3.04.22

El ejército del Rosario de Hombres, rotundo éxito en Polonia e Irlanda, llega a Madrid el 23 de abril

Nos llega una noticia muy positiva de la mano de Ricardo Martín de Almagro, que nos comunica en primicia una magnífica iniciativa. El Rosario de Hombres, un apostolado providencial en países como Polonia e Irlanda, llega el próximo día 23 a la capital de España.

Invitamos a todos los varones, residentes en Madrid o alrededores (y tal vez en otro punto de España) a que se unan a esta iniciativa que estoy convencido que va a ser un torrente de gracias para nuestra patria.

Les dejo con la nota de prensa que nos acaba de enviar Ricardo:

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El pasado 5 de marzo tuvo lugar el rezo público del rosario en las calles de Varsovia, registrando una afluencia cercana a las mil personas. Las redes sociales no tardaron mucho en hacerse eco de este hecho, el cual dejó una imagen tan inusual como impactante: cientos de hombres, de todas las edades, distribuidos en rigurosas filas cual escuadrón militar con las rodillas hincadas en el empedrado suelo de la capital polaca recitando avemarías.

Durante los últimos tres años, cada primer sábado de mes, las aceras de muchas ciudades polacas se han llenado de grupos de hombres arrodillados que rezan juntos el Rosario. Es una iniciativa llamada “Rosario de Hombres” (Męski Różaniec), con mítines que reúnen a varones de diferentes orígenes católicos que encuentran fuerza en esta celebérrima oración mariana para proteger y defender a sus familias de los ataques de las ideologías anticristianas. Los organizadores de las marchas de este Rosario masculino dicen que quieren atraer a hombres que compartan valores similares sin necesariamente ser parte de comunidades o movimientos católicos, hombres que a menudo están desanimados y que pueden pensar que hoy la fe solo se puede transmitir en el hogar y que es algo imposible de expresar y compartir en el espacio público. El Rosario de Hombres contradice por completo la tan asentada visión en el mundo moderno de que la religión debe ser un asunto estrictamente privado.

Un movimiento de índole similar se ha registrado en Irlanda e Irlanda del Norte. Ya son varios meses en los que un número considerable de hombres irlandeses han participado en el rezo público del rosario frente a una imagen de Nuestra Señora de Fátima. Los primeros sábados de mes, este rally de rosarios ha llegado hasta Derry, Limerick, Belfast, Omagh y otras tantas ciudades de la isla. Las razones son esencialmente las mismas que las de sus camaradas polacos: recuperar la fe católica en el ámbito público, hacer reparación por la apostasía de los gobernantes y devolver la masculinidad arrebatada a los hombres.

Finalmente, este movimiento ha llegado a España. El próximo sábado 23 de abril, aún sin ser primero de mes, Madrid será testigo de la primera versión española de este rosario masculino, que tendrá lugar en la Plaza de la Villa a las 19:00 horas.

Se espera que estos eventos se conviertan en algo regular y, a la vista de las extraordinarias imágenes protagonizadas por los devotos polacos e irlandeses, es difícil no ver el porqué. Con la fe católica ahora prácticamente relegada a la esfera privada y siendo los hombres constantemente criminalizados por las ideologías postmodernas, ver un evento como este es exactamente el tipo de ímpetu que la sociedad necesita para levantarse y demostrar, como se ha hecho con tanto éxito en Polonia, Irlanda y los otros tantos países que están por unirse, que otro futuro es posible.

Ricardo Martín de Almagro

12 comentarios

  
Javidaba
El Rosario, me lo definió un soldado como “liturgia de trinchera”, “pues cuando el presentible ataque enemigo, te mete en cuerpo y alma dudas, canguelos y miedos, y los sudores y otros desechos testimonian lo poco que vales, o te agarras al Rosario, o te escondes (que es lo peor), o te mueres”.
Pero ese soldado seguía diciendo que después del fregado, también era “liturgia de trinchera” cobrando entonces carácter de “liturgia de trinchera en paz serena”, confiada y materno-filial agradecida.
En estos tiempos de endiablado acoso a la Fe, a la familia, a la Patria, a las Patrias, a la cultura, a la razón,… el arma del Santísimo Rosario, renueva su carácter de “liturgia de trinchera”.
Y ese soldado continuaba diciendo que en nuestra Fe, Santa María, Virgen Madre de Dios y Madre nuestra, es el don más importante de la Creación, pues Ella es el don que se da a Sí mismo el mismo Dios Omnipotente, Perfecto e Inmutable.
Creador de todas las cosas, sin necesitar, porque no puede necesitar, de algo o de alguien, quiso, y si quiso, Amó con Su Omnipotente Eternal Voluntad, crear a Santa María, para “darse” el gusto de darse una Madre. ¿Tuvo necesidad Dios de una Madre? Ninguna. ¿Por qué, entonces, ahí está Santa María Madre de Dios como un “hecho” permaneciendo en la Historia y en la Gloria, sino por gusto Amoroso de la Voluntad Divina?.
Si Ella es el don creado más importante, es también el más digno de ser amado… ¡La ama Dios como Hija predilecta, Esposa Fecunda y Madre del Verbo Divino!, por tanto, mientras más la amemos a Ella, más nos pareceremos a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ¡vamos, digo yo!
Se me dirá, y con razón, que el ser creado más importante y más digno de amor es Jesús. Verdad. Pero Jesús, “Encarnación de Dios”, no es “pura criatura”. Jesucristo es Eterno Dios, y Hombre” a quién Su misma Voluntad Divina le llevó y lleva a Amar el don que recibiría en la Maternidad más fecunda de la Creación, espejo “ad extra” de la Omnipotente Paternidad Trinitaria.
Gracias a esa Maternidad humana de María, nosotros pecadores, podemos decir al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo: Mira, Señor, que si somos pecadores, sopesa también qué Madre escogiste entre nosotros...
Y es que -profundizaba aquel viejo soldado- contemplando a Santa María, en Ella revela Dios misterios inefables que más o menos insinuados o explícitos, nos llevan a conocer mejor a Dios. Por ejemplo: En las íntimas relaciones que en Dios Vivo mantienen Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo como Personas distinguibles en Su Única Naturaleza. el Espíritu Santo parece infecundo, pues el Padre engendra al Hijo y de ambos procede el Espíritu Santo de quién no procede ni es engendrada ninguna de las otras dos “ad intro”, sin embargo, la Encarnación del Verbo, Segunda Persona de la Trinidad, se produce porque “el Espíritu Santo vendrá sobre ti” dice San Gabriel a la Virgen “y el Poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Si el Espíritu Santo es fecundo “ad extra”, está revelando con ello que la Omnipotencia Divina es igualmente Omnipotente “ad intro” que “ad extra”. ¿O no?
"Navarro tafallés (seguía diciendo nuestro viejo soldado carlista) tenía que ser, el P. Cristóbal de Vega S.I., que se atreviera a llamar en su Teología Mariana a la Virgen Madre de Dios, “complemento de la Trinidad” cierto que no “complemento” intrínseco, esencial, imposible en la Perfección Divina, pero sí extrínseco y accidental, pues la Sagrada Escritura atribuye al Espíritu Santo, que en sus purísimas entrañas, asumiera cuerpo y alma “el fruto bendito de su vientre, Jesús”.
Ya antes que el tafallés, S. Alberto Magno había llegado muy cerca de lo mismo, en su obra conocida como Mariale:
“Entre ser Hijo de Dios por naturaleza, y ser Dios, (Jesucristo)
y ser hijo de Dios por adopción y no ser Dios, (nosotros)
está ser Madre de Dios por naturaleza, y no ser Dios” (La Virgen María)
Por eso y mucho más, de María “nunquam satis”, pues además de llevarnos a su Hijo, nos lleva con Él y como Él a la Santísima Trinidad.
Con ocasión de asistir durante un Octavario por la unión de los cristianos, a la celebración de un rito ortodoxo de Bendición de los frutos de la tierra, el pope concluyó con la siguiente bendición:
"En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en la Virgen María."
Pues eso. Habrá que estar atento a ese Rosario anunciado para el día 23 en Madrid, y si da tiempo, "contagiarlo" (como santa pandemia) en otras poblaciones el mismo día.
03/04/22 12:48 PM
  
Lucía Victoria
Noticia fantástica. ¡España es tierra de María! Confiemos que esta iniciativa congregue a numerosísimos soldados del ejército de María, que empuñen con valor y confianza lo que tantos santos (Juan María Vianney, Padre Pío, Josemaría Escribá, sor Lucía de Fátima....) han llamado "el arma" de estos tiempos.

"Dadme un ejército que rece el Rosario y lograré conquistar el mundo" (San Pío X).
03/04/22 11:46 PM
  
Lucía Victoria
Olvido imperdonable antes de San Maximiliano Kolbe, " el Caballero de la Inmaculada", que he recordado gracias a otra noticia de este portal:
"Tenemos que ganar el mundo entero y cada alma, ahora y en el futuro hasta el final de los tiempos, para la Inmaculada y a través de ella, para el Corazón Eucarístico de Jesús".
03/04/22 11:58 PM
  
Albert L
No me lo perderé. Sería estupendo que en Infocatolica publicarais un recordatorio de este acto algunos días antes, no sea que a algunos se nos olvide
04/04/22 12:25 AM
  
Pep
A ver si no lo intentan desactivar los funcionarios eclesiales.
Las piedras empiezan a hablar.
04/04/22 12:37 PM
  
Argia
Una de las razones :"y devolver la masculinidad arrebatada a los hombres."
O sea ¿que han tenido que ver amenazada su masculinidad, para ponerse a rezar el rosario ?
Pues bendito sea Dios !!!
Menos mal que también hay otra razones !!!


04/04/22 7:19 PM
  
Lucía Victoria
Yo creo que el comentario va por otros tiros, Argia. Todavía hoy el Rosario se percibe por muchos católicos, de forma más o menos despectiva, como una oración de "capillitas", de "viejas de parroquia"; mujeres en todo caso, que se pasan horas y horas rezando avemarías de forma repetitiva y mecánica. Frente a esta idea equivocada, me parece que un Rosario rezado por una multitud de hombres no sólo tiene un impacto social, visual y espiritual super fuerte, sino que puede contribuir a cambiar ciertos esteoreótipos que también existen en la Iglesia: "Un hombre nunca es tan grande como cuando está de rodillas".

Lo importante es que mueva a muchos corazones hacia la oración, de la que todos estamos tan necesitados.
04/04/22 8:26 PM
  
Pedro
Lo mejor del rosario es ser una oración tanto para rezar solo o acompañado.
Cambia totalmente cuando lo rezamos en familia o como ahora en la puerta de los abortorios.Y si se meditan miel sobre hojuelas
05/04/22 12:02 PM
  
Juan Jose Jiménez Gomez
“El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”. Papa Francisco,
05/04/22 5:19 PM
  
Maria M.
¿¿DE VERDAD VEREMOS EN MADRID UN EJERCITO DE HOMBRES CON EL ARMA DEL ROSARIO CARGADA?? A la Madre de Dios la veo capaz de conseguir grandes milagros para lograr salvarnos!!!! Esto me parece un sueño hecho realidad y los frutos de este Rosario serán inconmensurables!!!
06/04/22 7:08 PM
  
Juan Antonio
Como podemos unirnos. Hay alguna organización ??
08/04/22 9:46 AM
  
Manuel Ángel
Es mi oración preferida. Una noticia estupenda, el Rosario de los hombres.
10/04/22 8:15 PM

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2.04.22

El P. Apeles continúa explicando todo lo relativo a la figura de los cardenales (Parte II y final)

Agradecemos al Padre Apeles la amabilidad de atendernos nuevamente. En esta ocasión profundiza en la figura del cardenal en la Iglesia Católica. Nos cuenta todo tipo de detalles, desde su definición y naturaleza, origen, creación…hasta sus símbolos, vestimenta, trato, tren de vida, y todo tipo de curiosidades que enriquecerán la cultura eclesiástica de los lectores.

¿Qué simbolismo tiene la púrpura y las insignias cardenalicias?

Los cardenales son llamados también “purpurados", en alusión al color de sus vestimentas: el rojo escarlata, el cual les fue otorgado definitivamente por Pablo II en 1464 como signo de su pertenencia al Papa. Antes de esa fecha, usaban el verde, el turquesa, etc. Una tradición sostiene que Constantino confirió la púrpura imperial a San Silvestre en señal de reconocimiento de su poder. Desde entonces, el rojo ha sido el color propio del Romano Pontífice, que comunica a todo lo que le rodea, en especial a los cardenales —que son sus criaturas— y a sus servidores.

La insignia propia del cardenalato ha sido desde el siglo XII el solideo rojo. El solideo se introdujo en esa época para cubrir la tonsura de los eclesiásticos. El nombre hace alusión a que sólo en presencia de Dios se lo quitan quienes lo llevan: soli Deotollitur. Los diferentes colores de que se confeccionó servían para distinguir rápidamente a los dignatarios durante las funciones sagradas. El negro era propio de los simples sacerdotes; el violeta, de los obispos, y el rojo, de los cardenales. Además, algunas órdenes religiosas tenían su propio color: marrón los franciscanos, azul los silvestrinos, etc. El del Papa acabó siendo el blanco. El solideo rojo no abandona jamás la cabeza del cardenal cuando está en público, salvo delante del Santísimo Sacramento manifiesto y, durante la Misa, desde el prefacio a la comunión inclusive.

El birrete es un bonete de tres puntas forrado por fuera con seda roja. También servía para distinguir a los eclesiásticos, pero no durante las funciones, sino al entrar y salir de ellas. Hasta hace poco, en las rúbricas de la misa se decía: “Sacerdos accedat ad altare capite cooperto” (el sacerdote vaya al altar con la cabeza cubierta). Las mismas prescripciones sobre los colores que había para el solideo servían para el birrete. Este se ponía y se pone aún hoy sobre aquél. A diferencia del solideo, no siempre se lleva puesto. Cuando el cardenal se halla en su morada, el birrete se deja sobre una bandeja de plata en la antecámara, señal de su presencia. En las ocasiones en que oficia de pontifical, lo sostiene durante la ceremonia un gentilhombre laico apostado a la derecha del trono. Tanto el solideo como el birrete rojos fueron definitivamente concedidos a los cardenales por Gregorio XIV en 1591.

El capelo o galero era la menos usada de las insignias cardenalicias y, sin embargo, la que nos es más familiar por verla representada con mucha frecuencia en las pinturas del Renacimiento y del Barroco. Se trataba de un sombrero de fieltro rojo de ala ancha y plana en forma de disco (de unos 60 centímetros de diámetro), cuya copa estaba aplastada y apenas tenía grosor. El ala estaba perforada a los lados y por los agujeros se pasaban unos cordones de seda roja sujetados por un nudo y cada uno de los cuales se dividían en cinco series de borlas que, atadas a la barbilla, servían para sujetar el sombrero. El capelo entró en la Heráldica para ornar los escudos de los eclesiásticos. Aquí, empero, no es privativo de los cardenales. Los canónigos y ciertos sacerdotes, así como los obispos lo ponen en sus escudos. Ello nos indica que, en su origen, fue un accesorio común a todos los eclesiásticos para protegerse del sol y de la lluvia. Fue Inocencio IV quien, en tiempos del Primer Concilio de Lyon (1245) confirió el capelo rojo a los cardenales para que pudieran usarlo durante las solemnes cabalgatas. Con el tiempo, el capelo perdió su utilidad práctica y quedó como insignia exclusiva de los Príncipes de la Iglesia. Un mero adorno, como lo atestigua el hecho de que, una vez consignado por el Papa, era guardado envuelto en papel de seda en una caja con naftalina. Y es que el capelo no volvía a ver la luz hasta la muerte del cardenal, cuando se lo ponía a los pies de su féretro. Si el cardenal era obispo, el capelo se colgaba en su monumento sepulcral. Pablo VI suprimió el capelo.

Los sombreros comunes que usan los cardenales para cubrirse cuando van en hábito de calle están confeccionados en fieltro negro. Son de diseño normal, con ala estrecha redonda y copa esférica galoneada con seda roja y oro. Hay también unos sombreros de gala que son idénticos a los anteriores, excepto que están hechos de fieltro escarlata. Estos se hacen servir cuando el cardenal va en hábito de coro. Unos y otros van cayendo en desuso.

¿Cuál es la vestimenta propia de un Príncipe de la Iglesia?

Chateaubriand, esa alma sensible y delicada, escribió en cierta ocasión: “Quien no ha visto a través de las vidrieras de una catedral filtrarse los rayos de sol y juguetear sobre la ‘cappa’ de un cardenal, no ha visto uno de los más bellos espectáculos que hay en el mundo”.

El ajuar de un cardenal no era asunto baladí. Para empezar, hay que distinguir: el hábito de calle, el hábito de coro y el hábito de ceremonia.

El hábito de calle consiste en las siguientes prendas: calcetines rojos, sotana de lana negra filettata u orlada de rojo (el llamado abito piano), fajín de muaré rojo, esclavina negra también filettata, cruz pectoral normal con cadena, anillo y zapatos negros (con hebilla de plata), solideo rojo y sombrero de calle. Sobre los hombros se coloca el manto de lana roja de doble caída con cuello de terciopelo y cordón dorado. En las recepciones se lleva el ferraiolo, manto más ligero de seda roja con tablero en los hombros.

El hábito de coro está formado por las siguientes piezas: calcetines rojos, sotana y fajín de lana escarlata, roquete blanco con encaje, manteleta y muceta rojas, cruz pectoral de pedrería con cordón, solideo y birrete rojos. En los tiempos de penitencia (Adviento y Cuaresma), el color rojo se substituía por el violeta. El duelo por la muerte del Papa es el violeta para los cardenales.

El hábito de ceremonia es como el de coro con la diferencia que, en lugar de la manteleta y la muceta, el cardenal revestía la cappa magna guarnecida con una muceta de armiño y dotada de una cola que medía más de cinco metros cuando, en 1952, Pío XII la redujo a tres. Asimismo, el birrete era reemplazado por el sombrero rojo de gala.

Puede uno imaginarse lo que este ajuar significaba para la economía de los Eminentísimos Monseñores. En algunos casos, como en el del Cardenal Feltin, Arzobispo de París, no hubo que hacer demasiado gasto, ya que pudo aprovecharse el guardarropa de su predecesor, el Cardenal Verdier, por ser de más o menos la misma talla. Por lo demás, Pablo VI eliminó la seda de las vestiduras cardenalicias en un afán de mayor sencillez. Hoy en día, algún cardenal desempolva de vez en cuando los antiguos indumentos para oficiar en alguna ceremonia en la que está permitido el uso de los ritos tradicionales.

¿Cuál ha sido por lo general el tren de vida de Sus Eminencias?

Antes de que el capitalismo, bajo la influencia puritana, viniera a inculcarnos la idea del ahorro y la del destierro de todo lujo inútil (81), la mentalidad clásica era la de vivir según el propio rango. Los cardenales no escapaban, por supuesto, a la regla y tenían no la facultad sino la obligación de mantener casa principesca: la familia cardenalicia. Una especie de corte en pequeño.

En el pasado, hubo cardenales que desplegaron un fasto verdaderamente impresionante, al punto que el Papa hubo de prohibir que tuvieran más de doscientos servidores… El Cardenal francés Guillermo d’Estouteville (muerto en 1483) pasó por ser el más rico de su tiempo. Este amante de las artes y de la buena vida solía acudir a consistorio escoltado por 300 jinetes. En el Renacimiento, existía la costumbre del saqueo del palacio del cardenal que era elegido papa (lo que testimonia la riqueza que podía llegar a tener). El pueblo acudía en tropel a la vivienda del electo y pillaba todo lo que encontrara a su alcance. Los Pontífices, mucho más comprensivos con la naturaleza humana de lo que generalmente se cree, toleraron durante mucho tiempo este bárbaro uso.

Los cardenales, en general, cumplieron bien una de las funciones que justifica la existencia de la Aristocracia: el mecenatismo. Los de las grandes familias papales (tales como los Farnese, Borghese, Barberini, Pamphilij o Chigi) se comportaban como príncipes espléndidos y muníficos y dejaron numerosas muestras de su poder y buen gusto en Roma. Muchos monumentos de la Urbe están ligados a la memoria de algún Príncipe de la Iglesia, como el Palacio de la Cancillería, mandado edificar y costeado por el Cardenal Riario, sobrino de Sixto IV. La suntuosidad no estaba, empero, reñida con la caridad cristiana: los purpurados ricos estaban obligados a mantener un buen número de indigentes, a los que vestían y daban de comer. Algunos llegaron a privarse a sí mismos para ampliar el radio de su acción benéfica: el santo Cardenal Tommasi, de los Príncipes de Lampedusa, y el Cardenal Barbarigo, por ejemplo, vestían andrajos bajo sus hábitos y llevaban una vida personal austerísima.

En los tiempos presentes, claro está, no es ya dable el tren de vida del pasado, pero un cardenal debe tener un mínimo de “estatus” compatible con su dignidad. Para ello cuenta con una renta fija que le asigna la Iglesia Romana y que recibe el nombre de “piatto", esto es: plato, porque de él comen Su Eminencia y su familia. Si el cardenal dirige algún dicasterio de la Curia, percibe, además, una bonificación al cargo. Con estos ingresos (y los que le puedan venir de familia o de algún bienhechor) ha de mantener su casa (casa en el sentido más amplio: vivienda y habitantes).

El palacio cardenalicio ya no es lo que en tiempos llegó a ser. Generalmente, los cardenales residentes en la Curia se alojan en apartamentos propiedad de la Santa Sede y ubicados en los Palacios de las Congregaciones Romanas. Ellos no obstante, deben constar, al menos, de las siguientes piezas: vestíbulo, antecámara, sala de visitas, sala del trono, oratorio privado y habitaciones privadas para el cardenal y su servicio. El vestíbulo debía estar adornado de un baldaquín rojo sobre la puerta y tener un trono con las armas del cardenal. En la sala de espera o antecámara había —como hemos dicho— un mueble sobre el que se ponía en bandeja de plata el birrete del cardenal para indicar que se hallaba en casa. En cuanto al salón del trono, tapizado en damasco rojo, había de contar con un trono con dosel para el Papa, con su retrato en la pared.

La “corte” constaba de cuatro personas: un maestro de cámara eclesiástico, un mayordomo laico, el caudatario y un gentilhombre de honor (vestido a la usanza de Felipe II: jubón, calzas y medias de seda negra, cuello y mangas con encaje, zapatos con hebilla de plata, capa negra corta de muaré y espada de ceremonia al cinto, a lo cual se añadía un anacrónico bicornio con plumas). Aparte había que considerar el personal del servicio doméstico: chófer, cocinera, etc. En el presente, Sus Eminencias se suelen contentar con un secretario y el servicio de algunas religiosas. Quien esto escribe, yendo a visitar a algún cardenal, se ha dado con la sorpresa de ser recibido a la puerta directamente por el dueño de casa.

Nos falta sólo tratar en este apartado lo relativo al transporte cardenalicio. Quien visite Roma no debe extrañarse si ve algún clérigo con la sotana roja bajo el abrigo subido en un autobús. Esto que ahora es posible era impensable no hace mucho, ya que no estaba permitido a un cardenal trasladarse a pie por las calles de la Urbe, teniendo a su disposición un carruaje adornado con sus armas y tirado por caballos engualdrapados. El hecho de llevar éstos borlas dio origen a la expresión romana de ir in fiocchi (ir en borlas). En 1870, en razón del luto de la Corte decretado por la expoliación de los Estados Pontificios y que el Papa no podía ya garantizar la seguridad de sus cardenales, fue suprimido el aparato de las carrozas, las que, por otra parte, cedieron el paso en el siglo XX a las limusinas. Estos elegantes automóviles provocaron un jocoso comentario (muy propio de la mordacidad romana). Sabido es que la matrícula de los coches de la Santa Sede es SCV (Stato della Città del Vaticano). Pues bien, alguien dijo un día: “se Cristo vedesse!” (¡si Cristo lo viera!), palabras que tienen las mismas iniciales, y la feliz expresión pasó a ser proverbial.

¿Qué trato se les debe dar a los Príncipes de la Iglesia?

Todos los cardenales tienen el tratamiento de Eminencias Reverendísimas, equiparándoseles a los Príncipes de la sangre de las casas soberanas. De hecho, el elenco del Sacro Colegio figuraba en la primera parte —la más exclusiva— del famoso almanaque Gotha. De este modo se podía dar el caso que el hijo de un humilde campesino, convertido en cardenal, pasase delante de un Ligne, un Auersperg o un Czartorisky. Después de todo, la Iglesia ha sido siempre factor de movilidad social. Por asimilación, los purpurados son llamados también “Príncipes de la Iglesia". En la correspondencia dirigida a ellos, la fórmula tradicional de la etiqueta hace concluir las cartas “besando la sagrada púrpura de Vuestra Eminencia”.

A veces se ha juntado la dignidad espiritual a la proveniente del nacimiento. Los Papas solían crear algunos cardenales de entre los segundones de familias encumbradas. España tuvo varios de éstos, como el Cardenal-Infante Don Fernando, hermano de Felipe IV e inmortalizado por Velázquez, o el Cardenal-Infante Don Luis Antonio de Borbón, hermano menor de Carlos III, que dimitió de la púrpura para casarse morganáticamente con Dª María Teresa de Vallabriga (lo que provocó la promulgación de la famosa Pragmática de 1776 sobre matrimonios reales). Pablo VI, en nuestros días, creó un Cardenal de Fürstenberg. En cuanto a la nobleza menor, hay muchos más casos, como el del Cardenal Nasalli Rocca.

Incluso hubo cardenales que fueron reyes.

La Historia registra tres: uno efectivo y otros dos en calidad de pretendientes. El primero fue el Cardenal Don Enrique de Portugal, que se convirtió en rey a la muerte de su sobrino nieto Don Sebastián en Alcazarquivir (1578). Fue el último soberano de la Casa de Avís y reinó dos años con el nombre de Enrique II. Al morir, reivindicó la corona otro sobrino: nuestro Felipe II. El segundo Cardenal-Rey fue Carlos de Borbón, quinto hijo del Duque de Vendôme y tío de Enrique de Navarra. En 1589, al morir asesinado Enrique III, último de los Valois, el jefe de la Liga Católica Duque de Mayenne se opuso al Bearnés y proclamó Rey de Francia con el nombre de Carlos X al Cardenal de Borbón. Murió prisionero del partido realista en 1590, a causa de enfermedad. El último de los Príncipes de la Iglesia que tuvo también la dignidad regia fue Enrique Benedicto Estuardo, Duque de York (82). Era hijo del Viejo Pretendiente y hermano de Carlos Eduardo (llamado “Bonnie Prince Charles"). Al morir éste sin hijos, recayó en el Cardenal-Duque la legitimidad monárquica, convirtiéndose en Enrique IX de Inglaterra, mientras los usurpadores Hannover reinaban efectivamente en las Islas. Lo curioso es que Jorge III llegó a pensionarlo. Murió siendo Cardenal-Obispo de Frascati, en cuya catedral está enterrado.

Nos queda por repasar lo que podríamos considerar como aspectos menos sacros de la púrpura.

El primero de ellos se relaciona con el anterior apartado. No sólo hubo cardenales que fueron reyes: también los hubo que fueron hombres de Estado (a veces, más que de Iglesia). Cabe mencionar entre ellos a: Beaufort (canciller de Enrique V), Wolsey (ministro de Enrique VIII) y Pole (presidente del Consejo de María Tudor) en Inglaterra; Richelieu, Mazarino, Dubois, Fleury, (ministros, respectivamente, de Luis XIII, Luis XIV, el Regente y Luis XV) en Francia; Cisneros (regente), Adriano de Utrecht y Granvela (al servicio de Carlos V), Nithard (consejero de Doña Mariana de Austria) y Alberoni (ministro de Felipe V) en España; Olesnicki (consejero de los Jagellones) en Polonia; Gattinara y Ciacconiani en el Sacro Imperio, etc. En nuestros días, el Cardenal Mindszenty (+ 1975) fue Príncipe Primado de Hungría, lo que le daba la representación política del Estado en ausencia del Rey. Otros cardenales consideraron incompatible su dignidad eclesiástica con la política y la depusieron para mejor dedicarse a ésta: tal fue el caso de César Borgia, hijo del Papa Alejandro VI. Al revés, un antiguo político se convirtió en cardenal: el Duque de Lerma, valido de Felipe III. Otro soberano, el duque Amadeo VIII de Saboya, siendo laico fue elegido antipapa con el nombre de Félix V. Ordenado y consagrado, acabó abdicando, por lo que el papa legítimo Nicolás V le premió con el cardenalato.

Hubo cardenales creados a edades tempranas hasta el punto que puede hablarse de cardenales-niños, casos no muy frecuentes, gracias a Dios.

El más joven de que se tiene noticia fue el Infante Don Alfonso de Portugal, creado por León X… ¡a los siete años! (aunque con la especificación de que sólo sería tratado como cardenal a partir de los catorce). El mismo León X fue creado por Inocencio VIII antes de los catorce, habiendo su padre —Lorenzo el Magnífico— hecho falsificar la fecha de su nacimiento. Alejandro Farnese —el futuro Pablo III— fue cardenal a los catorce años gracias a los encantos de su hermana la “Bella Giulia", amiga de Alejandro VI (83). Roberto de Nobili y Pedro de Luxemburgo, creados respectivamente a los catorce y diecisiete años, murieron con fama de santidad. De modo que no necesariamente un abuso daba malos resultados.

No hay que olvidar a los cardenales dimisionarios: los casos ya citados de César Borgia y Luis Antonio de Borbón y el del Archiduque Alberto de Austria, que dejó la púrpura para casarse con la Infanta Isabel Clara Eugenia y convertirse en Gobernador de los Países Bajos. Tampoco faltaron cardenales depuestos: los procesados por León X (Petrucci, Bandinelli y Riario) como consecuencia de la conjura descubierta contra su vida, según se vio en otro capítulo.

La dignidad cardenalicia no suponía necesariamente el sacerdocio.

César Borgia y Mazarino tenían sólo el subdiaconado. Por eso pudo el segundo, a lo que parece, contraer matrimonio secreto con la Reina Regente Ana de Austria, madre de Luis XIV (lo que lo habría convertido en el único cardenal casado de la Historia). El gran Cardenal Consalvi, Secretario de Estado de Pío VII, no quiso ser ordenado sacerdote. Se dio hasta el caso de un cardenal laico: lo fue el príncipe inglés Reginald Pole, pariente de los Tudor, que, al ser creado por Pablo III en 1536, no había sido ni siquiera tonsurado. Sólo en 1556 recibió las sagradas órdenes para convertirse en Arzobispo de Canterbury. El Código Canónico de 1917 determinó que todo cardenal había de ser por lo menos sacerdote y, en 1962, el Beato Juan XXIII estableció, a su vez, que fuera consagrado obispo si antes de su creación no lo era ya.

Fin

Por Javier Navascués

1 comentario

  
Pedro de madrid
Gracias, he aprendido mucho sobre los sucesores de San Pedro
04/04/22 7:16 PM

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1.04.22

El P. Apeles explica todo lo que hay que saber sobre la figura del cardenal en la Iglesia Católica (Parte I)

Agradecemos al Padre Apeles la amabilidad de atendernos nuevamente. En esta ocasión profundiza en la figura del cardenal en la Iglesia Católica. Nos cuenta todo tipo de detalles, desde su definición y naturaleza, origen, creación…hasta sus símbolos, vestimenta, trato, tren de vida, y todo tipo de curiosidades que enriquecerán la cultura eclesiástica de los lectores.

¿Quiénes son los cardenales?

Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana constituyen un Colegio peculiar, al que compete proveer a la elección del Romano Pontífice, según la norma del derecho peculiar; asimismo, los Cardenales asisten al Romano Pontífice, tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos oficios que desempeñan, ayudando sobre todo al Papa en su gobierno cotidiano de la Iglesia universal” (canon 349).

¿Cuáles son por tanto las ideas esenciales sobre la naturaleza de la dignidad cardenalicia?

1º Que los Cardenales forman un Colegio.

2º Que a ellos corresponde elegir al Papa.

3º Que son sus más estrechos colaboradores.

En el antiguo Código, la definición era más escueta, pero no menos significativa: “Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana constituyen el Senado del Romano Pontífice y le asisten como consejeros y colaboradores en el gobierno de la Iglesia” (canon 230). Aquí no se menciona la atribución exclusiva de la elección papal (que se sobreentiende), pero se habla de un “senado", cosa que ha omitido el legislador en el nuevo ordenamiento. La palabra “senado” tiene una larga tradición. Ya nos hemos referido en otro lugar a su acepción etimológica. Aquí nos interesa la connotación histórica para averiguar el papel que han tenido los cardenales y siguen o no siguen teniendo en la actualidad.

¿Cuáles es el origen del cardenalato?

La Iglesia Romana tomó muchas de sus instituciones de las de los antiguos romanos, lo cual era, hasta cierto punto natural. Nunca hubo inconveniente en aceptar las aportaciones buenas y útiles y cristianizarlas. Una de estas instituciones fue el Senado, aquella asamblea que era uno de los pilares fundamentales de la República y que dictó leyes al mundo entero. El otro pilar era el pueblo, representado por sus tribunos. El consorcio entre el Senado y el pueblo (inmortalizado en el conocido acróstico: S.P.Q.R.) mantuvo el equilibrio político de la sociedad romana. El Imperio trajo consigo un elemento capital: el moderador, que era quien dirigía la cosa pública garantizando con la fuerza el imperio de las leyes y que, por su condición militar era aclamado como Imperator. Este fue adquiriendo un poder cada vez mayor por influencia del despotismo oriental. El Senado, paralelamente, fue perdiendo el suyo hasta convertirse en un mero colegio de notables, y no digamos el pueblo.

El obispo de Roma, pasado el período de las persecuciones, además de tomar como base para su gobierno las circunscripciones de la administración romana (73) dividiendo su diócesis en veinticinco parroquias, desempeñó su ministerio contando con la asistencia de un presbiterio, es decir, de los sacerdotes que regían cada uno su parroquia. Junto a los presbíteros, colaboraban con el Papa los diáconos de las catorce “oficinas” —por así decirlo— de beneficencia repartidas por la Urbe y las siete situadas en su propio palacio. Las parroquias estaban consagradas a algún santo mártir, cuyo nombre o “título” tomaban. Sobre esta organización giraba la Iglesia Romana como sobre sus goznes (en latín: cardines). De ahí vino el designar a los colaboradores del pontífice “cardenales". Los cardenales de las parroquias se llamaron presbíteros-cardenales; los de las diaconías, diáconos-cardenales. Además, desde por lo menos el siglo VIII, estaban también los obispos-cardenales, esto es los siete obispos (seis desde el siglo XII) de las iglesias suburbicarias (dependientes en cierta manera de la de Roma). El Papa contaba con ellos como con un Senado y siguió siendo así en adelante. Junto con la comunidad cristiana elegían a cada nuevo Sucesor de Pedro. En 1150, bajo Eugenio III, formaron un Colegio, con un Decano (el obispo de Ostia) a la cabeza y un Camarlengo para la administración de sus bienes. Este Colegio se dividió en tres órdenes: el de los cardenales-obispos, el de los cardenales-presbíteros y el de los cardenales diáconos.

A lo largo de los siglos, conforme se iba explicitando el poder soberano y supremo del Papado (74), el Sacro Colegio Cardenalicio fue el elemento aristocrático moderador de esta monarquía, cumpliendo así su función como senado en el sentido histórico que tiene esta palabra. Ya vimos cómo en 1059 se convirtieron en electores exclusivos del Papa, desde el momento en que el pueblo ya no tenía una efectiva participación, que le había sido arrebatada por la milicia y la nobleza. Al cabo de más de novecientos años esta exclusividad continúa vigente, asegurando así la independencia y la libertad de la Iglesia a la hora de designar a su jefe (aunque más de una vez las potencias temporales intentaron mediatizarla). No obstante, la pérdida del carácter de Senado en el Código canónico de 1983 ha mermado la influencia efectiva que ejercía el Sacro Colegio sobre el Papa, transfiriéndose, en cambio, parte del poder papal a nuevos organismos carentes de tradición y, por supuesto, sin ningún referente en el Derecho Divino (Conferencias Episcopales, etc.).

Desde el siglo XII, fueron cardenales clérigos que no pertenecían al clero de Roma, aunque debían asumir uno de sus títulos o parroquias. Por la misma época empiezan a tener derecho de precedencia sobre los arzobispos y obispos y, por bula de Eugenio IV (la Non mediocri de 1439), también sobre los Patriarcas, lo que da una idea de su importancia y la consideración que merecen. Hubo también hasta el siglo XVI cardenales no romanos, es decir, que constituían el senado de otros obispos distintos del de Roma: en Orléans, Rávena, Milán, Compostela, París, Aquisgrán y otros lugares. San Pío V los hizo desaparecer en 1567 por el peligro de que pudieran constituir iglesias paralelas a la Romana. Por otra parte, no sólo el Papa era obispo de toda la Iglesia, sino que los cardenales de la Iglesia Romana lo eran de la Iglesia universal.

¿Por qué es un Colegio muy exclusivo?

Su número no fue nunca superior a treinta entre los siglos XIII y XV y en algunos cónclaves, por diversas razones, participaron muy pocos. Juan XXII (1316-1334) no llegó a tener nunca más de veinte. Durante el Gran Cisma cada papa en contienda quiso tener sus partidarios, por lo que hubo hasta tres Colegios Cardenalicios, cuyos miembros respectivos se agredían mutuamente con el calificativo de “pseudo-cardenales” como seguidores de algún antipapa. En el Renacimiento, la dignidad fue codiciada por estar frecuentemente unida a pingües beneficios y rentas, por lo que los distintos Papas, necesitados de reforzar sus menguadas arcas, fueron menos parcos en concederla. Con León X (1513-1521) la cifra subió de golpe a los 65, habiendo creado este papa en un sólo consistorio 31, sin haber consultado con el Sacro Colegio (como solían hacer sus predecesores) (75). Pablo IV fijó su número en 40, pero Pío IV, su sucesor, lo elevó a 76. Finalmente, Sixto V, el gran organizador del gobierno central de la Iglesia, mediante la bula Postquam verus ille de 3 de diciembre de 1586, dio al Sacro Colegio la estructura que tuvo hasta nuestros días. Evocando el consejo de los Setenta Ancianos que asistían a Moisés en el gobierno del pueblo escogido, estableció un límite de 70 cardenales divididos en los tres órdenes de la siguiente manera: 6 cardenales-obispos (el de Ostia absorbía la séptima iglesia suburbicaria), 50 cardenales-presbíteros y 14 cardenales-diáconos.

¿Por qué la mayoría de los cardenales eran italianos?

Bueno, hay que tener en cuenta que éstos pertenecieron hasta el Risorgimento a diferentes Estados. Pío XII inició la franca internacionalización del Sacro Colegio (en sus dos consistorios de 1946 y 1953). El Beato Juan XXIII fue el primero en sobrepasar el número tradicional al establecer un nuevo límite en 75 a fines de 1958. En el consistorio de 1960, los cardenales llegaron a 88 (de ellos tres eran in pectore) y a 90 en el de 1962. Pablo VI creó 27 cardenales de una sola vez en 1965, llevando al Sacro Colegio a 105 miembros, incluídos cuatro Patriarcas de Rito Oriental, cuyo puesto en él determinó con el Motu Proprio Ad Purpuratorum Patrum. En 1967, los cardenales llegaron a 120, pero los electores efectivos del Papa se redujeron en virtud de otro Motu Proprio de Pablo VI de 1970 —Ingravescentem aetatem—, por el cual se apartó del cónclave y de los organismos administrativos de la Santa Sede a los que hubieren cumplido 80 años. El 5 de noviembre de 1973, el mismo Papa fijó en 120 el número de cardenales electores, pero no había ya numerus clausus de miembros del Sacro Colegio. Juan Pablo II mantuvo esta disposición en su Constitución Apostólica sobre la elección papal. Bajo su pontificado se alcanzó el mayor número de cardenales -electores y no- de la Historia: al morir, el 2 de abril de 2005, había 183 cardenales: 66 no electores y 117 electores. De estos últimos, sólo 3 no fueron creados por Él, sino por Pablo VI: los Eminentísimos Cardenales Ratzinger, Sin y Baum.

¿Cómo se crea un cardenal?

Si bien es cierto que los cardenales “hacen el Papa", no lo es menos que es el Papa quien “hace los cardenales” o, mejor dicho, los crea. La precisión es importante. El Papa nombra un obispo, es decir, designa la persona que ha de regir una iglesia particular, pero dicha persona recibe directamente de Dios el sacerdocio y, dentro de la comunión con Roma, ejerce su triple misión con un criterio propio. El Papa puede destituir a un obispo en virtud de su poder supremo, pero no puede retirarle la consagración: le quita la jurisdicción pero no el orden (76). En cambio, un cardenal es una “criatura” del Papa, el cual, lo mismo que lo “sacó de la nada” puede “aniquilarlo", es decir, hacer que deje de ser cardenal. León X despojó de la dignidad cardenalicia a algunos miembros del Sacro Colegio por estar implicados en un intento de asesinato contra el Papa (como ya hemos referido).

La creación de un cardenal es una decisión personal y trascendental que ha de tomar el Papa sopesando razones de distinta índole, aunque el bien de la Iglesia debe estar siempre ante sus ojos.

En el pasado, quizás se prodigó con no demasiado miramiento el cardenalato, concediéndolo a individuos que no eran dignos. En contrapartida, los ha habido no sólo dignos sino ejemplares. Recuérdese si no a hombres extraordinarios como San Pedro Damián, San Buenaventura, San Pedro de Luxemburgo, Nicolás de Cusa, Bessarión, Capránica, Cisneros, San Carlos Borromeo, San Roberto Belarmino, Passionei, Merry del Val, Ottaviani… Normalmente, el Papa trata el asunto reunido con el Sacro Colegio en “consistorio” (del latín cum sisto: estar con). El Santo Padre propone el nombre de un eclesiástico que considera digno de ser creado cardenal y hace la pregunta ritual: “Quid vobis videtur?” (¿Qué os parece?). En la actualidad esto es prácticamente una pura formalidad (ya que el Papa no suele crear a nadie que no goce de cierto prestigio y sea conocido en los ambientes religiosos), pero recuerda que en el pasado más de una creación provocó interminables discusiones, como, por ejemplo, en la época de Julio II (el consistorio del 1º de diciembre de 1504 duró ¡once horas!). Los cardenales se quitan el rojo solideo y, levantándose, hacen una inclinación silenciosa con lo que muestran su aquiescencia. Una vez creado, el cardenal es inmediatamente publicado en el mismo consistorio, o sea se da a conocer su nombre.

En ocasiones Su Santidad toma una decisión personalísima y crea un cardenal in pectore. ¿Qué significa esto?

Que, por causas extraordinarias, se reserva “en la intimidad de su augusto pecho” (77) el nombre de la persona que ha escogido. Determinadas circunstancias de aconsejan, a veces, diferir la publicación de un nuevo cardenal, en cuyo caso el Papa comunica al interesado su creación mediante un billete confidencial o confía su nombre a otros dos cardenales (cuyo testimonio es fehaciente en Derecho). Ello permite que, aun sin haber sido publicado o haber recibido el birrete cardenalicio, el creado pueda disfrutar de todas las prerrogativas del cardenalato y pueda ser admitido a cónclave, lo que no ocurriría si el Papa hubiera observado el más riguroso secreto sin comunicar a nadie su decisión. Al morir, moriría con él su cardenal, su criatura. Cuando, por el contrario, por fin se publica el nombre, el cardenal goza de la antigüedad de la fecha de creación in pectore, correspondiéndole los retrasos de las rentas que le corresponden en tanto Príncipe de la Iglesia. Hasta que murió en el año jubilar 2000, hubo un miembro cuyo nombre fue reservado in pectore por Juan Pablo II en 1979 y publicado sólo en 1991: el Cardenal chino Ignatius Gong Pin-mei, Obispo de Shangai. Se trató entonces del más anciano de sus colegas con 97 años, habiendo sido nombrado obispo nada menos que por Pío XII. El Papa Wojtyla quiso honrar con el cardenalato a este intrépido defensor de la Fe, aunque decidió no publicarlo para no enturbiar las delicadas negociaciones con el gobierno comunista acerca de la cuestión de la cismática “Iglesia Patriótica". Otro cardenal, cuyo nombre se reservó in pectore, fue creado por Juan Pablo II, esta vez en el consistorio del 21 de octubre de 2003; sin embargo, no habiendo trascendido su identidad, la criatura murió con su creador. Se supuso que podría haberse tratado de otro prelado chino.

¿Qué es la entrega del biglietto?

Una vez creado y publicado un cardenal se hace la comunicación oficial al agraciado mediante la consigna del biglietto o notificación escrita. Antes ésta se verificaba en medio de una ceremonia muy protocolaria. Tenía lugar en uno de esos hermosos palacios que son sede de algún Colegio Pontificio o Congregación Romana, cuyo salón se hallaba decorado para la ocasión con tapices y plantas. En medio de una concurrencia escogida, se hallaba presente como por casualidad el neocardenal, que, se suponía, ignoraba su creación (aunque había sido previamente advertido). Al finalizar el consistorio secreto, un prelado era encargado de llevar al interesado, de parte de la Secretaría de Estado, el biglietto en el que se le comunicaba oficialmente la nueva de que su nombre había sido incluído en el de nuevos miembros del Sacro Colegio por voluntad del Santo Padre de concierto con su Senado. El destinatario, recibido el pliego, lo abría y lo daba a un secretario, el cual lo leía en voz alta. El biglietto estaba redactado en latín. Emocionado, el flamante Príncipe de la Iglesia era felicitado por todos los presentes y pronunciaba unas palabras de agradecimiento. Pablo VI simplificó la entrega del biglietto haciéndola colectiva. Todos los creados son reunidos en la misma sala, adonde acude el Secretario de Estado, quien lee en italiano la comunicación oficial. La felicitación corre a cargo del Decano del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede.

¿Qué nos puede decir de la imposición del birrete?

La imposición del birrete marca la entrada oficial en el Colegio Cardenalicio. La ceremonia durante la que este acto tenía lugar antes de las reformas de Pablo VI y Juan Pablo II era realmente imponente. Previamente tenía lugar una imposición privada en consistorio semi-público. Ese día, acudían los nuevos cardenales al Vaticano. Cada uno era acompañado por un maestro de cámara, un gentilhombre de capa y espada y un ayudante de cámara. Todo el grupo, escoltado por la Guardia Suiza, subía a los apartamentos papales y hacía antesala en la Capilla de la Condesa Matilde. Anunciados por el Vice-Prefecto de las Ceremonias, los cardenales iban entrando uno a uno en el Aula Consistorial, donde se hallaba el Santo Padre sentado sobre su trono. Después de hacer las tres genuflexiones de rigor, se arrodillaban delante del trono y besaban el pie del Papa. Este imponía a cada uno la muceta y el birrete escarlata, hecho lo cual, los cardenales se levantaban y, después de besarle la mano, retrocedían manteniéndose frente al trono. El primero de los creados dirigía entonces un discurso de agradecimiento al Pontífice, quien les impartía al final la Bendición Apostólica.

¿Y de la imposición del capelo?

En los días sucesivos, se verificaba la ceremonia solemne de imposición del capelo. Los recién creados prestaban el juramento de fidelidad en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico delante del Cardenal Decano del Sacro Colegio. Poco después, el Papa se revestía en el Aula de los Paramentos e iba en silla gestatoria hasta el Aula de las Bendiciones, detrás del balcón o loggia exterior de la fachada de San Pedro. Allí se sentaba sobre un trono, detrás del cual lucía un tapiz representando a la Justicia y daba comienzo el consistorio semi-público. Los cardenales antiguos le tributaban obediencia. Un abogado consistorial empezaba entonces a perorar una causa cualquiera. En mitad del discurso, el Prefecto de las Ceremonias, interrumpiendo, exclamaba: “Recedant!”(¡salgan!), momento en el que unos cuantos de los cardenales presentes iban en busca de los nuevos. Estos, tras besar el pie y la mano del Santo Padre y ser abrazados por él, eran invitados por el Prefecto de las Ceremonias a arrodillarse delante del trono. Uno a uno se acercaba, vestido de escarlata y de armiño, y recibía de Su Santidad el rojo capelo con estas palabras: “En alabanza de Dios Todopoderoso y para ornato de la Santa Sede Apostólica, recibe el capelo rojo, insignia propia de la dignidad cardenalicia, por la cual se significa que debes mostrarte intrépido hasta la muerte y la efusión de sangre, por la exaltación de la Santa Fe, por la paz y tranquilidad del pueblo cristiano y por el feliz estado de la Santa Iglesia Romana”.

Cuando había impuesto todos los capelos, el Papa regresaba al Aula de los Paramentos, en tanto que los cardenales regresaban en procesión a la Capilla Paulina (78), donde, postrados sobre cojines y con la cabeza cubierta por la capa, cantaban el Te Deum. Al terminar éste, el Cardenal Decano recitaba las oraciones super creatos cardinales y se daba inicio al consistorio secreto en el Aula Consistorial. Los nuevos cardenales iban a arrodillarse ante el trono del Papa, el cual cerraba y abría sus bocas (como símbolo de la obligación del secreto y de la de aconsejar al Papa), les asignaba un título cardenalicio y les entregaba un anillo de zafiro rojo a cada uno. Terminada la ceremonia, iban aquéllos a hacer una visita de etiqueta al Cardenal Decano.

¿Cómo es la actual recepción en el Sacro Colegio?

Ahora, las ceremonias de los consistorios semi-públicos y el secreto se han integrado en una misa concelebrada por el Papa y los neo-cardenales. Estos últimos, tras el Evangelio, se postran en tierra con la cabeza cubierta por la capucha mientras el coro canta las Letanías de los Santos. Al acabar, se levantan y hacen la profesión de Fe, recitando el Credo. Entonces avanzan uno a uno y prometen al Papa obediencia con las manos puestas entre las de El. Al final de la misa, entrega a cada uno el anillo y el birrete, empleando para éste la fórmula tradicional. El capelo cardenalicio ya no existe (79).

Por otra parte, hay que decir que los consistorios ya no están divididos en secretos, públicos y semi-públicos. El nuevo Código de Derecho Canónico especifica que los consistorios son: ordinarios y extraordinarios. Las ceremonias que rodeaban la celebración de estas reuniones del Papa con sus cardenales, ya sensiblemente modificadas bajo Pablo VI, sufrieron con este cambio una nueva reforma.

¿Cuál es el privilegio de los Estados Católicos al respecto?

Existía antiguamente un privilegio propio de los soberanos católicos, que consistía en imponer el birrete a los cardenales nacionales y a los nuncios acreditados ante ellos y distinguidos con la púrpura por Su Santidad. Este privilegio formaba parte en España de lo que se llamó el Regio Patronato (que incluía la presentación de obispos) y estuvo vigente inclusive en el régimen anterior, al reivindicar el Jefe del Estado todos los atributos tradicionales de la Corona de España reconocidos a ella por la Santa Sede. En 1965, Francisco Franco impuso el birrete al Cardenal Herrera Oria y lo mismo hubiera sucedido con el Cardenal Tarancón —obispo presentado en su momento por el Jefe del Estado Español para su preconización— si el Caudillo no hubiera renunciado al privilegio por deferencia a la Santa Sede (80). En Francia también los distintos Presidentes de la República se consideraron sucesores de los Reyes al efecto, inclusive cuando alguno de ellos resultó que era protestante (como Gaston Doumergue). Una vez arreglada la Cuestión Romana, también a Italia acordó la Santa Sede el privilegio de imposición de birrete: la primera tuvo lugar en el Quirinal en 1953, por el Presidente Einaudi al nuncio Monseñor Borgongini-Duca.

Para el caso, el Papa nombraba un ablegado con la misión de consignar el birrete al Jefe del Estado en cuestión. Este prelado, con rango diplomático, era acompañado por un miembro de la Guardia Noble en uniforme, el cual tenía como misión consignar el solideo rojo. Todo se desarrollaba según las reglas de la más estricta etiqueta.

Actualmente, al haber quedado obscurecido el Derecho Público de la Iglesia y haber desaparecido los Estados confesionales católicos, este privilegio ha dejado de existir.

Es muy curioso el tema de las gratificaciones y propinas.

La Sagrada Congregación del Ceremonial tenía impreso un folleto que entregaba al nuevo cardenal con la relación de gastos que debía realizar, en concepto de emolumentos y dádivas, a los miembros de la Corte Pontificia, a Congregaciones Romanas, a la Secretaría de Estado y a otros dignatarios de la Santa Sede. Y todo para festejar su entrada en el Sacro Colegio. En tres momentos debía consignar diversas sumas de dinero: en el momento de su elevación al cardenalato, en el de la imposición del capelo y en el de la toma de posesión del título. Pero antes que nada, la Curia Romana, siempre previsora, ya había obtenido de Su Eminencia una fuerte suma como adelanto para sus gastos de entierro.

Al ser elevado a la sagrada púrpura, el cardenal debía pagar a la Congregación de Propaganda Fide el anillo cardenalicio que ella, por un antiguo privilegio, le proporcionaba en exclusiva. Monseñor Sacrista, el preste, diácono y subdiácono de la Capilla Pontificia, el Secretario del Sacro Colegio, los ceremonieros, el maestro de los cursores apostólicos, el contable del Sacro Colegio, los barrenderos (scopatori) secretos de Su Santidad, los palafreneros, los sediarios y el custodio de los libros de la Capilla Pontificia recibían la primera lluvia de oro que caía de las manos del recién creado (como Dánae la de Júpiter metamorfoseado). Los beneficiarios de la segunda serie de gratificaciones eran ahora: los camareros secretos, los ayudas de cámara, el portador del capelo, los sacristanes, el cochero de la Familia Pontificia, otra vez los barrenderos secretos de Su Santidad, la Guardia Suiza, los cornetas y tambores de la Guardia Palatina, los bomberos y otros funcionarios menores. En fin, el día en que iba a tomar posesión de la iglesia de su título cardenalicio, debía recompensar a aquellos a quienes la misma estuviera encomendada y a todas las Congregaciones Romanas de las que había de formar parte.

Los cardenales sin mayores medios económicos hacían frente a estas “bagatelas” gracias a un adelanto que les hacía el Santo Padre.

En cuanto a los pertenecientes al clero regular, pagaba la orden o congregación. Hoy han desaparecido las tasaciones minuciosas que acabamos de reseñar, pero la costumbre de las gratificaciones persiste, aunque su ámbito es mucho más reducido.

(Continuará…)

Por Javier Navascués

5 comentarios

  
Fulgencio
Me hace gracia esta entrevista a este sacerdote sobre los cardenales, príncipes de la Iglesia, cuando recuerdo perfectamente a este sacerdote en sus tiempos de cura joven pisando platós de TV codeándose con la farándula del momento. En fin, padre Apeles, Dios le bendiga y viva para Dios que la vida se acaba en un periquete y la eterna es muy larga.
01/04/22 9:38 AM
  
Marta de Jesús
Con Fulgencio.

Llegué a dudar de que fuera sacerdote. O mejor dicho, que fuera capaz de seguir siendo sacerdote, codeándose en ese ambiente. Pero quién soy yo para juzgar si también veía esa bazofia. Ahora lo pienso y me da hasta pena la pérdida de tiempo y el riesgo vivido para el alma...
01/04/22 1:33 PM
  
Carlos Dueñas
Interesante entrevista sobre los cardenales. Las antiguas ceremonias barrocas de la Iglesia debían de ser imponentes. En el canal “Ceremoniale romanum” hay vídeos de ceremonias de creación de cardenales, coronación de papas y otros actos. La figura de Pío XII imponía, tan solemne, hierático y algo teatral. En internet hay mucho material.

La película más antigua de un papa es de León XIII, que ya ha llovido, realizada en 1896 por un representante de los hermanos Lumière. En ella el papa más longevo de la historia, fallecido a los 93 años, es ya un anciano nada solemne. De haber seguido siendo papa titular, a sus 94 años Benedicto XVI ya hubiera superado al papa Pecci en longevidad. De León XIII también se conserva grabada su voz rezando el Ave María. En fin, curiosidades. Lo que no es curiosidad es un cónclave de los cardenales para elegir papa, todo un proceso singular con dinámica propia en que interviene un selecto grupo y que marca el devenir de la Iglesia.
01/04/22 4:27 PM
  
Juan Mariner
El Padre Apeles tiene sus luces y sus sombras, pero es un intelectual de primera categoría que los catolicos debemos escuchar.
01/04/22 10:45 PM
  
Proby
El Padre Apeles ha superado ya su etapa "mediática" y ahora se dedica a sus labores sacerdotales.
Además, durante su etapa en televisión no hizo nada que fuera en contra del depósito de la fe. Antes bien, en muchos programas defendía el pensamiento tradicional de la Iglesia al mostrar su opisición a monstruosidades como el aborto. Lo que pasa es que como a veces lo hizo con un cierto sentido del humor, algunos no le tomaban en serio. Pero su valor al meterse en "la cueva de los leones" me parece admirable.
A mí me parecen más peligrosos otros sacerdotes, como el famoso Padre Ángel, el del homenaje a Pedro Zerolo.
13/04/22 10:19 PM

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31.03.22

Gracias Padre José Antonio Fortea por ser tan buen Pastor. Testimonio de Yolanda Fernández García

He considerado oportuno compartir con ustedes el precioso testimonio de conversión de una gran apóstol de la defensa de vida, Yolanda Fernández García. Al ir a entrevistarla sobre su militancia provida, me dijo muy convencida que más bien sentía la necesidad de dar público testimonio sobre el bien que le hizo el Padre José Antonio Fortea en su vida.

——-

Le quiero dar gracias a Dios todopoderoso por poner en mi camino al bendito sacerdote, el padre José Antonio Fortea. (Gracias a sus oraciones y sacrificios, yo he resucitado como Lázaro, porque estaba muerta en vida y he resucitado a la gracia y la luz de la vida).

Un encuentro providencial

Me encuentro en Barcelona hablando con mi cuñado como podíamos ayudar a un conocido que nos dice que escucha ruidos y le pasan cosas extrañas. Mi cuñado me sugiere llevarlo a visitar un exorcista. El tema me apasiona, así que me pongo a buscar por Internet. Allí encuentro una noticia de un exorcismo que han publicado unos periodistas que se han quedado muy asombrados. Se trata del exorcismo de Marta. Allí hablan del exorcista P. Fortea. Busco su teléfono por Internet y lo encuentro. Le llamo y le pregunto si puede atender a este conocido mío y me dice que se encuentra en Barcelona. Llamé a este amigo que necesita ayuda y me dice que no le da tiempo de quedar, así que el padre me sugiere verlo otro día en Madrid (Alcalá de Henares).

Es un 19 de Abril, a las 15h aproximadamente. Mi amigo y yo hicimos un viaje que sin duda nos cambió las vidas para siempre. Cuando me encuentro en la parroquia de Alcalá de Henares veo a un señor muy alto y delgado que lee un libro y da vueltas caminando. Impresiona, lleva una túnica negra y unos zapatos muy brillantes. (Pienso en mi mente, que menuda limpieza les ha pegado) Se trata del Padre J.A. Fortea.

Veo un joven arrodillado. Pensé: ¿Qué hace este joven arrodillado delante de estos ladrillos?).

Bajamos por unas escaleras a un sótano donde hay una colchoneta y las luces se funden. El Padre Fortea tan tranquilo como si nada hubiera pasado nos sugiere subir arriba. Hay una chica con una enorme cruz. El Padre reza por mi amigo y le dice que lo que le pasa es debido a una enfermedad. Luego reza por mí y escucho las palabras: Kyrie eléison, Christe eléison… Noté como un calor entró por mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Me preguntó si noté algo, le dije que notaba calor y me contestó que no me preocupara que eran bendiciones.

Nos recomendó hacer tres cosas: leer los Evangelios, hacer el Rosario diario y asistir a la Santa Misa cada día. Yo le contesté que la Misa estaba muy lejos, el Rosario no lo sabía hacer, y que no tenía ningún evangelio.

Ya nos levantamos para irnos y cuando salgo por la puerta me dice:

Yolanda ya tienes 32 años y ya va siendo hora de cambiar. Me giré de golpe sorprendida y le dije; ¿y usted como sabe mi edad si no se la he dicho? Él me contestó que el mundo espiritual era un misterio y yo lo iba a conocer. Me quedé muy impresionada.

Proceso de conversión

Al llegar a Barcelona me compré un rosario y empecé un poco a seguir sus consejos, tenía una hija y vivía con el padre de mi hija, pero sin casarme, así que un buen día fui a confesarme y el sacerdote no me dio la absolución de mis pecados. Le estoy muy agradecida a este sacerdote del Tibidabo. Aquél día me llegó el verdadero arrepentimiento de mis pecados, pues asistí a Misa pero no podía comulgar y lloraba del deseo que tenía, así que decidí vivir en castidad, como hermanos con el padre de mi hija, se lo dije y él lo aceptó.

Fui otra vez a aquel sacerdote que no me había dado la absolución y le conté que había decidido vivir como hermanos hasta que viera la voluntad de Dios. Esta vez me dio la absolución y me dijo que eso sería muy difícil, pero sonrió y me dijo:

-Adelante.

Luego llamé al padre Fortea y se lo conté y se puso muy contento por la decisión que había tomado.

Ahora voy a Misa diaria y me quedo largos ratos en la adoración y rezo el Rosario diario, también estoy invocando a Santo Tomás de Aquino (he visto en Internet que él tiene el don de la castidad perfecta). Estoy segura de que este santo desde el cielo me ha ayudado a conseguir vivir la pureza.

Le pregunté a Dios si quería que le ayudase en alguna misión y me ha metido en el tema provida. Me siento muy feliz de poder ayudar en algo. He visto cientos de milagros de chicas que estaban pensando en abortar y finalmente han decidido tener el bebé.

Por fin se cual es la voluntad de Dios para mí. Lo he puesto en oración durante años y al fin la sé con total seguridad. Mi guía espiritual, el Padre Fortea, me ha seguido guiando hasta el día de hoy. Me dijo que me casase y que fuese rápido. Le hice caso y me he casado y esa es mi vocación. Cuando le agradezco eso de que fuese rápido porque asistieron mis padres y mis abuelos y al poco tiempo partieron ya al cielo.

Actualmente tengo 5 hijos (de 5 cesáreas) y estoy muy feliz de ser como ese hijo prodigo que ha vuelto a casa y todo se lo debo al instrumento de Dios para mí, a este bendito sacerdote, el padre J.A. Fortea.

Lo he puesto en oración si Dios quería que contase mi testimonio y a pesar de que no tenía ninguna gana sentía que Dios me lo pedía.

Para más confirmación he abierto la Biblia y le he pedido a Dios que me confirme y me ha salido esta lectura:

El Señor se aparece a Pablo

En la noche siguiente se le apareció el Señor, y le dijo, ten ánimo, porque así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, así también lo has de dar en Roma.

Gracias a todos los sacerdotes que, como el padre J. A Fortea, están guiando a este rebaño y lo están acercando a Dios.

Yolanda Fernández García, Barcelona 29-03-2022

10 comentarios

  
Javidaba
¡Bendito sean Dios, y su Santísima Madre, Santa María"
31/03/22 8:37 AM
  
Otro Antonio
Emocionante testimonio, muy cierto, yo mismo he experimentado cosas parecidas. Es realmente conmovedor ser testigo de como la oración y la intercesión de la gracia de Dios, va transformando al alma que perservera ¡Ánimo hermanos! '¿Si Dios Está con nosotros, quién contra nosotros?' 'Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.' Alabado Sea El Señor.
31/03/22 10:22 AM
  
Maria
Me ha emocionado mucho el testimonio, como Dios toca los corazones y este Sacerdote se nota que está lleno del espíritu Santo.
31/03/22 10:34 AM
  
Pep
El P. Fortea es muy, muy, muy buen sacerdote.
Demasiado, para algunos.
31/03/22 12:39 PM
  
Marta de Jesús
Bello testimonio.
Ideal para este tiempo de Cuaresma.

Conversión. Que Dios nos regale conversiones, empezando por la nuestra propia.
31/03/22 3:42 PM
  
Martinna
El P. Fortea no es un cura de tantos que piensan que lo que Cristo hizo fue así entonces para que creyéramos en El y siguiéramos sus enseñanzas, pero que ahora no hay Fe suficiente para hacer lo que nos dice… El P. Fortea y otros si tienen Fe y se dejan llevar por el Señor como El les dice, viven el Evangelio como entonces y como entonces suceden cosas según la voluntad de Dios. La verdadera humildad es atreverse a hacer las grandes cosas que nos prometio que haríamos, pero en el fondo no creemos que cualquiera de nosotros puede hacerlo y no lo hacemos. Luego nos quejamos de que la iglesia no va bien.
31/03/22 4:20 PM
  
Juan Carlos Villaverde

Tu testimonio,Yolanda,es precioso
Confirma el poder de la oración y que él conocimiento de la palabra de Dios en la Biblia, el rosario y la Misa nos llevan a Dios.
Dios hace milagros continuamente a los que acuden a Él
Ahora,tienes la alegría y la verdadera paz de tener al Señor contigo.No hay mayor gozo en esta vida
01/04/22 10:09 AM
  
Juan Carlos Villaverde
Admirable el P.Fortea.Hace tiempo que le sigo.Sus libros,extraordinarios.Y los regala a todo cristiano que los quiera descargar.Gran generosidad, que Dios le resarcirá calmadamente,por el bien que hace
01/04/22 10:24 AM
  
Maria M.
Los sacerdotes TODOS son sólo instrumentos de los que Dios se sirve para realizar sus planes de salvación. Ellos sólo hacen su trabajo y cumplen con su deber. Si cada vez que esto sucede, publicáramos todo lo bueno que hacen, las editoriales no darían a basto. He leído al P.Fortea, pero en algunas cosas no estoy de acuerdo.

El testimonio de esta mujer, me transmite el enorme agradecimiento que siente por su conversión, a través de la cual, ve su salvada su vida.
05/04/22 10:02 AM
  
Neiva Cordeiro Gottschall
HOLA, Yolanda Fernández, hoy te conozco a través de mí amiga Indira Rincón de la RCC, ella me lo indicó para que yo leyera tu testimonio. Por cierto, muy lindo! És bueno ayudar un amigo, y encontrá el Padre Fortea qué le ayudó también. Dios mediante, te felicito y agradezco por ese Testimonio hermoso, porqué eres Provida y te casaste, después de ofrecer junto con tu esposo, la castidad. Qué linda família con sus cinco hijos! También tengo una entrevista de mí testimonio de vida en info.catolica con el Señor Javier Navascues. Muchas gracias, muchas bendiciones y te pongo mí entrevista para usted: https://www.infocatolica.com/blog/caballeropilar.php/2206300108-neiva-cordeiro-publico-su-imp
Gracias, Neiva Cordeiro Gottschall 😘
10/07/22 9:47 PM

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30.03.22

Nace la Milicia de San Luis IX para cristianizar las estructuras sociales con el pensamiento católico

  • Nos complace anunciarles el nacimiento de una iniciativa apostólica en materia social y política. Su propósito es cristianizar las estructuras sociales. Sus medios son la difusión del pensamiento político católico, para su puesta en práctica en la vida ordinaria, y el estudio de las cuestiones de actualidad social.
  • Dirigida espiritualmente por el P. Federico Highton, SE, contará con Raúl Quirós como presidente y con Consuelo Beccar Varela como vicepresidenta. Adrián Bet y Ricardo Ibáñez serán los vocales.
  • Les dejamos con la nota de prensa de la mencionada asociación.

Tenemos el gusto de presentar a la Milicia de San Luis IX, una iniciativa apostólica con la que pretendemos contribuir humildemente a la cristianización de las estructuras sociales. En primer lugar, mediante la difusión de la filosofía y la teología políticas, siguiendo a Santo Tomás de Aquino; en segundo lugar, a través del estudio de aquellas cuestiones que afectan a la vida en sociedad; por último, con la aplicación del pensamiento político católico a la cotidianidad de cada uno.

La sociabilidad es algo connatural al ser humano. Es por este motivo que las actividades que realizamos van dirigidas a todo el mundo, independientemente del nivel académico o actividad profesional de cada cual. Queremos llegar a todos, porque todos vivimos en sociedad y todos participamos de una u otra manera en ella. Cuantas más personas conozcan el orden natural de las relaciones sociales, más humano será el mundo.

Para celebrar esta puesta en escena, hemos organizado un primer ciclo de seis conferencias de actualidad, cuya programación se encuentra en www.mslix.org. Nuestras actividades pueden seguirse on-line y son gratuitas (previa inscripción).

____________________________________________________

Para más información, contáctennos en los siguientes buzones:

(+34) 623 53 77 75

[email protected]

1 comentario

  
Carlos Patricio Guanziroli
Me interesa sobremanera la conversión de la política al catolicismo y como yo la veo la Iglesia ha ido desviando su doctrina santa hacia un socialismo modernoso, que termina considerando a los pobres bienaventurados con los que sobreviven con subsidios a costa de quienes trabajan para lograr su pan y su futuro. La libertad, don de Dios si los hay, es justamente el respeto de nuestra humana voluntad hasta la condenación y debe ser la política católica, que no es la de muchos que dicen ser católicos, incluso jerarquía y no respetan a los demás en sus ideas o costumbres. Por ejemplo el aborto, que quienes los quieren hacer lo hagan y sean responsables de su acción hasta en su costo, y fundamentalmente en el y no nos hagan cómplices a los que pagamos impuestos de su acción que para nosotros es un homicidio. y asi etc. Quisiera saber cuales son las bases economicas y sociales que en esta Milicia se consideran para un militante catolico. Gracias
10/04/22 5:18 PM

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