptó, criándolo como si fuera su propio hijo. Moisés es el profeta más venerado por el judaísmo. Existe un evidente paralelismo entre la vida de este patriarca y la de Cristo. También el pequeño Jesús se salvó de morir a manos de los verdugos de Herodes; aquel sanguinario rey temía que el nacimiento del anunciado Mesías eclipsara su poder. Para librarse de la matanza de los inocentes, la Sagrada Familia huyó a Egipto. En este lienzo,las figuras femeninas se distribuyen ordenadamente, formando un semicírculo en torno al pequeño infante recién rescatado de las aguas. El bucólico paisaje de fondo dota a la pintura de una acertada perspectiva visual. Tanto el frondoso bosque, formado por un conjunto de árboles pintados con mimo y gran detallismo, como el celaje, con sus nubes vaporosas y doradas que sirven de punto de fuga a la composición, crean una ambientación deslumbrante, envolvente y de gran lirismo. Una cálida y aurea atmósfera rodea a las figuras, resaltando, si cabe aún más, el esplendor de esta representación cortesana. Gentileschi nos muestra toda su maestría en el dominio del color. Las delicadas carnaciones de las féminas contrastan con la riqueza cromática de sus vestidos. El tratamiento de las telas es sencillamente exquisito; el pisano se recrea al reproducir la textura de las suntuosas sedas y brillantes rasos, que se pliegan armoniosamente, creando contrastes lumínicos de gran belleza. El espectador que contempla el lienzo asiste a un verdadero derroche de color; el artista emplea una paleta cromática de gran riqueza, lo que le permite reproducir, en todos sus matices, los oros, platas, púrpuras, carmesís, azules o blancos marfileños. Como conclusión diremos que nos encontramos ante una auténtica obra maestra, de las muchas que cuelgan de las paredes del Prado.

Como usted bien dijo en uno de sus artículos, el Museo del Prado es rico en series pictóricas, en los cuales se nos narra una historia a través de diferentes lienzos. ¿Podría comentar alguna serie de la pintura italiana del siglo XVII?

Para esta ocasión he escogido una obra ejecutada por Massimo Stanzione que se titula La degollación de San Juan Bautista; forma parte de una serie dedicada a la vida de este santo, encargada por el rey Felipe IV para el Real Oratorio del Palacio del Buen Retiro de Madrid. El lienzo en cuestión ha sido fechado hacia 1635. En el Prado se conservan otros tres cuadros de Stanzione de la misma temática: El nacimiento del Bautista anunciado a Zacarías, San Juan Bautista se despide de sus padres y Predicación de San Juan Bautista en el desierto. Existe en el museo una obra, de la misma colección, que fue ejecutada por Artemisa Gentileschi, hija de Orazio Gentileschi, y en la que se reproduce El nacimiento de San Juan Bautista. La sexta pintura de la serie, La prisión de San Juan Bautista, realizada por Paolo Finoglio, se encuentra en paradero desconocido. El Bautista fue el precursor de Cristo, el enviado para preparar el camino al Señor. Los dos se encontraban unidos por lazos de sangre; su madre Isabel y la Virgen María eran primas. En el Evangelio de San Lucas queda de manifiesto que su nacimiento fue un acontecimiento milagroso. Isabel era una mujer de edad avanzada y estéril. El arcángel Gabriel se le apareció a Zacarías, su esposo, para anunciarle que por expreso deseo del Altísimo su mujer daría a luz a un hijo al que debería llamar Juan. El mismo ángel fue el que anunció a la Virgen que concebiría en su vientre al Hijo de Dios, por obra y gracia del Espíritu Santo. María fue a cuidar de su anciana prima que se encontraba en avanzado estado de gestación. La criatura que llevaba en el vientre Isabel saltó de alegría al saber que les visitaba la futura Madre del Redentor. A la edad adulta, Juan se retiró al desierto, convirtiéndose en un asceta; tan sólo se alimentaba de saltamontes y miel silvestre y vestía con piel de camello. Sus seguidores le consideraron un profeta. Predicaba la próxima llegada del Mesías que redimiría a la humanidad; también practicaba el rito del bautismo en el río Jordán. Constantemente llamaba a sus seguidores a la penitencia y al arrepentimiento. Antes de comenzar su vida pública, Jesús de Nazaret recibió las aguas bautismales de sus manos.

San Juan proclamó públicamente que Cristo era el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Fue un hombre valiente que se atrevió a acusar de adultero a Herodes Antipas que convivía ilícitamente con Herodías, la mujer de su hermano. Por este motivo fue apresado. La hijastra del tetrarca de Galilea, Salomé, después de danzar para su padrastro, le pidió como regalo la cabeza del Bautista en una bandeja de plata. Evidentemente, fue influenciada por Herodías, su madre, que se sentía humillada por el predicador. Herodes, a pesar de sentir cierta admiración y temor por el Bautista, no supo negarse y complació el deseo de aquellas pérfidas mujeres; el profeta fue decapitado en las mazmorras. Una profunda tristeza invadió a Jesús al enterarse del trágico final de su primo, al que calificó como el hombre más grande nacido de mujer alguna. En el cuadro que voy a comentar, la ambientación es deudora de la estética caravaggesca. Como decorado ambiental, encontramos una sombría celda, con una reja al fondo casi imperceptible, a través de la cual se aprecia la presencia de dos curiosos que contemplan la ejecución. Estas figuras humanas a contraluz, que pasan prácticamente desapercibidas para el espectador, apenas están esbozadas, surgen de las tinieblas; se trata de un recurso artístico que utiliza el pintor para dotar a su composición de cierta profundidad. El resto de los personajes se distribuyen en dos grupos. En el lado derecho, encontramos a dos soldados, que adoptan una pose muy estudiada, al gusto academicista. Visten armaduras y ropajes anacrónicos, los que se usaban en el siglo XVII; uno de ellos se sujeta la espada y el otro porta una lanza, apenas visible en la oscuridad. Miran al condenado con cierto desdén, impertérritos ante la tragedia de su inminente ejecución. El que se encuentra más próximo al espectador destaca por su armadura plomiza y especialmente por el manto amarillo con el que se cubre, una nota de color en esta escena tan sombría. En el otro extremo hallamos a San Juan y su verdugo. La decapitación del Bautista está a punto de consumarse. El ejecutor de la sentencia aparece de espaldas, exhibiendo su musculoso torso desnudo; adopta una postura inestable, con un marcado dinamismo; eleva el talón y gira el cuerpo para así descargar toda su fuerza contra aquel inocente. El extremo de su espada refulge amenazadora, suspendida en el aire, describiendo un violento movimiento, un instante antes de mancharse con la sangre del profeta. Por lo tanto, Stanzione capta con sus pinceles una instantánea, el momento previó a la ejecución, el de máxima tensión dramática de la narración. El Bautista se encuentra arrodillado sobre una fría roca, con las manos juntas, concentrado en la última plegaria que dirige al Todopoderoso. Su rostro demacrado, tenuemente iluminado, irradia mansedumbre y resignación ante los designios divinos. A pesar de llevar una vida de privaciones y sacrificios, el autor lo representa con un cuerpo escultórico, de gran perfección formal, reflejo de su virtud interior. Un manto bermellón cubre parcialmente su cadera y se desparrama por el suelo, formando caprichosos pliegues, ocupando el centro de la composición; también sirve de referencia visual, destacando poderosamente en aquel sombrío escenario. Sobre el pavimento se distingue vagamente el báculo con el que se representa tradicionalmente al santo y las frías cadenas que le apresaban. El artista utiliza un foco de luz muy potente que penetra por el lado izquierdo de la imagen. De esta forma se producen violentos claroscuros, típicos de la estética tenebrista, que añaden dramatismo a la representación bíblica.

Después de comentar tan detalladamente esta pintura de temática dramática, convendría que hiciera referencia a alguna representación pictórica más colorista, relacionada con los misterios gozosos.

Me parece una excelente idea esta propuesta; debemos tener en cuenta que la pintura barroca italiana devocional es muy variada, tanto desde el punto de vista temático como en lo referente a la técnica artística. En esta ocasión, en vez de escoger un cuadro de gran formato, me he decantado por una obra de pequeño tamaño, regalo del cardenal Francesco Barberini, sobrino del papa Urbano VIII, a Felipe IV. El artista Pietro da Cortona, del que la pinacoteca madrileña cuenta tan sólo con una pieza, utilizó dos soportes novedosos, cuarenta pequeñas placas de venturina y tres de pizarra, para representar su Natividad, obra fechada hacia 1658. En realidad, se trata de una pasta vítrea a la que se le añade óxido de cobre, con unas características muy similares a la piedra venturina originaria de Rusia y la India. No se conoce hasta la fecha ninguna pintura de estas dimensiones que emplee este soporte. El artista aprovechó el brillo natural de este material para crear la ilusión de un cielo nocturno, cuajado de brillantes estrellas. El celaje presenta variaciones cromáticas según sea la intensidad de la iluminación que se emplea. El decorado de fondo es una construcción de madera y piedra de aspecto ruinoso, el Portal de Belén. Los personajes sagrados y los pastores se distribuyen en un plano inclinado, siguiendo una línea diagonal, en un intento del artista de dotar a la escena de dinamismo formal. Encontramos un cierto abigarramiento a la hora de distribuir a las figuras humanas en el espacio. El centro de la composición lo ocupa el Niño Dios, recién nacido, descansando en un pesebre y tapado candorosamente por su madre. El cuerpo del Niño Jesús emite un resplandor especial, convirtiéndose en el foco de atención de la narración pictórica. La imagen de la Virgen irradia una gran dulzura, destacando el potente nimbo de luz que cubre su cabeza; esboza una sonrisa de felicidad, al cruzar su mirada con la del Hijo de Dios recién llegado al mundo. Viste túnica rojo creta y se cubre con un manto azul ultramar, los habituales tonos marianos. En este caso, San José abandona su habitual segundo plano para pasar a convertirse en uno de los protagonistas de la representación sacra.

El autor nos lo presenta como a un hombre anciano, de barba y pelo cano, que entabla un diálogo de miradas con los pastores, haciéndoles partícipes del misterio gozoso que acaba de acontecer: la llegada al mundo del Redentor de la humanidad. El pintor recurre a los manidos colores, siena y morado, para reproducir en el óleo las vestiduras del padre putativo de Jesús. Cinco pastores forman el grupo de elegidos que pudieron contemplar en primicia el nacimiento de Cristo. El que se encuentra más próximo al espectador, adopta una postura compleja, marcando un atrevido escorzo, girando su espalda, hincando la rodilla en la losa de piedra. Ha depositado su cayado en el suelo en señal de adoración al Salvador. Un simpático perro, junto a su dueño, permanece ajeno al momento histórico que vive la humanidad. En la parte superior de la escena, un grupo de querubines flotan ingrávidos, entre vaporosas nubes, celebrando con gozo la llegada del Mesías. Este pasaje del Nuevo Testamento tan solo es recogido por San Lucas, 2: 15-20. El nacimiento del Niño Dios fue anunciado a los pastores por seres celestiales. Inmediatamente, se pusieron en camino hacia el Portal del Belén para convertirse en testigos oculares de la Buena Nueva. Aquellos hombres sencillos alabaron y glorificaron incesantemente a Dios al ser partícipes de lo acontecido. Desde el punto de vista técnico, encontramos una iluminación bastante uniforme, con pocos contrastes lumínicos, abandonándose por el pintor el claroscuro barroco, tan apropiado para otros pasajes evangélicos de temática dramática.

Uno de los pintores más famosos de finales de siglo fue sin duda el italiano Luca Giordano. El Prado posee un completa colección de este artista. ¿Podría comentarnos alguna de sus obras como colofón de esta entrevista?

Efectivamente, muy buena elección para poner el broche de oro a esta selección de obras maestras del barroco italiano. Giordano, también conocido en España como Lucas Jordán, fue un artista polifacético que combinó la pintura sobre lienzo con espectaculares representaciones al fresco. Era conocido como Luca fà presto por la rapidez y habilidad con las que realizaba sus composiciones artísticas. En sus orígenes fue discípulo de Ribera, con el que colaboró en su taller napolitano, influyéndole decisivamente en la primera etapa de su carrera artística. Posteriormente, se desplazó a Roma para trabajar con Pietro da Cortona, de quien acabo de comentar una de sus obras. Su versatilidad le permitía imitar con gran fidelidad los estilos artísticos de grades maestros como Rafael, Tiziano o Rubens, todos ellos magníficamente representados en el Prado. Se desplazó a España para realizar espléndidos trabajos al fresco en los Reales Sitios, como el Monasterio de El Escorial, el Palacio Real de Aranjuez o el Casón del Buen Retiro. También es digna de mención su intervención en la decoración de la madrileña iglesia de San Antonio de los Alemanes, profusamente ornamentada en sus muros y cúpula. Su etapa española coincidió con el reinado de Carlos II, último monarca de la dinastía de los Austria y gran enamorado de su obra. Cuando en la segunda mitad del siglo XVIII el barroco cedió el testigo al arte neoclásico, la figura de Giordano perdió todo interés al no responder a los presupuestos academicistas vigentes en aquel momento. Hubo que esperar al siglo XX para que de nuevo fuera considerado un pintor de excelente calidad, con una extraordinaria habilitad técnica.

El Museo tiene inventariados entre sus fondos aproximadamente 66 pinturas de este artista napolitano, incluido el fastuoso techo pintado al fresco del Casón del Buen Retiro, edificio actualmente dedicado a centro de estudios del Prado. Por lo tanto, se trata de uno de los pintores mejor representados en la pinacoteca. Su obra es de temática variada: religiosa, alegórica, histórica, mitológica, costumbrista… Por desgracia, rara vez podemos disfrutar de sus lienzos en el edificio Villanueva, debido a la falta de espacio de la que adolece la institución desde su fundación. Una parte de sus trabajos decora las diversas salas del Casón del Buen Retiro, abierto al público con un horario muy restringido. Para esta ocasión, he escogido un óleo de grandes dimensiones titulado El sueño de Salomón, fechado entre 1694 y 1696. Forma parte de una serie de pintura, compuesta por ocho cuadros, en la que se representan pasajes de la vida del rey David y de su hijo Salomón. La mayoría de estos óleos se custodian en el Palacio Real de Madrid, conservándose también en el museo una composición titulada El juicio de Salomón. El napolitano había ejecutado con anterioridad una versión del sueño de Salomón, con pequeñas variantes y utilizando la técnica al fresco, en el antecoro de la basílica del Monasterio de El Escorial. Esta serie de lienzos también sirvió de modelo para tejer un conjunto de tapices que actualmente forman parte de la colección artística de Patrimonio Nacional. En el cuadro que nos ocupa, el pintor napolitano lleva los presupuestos del estilo barroco hasta sus últimas consecuencias. Lo primero que percibe el espectador al contemplar esta pintura de caballete es la presencia de una luz intensa, dorada y envolvente, plena de matices lumínicos. El artista recurre a un interesante juego de diagonales para distribuir armónicamente a los personajes en el espacio. Utiliza una paleta cromática de colorido suntuoso y exquisito, con un claro predominio de los tonos dorados y azules.

Emplea una pincelada suelta, vibrante y empastada, convirtiéndose así Giordano en un precursor de la estética rococó, que triunfaría en la primera mitad del siglo XVIII. El tema que se representa en esta composición aparece recogido en el Antiguo Testamento, Reyes 3: 4-15. Salomón acababa de acceder al trono de Israel y le preocupaba no estar a la altura de las circunstancias, teniendo en cuenta el gran prestigio adquirido por su padre, el rey David. Jehová se le apareció una noche en sueños y le dijo que pidiese lo que más desease porque estaba dispuesto a concedérselo. El joven rey no solicitó riquezas ni honores para sí mismo, escogió la sabiduría e inteligencia para poder discernir entre el bien y el mal y gobernar así a su pueblo con justicia. En esta composición encontramos dos realidades bien diferenciadas: la terrenal, en la parte baja, y la celestial, en la zona superior. A la derecha del cuadro contemplamos a un joven Salomón, de rubia cabellera, exhibiendo su potente musculatura, sumido en el más profundo de los sueños; la colcha y sábana con las que se cubre forman numerosos pliegues, creando interesantes efectos de claroscuro. El monarca descansa en un suntuoso lecho, ornamentado con efigies doradas de temática mitológica. Cerca de la cabecera de la cama podemos ver el cetro y la corona, símbolo de la realeza. Como nota anecdótica, encontramos a dos personajes, tocados con turbantes, conversando entre ellos sobre el suceso sobrenatural que está aconteciendo. Un paisaje arquitectónico dota de profundidad a la escena. Encima de Salomón surge rodeada de vaporosas nubes la figura alegórica de la Sabiduría Verdadera, portando el Libro de los Siete Sellos y el Cordero de Dios; con la otra mano sujeta un escudo con la figura del Espíritu Santo. Se cubre con un esplendido manto azul bordado en oro que ondea al viento, describiendo un sinuoso movimiento. De su cabeza surgen dos potentes rayos de luz dorada, que hacen referencia a la Gracia Divina. En las alturas, suspendida en el aire, se representa la impresionante imagen de Dios Padre, envuelta en una luz cálida, con su vestimenta movida por el viento; de sus ojos surge un potente rayo que describe una diagonal, símbolo del don divino de la sabiduría. Un grupo de estilizados ángeles y tiernos querubines flotan sobre las nubes esponjosas, adoptando diferentes actitudes. En definitiva, nos encontramos ante un rompimiento de gloria teatral y efectista, de exuberante colorido, con un despliegue de movimiento repleto de dinamismo. Con esta obra de barroquismo pleno, Giordano alcanza las más altas cimas de perfección.

Por Javier Navascués

8 comentarios

  
Mikel

Soy un seguidor de éste página y me están entrando muchas ganas de visitar de nuevo el Museo del Prado. La lectura de éste texto me ha motivado para ello, fantástico.
Estas imágenes son una explosión de color y realismo.
Nos ayuda a comprender y profundizar en la comprensión de los pasajes bíblicos.
02/10/21 5:30 PM
  
Federico Herrero
Delicioso recorrido por un ramillete de obras cumbre del arte italiano, que dirige su atención hacia motivos religiosos. Efectivamente, la sensación que produce la lectura de este artículo es la necesidad apremiante de volver al Prado para recrearse de nuevo en ella delante de los cuadros descritos.
Agradecimiento al profesor Álvarez Maruri por su selección, su saber y la forma de explicarlo.
Ojalá tuviésemos ocasión de que fuera él quien nos presentara estas y otras maravillas del Museo
03/10/21 11:15 PM
  
Jose Francisco
No soy un erudito en pintura,pero viendo y admirando las magistrales obras que nos presenta mi amigo Fernando,gran conocedor y apasionado del Prado, y persona cultivada y experimentada en la materia,solo hace falta descubrirse el sombrero o en otras palabras decir chapó,ante sus exposiciones y testimonios de las distintas pinturas que nos ofrece , como ya viene haciendo en anteriores entregas
Como ya he dicho en otras ocasiones he tenido el privilegio de ir numerosas veces al Prado con el maestro y es toda una gozada,la manera que tiene de explicar los detalles con esa minuciosidad precisa que le caracteriza y junto a su creatividad , talento y buen verbo,hace que te sientas participe del mismo cuadro
Con el barroco,mezcla de naturalismo y realismo,llegamos al punto culminante de la luz ,incluso creando varios ambientes dentro de una misma pintura
Y los contrastes de colores,junto con la luz que se desea resaltar es espectacular como ya hemos visto
Solo queda despedirme y dar la enhorabuena al docto e ilustrado Fernando Álvarez por sus exposiciones y comentarios y al portal de Infocatólica por su excelente trabajo
04/10/21 12:13 AM
  
Cecilio
Con las lecturas de estas páginas, no solamente disfrutamos plenamente de los cuadros seleccionados gracias a las minuciosas explicaciones de cada detalle en ellos contenidos, sino que recibimos magistrales clases de Historia del Arte. También descubrimos a muchos pintores, verdaderos maestros, que de otra forma no conoceríamos.
Muchas gracias por todo ello.
06/10/21 6:37 PM
  
Belén
Me encanta ver cuadros, sobre todo de los grandes maestros de la pintura, me gusta mucho más si van acompañados de las explicaciones de un buen guía, pero contemplar los seleccionados en estas páginas y leer los comentarios tan completos, que sobre ellos realiza Fernando, es ya una maravilla.
08/10/21 12:00 PM
  
Leire
¡No volveré a ver estas obras de arte de la misma manera! Gracias a las maravillosas explicaciones me recrearé en sus combinaciones de colores y significado religioso. Una bonita manera de ampliar los conocimientos bíblicos.
14/10/21 10:04 PM
  
Javier G.
Un interesante recorrido por algunas de las obras de arte barroco que podemos admirar en el Museo del Prado de Madrid, donde a ojos de diferentes artistas, narran relatos o acontecimientos relacionados con la fe cristiana, bajo la trasgresión de unas formas más humanizadas y el uso de los colores y sombras para resaltar exclusivamente el mensaje.
Fernando profundiza en varias obras, destripándolas mediante su historia y la técnica usada por su autor, explicando el mensaje que el artista desea transmitir.
Un artículo que nos sumerge en un viaje por el arte barroco, con varias representaciones de relatos católicos expuestas en el Museo del Prado, dejando al lector con ganas de profundizar y continuar el recorrido.
07/02/22 12:02 AM
  
Alvaro
Gracias por este trabajo tan interesante. Merecería la pena hacer una visita a los cuadros comentados, deteniéndonos en cada uno para leer los comentarios del autor.
07/03/22 5:51 PM

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1.10.21

Martínez-Pinna: “La Iglesia fue elemento aglutinador y cohesionador de las sociedades medievales”

Javier Martínez-Pinna es profesor de Historia y escritor. Es autor de varios libros de divulgación histórica, entre ellos Eso no estaba en mi libro de historia de la Edad Media, Eso no estaba en mi libro de historia de la piratería y Muerte y religión en el mundo antiguo. Colabora habitualmente con distintos medios de comunicación, tanto en prensa (ABC-Historia) como en revistas especializadas (Clío Historia, Laus Hispaniae, Muy Historia, National Geographic, Vive la Historia, La aventura de la Historia y Revista Historia de la Guerra). También ha participado en programas de radio como La Rosa de los Vientos y Julia en la Onda (ambos de Onda Cero), Espacio en Blanco de Radio Nacional de España y Herrera en COPE.

En esta entrevista analiza su libro Eso no estaba en mi libro de historia de la Edad Media.

https://www.casadellibro.com/libro-eso-no-estaba-en-mi-libro-de-historia-de-la-edad-media/9788417954178/9855124

¿Por qué decidió escribir un libro sobre la Edad Media incidiendo en aspectos que no están en los libros de Historia?

Mi principal intención era escribir un libro sobre este periodo tan importante de nuestra historia, la Edad Media, porque estos siglos son fundamentales para poder entender lo que somos, nuestras formas de vida, nuestras creencias y una buena parte de los elementos que nos definen tanto en el plano material como en el espiritual. Desgraciadamente, en los libros de Historia sigue predominando la imagen de una época marcada por el inmovilismo, la barbarie y la represión; lo que yo pretendo es recordar las grandes aportaciones y los logros sobre los que se construyen las bases de la cultura occidental: el parlamentarismo, el origen del humanismo cristiano, la aparición de la universidad, la recuperación de la vida urbana y comercial o la difusión del libro.

¿A qué se debe esa idea tan negativa que tenemos de la Edad Media cristiana?

Esta visión negativa surge durante los siglos XV y XVI cuando los hombres del Renacimiento consideran la cultura medieval opuesta a la cultura antigua, grecolatina, que ellos pretendían recuperar. Tendremos que esperar hasta el siglo XIX para que los historiadores empiecen a valorar esta etapa de forma positiva, pero la consolidación del medievalismo no se produce hasta mediados del siglo XX gracias a la aplicación del método científico y al enriquecedor debate abierto entre distintas escuelas historiográficas. Lamentablemente, este proceso ha entrado en crisis en los últimos años debido al empeño de algunos autores de interpretar la historia a partir de un presentismo que pretende extrapolar las normas actuales con las del pasado, y esto nos ha llevado a aceptar planteamientos que poco o nada tienen que ver con la realidad. Personalmente, creo que la imposición de la corrección política y la idea del victimismo han resultado nefastas para comprender la esencia de esta etapa. En Eso no estaba en mi libro de Historia de la Edad Media, trato de escapar de esa visión que tiende a magnificar, incluso a mitificar los logros de otras culturas, como la civilización islámica, al mismo tiempo que mira con desprecio lo que ocurre en Europa durante casi mil años.

Las principales críticas se han dirigido a la Iglesia.

Debemos de tener en cuenta que la Iglesia, durante estos siglos, se erige como la gran institución que actuó como elemento aglutinador y cohesionador de las sociedades medievales, por lo que se ha querido interpretar como la quintaesencia del mal al centrar la atención en los aspectos más controvertidos como el de la Inquisición o su papel como legitimadora de un modelo socioeconómico que favoreció la existencia de lazos de dependencia entre los hombres. Efectivamente, la Inquisición fue Iglesia, pero la Iglesia, y es lo que trato de hacer ver en el libro, fue mucho más que eso, ya que en su seno surgieron, entre otras muchas cosas, las primeras universidades europeas, al igual que los copistas y traductores que realizaron una labor impagable para conservar la cultura clásica. También fueron Iglesia, durante la Edad Media, los pequeños párrocos y curas que llegaron a ejercer una labor asistencial digna de mención.

¿Qué hay de realidad en esos caballeros medievales que iban salvando a princesas de dragones y persiguiendo objetos míticos?

En el siglo X la cristiandad se encontraba en una situación de emergencia debido a los ataques protagonizados por los vikingos, magiares y sarracenos que van a caer sin compasión sobre una Europa fragmentada y casi sin recursos para poder ofrecer una resistencia firme frente a un peligro que amenaza con destruirla, pero también por la violencia interna que provocó los enfrentamientos entre las clases privilegiadas que lucharon entre sí por aumentar su poder. Es en este contexto cuando tenemos constatada la aparición de una fuerza militar basada en la figura del caballero que pone su espada al servicio de su señor y de la Iglesia. Poco a poco, los cantares de gesta se fueron convirtiendo en unas manifestaciones literarias que narraban las hazañas de estos caballeros que, por sus virtudes, terminarán convirtiéndose en modelos de conducta para toda una colectividad, por eso no es extraño verlos luchar contra seres fantásticos para salvar a los más débiles o persiguiendo objetos míticos como el santo Grial.

¿En el libro también tiene tiempo para hablar de objetos de poder y tesoros perdidos de la Edad Media? ¿Por qué se suele ubicar en España, en varios puntos, el considerado verdadero Santo Grial?

En Parzival, Wolfram von Eschenbach aseguraba que un personaje llamado Kyot de Provenza conocía el lugar exacto donde se ubicaba el Munsalvaesche y, por tanto, el lugar elegido para cobijar el Grial. Kyot había escuchado, en primera persona, la maravillosa historia sobre este escurridizo objeto de culto por boca de un astrólogo judío llamado Flegetanis, vecino de la ciudad de Toledo. De esta forma, Eschenbach asegura que España fue el lugar desde donde se introdujo la leyenda griálica en Occidente. Curiosamente, desde el siglo XIII diversas iglesias y santuarios diseminados por una buena parte de la geografía española empezaron a rivalizar entre sí por considerarse los custodios de la gran reliquia del cristianismo. En el libro propongo realizar un viaje en el que seguiremos la pista del Grial. Visitaremos la iglesia de San Clemente de Tahull, Cebrero, San Juan de la Peña, Nájera, Sierra Salvada o la Colegiata de San Isidoro de León.

En el libro también se trata de desmitificar algunas ideas que tenemos sobre las costumbres y formas de vida de los hombres y mujeres en la Edad Media, tales como la represión sexual o la falta de higiene.

Exacto, durante la Edad Media existe una doble moral respecto al sexo ya que por una parte se considera el deseo sexual como una herramienta utilizada por el maligno para llevar al ser humano por el camino de la perdición, pero también se habla de una dialetio, o amor honesto y comprometido dentro del matrimonio, y una honesta copulatio con fines reproductivos. El problema es que en una sociedad tan jerárquica como la de la Edad Media, la única forma de tener sexo era aquella en la que el hombre estaba por encima de la mujer. Curiosamente, tenemos una obra del siglo X, el Item de fornicationes, en la que se establecen las penas y penitencias que debía de pagar el individuo por mantener relaciones poco apropiadas. En cuanto a la higiene, no es acertada la imagen de hombres y mujeres como unos seres sumidos en la inmundicia y sin ningún tipo de hábito de tipo higiénico. Bien es cierto que las costumbres higiénicas no eran como las que tenemos en la actualidad, pero cada vez más los historiadores presuponen, hablando en términos generales, una actitud positiva hacia la sana costumbre del baño. También es muy matizable la actitud de la Iglesia ante el baño. Es cierto que, durante los primeros siglos, algunos ascetas y eremitas renunciaran a lavarse como una forma de penitencia extrema y por considerar el baño como un lujo innecesario, pero esto no fue lo habitual durante la Edad Media. Para desmitificar aún más el tema de la falta de higiene, debemos de advertir que incluso existía una mínima higiene dental. Para la higiene dental se utilizaban pequeños palillos mientras que los dentífricos estaban hechos con elementos naturales como canela molida, carbón en polvo, romero o incienso, pero evidentemente esto no evitaba la existencia de todo tipo de problemas odontológicos por lo que se debía de recurrir a los servicios del sacamuelas, unos individuos que viajaban de pueblo en pueblo, arrancando sin ningún tipo de anestesia las piezas dentales que provocaban cualquier tipo de molestia.

¿Qué nos puede decir del monacato en la Edad Media?

Después de la muerte de los apóstoles y la desaparición de los primeros cristianos, el fervor de los creyentes empezó a declinar, especialmente cuando el cristianismo se abrió a pueblos extranjeros con arraigadas costumbres paganas. La austeridad de la Iglesia se fue relajando por eso, muchos creyentes que aún vivían el fervor apostólico abandonaron las ciudades y se establecieron en lugares apartados para buscar un contacto más estrecho con la divinidad. En el libro estudiamos las reglas, como la de san Benito, que guiaban a estos hombres de Dios, al igual que la importancia de los monasterios y las distintas órdenes que surgen en la Edad Media y cuyo papel, como dijimos, fue decisivo para conservar el saber antiguo y evangelizar a la población europea en contextos rurales.

Por Javier Navascués

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30.09.21

Ángela Melero: “La Ley Celaá es sectaria, desigual, discriminatoria, adoctrinadora, partidista y lesiva”

Ángela Melero Camarero es Presidente de CONFECAMPACyL. Diplomada en Magisterio y licenciada en Historia. En el 2009 empieza su aventura de ser madre. Siguiendo la estela de sus padres y observando la importancia de educar con el ejemplo y el compromiso indefinido que se adquiere en el momento en el que nacen nuestros hijos, se implicó en el AMPA del colegio de su hijo que le ha supuesto, además de aprender mucho, comprometerse en una labor solidaria diferente, trabajando altruistamente por otras familias y promoviendo formación para la difícil, silenciosa y cotidiana tarea de ser padres, ser familias, entre otros menesteres.

¿Cómo nace CONFECAMPACyL de Castilla y León y con qué objetivos?

CONFECAMPACyL nace ante la necesidad de que los niños, nuestros hijos, cuyas familias han elegido una educación católica dentro de la pluralidad democrática en la que vivimos en la sociedad española, tengan una representación, se oiga su voz y se defiendan sus intereses a través de las familias en los órganos de los distintos ámbitos administrativos de gestión educativa de Castilla y León. Se crea para defender la libertad de las familias para decidir cómo deben ser educados nuestros hijos y elegir en qué centro deben cursar sus estudios tal y como declara la Constitución Española de 1978 en su art. 27.3.

Lo componen tres federaciones de ámbito provincial: FECAMPA Burgos, FECAMPA Salamanca y FECAMPA Valladolid. La confederación no representa a alumnos ni representa al profesorado, somos la voz de las familias, el primer agente educativo en la sociedad, desde que el niño nace. Somos más de 20.000 familias integradas por una red de AMPAS.

¿Cómo valora la nueva ley de educación LOMLOE, conocida popularmente como la Ley Celaá?

Sectaria, generadora de desigualdad, discriminatoria, adoctrinadora, partidista y lesiva… Pero vayamos por partes:

En el Manifiesto que leímos en las diversas manifestaciones que organizamos con #másplurales queda patente que la ley declara la subsidiaridad e inferioridad de la red concertada frente la red pública intentando y fomentando la absorción y eliminación paulatina de la educación concertada. Favorece la red pública independientemente de la libertad de elección de las familias.

La LOMLOE es un atropello a la labor educativa de la familia. Nos da un papel exclusivamente secundario para que el Estado sea el protagonista de la educación de los chicos sin que las familias podamos opinar o elegir. La eliminación del distrito único promueve la desigualdad y no favorece la conciliación. Estamos en manos de unos políticos que enviarán a nuestros hijos al colegio público que crean conveniente independientemente de las necesidades conciliadoras de las familias y de sus creencias religiosas cristianas en nuestro caso.

La ley es un ataque al núcleo familiar al que relega exclusivamente al ámbito educativo y le saca del ámbito de la enseñanza, donde las familias también tenemos mucho que opinar. Es una intromisión a la economía familiar, a las decisiones estrictamente del hogar, a sus elecciones y, sobre todo, un agravio a la conciliación. Es una agresión, por parte del gobierno, a los ciudadanos, a familias, que libremente y dentro de la pluralidad, como Derecho Constitucional y en el marco legal, eligen una educación y formación cristiana para sus hijos por motivos, desde los más ideológicos o de conciencia hasta los más prácticos, igualmente respetables. La Educación no es un privilegio ni tiene que estar limitado por nivel adquisitivo de las familias, es un derecho universal, es un servicio público.

No tiene en cuenta a los agentes educativos; una ley sin consenso ni pacto educativo; una ley tramitada en estado de alarma, siguiendo unos trámites parlamentarios acelerados. Si una ley tan importante y fundamental se aprueba con una diferencia de 2 votos, es una imposición y no refleja las necesidades educativas de la sociedad. Las familias debemos ser tenidas en cuenta en la educación integral de nuestros hijos; no nos gusta la confrontación, ni la polarización, ni la radicalización. Queremos una ley orgánica que ampare y proteja y no la LOMLOE que es sectaria, partidista e ideológica. Su mayor arma es ser una ley sibilina, abierta a la interpretación y conducente a que los Poderes Públicos puedan tomar decisiones según sus intereses y sus particulares doctrinas políticas, sin tener en cuenta a las familias.

No era necesaria, ni era el momento. Tenemos la sensación de que se ha negociado con la Educación de nuestros hijos para sacar rédito político o para pagar apoyos y sacar adelante los PGE. Declarar la subsidiariedad de una educación frente a otra es un ataque no sólo a las familias, sino al corazón de la democracia, declarando su partidismo y no siendo imparcial como cualquier Ley Orgánica que se precie. Exigimos libertad de elección de centro y libertad educativa, queremos libertad, que no sea la Administración la que tome las decisiones por nosotras, nos diga qué pensar, y dónde tenemos que llevar a nuestros hijos para que se equilibre y beneficie el sistema público.

Es imprescindible volver a un clima de convivencia democrática sana, que esté dentro de la pluralidad, sin etiquetas, sin tomar partido, tomando al niño, al adolescente, y por ende a sus familias como responsables de su educación y de su comportamiento, como centro, y tengan en cuenta, desde la integridad, el desarrollo de capacidades, el desarrollo completo, incluyendo la transcendencia del ser humano, tomando en cuenta sus necesidades y solucionando sus trastornos,… que se dote de recursos económicos la Educación, que inviertan en Educación. Es necesario y preciso llegar a un Pacto Educativo por la enseñanza española, de remar juntos para que la sociedad cada vez funcione mejor y progrese. En nuestro ámbito familiar, la negociación con nuestros hijos es primordial, es el día a día, somos el espejo en el que deberían mirarse las autoridades y empezar a trabajar.

¿Iremos hacia la novena ley educativa? Sin consenso y sin pacto educativo, nuestra educación irá dando bandazos y sin rumbo. Deseamos esperanzados que la nueva ministra Pilar Alegría ponga sentido común, comience la labor consensuada que no realizó la anterior ministra y trabaje para que la educación en este país sea ejemplo, tenga calidad, que realice la tan ansiada inversión en educación sin etiquetas y en recursos, y caminemos hacia una sociedad plural, pensante y con criterio. La Educación es la partida presupuestaria más rentable a corto, medio y largo plazo, que crea sociedades desarrolladas, plurales, inclusivas, científicas, culturales y diversas, y enriquecerá, en nuestro caso, la sociedad española.

Uno de los principales caballos de batallas es la ideologización de la enseñanza imponiendo la ideología de género y adoctrinamiento contrario a los principios católicos…

Los cristianos no estamos en contra de la educación sexual, ni en contra de la igualdad de género, todo lo contrario, estamos a favor de una educación integral y total en función de unos valores cristianos universales. El problema es el cómo se da, quién lo da, qué visión les da… Es, en este aspecto, donde las familias tenemos y debemos opinar. No todo vale. A las familias se les debe informar de qué se les va a hablar y cómo se les va a hablar. La educación escolar y familiar deben ir de la mano, no contradecirse ni contrapuntarse. Hay que educar en el amor y en el sexo, pero no a cualquier precio. No estamos para satisfacer nuestros instintos; también estamos para identificar esos instintos y educarlos. Nuestros hijos errarán en el camino, vivirán su sexualidad seguramente de manera diferente a nosotros, pero necesitamos que tengan una base sólida y formada para que busquen no exclusivamente la satisfacción personal ni la cosificación de la sexualidad, sino que vivan la faceta sexual, inherente al ser humano, con la ternura y el respeto que merece el ser amado.

Por eso es importante hacer resistencia a esta dictadura ideológica por parte del actual gobierno…

El actual gobierno, y lo ha demostrado durante la pandemia, es una dictadura encubierta que únicamente gobierna para sus votantes y, como se ha visto en los pactos de Estado para poder gobernar, a cualquier precio. Gracias al Estado de las Autonomías, las familias tenemos una última instancia legisladora que modere y modifique los atropellos que el Gobierno central pueda dictar. Los poderes públicos deben unir, gobernar para todos, proteger al ciudadano, dar soluciones, y nunca debería enfrentar a los ciudadanos; deben trabajar por el bien común. Parece, en muchas ocasiones, que los intereses políticos no son los intereses que la población.

También tienen problemas para conseguir becas comedor, pues no todo el mundo tiene medios en la concertada…

Efectivamente. Se favorece a los niños de centros públicos, beneficiándolos con becas comedor, por ejemplo, discriminando a los NIÑOS, por una elección de sus familias en función de la intimidad y las decisiones personales familiares (las becas comedor deberían basarse en la renta familia no en el tipo de colegio al que vayas). A nuestros colegios también van personas de recursos bajos que necesitan este tipo de becas. La necesidad no conoce de educación concertada o pública. La integración de la red concertada en la educación estatal promueve la elección de unos colegios que estas familias no podrían elegir si fueran privados y contribuye a que la brecha social sea menor, por ello se debería becar en igualdad sin diferenciar qué red han elegido las familias.

Igualmente reivindican la injusticia de que la prueba de acceso a la universidad EVAU no es igual en todas las comunidades y esto les perjudica al tener un nivel alto…

Comentaba Rocío Lucas en alguna de sus intervenciones de estos días, que “el sistema educativo de Castilla y León está entre los mejores del mundo…”. No lo dudamos, por supuesto, pero a la hora de elegir sus estudios superiores, nuestras universidades se llenan de alumnos de otras comunidades cuyos resultados académicos son mejores debido a una “Injusta EBAU”. En Castilla y León, esta prueba consiste en responder a 10 preguntas en hora y media mientras que en otras comunidades se reduce a la mitad. Desde CONFECAMPACyL seguiremos pidiendo a la administración que trabaje con insistencia a nivel estatal en una EBAU ÚNICA y EN IGUALDAD, donde esta prueba se realice equitativamente y todos se sometan al mismo examen y los alumnos compitan en partiendo de la misma formación. Ya es hora que hagan algo por los adolescentes de Castilla y León. Es un agravio comparativo para nuestros hijos frente a otras comunidades.

Usted recalca la importancia de la buena y sólida formación católica en la familia, para que al niño le afecte lo menos posible todas las posibles aberraciones que puedan imponer en los colegios…

Sabemos el poder de las familias (de todo tipo de familias sin exclusión) como unidad social básica por antonomasia y, por ende, de la educación para crear y formar sociedades igualitarias, una nueva humanidad. Si la educación es el arma más poderosa de construcción masiva, no se puede obviar tampoco a uno de sus agentes más imprescindibles: LA FAMILIA. El ámbito familiar debe ser generadora de confianza, de pensamiento crítico, de solidaridad, de valores, de conductas sanas, de integridad, de convivencia, de generosidad,… y, en nuestro caso, de cristiandad Y no nos olvidemos nunca, que hasta la familia menos ejemplar, deja su herencia, un profundo legado. Lo podremos hacer mejor o peor, pero siempre con la mejor intención, errando y rectificando en nuestro camino, la labor más intensa, con altibajos, con lágrimas y risas, con mucho amor, y con la satisfacción de haber intentado hacer las cosas, lo mejor posible.

Por Javier Navascués

4 comentarios

  
Forestier
Ante unos políticos impermeabilizados en su sectarismo ideológico socio-comunista, es tarea muy difícil lograr los necesarios objetivos en la enseñanza que propone Angela Melero. Con el totalitarismo más radical nos hemos topado amigo Sancho.
30/09/21 9:04 AM
  
Javidaba
El nivel intelectual, cultural y moral que se requiere hoy en España para legislar es infrahumano.
En los Veinticinco siglos de Historia de nuestra Cuiltura Occidental, con su concomitante Historia de la Enseñanza, en la que se aparecen todas las posibilidades y técnicas que la imaginación ha inventado sobre métodos y fundamentos de Enseñanza, hay que ser muy cateto, o muy cateta, para no saber apreciar lo valioso y despreciar lo inútil y perjudicial.
Me llama mucho la atención lo valioso de los antiguos bachilleratos, proporcionando una Cultura General que ya quisieran hoy algunos catedráticos universitarios con quienes a veces me tropieza la casualidad, y que a los alumnos les proporcionaba un sustrato de formación adecuada a la "aventura intelectual" en la Universidad. Hoy llegan muchos bachilleres a las universidades con faltas de ortografía, entre otras carencias...
Un caso: Max Planck, padre de la Física cuántica. Cuando va a entrar en la Universidad, duda entre elegir Filosofía, Lenguas Clásicas, Música, o Ciencias.
Con bachilleratos tan "poderosos", comparados con el legislado celaáticamente, los bachilleritos y bachilleritas que salgan, estarán descapacitados ante los perversos sexuales de todas las perversiones, que se están frotando las manos y relamiéndose con la carne tierna que la Ley de ¿Educación? va a proporcionarles como carnaza a sus apetitos.
30/09/21 11:07 AM
  
Ramón montaud
Difícil situación en la que se encuentra el sistema educativo concertado, que por ampararse se ampara uno en la Constitución que ha sido tantas veces ignorada, en el mejor de los casos, que dando la razón en sus adjetivos a Doña Ángela Melero, en poco más puedo apoyarla.
Está Democracia sirve a determinados partidos políticos para llegar al poder, ignorar el bien común y el interés general e imponer las ideas de su ideario político cambiante, y hacer guiños a poderes supranacionales.

30/09/21 3:39 PM
  
José Ángel Antonio
“La Ley Celaá es sectaria, desigual, discriminatoria, adoctrinadora, partidista y lesiva”

mmm... ¿debemos entender que no es partidaria de esta ley?


;-) :-D
30/09/21 8:11 PM

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29.09.21

Mons. González Chaves reflexiona en el Año de San José sobre su grandeza y su santidad singular

Mons. Alberto José González Chaves

Galardón Alter Christus Atención al Clero y a la Vida Consagrada

Nació en Badajoz en 1970 y fue ordenado sacerdote en Toledo en 1995 por el Cardenal Marcelo González Martín. Su primer destino pastoral fueron las parroquias de Peñalsordo y Capilla, en la provincia de Badajoz, pero pertenecientes a la archidiócesis de Toledo. De 2006 a 2014 ha trabajado en la Congregación para los Obispos, en la Santa Sede. En 2008 se doctoró en Teología Espiritual en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, de Roma, con una tesis sobre “Santa Maravillas de Jesús, naturalidad en lo sobrenatural". Posee un Master en Bioética. En 2011 Benedicto XVI le nombró Capellán de Su Santidad. Desde 2015 es Delegado para la Vida consagrada en Córdoba. Dirige Ejercicios Espirituales y y dicta conferencias y cursillos en España e Hispanoamerica. Es autor de artículos y libros de Espiritualidad y Liturgia, y d3 numerosas hagiografías como las del Venerable Cardenal Rafael Merry del Val, San José Maria Rubio, el Beato Marcelo Spínola, Santa Maravillas de Jesús, Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, Santa Génova Torres, San Juan Pablo II, el Beato Tiburcio Arnaiz… Su última obra es la biografía del más reciente Doctor de la Iglesia y Patrono del clero secular español, San Juan de Ávila.

En esta ocasión, con motivo del Año de San José, reflexiona para InfoCatólica sobre la grandeza de su figura y su santidad singular.

San José es un gran santo, y no sólo por ser el esposo de la Virgen, que es muchísimo, sino que tiene en cierta manera entidad propia. ¿Por qué?

Permítame comenzar respondiendo aparentemente en sentido contrario a la formulación de su pregunta. Si efectivamente San José es, no sólo un gran santo, sino el más grande de todos los santos, lo es precisamente por ser esposo de María y no se podría decir que su santidad tiene entidad propia, como no puede predicarse esto de ningún santo, ni siquiera de la Santísima Virgen. En el prólogo a su Evangelio dice San Juan Evangelista del Bautista: “No era él la luz, sino testigo de la luz”. Otro tanto podríamos decir de San José, aunque (interpreto que este es el sentido de su pregunta) su santidad es totalmente personal, libre y voluntaria. El Evangelio le llama sencillamente vir justus, varón justo. La misión o predestinación de San José, postulaba, como la de María, una santidad singular. Apoyado en toda la Tradición desde los más antiguos Padres de la Iglesia, escribe el Padre Garrigou-Lagrange que desde la infancia Dios concedió a José todas las gracias: piedad, virginidad, prudencia, fidelidad… San Jerónimo enseña en una homilía sobre el Evangelio de San Lucas que San José es llamado justo por la posesión perfecta de todas las virtudes. Algo muy parecido subraya San Juan Crisóstomo.

Por tanto, ¿por qué la santidad de José es singular?

Siguiendo en esto, como en tantas cuestiones josefinas, al Padre dominico Marceliano Llamera en su obra “Teología de San José”, aduciremos cuatro motivos: 1. Su matrimonio con María. 2. Su paternidad terrena sobre Jesús. 3. Su inclusión en la unión hipostática 4. Su cooperación a la redención del género humano.

Como esposo de María, San José condivide con ella la misma condición y por tanto tiene igual dignidad, gracia y santidad, salvando, naturalmente, la distancia con la maternidad divina, que es exclusiva de María. Como su esposo, José comparte con Ella, no sólo la dignidad y, proporcionalmente, la gracia, sino también el amor mutuo y la comunicación de los bienes, derivada de todo matrimonio, que en el caso del de José y María fue máxima, por la plenitud de la gracia. Predica San Bernardino en su Sermón primero sobre San José que, pues que María fue gratia plena, del tesoro de su Corazón ofrendó a José cuanto él podía recibir y, en este sentido, Ella no sólo deseó, sino que impetró para José la participación en su plenitud de la gracia. “Si la bienaventurada Virgen - dice el santo de Siena - impetra tanto para los pecadores enemigos de su Hijo, ¿cuántas mercedes no conseguiría para este tan amoroso, solícito y filial nutricio, esposo de su pudor y de su amor castísimo? También, como sucede en todo matrimonio cabal, compartió José con María la más completa semejanza de costumbres. San Pedro Damián llega a decir que José fue hecho a semejanza de la Virgen su esposa: de ahí su eximia santidad.

La segunda causa que postula una santidad singular en José es su paternidad legal sobre Cristo, a Quien amaba como a su Dios y como a su hijo y de Quien era amado con verdadero amor filial y, al decir de los teólogos, causativo de la gracia. En el sermón ya citado dice San Bernardino que San José alcanzó gran perfección y santidad muy alta porque en su trato con Cristo guardó tres cosas: pureza reverencial, radiante fidelidad y caridad ardentísima. “¿Quién negará - se pregunta - que teniendo a Cristo en sus brazos y, con su mirada y su conversación filial, Jesús imprimiría en su corazón el gozo inefable de la paternidad?”

El tercer capítulo que exige del glorioso Patriarca una santidad altísima es su pertenencia al orden hipostático. Después de María, José ha sido la criatura humana más unida a la Humanidad del Verbo, quien más se ha acercado al principio y fuente de toda gracia y quien después de María ha sido más amado por Jesús. Santo Tomás de Aquino relaciona la mayor proximidad a Cristo al mayor conocimiento de los misterios de la fe. Por tanto, cuanto José más se aproximó a Cristo, principio de la gracia, tanto mejor participó de la plenitud de la santidad.

El cuarto título de su excelentísima santidad es su cooperación, absolutamente intransferible, a la redención del género humano. Bien entendido que Jesucristo es el único Mediador, nos gusta llamar a San José “corredentor”, como, en el surco de la Tradición, hacemos con María. Porque él está ordenado en los planes de Dios a los mismos fines de la Maternidad divina y de la Encarnación del Verbo, para la salvación del género humano. Por eso, el mismo decreto trinitario que asocia a San José a la Encarnación del Verbo, incluye su incorporación a la obra redentora de Jesucristo. Y si Dios concede a los hombres Su gracia y Su santidad según la dignidad de la misión a que les destina, es evidente que el esposo de María Corredentora y padre singular del único Redentor, en cuanto “corredentor” también él, tuvo que estar poseer una santidad eminente.

Además, esta santidad de José nunca dejó de crecer. Enseña el Concilio tridentino (sesión VI, canon 24) que la justicia recibida no sólo se conserva, sino que se aumenta ante Dios por las buenas obras, las cuales no son sólo fruto y señal de la justificación sino también causa de su aumento. La gracia puede crecer de modo intensivo: entitativamente; y extensivo: produciendo nuevos efectos. Según Santo Tomás de Aquino, tales aumentos se verifican por cualquier acto meritorio. Así también, la caridad en esta vida puede aumentar sin limitación. Según el insigne dominico y gran tomista, Padre Garrigou-Lagrange, los maravillosos progresos de la gracia de San José escapan a nuestra comprensión: “Apenas podemos vislumbrar qué admirables progresos en la fe, santidad y amor se efectuaron en el alma de José. Tanto más se ocultó el carpintero en la tierra cuanto es más glorificado en los cielos”. Si desde su primera infancia todos y cada uno de los actos de caridad de José fueron intensísimos, y todas y cada una de sus obras de virtud aumentaban en gracia, hay que concluir que él crecía constantemente en santidad, obrando siempre con toda la fuerza de la gracia habitual que Dios le daba, sin oponer él ningún impedimento de pasiones, defectos, negligencias o distracciones. Del mismo modo estuvo lleno de los dones del Espíritu Santo por los que se movía con prontitud bajo la inspiración de Dios en la ejecución de todas sus obras.

La razón de este imparable crecimiento en santidad era la presencia y familiaridad continua con Jesús y María, por los que tenía un conocimiento abismal del misterio de la Encarnación y un constante y perfecto ejemplo de todas las virtudes. Escribe San Bernardino de Siena: “Si nosotros, miserables, aprovechamos tanto de la convivencia con los santos, que respecto a la Virgen nada son, ¡cuánto ha de estimarse que aprovecharía José con la presencia y trato de la Santísima Virgen!”

También es opinión teológica que es muy probable que San José esté ya en cuerpo y alma en el Cielo, al igual que la Santísima Virgen.

Ciertamente, la “asunción de San José a los cielos” se cree piadosamente entre los devotos josefinos, que es tanto como decir entre los buenos católicos, insertos en el surco de una fe y tradicional, sencilla y por eso muy profunda, heredada de sus mayores. En realidad habría que hablar más propiamente de la resurrección de San José, para lo cual primero tenemos que pensar en su muerte. ¿Abandonó esta vida, como quiere San Epifanio, poco después de haber cumplido Cristo los 12 años? ¿Dejó José este mundo, como afirman otros, durante la predicación del Salvador? ¿Siguió a Cristo como uno de sus discípulos, como pretenden otros? ¿Llegó a sobrevivir a Cristo y sufrió al ser pospuesto a San Juan, cuando el Redentor le encomendó en la cruz el cuidado de su Madre, como defendieron algunos de modo peregrino? Es razonable que si José hubiese vivido durante la Pasión del Señor, habría estado al pie de la cruz y Jesús no habría tenido la necesidad de encomendar a su Madre a ningún otro. O por fin, como parece la opinión más acertada, ¿se durmió en el Señor antes de empezar Cristo su vida pública? Sabemos con toda seguridad que José vivía cuando Jesús, a sus 12 años, se quedó en el Templo de Jerusalén. Pero su figura es silenciada en las bodas de Caná y en el ministerio de Cristo, cuando avisan al Salvador de que su Madre y sus hermanos están fuera y Le buscan (Mt 12, 47). Acerca de la muerte del Patriarca nazareno escribe San Bernardino: se ha de creer piadosamente que en su tránsito tuvo presentes a Jesús y a María. ¡Cuántas exhortaciones promesas, consuelos, iluminaciones, inflamaciones y revelaciones de los bienes eternos recibiría en la hora de su muerte de su esposa Santísima y del dulcísimo Hijo de Dios, Jesús!” Por tanto si, como parece lo mas lógico, José murió antes de la Pasión de Cristo, debió descender con los demás justos del Antiguo Testamento al seno de Abrahám, “el limbo de los justos”. Y sólo después de la resurrección de Cristo habría venido su plena glorificación, de la que escribe el canciller Juan Gerson: “Cuánto ha de ser estimado el justo José en la gloria y los cielos, si fue hallado tal y tan grande en la miseria y en la tierra. Si, según Cristo, ‘donde Yo estoy, ahí también estará mi siervo’, sin duda, estará más próximo a Jesús en los cielos quien en su ministerio haya sido más cercano, sumiso y fiel a Jesús, después de María, en la tierra". La gloria esencial consiste en la visión facial de Dios. Ese premio a nuestras buenas obras guarda proporción con el mérito, y éste radica en la caridad. Así, según sea el grado de gracia y de caridad al dejar este mundo (o sea, el grado de santidad), así será la gloria con que seremos eternamente bienaventurados en el Cielo. Si la santidad de José es la mayor después de la de la Virgen, también su gloria es, después de la de María, la mayor de todos los santos del Cielo.

Esto se refiere a la gloria esencial, pero, la pregunta que tratamos de responder versa sobre la gloria accidental de San José, o sea, la gloria de su cuerpo. En realidad la cuestión es la siguiente: ¿la asunción de San José al Cielo en cuerpo y alma sería un privilegio cuya conveniencia se deduce de su misión de esposo de María y padre virginal de Cristo? ¿Es una conveniencia análoga a la de la asunción de la Santísima Virgen María, cuya dignidad de Madre de Dios pide que Ella sea glorificada por su Hijo también en su cuerpo? Recordemos que según San Mateo, en la muerte de Cristo, “se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron, y saliendo de sus sepulcros después de la resurrección de Cristo vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos” (Mt 27, 52-53). Pero, si habla el primer evangelista de una resurrección verdadera y real y si aquellos santos que resucitaron no murieron más y siguieron a Jesús a la gloria, ¿estuvo San Jose entre aquellos resucitados? Que aquella a la que alude Mateo fue una verdadera resurrección lo afirman multitud de Padres de la Iglesia y de exegetas: Clemente Alejandrino, Orígenes, Eusebio, Agustín, Jerónimo, Crisóstomo, Epifanio, Gregorio Magno, Teodoreto, Beda el Venerable, Maldonado, Cornelio a Lapide, Calmet, Lagrange, etc. Pero divergen estos teólogos sobre si aquellos resucitados fueron llevados con Cristo al Cielo o volvieron a morir. De la primera opinión son Ignacio de Antioquía, Clemente Alejandrino, Eusebio, Ambrosio, Jerónimo, Epifanio, Beda, Cayetano, Soto, Suarez, Maldonado, Cornelio a Lapide, etc. También Santo Tomás en sus escritos de juventud, como el Libro IV de las Sentencias y el Comentario a San Mateo. Opinan que aquellos resucitados murieron de nuevo San Agustin, San Juan Crisóstomo, Teodoreto, San Gregorio Magno y Santo Tomás de Aquino ya en la Summa Teológica, adhiriéndose a San Agustín. Según esta opinión, la mayoría de autores posteriores proponen como más cierto según el relato evangélico y los méritos del Santo Patriarca, que él está entre los que subieron con Cristo a la gloria. Desde Gerson a San Bernardino de Siena, esta sentencia es mantenida casi unánimemente por todos los escritores josefinos. En cabeza de los cuales está, con su incomparable obra “Suma de los dones de San José”, el dominico Isidoro de Isolano. También lo defienden San Francisco de Sales y San Alfonso María de Ligorio.

Sin embargo de todo lo expuesto, hay que afirmar que no tenemos apoyo alguno explícito ni de la Sagrada Escritura ni de los Santos Padres, por lo cual, como mucho puede insinuarse la conveniencia de que el Santo Patriarca resucitara, aunque aquellos otros a los que alude el evangelio no resucitasen verdaderamente. Las razones para insinuar esto son la dignidad especialísima de San José, el amor con que Jesús y María “exigían” su participación de José en la resurrección de Ellos, la afinidad física de José con el Redentor y con su Madre y su contacto íntimo con la Humanidad de Cristo, que parece exigir que tampoco él participase de la corrupción del sepulcro. En suma, parece razonable que la Sagrada Familia, que había iniciado la nueva vida divina del género humano antes que ningún otro cristiano, iniciase también conjuntamente la vida gloriosa y resucitada con anterioridad a todos los demás. No pareciera muy lógico que, resucitados Jesús y María, aun esté sin resucitar el padre virginal del primero y el esposo santísimo de la segunda.

Incluso, aunque tampoco está definido, que pudo ser igualmente preservado de la culpa original, pues así convenía para el esposo de la Virgen y padre del mismo Dios.

De modo análogo a la posibilidad de la resurrección y asunción de San José, desde el siglo XV los escritores josefinos se vienen preguntando por otros privilegios del Santo Patriarca, como la de su inmaculada concepción, su santificación en el seno materno o la extinción de la concupiscencia o fomes peccati. Fundamentalmente hay tres opiniones acerca del momento en que José fue santificado. Unos afirman que fue concebido, como María, sin pecado original. Otros sostienen que, como Juan Bautista, fue santificado en el vientre de su madre. Otros, en fin, creen que, igual que los demás israelitas, sería santificado en el momento de la circuncisión. Ya el cardenal Lambertini, después papa Benedicto XIV, nota que la primera opinión, o sea, la concepción inmaculada de San José, no es nombrada siquiera por los Santos Padres y autores antiguos, puesto que carece de sólido fundamento en teología; tanto, que no han faltado algunos autores muy ortodoxos que la han calificado de sospechosa de herejía. Porque la Inmaculada Concepción de María es en Ella un privilegio exclusivo.

Mas bien se aboga por la santificación de José en el seno de su madre, sentencia que tiene a su favor a Gerson, Isidoro de Isolano, Bernardino de Bustos, San Alfonso María de Ligorio, Juan de Cartagena y otros muchos. Santo Tomas de Aquino no lo enseña, aunque tampoco lo niega explícitamente, como hacen por ejemplo Cayetano, Suarez, los cardenales Lambertini y Gotti, Lepicier, etc. No admitida la santificación milagrosa de José en el seno materno, él recibiría la primera gracia en el rito de la circuncisión, con la cual los hijos de Israel quedaban libres del pecado original. Según enseña Santo Tomas (STh III,q. 70, art. 1-4), la circuncisión confería la gracia en cuanto signo de fe en la Pasión futura de Cristo. Respecto al fomes peccati, fue totalmente extinguido en San José. Si el desorden de la concupiscencia es una secuela del pecado original y José no había quedado exento de él, debería heredar esa propensión a los movimientos desordenados. Lo que defienden muchos autores es la conveniencia de que en San José nunca pasase la concupiscencia a su acto segundo, o sea, que estuviese ligada en él. Así se comprende mejor lo que hemos tratado en la primera pregunta, la plenitud de gracia de José después de la Virgen María, lo que es tanto como decir su confirmación en la gracia, efecto de su unión transformante con Dios, grado supremo de perfección al que puede llegar el alma en esta vida, llamado también matrimonio espiritual, descrito admirablemente por Santa Teresa y San Juan de la Cruz.

Se habla de la Santísima Virgen como omnipotencia suplicante, pero igualmente el poder intercesor de San José es muy grande. Santa Teresa afirmaba no recordar nada que hubiese pedido al Santo Patriarca que él no lo hubiese concedido. ¿Podría nombrar a otros santos y papas convencidos del gran poder intercesor de San José?

La intercesión de los santos, su oración constante ante el trono de la Trinidad por nosotros, es un dogma, una verdad de fe definida por el Tridentino, que la subraya con tres afirmaciones. Primera, que los santos que reinan con Cristo ofrecen a Dios sus oraciones por nosotros, los hombres viadores de la tierra. Segunda, que es muy provechoso invocarles en común, como hacemos, por ejemplo en la Santa Misa, y particularizadamente, como hace también la Misa cuando en el Canon romano enumera a los apóstoles y a los santos más salientes de los primeros tiempos de la Iglesia; o en el día de la fiesta de cada santo, o en el rezo diario de la Hora de Prima, con su hermoso Martirologio. Tercero, que esta intercesión de los santos en nada se opone a la mediación suprema y universal de Cristo, único Salvador y Mediador entre Dios y los hombres (1 Tm 2, 5), ni la disminuye. Esta oración de los santos por nosotros ha sido querida por Dios, no porque haya alguna deficiencia en Él, sino precisamente por Su infinita bondad, como razona bellamente Santo Tomás de Aquino. Ya que las cosas han de dirigirse a Dios por los medios más aptos y próximos a Él, y estando los santos en la Patria más cerca de Dios, la ordenación de la Ley divina requiere que nosotros, mientras vivimos en el cuerpo peregrinando hacia Dios lleguemos a Él por mediación de los santos (STh, Supp., q. 72, art. 2). A nivel psicológico y afectivo, hay una razón conmovedora: como en la Patria celeste los santos conocen nuestras oraciones, son “felices” y “disfrutan” atendiéndolas y socorriéndolas. Por eso, continúa el Aquinate: “Como cada bienaventurado ve en la esencia divina lo que requiere la perfección de su bienaventuranza, los santos desean conocer las cosas que les pertenecen y conviene que las conozcan en el Verbo. Así pues, pertenece a la gloria de los bienaventurados prestarnos ayuda a nosotros: así se constituyen ellos en cooperadores de Dios”.Y sigue explicando que los santos ruegan por nosotros dos modos: con oración expresa, cuando conmueven con sus votos los oídos de la divina Clemencia en nuestro favor; y con oración interpretativa, mediante los méritos que no sólo les alcanzan gloria a ellos en presencia de Dios, sino que se traducen en sufragios y oraciones por nosotros, así como la Sangre de Cristo derramada por nosotros nos impetra constantemente el perdón de nuestras culpas. Por parte de los bienaventurados la oración es siempre eficaz; si falla algunas veces es por nuestra culpa. Los santos en el cielo impetran lo que Dios quiere realizar por su oración y lo piden porque estiman que sus oraciones han de ser cumplidas según la voluntad de Dios. “Cuando ellos piden algo para nosotros con una oración no sólo interpretativa sino expresa, siempre son escuchados porque no piden sino lo que Dios quiere que pidan y lo que ha de realizarse según la divina voluntad” (STh, II-II, q. 83, art. 11 ad 2).

Ahora bien, ¿de qué depende la mayor o menor eficacia y poder de la oración de los santos por nosotros? ¿Valen lo mismo antes Dios las oraciones de todos los bienaventurados? ¿O el ser atendidos en nuestras súplicas depende de nuestra devoción? Con su claridad diáfana señala el Doctor Angélico dos principios que aclaran esta cuestión. Primero: la eficacia de la oración de los santos del cielo en nuestro favor depende de la perfección de su caridad y de la mayor unión que tienen con Dios en la gloria. O sea: los santos que tienen más caridad desean más nuestro bien y ruegan más por nosotros y, como están más unidos a Dios, sus oraciones son más potentes, así como el sol ilumina y calienta más que otros astros porque tiene más luz y más calor y está más cerca de nosotros (STh, II-II, q.83, art. 11). Segundo: la eficacia y oración de los santos no depende sólo de sus méritos y de su gloria esencial, sino también de los méritos accidentales adquiridos mientras vivieron. Por eso en ciertas circunstancias conviene acudir a algunos santos aunque parezcan menores, porque en virtud de algunos episodios de su vida Dios les ha concedido ser abogados principales en algunas causas especiales.

Según estos dos principios tomistas, queda claras la eficacia y la universalidad de la intercesión de San José. Considerando el grado de gracia y de gloria del Santo Patriarca y los méritos especiales que adquirió en esta vida en virtud de su misión especial cerca de María y de Jesús, se concluye que, salvo el de la Santísima Virgen, su Patrocinio es el más excelente y poderoso de todos, y también el más universal, como gustaba de certificar Santa Teresa diciendo que a otros santos Dios les ha dado gracia para alguna necesidad pero San José socorre en todas, espirituales y temporales, y a todas las personas de cualquier estado y condición. De modo especial el Patrocinio del Bendito Patriarca se extiende a la Iglesia universal, por declaración del Beato Pío IX en 1870. San José vela también muy especialmente sobre las almas que deben por su estado aspirar a la perfección con más intensidad, como sacerdotes y religiosos; y sobre los padres y las familias cristianas; sobre los trabajadores, las vocaciones, los moribundos, etc.

Con particular intensidad exhortó a encomendarse a San José como cabeza de la Sagrada Familia el Papa Leon XIII en sus Letras apostólicas Neminem fugit en las que se lee: “El designio de la divina Providencia constituyó a aquella Familia para que cada cristiano de cualquier condición y lugar, si a ella eleva su alma, fácilmente pueda encontrar motivo e invitación para cumplir cualquier virtud”. Y en su Encíclica Quamquam Pluries: “Todos, de cualquier condición y lugar que sean, se encomienden y se entreguen al patrocinio y tutela del bienaventurado José. Tienen en José los padres de familia la más excelente norma de vigilancia y providencia paterna…” Y sigue subrayando el especial patrocinio de San José sobre los casados, los hijos, los nobles ricos, los obreros y pobres, las vírgenes, etc.

Poco después de proclamar a San José Patrono universal de la Iglesia Católica el 8 de Diciembre de 1870 con el decreto Quemadmodum Deus de la Sagrada Congregación de Ritos, el Beato Pío IX, el 7 de Julio de 1871 en el Breve Inclytum Patriarcham, razonaba el motivo de la declaración del patrocinio josefino en aquellos “tristísimos tiempos, cuando la misma Iglesia, perseguida en todas partes por sus enemigos, es oprimida por tan grandes calamidades que los hombres impíos imaginan que las puertas del infierno prevalecerán contra ella”. Es difícil no reconocer un paralelo muy evidente con nuestro momento actual, en el que se ha intensificado la necesidad de invocar a San José por la razón que aducía el Beato Pio IX en la carta adjunta al decreto: “que la Iglesia, en la triste situación de estos tiempos, agitada por múltiples calamidades, pueda, sin embargo, por su Patrocinio servir segura a Dios con toda libertad una vez destruido todo error y adversidad”. Medio siglo más tarde, Benedicto XV en su Motu proprio del 25 de Julio de 1920 con ocasión del 50 aniversario de la proclamación del Patrocinio de San José insistía: “Nos, confiados grandemente en su patrocinio, a cuya vigilancia y providencia quiso Dios encomendar su Unigénito encarnado y la Virgen madre, ordenamos a todos los prelados del mundo católico que en tiempos tan necesitados para la Cristiandad exhorten a los fieles a invocar con diligencia a San José”.

Como vamos citando la autoridad de numerosos santos, valga ahora por todos los testimonios el de nuestra incomparable “Santa de la raza” en el capítulo 6 del Libro de su Vida: “Tomé por abogado y señor al glorioso San José y encomendéme mucho a él. Procuraba yo hacer su fiesta con toda la solemnidad que podía. Vi claro que de esta necesidad como de otras mayores de honra y pérdida de alma este Padre y Señor mío me sacó con más bien que yo había pedido. No recuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado así de cuerpo como de alma, que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenía nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar, así en el Cielo hace cuanto le pide. Esto han visto otras algunas personas a quien yo decía se encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay muchas que le son devotas de nuevo experimentando esta verdad… Querría yo persuadir a todos, fuesen devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío. Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara muy por menudo en decir muy por menudo las mercedes que me ha hecho este glorioso Santo a mí y a otras personas… Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”.

Si María roza el orden hipóstatico al ser la verdadera Madre de Dios, igualmente la paternidad de San José es algo trascendente, pues su función de padre nutricio era mucho más profunda que dispensarle de lo necesario.

La grandeza de San José estriba en su doble y única misión de esposo de María y padre nutricio o virginal de Jesús. Este segundo constituye el verdadero fundamento de la dignidad excelsa del Santo Patriarca y no puede separarse de su matrimonio con María, sino que depende de él. Cuando hablamos de paternidad inevitablemente pensamos en la generación. Santo Tomas de Aquino enseña (STh I, q. 27, a. 2) que las voces paternidad, maternidad y filiación son consecuencia de la generación. Y distingue (STh III, q. 32, a. 3) diferentes clases de paternidad y filiación, según los diversos grados de semejanza entre el engendrado y el generador o progenitor. Habla el Doctor Angélico de paternidad divina, paternidad natural y paternidad adquirida o adoptiva, ya sea humana o espiritual. La paternidad divina es exclusiva de Dios, a Quien conviene con puridad el nombre de Padre, pues que lo es plenamente respecto del Verbo. Ab aeterno Dios es Padre de su Hijo, y sólo el Verbo, Jesucristo, es estrictamente Hijo de Dios Padre, según esa eterna generación. Padre natural se llama al que da la vida material humana, y esta es la paternidad propia del hombre que engendra a otro de su propia sustancia creando así el vínculo físico que arranca de la procreación carnal y el vínculo moral o afecto espiritual que deriva de la anterior. Hablamos, en fin, de paternidad adoptiva o adquirida, por analogía con las precedentes, distinguiéndose una doble especie de adopción: la humana en el orden natural, y la divina en el sobrenatural. Por ésta segunda nos llamamos y somos hechos hijos de Dios por cierta generación espiritual (Cf. Ef 1, 5; Gal 4, 4-6; 1Cor 4, 15).

La Sagrada Escritura da expresamente a San José el título de padre de Jesús. Recordemos, en primer lugar, la Presentación en el Templo : “Al entrar sus padres con el Niño Jesús…” (Lc 2, 27). Más abajo, en el versículo 33: “Su padre y madre estaban admirados por lo que se decía del Niño”. En los versículos 41 al 43 se habla por tres veces de “sus padres”, en plural. Por fin, en el versículo 48 encontramos el testimonio de la misma Virgen Santísima diciendo al Niño hallado en el templo: “Tu padre y yo te buscábamos angustiados”. En el capítulo siguiente de su Evangelio, Lucas dirá: “Al empezar Jesús su vida pública tenía treinta años y era, según se creía, (ut putabatur) hijo de José” (3, 23). Y también en Lucas (4, 22) se lee: “Todos, maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, decían: ¿no es este el hijo de José?” Así también Mateo (13, 55): “¿No es éste el hijo del carpintero?” Menos directamente, Marcos (6, 3): “¿No es éste el carpintero?” Y Juan (6, 42): “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?”. Es evidente la función de padre que ejerce José en la Sagrada Familia: a él encarga el ángel imponer al Niño el nombre de Jesús (Mt 1, 21), tomar al Niño y a su Madre y huir a Egipto (Mt 2, 13-14), y volver de allí (Mt 2, 19-21). Jesús obedece a José como su padre y está sumiso a él (Lc 2, 51).

Pero, ¿en qué sentido es José padre de Jesús? Sabemos bien que de ninguna manera puede hablarse de una paternidad natural, habiendo sido virginal la concepción del Verbo, y perpetua la virginidad de María. ¡Se trata de dos dogmas de fe!

De modo peregrino, algunos han hablado de “paternidad física sobrenatural” o de “paternidad natural incompleta”. Según una sana Teología católica, inserta en el surco del Magisterio y de la Tradición, hemos de evitar un maximalismo peligroso, por infundado. Sabemos por la fe, a través de la Escritura, que Cristo fue concebido en el seno de María por obra y gracia del Espíritu Santo, sin concurso de varón. En realidad la Encarnación es obra de toda la Santísima Trinidad, pero decimos que la Tercera Persona es causa eficiente de la concepción de Cristo “por apropiación”, pues al Paráclito se atribuyen especialmente las obras de amor, gracia y santidad. A pesar de lo cual no llamamos al Espíritu Santo “padre de Cristo”, pues no produjo la naturaleza humana de Cristo de su propia sustancia, sino que solamente ejerció su virtud para producirla. En nada disminuye la verdadera humanidad de Cristo el hecho de que Él haya sido concebido de modo distinto a todos los demás hombres, o sea, sin cooperación humana de varón alguno, pues, como explica Santo Tomás, siendo el poder de Dios infinito, todo efecto producido por cualquier causa puede proceder inmediatamente de Dios.

Es impropio hablar, sin matices, de una paternidad de San José, real, verdadera, propia y plena, en el sentido absoluto de las palabras. Por eso se ha venido recurriendo a otras denominaciones como las de padre legal, putativo, nutricio, adoptivo o virginal de Cristo. Incluso, padre vicario del Padre celestial. Pero también esta nomenclatura expresa sólo aspectos parciales de la paternidad del Santo. José es padre legal en cuanto que así aparecía ante la ley, social y públicamente, y en cuanto que lo era, tal como prescribía el Antiguo Testamento. Es padre putativo en el sentido de que los demás pensaban que era el padre de Cristo. Es padre nutricio porque, como un verdadero padre de la tierra, alimentó a Jesús, le estrechó entre sus brazos, y tuvo la mayor solicitud para que no faltasen el sustento y la protección al Niño y a su Madre. Y es padre adoptivo porque su paternidad respecto de Jesús tiene semejanza con la paternidad humana adoptiva, ya que no hay generación corporal y sin embargo existen oficios, deberes y derechos mutuos entre el padre y el hijo. Más bien podríamos decir que San José fue adoptado como padre por Jesús. Según Cornelio Alápide, San José fue más padre de Cristo que el padre adoptivo es padre del hijo adoptado. Y San Agustín afirma que San José fue un padre mucho más unido a Cristo que si lo hubiera sido sólo adoptivo. También se ha llamado al Bendito Patriarca padre virginal de Jesús. San Pío X indulgenció esta breve jaculatoria en forma de suspiro: “¡Oh José, padre virginal de Jesús!” La Iglesia en su liturgia llama a San José vicario del Padre celestial en su prefacio propio: “Paterna vice custodiret”: custodió a Jesús “haciendo las veces de padre”.

Concluimos que la paternidad de San José para con Jesús es distinta de toda otra paternidad natural, física o adoptiva, lo cual no hace que no sea una verdadera paternidad nueva, única y especial, absolutamente singular porque no procede de la generación natural sino que se funda en un vínculo moral querido por el mismo Dios. Se trata de un vínculo moral paterno tan real y verdadero como verdadero y real es el vínculo del matrimonio entre María y José. San Agustín, el mayor defensor de la paternidad y virginidad de San José entre los Padres de la Iglesia, escribe en su obra De consensu evangelistarum: “Si Lucas refiere que Cristo nació de la Virgen María y no del contacto con José, ¿por qué le llama padre si no porque rectamente entendemos que es esposo de María, no por unión carnal, sino por concierto conyugal? Porque nació de su esposa, ciertamente es padre de Cristo mucho más íntimamente que si lo hubiese adoptado de fuera”. Al Águila de Hipona seguirán la practica totalidad de los escritores eclesiásticos posteriores. Santo Tomas de Aquino afirma: “Del mismo modo José es padre de Cristo que esposo de María, no por la unión de la sangre sino por el derecho matrimonial” (STh III, q. 28, a. 1 ad 1). Es deliciosa la comparación de San Francisco de Sales en las “Recreaciones” con sus primeras Visitandinas (19): “Si una paloma lleva en su boca un dátil y lo deja caer en su jardín ¿no decimos que la palmera es propiedad del jardinero? Pues si el Espíritu Santo, habiendo dejado caer este divino dátil como divina paloma en el jardín de la Santísima Virgen, jardín sellado y rodeado por todas partes con el voto de virginidad y castidad inmaculada que pertenece a San José como la mujer o esposa pertenece al esposo, ¿quién dudara que se puede afirmar con verdad que esa divina palmera que produce frutos de inmortalidad pertenece al excelso San José?” La imagen había sido ya usada muchos siglos antes por San Efrén: “Se dice que los varones de las palmeras hacen fecundas a las hembras si las cubren con su sombra sin mezclarse con ellas ni comunicarles su sustancia: así José es llamado padre aunque no fuese varón de la virgen”.

Por último, debemos subrayar que, a nivel psicológico y afectivo José fue verdadero padre de Jesús por su corazón, por sus sentimientos auténticamente paternales. Es conmovedor el racionamiento del gran Bossuet en su primer panegírico sobre el Patriarca: “Quizá preguntéis de donde tomara José ese corazón paternal si la naturaleza no se lo daba. ¿Acaso estas inclinaciones naturales puedes ser adquiridas por libre elección y el arte puede imitar lo que la naturaleza no inscribe en los corazones? Si San José no es padre, ¿cómo tendrá amor paternal? Es aquí donde debemos comprender que el poder divino actúa en nuestras obras. Por un efecto de tan excelso poder, San José tiene corazón de padre y, si la naturaleza no se lo ofrece, Dios se lo coloca por su propia mano. El verdadero padre de Jesucristo, Dios, que lo engendra desde la eternidad, habiendo escogido a José para servir de padre en el tiempo a su Hijo único, de alguna manera ha hecho surgir en su corazón una chispa del amor infinito que el Padre posee a su Hijo. Esto es lo que da a José amor de padre. Y, como es cierto que José siente en sí mismo un corazón paternal formado instantáneamente por la mano de Dios, siente también que Dios le ordena emplear para con Jesús una autoridad de padre".

En la hermosa oración con que el Papa León XIII mandó terminar el rezo del Santo Rosario durante el mes de octubre suplicando la protección universal del Bendito Patriarca, alude al “paterno amor con que abrazó al Niño Jesús”. El famoso converso Padre Faber, después oratoriano, escribe lindamente en su obra Bethlehem: “José amaba a Jesús con un amor filiar tan grande que, repartido entre todos los padres del mundo, a todos haría felices en un grado tal que ellos mismos no podrían creerlo. Este amor de José a Jesús excede en grandeza y santidad a todo lo que ha existido de amor paterno en la historia. Era esta paternidad de José para con Jesús tan grandiosa, tan amplia y variada, que todas las paternidades de la tierra podrían participar de ella sin agotarla”.

Por Javier Navascués

14 comentarios

  
Ramón montaud
Es la primera vez que he leído, aparte de la Virgen, la ausencia del pecado original en otra persona, si San José está libre de pecado debe haber tenido una asunción a los cielos como la Virgen.
Patrón Universal de la Iglesia Católica (un poco tarde su proclamación), a requerimiento de los obispos que había asistido al Concilio Vaticano I.
Su proclamación se da cuando Roma deja de ser dominio del Papado justo ese año en Septiembre.
29/09/21 9:38 AM
  
JOSÉ IGNACIO
Imperdible vídeo del P. Fernando Umaña (1h,04m),: "LO QUE NO SABÍAS DE SAN JOSÉ"
Con toques de humor, aborda, entre otros temas:
a) supresión, en la traducción, de la palabra "GAR" (Suena así = En efecto); cuando el Angel le dice: "...No temas, porque "En efecto"...
b) San José, acompañó a María a la Visitación. (No dice que fera así; pero que "no pudo ser de otra manera") ; Asegura que avalado por SJPII.
Juzguen Vds. no lo lamentarán. (A mí me dio un magnífico enfoque)

Saludos.
29/09/21 10:33 AM
  
Pedro de Torrejón
San José y la Virgen María son los padres humanos de Jesús de Nazaret. San José y su Esposa la Virgen María ,permanecieron siempre vírgenes ; y padres del Mesías de Israel.

La Virgen concibió por Obra del Espíritu Santo, y San José la aceptó como Esposa y Madre de Cristo . Tan necesario fue San José cómo María ; para que Dios Todopoderoso. Llevará a cabo el Misterio de la Encarnación.

San José y La Santísima Virgen María son los padres de Cristo y de la Iglesia.!!!


29/09/21 12:41 PM
  
Vladimir
Es lamentable constatar cómo tanta gente reza el Rosario y nunca dirigen a San José, ni siquiera una jaculatoria. Se debe ampliar la perspectiva del Rosario, para que ya no esté dirigida sólo a la Virgen, sino a toda la Sagrada Familia.
Cristo, para el armónico desarrollo de su condición humana, necesitó tanto de María como de José, de una Madre y de un Padre.
Sin José, sin su paternidad, no se podría hablar de una auténtica Encarnación del Verbo Divino.
"Santa María, Madre de Dios y Esposa de José, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén."
29/09/21 2:58 PM
  
Fabio
En vez de rezarle a tantos santos, pidan a Jesús ya que el UNICO mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5)
29/09/21 3:45 PM
  
Rodrigo
Parece que tenemos un "proto" por aquí. Fabio, ¿por qué no se cansan de molestar con estas citas únicas de la Escritura como si diciendo una, estuvieran diciendo todo? ¡Qué pereza! En todo caso, para que entiendas de una vez, la gracia divina presupone la naturaleza humana; sin carne, sin humanidad sería todo cuestión de ángeles. Jesús para los protos es casi un espíritu puro. No porque nieguen su realidad humana, sino porque se niegan a reconocer las consecuencias parciales de su humanidad. Les encanta decir que Jesús tuvo hermanos biológicos, que Maria y José tuvieron relaciones con cualquier pareja. Hasta aquí, todo bien humano y conveniente para ustedes. Pero al hablar del padre legal y por adopción de Jesús y de su madre lo único que los protos suelen hablar es que fueron padre y madre. Vaya! Dos figuras congeladas de las que nada se arriesgan hablar si no está "escrito". La Bíblia, entienda, de una vez es como una fotografía. Si quiere, un gran video. Pero ambas realidades no agotan todo. La Escritura necesita contextos; la divinidad del Señor implica su contexto humano el cual va mucho más allá de unas citas bíblicas que hablan de su vida antes de su ministerio público. ¿Cuánta cosa no vivió Jesús con sus padres? Pero protos no suelen pensar en esas cosas... No suelen tener en cuenta que cuando un hijo desea algo de su padre, pero lo teme por algún motivo, le pide a la su madre y viceversa. Tan humano, tan común, tan cotidiano! Y es que no estoy hablando de Jesús, María y José necesariamente. Hablo de nosotros, sobre todo. Cuando oramos al Padre en Nombre de Jesús está muy bien y correcto. La cita que usted dijo ilustra está realidad muy bien. El Padre, empero, es demasiado misericordioso. Él sabe que a veces, por temor nos morimos de miedo de hablarle o, incluso, concientes de nuestros muchos pecados, acongojados de tanta vergüenza, tememos dirigirse la palabra. Decía el poeta francés Charles Péguy, quien vivía con una mujer que no era su esposa y cuya realidad él sabía pecaminosa, algo así: mi último recurso cuando me veo lleno de pecado es rezar el Ave María porque amo demasiado a mi mujer y no logro orar el Padre Nuestro. El Padre Nuestro habla de santificar el nombre de Dios, de hacer Su voluntad en la tierra, en su vida como en el cielo. Imposible en la realidad objetiva de Péguy. Por ello, decía que le hablaba a Santa María, la mamá de Jesús, el Ave María como una especie de última tabla de salvación. No que María sea salvadora de algo o divina. Nunca fue, nunca será. Y sí que María y José o incluso los demás santos en cuanto vivos, al lado de Dios en el cielo, pueden hablarLe como amigos, como cercanos y obtener del Padre cosas que no logramos más pedirle. Eso hacemos con amigos, familiares, etc... usando los contactos. Usted podría todavía con un corazón de piedra decir que Jesús es aún así el único mediador entre Dios y los hombres. Bueno... Tanto el Antigo Testamento tiene mediadores entre el Padre y los hombres tales como los patriarcas y profetas como el Nuevo Testamento. El propio Padre Nuestro es una oración directa al Padre. Es la oración que el mismo Verbo Encarnado enseñó y, en ella, en ningún momento, Jesús dice: todo eso en mi nombre a mi Padre. Es derechito al Padre. En el Padre Nuestro los bautizados oran al Padre directamente sin Jesús. En la primera parte de Ave María, Gabriel enaltece María, dice que el Padre está con ella y que hay un fruto bendito en su vientre, Jesús. En fin... sólo hay problema en pedir a San José, a María Santísima cuando perdemos de vista que ningún favor obtenido de Dios vendrá sin la mediación única y soberana de Cristo, pero la cita no prohíbe que haya coloquios en un nivel inferior, con los amigos del Señor para que Él, como mediador, presente todo al Padre. Además...¿quién es usted y cualquier proto para decir a quien oramos o no? Qué aburrida esta vida espiritual de vários protestantes: no oran a sus ángeles de la guardia (bíblicos y que nos cuidan), son unas piedras frías que sólo ven la Trinidad y todo el resto de amigos del Señor lo tiran a un closet de seres congelados. Es una fe triste, pobre, negativa e incapaz de mirar todas las consecuencia de la humanidad de Jesús. Exaltar a José, a María y a todos los demás santos es Exaltar a Dios, el creador y santificador de toda esa muchachada.
Ahora, su usted dijera que el texto puede pasar del punto por exceso de teolegúmenos, de razonamiento e mucha imaginación y forcejeos teológicos, yo diría; ok... hasta puedes tener razón. Charlemos sobre esto. El texto es una entrevista en forma de reflexión espiritual embasada en muchos autores de peso, pero no implica que 100% sea correcto. En todo caso, ni de lejos, su pretensión de bajarse un enorme y buen texto con dos frases de una cita bíblica sola es aceptable. En realidad, es deplorable y pobre.
29/09/21 5:04 PM
  
Vladimir
Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres; en cuanto Redentor, no hay otro Salvador. Sólo El pudo abrirnos las puertas de la Salvación. Pero la Intercesión es algo que todos podemos ejercer por los demás. Es una exigencia intrínsica del amor, pedir unos por la salvación de otros y Dios lo quiere, porque nos involucra en la salvación de la humanidad. La Biblia está repleta de ejemplos, de cómo por la fe de unos se curan otros, de como por la acción de estos llega el milagro a aquellos. Con Biblia en mano, es imposible decir que la relación con Dios, es entre él y yo, dejando de lado a los demás. Somos un cuerpo, como dice San Pablo, donde nos comunicamos todos los bienes, de un miembro a otro.
Gracias a que Cristo nos salvó, es que sabemos que la intercesión de los Santos es eficaz, pues qué nos podrían alcanzar los Santos, si el Cielo estuviera cerrado para nosotros?
El Cielo es la perfección en el Amor, y qué clase de Amor tendrían los que están allá, si no se ocuparan del bien de sus hermanos que todavía estamos aquí?
Santa María, San José, Angeles, Santos y Bienaventurados todos, RODGAD POR NOSOTROS.
Almas benditas del Purgatorio, ROGAD POR NOSOTROS.
29/09/21 5:13 PM
  
Luis López
Gracias Padre Alberto por esta preciosa y profunda semblanza espiritual y teológica de San José, un santo que, como bien indica Santa Teresa de Jesús, tiene un inmenso poder intercesor por su cercanía especial a María y a Nuestro Señor.
29/09/21 7:50 PM
  
Vladimir
Mons. González Chavez ha logrado, aquí, una síntesis apretada pero muy completa de lo que sería un Tratado de Josefología.
Comento un punto solamente.
En el caso de María estamos tan acostumbrados a vincular la Concepción Inmaculada con la Gloriosa Asunción, que hemos llegado a pensar que hay una relación de dependencia entre ambas realidades. Pareciera que no es así, pues, en referencia a San José, siempre se ha defendido una (la Asunción) con la tolerancia y hasta aceptación de la Iglesia (Ejemplo, Juan XXIII), mientras se ha desautorizado la otra (Inmaculada Concepción) a través de expresas manifestaciones del Magisterio (Ejemplo, Juan Pablo II).
29/09/21 7:59 PM
  
Ecclesiam
Excelente artículo.

La inmaculada concepción de san José quizá debería profundizarse para eliminar toda sospecha de herejía; misma sospecha acaeció durante un tiempo sobre la Inmaculada Concepción de María, pues parecía negar la redención universal de Jesucristo.

Para empezar a ser devotos de san José, puede ser buena idea rezar la oración del Papa León XIII justo después de la Salve al acabar el Santo Rosario:

A vos, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación, y después de invocar el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, os tuvo unido y, por el paterno amor conque abrazasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos volváis benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con vuestro poder y auxilio socorráis nuestras necesidades.

Proteged, oh providentísimo Custodio de la Sagrada Familia la
escogida descendencia de Jesucristo; apartad de nosotros toda mancha de error y corrupción; asistidnos propicio, desde el Cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así, ahora, defended la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protegednos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo vuestro y sostenidos por vuestro auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzaren el Cielo la eterna felicidad.

Amén.
29/09/21 8:08 PM
  
enrique Cheli Pedraza
/ Rogamos, para pedir la intercesión de san José, descendiente de la Casa de David, al recordar en esta conmemoración , que muchos santos, han recomendado la devoción al Santo Patriarca , el esposo de la Virgen María por Voluntad de Dios, especialmente por quienes se encomiendan a su patrocinio y recordarán recitar las siguientes letanías solicitando gracias, favores y bendiciones en su nombre.
/ Oramos, a fin de ponernos, bajo la protección de San José, el mayor de los santos, después de María, teniendo presente que Juan XXIII, decía:" sostén de las familias, esperanza de los enfermos, consolación de los moribundos, terror de los demonios, protector de la Iglesia Santa. Nadie es tan grande, después de la Virgen María", pidiendo por los difuntos de la pandemia china , por las Almas del Purgatorio y por la conversión de los pecadores agonizantes, q, les sea concedida la gracia de la penitencia final
/ Imploramos , para no olvidar, encomendarnos a san José en vistas a ,q, el morir, nos encuentre en "estado de gracia" y sean advertidos a tiempo por su intercesión quienes se hallan en situaciones que contradicen la Voluntad de Dios, e, instalados en algunos de los 7 pecados o tendencias e inclinaciones capitales y corren el riesgo por toda una eternidad de hipotecar su futuro escatológico post mortem por estar seducidos, obnubilados y esclavizados por ilusiones sin futuro y nadie les haya sugerido visualizarse" sub specie aeternitatis"...
30/09/21 12:21 AM
  
Devoto josefino
Si María es "Madre de Dios" (Concilio de Éfeso), ¿San José puede ser llamado "Padre de Dios"?
30/09/21 2:29 PM
  
Vladimir
No soy teólogo ni algo que se parezca, pero he leído mucho sobre San José y he constatado que son escasísimos los autores que, a lo largo del tiempo, se han animado a darle, a San José, los títulos de "Padre de Dios" o "Padre de la Iglesia".
Me imagino que es porque todavía hay mucho camino que recorrer en cuanto a determinar, primero que nada, en qué sentido José es Padre de Cristo.
01/10/21 9:28 PM
  
Vladimir
Aunque, oficialmente, a San José no se le ha dado el título de "Padre de la Iglesia", ella (la Iglesia) nos ha invitado siempre a llamarlo e invocarlo con el título de "Padre", y no es para menos, dado que él ha prestado el servicio de su Paternidad a quien es Cabeza de la Iglesia y de la cual somos el cuerpo.
Ya León XIII enseñaba que José, por cuanto es Esposo de María y Padre de Jesucristo, viene a poseer cierta AUTORIDAD PATERNAL sobre la multitud de los cristianos. (Cf. la Encíclica Quamquam Pluries, No. 3).
Dice Juan Pablo II: "San José continúa desempeñando su providencial y “paterna” misión en la vida de la Iglesia y de todos los hombres" y
la devoción con que a él se dirigen los cristianos de todas las partes del mundo, "confirma el hecho singular de esta paternidad sin límites" (Homilía en la Ciudad de Térmoli, 19-3-1983).
En la reciente Carta Patris Corde, de Francisco I, se concluye con una oración en la que aparece esta invocación: "Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también para nosotros ...".
Santos como Teresa de Jesús y Josemaría Escrivá, no dudaron en llamarlo su "Padre y Señor".
02/10/21 8:33 PM

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