Daniel Arasa: “Nada de lo que se siembra por Dios se pierde, aunque en la tierra no veamos los frutos"

Daniel Arasa, periodista y doctor en Ciencias Sociales. Padre de siete hijos. Ha publicado más de treinta libros, en su mayoría de historia contemporánea y de temas familiares y educativos. Es presidente de la Plataforma per la Familia y de la Asociacion Cinemanet.

En esta ocasión analiza su último libro ¿Tú por aquí? Conversaciones en el Cielo, una mirada muy lúcida y esperanzadora sobre el destino eterno de los que sean fieles al Señor.

Un libro titulado ¿Tú por aquí?…Hablando con usted me hizo ver que se refería a lo que diremos a aquellas personas que nos encontraremos por sorpresa en el Cielo, después de haber perdido su pista en la tierra. ¿Por qué decidió que esa idea fuese el título de su libro?

A lo largo de la vida nos relacionamos con muchas personas, miles. A muchas de ellas incluso hemos intentado ayudarlas a acercarse a Dios, y ha dado la impresión de que no tuvo efecto alguno. Con las vueltas que da la vida quizás les perdimos la pista y no supimos más de ellos. Pero igual llegamos al Cielo y nos las encontramos. Será una gran alegría, nos daremos un fuerte abrazo y, quizás, descubriremos que aquellas acciones nuestras que parecía que habían caído en saco roto fueron en realidad muy fructíferas. Comprobaremos que “nada de lo que se siembra por Dios se pierde”, aunque en la tierra muchas veces no lo captemos o no veamos los frutos.

Y es de desear, primero que estemos en el Cielo nosotros por misericordia de Dios (pues nadie puede asegurar su propia salvación) y que se salven el mayor número de familiares y amigos. ¿Cómo se compagina este buen deseo de ver a todos en el Cielo con lo que afirma la Palabra de Dios que dice que ancho es el camino de la perdición y muchos van por él?

Desde luego, el ingrediente básico para ir al Cielo es la gracia de Dios. Allí no llegamos nadie por nuestros méritos.

En el libro se habla también del Infierno, del Purgatorio, del Juicio de cada uno de nosotros tras la muerte. No se esconde que unas personas, no sabemos cuáles ni cuántas, van al Infierno porque no se han arrepentido del mal que han hecho. Todos hemos hecho cosas malas y cometido errores, pero Dios nos tiende la mano hasta el último momento.

Cuesta entenderlo, pero quienes van al Infierno lo han escogido ellos, porque la misericordia de Dios siempre está abierta al perdón, por grave que sea lo cometido, pero hace falta que también nosotros demos el paso de arrepentirnos. ¡Es terrible ver y oír a veces en la tele a alguien que declara que no se arrepiente de nada! Todos tenemos mucho de qué arrepentirnos. No solo por lo hecho, sino también por faltas de omisión.

Cristo dijo, ciertamente, que muchos van por el camino de perdición, que es ancho y fácil, mientras al Cielo se va por un sendero arduo. Lo palpamos cada día. Intentar vivir una vida cristiana a fondo exige esfuerzo y renuncias. Buscar una vida cómoda es seguir nuestra propia tendencia. A todos nos tira el hedonismo, el egoísmo, el orgullo, el deseo de ser el centro de todo. Luchar para superarlo es fundamental. Si no damos un viraje con nuestra decisión con auxilio de la Gracia, vamos por aquella autopista que nos lleva a la perdición.

Dios va dando siempre gracias para que podamos cambiar el rumbo. Hace falta tener abierto el corazón a sus inspiraciones. Estoy convencido de que bastantes personas, aunque sea ya en la última etapa de su vida o incluso en el lecho de muerte, mirarán hacia Dios y Él les acogerá.

¿Por qué a sus 78 años prefiere, más que escribir de historia que le apasiona, escribir de temas espirituales, temas esenciales para nuestra fe y destino eterno?

Si Dios me da vida y la mente clara espero poder escribir aún algún libro más de historia, pero en los últimos años he priorizado los referentes a lo espiritual y a aspectos profundos del ser humano. Deseo que mi experiencia y conocimientos puedan ser útiles a los demás para acercarse a Dios, para una mayor intensidad en la vida cristiana, en vivir mejor su matrimonio, en formar mejor a los hijos.

Por ello publiqué A las 9 en la luna, cuyo subtítulo indica que es Unpaseo a través de 50 años de amor imperfecto, explicando y dando algunas ideas sobre la vida matrimonial que puedan servir a otros en su relación y en la vida de familia. Luego en catalán uno titulado Unavi i set supernets (Un abuelo y siete supernietos) con diálogos en parte reales y en parte ficticios con mis propios nietos, contando historias, dando ideas y transmitiendo valores de fondo a los niños.

Más tarde Dios no pide el currículum, como Reflexiones espiritualesde un periodista, muy dirigido a la vida interior, para señalar que al Señor le importa poco que hayamos tenido en el mundo muchos cargos, dinero, honores… y lo que verdaderamente importa es el amor que hayamos puesto en las cosas y entrega a los demás por el Señor. El libro actual, ¿Tú por aquí? complementa a este último.

Y he escrito ya otro, no publicado aún, sobre el trabajo en todos sus aspectos, desde la resolución de las necesidades familiares y ser base del progreso social, hasta el reconocer su dignidad y ser medio de santificación.

¿En cierta manera quiere pasar por el mundo dejando un pequeño legado (aunque haya escrito ya una treintena de libros)?

Sobre todo deseo que pueda ser útil a muchas personas. Me alegraría, por ejemplo, enlazando con el libro ¿Tú por aquí?, que al llegar al Cielo alguien pudiera decirme que haberlo leído le ayudó para acercarse a Dios.

Usted defiende que los católicos debemos hablar abiertamente de la fe sin complejos, sin miedo a ser rechazados o marginados por eso. ¿Cómo se ve ese espíritu en el libro?

Uno de los grandes déficits de los cristianos en España, y en general en Europa, es el estar ausentes de la vida pública. Basta pensar en el Congreso de los Diputados español o en el Parlamento europeo. Cómo se debaten y cómo se votan temas como la eutanasia, el aborto, las leyes transgénero, la ideología de género incrustada en el núcleo de la educación, etc. ¿No hay allí cristianos que con sus palabras y con sus votos rechacen muchas de estas barbaridades?

Otros, aunque no ocupemos cargos públicos, no podemos dejar de ser cristianos en nuestra vida en sociedad. No se trata de estar diciéndolo en cada momento, ni que sea nuestra carta de presentación, pero no debemos temer que se nos “etiquete” de cristianos. Nuestra vida ha de chocar con el ambiente. Aunque no lo expresemos en palabras, muchas veces nuestra forma de actuar será provocadora. Es importante que así ocurra, aceptando que seremos atacados o marginados por parte de no pocos.

Y hablar de las verdades más profundas y trascendentales (muerte, juicio, cielo, infierno) aunque ya no se hable de ellas en la sociedad, ni siquiera en los púlpitos. ¿Por qué es importante hacer caer en la cuenta a la gente que estamos aquí de paso y nuestro destino es eterno?

En el fondo del ser humano hay un ansia de infinito, de felicidad, que no se satisface con las cosas de la tierra, incluso las mejores. Estas nos atraen y entusiasman, pero al poco rato ya necesitamos otra cosa, porque todo nos sabe a poco.

Hoy, apenas se habla de Cielo, de Infierno, de juicio, incluso desde los púlpitos. Hay que volver a hacerlo. Tampoco de continuo, pero sí de vez en cuando. Hay que dar la doctrina de Cristo íntegra, no solo una parte. No tener miedo a las críticas del mundo que niega la trascendencia. Si no creemos en la vida eterna, nuestra fe es vana.

Tampoco los cristianos podemos limitarnos, como se hace a menudo, a la acción social. Esta es maravillosa, y nadie la ejerce tanto como la Iglesia, porque cada parroquia, cada centro católico, realiza una gran labor. Pero la doctrina tiene otros aspectos que no hay que dejar de lado.

Aunque en el Cielo lo esencial es el gozo en Dios, con la Virgen, con los santos… ¿Con qué personajes históricos le gustaría poder conversar ampliamente en el Cielo?

La verdad es que deseo encontrarme con multitud de personajes históricos y poder entrevistarlos para desentrañar asuntos de la tierra que intrigan. Podrán explicarlos sin las limitaciones de la tierra y sin odios.

Por ejemplo, me gustará entrevistar a muchas personas que fueron protagonistas de la Guerra Civil española de 1936-1939, de los dos bandos, y ya reconciliados. Desde masones y comunistas hasta los más radicales del otro bando. De ello hablo en el libro.

O personajes de la Segunda Guerra Mundial, sobre la que he escrito mucho. Le cito por ejemplo al coronel Von Staufenberg, el que puso la bomba para asesinar a Hitler y poder pactar el fin de la guerra. Desentrañar las razones éticas que llevaron a la decisión de realizar un magnicidio que podría haber evitado millones de víctimas.

Otro ejemplo, Lucrecia Borgia. ¿Fue tan criminal como se le atribuye en la historia?

Usted afirma que en el Cielo cada uno podrá desarrollar sus aficiones e inquietudes con plenitud. ¿Hasta qué punto cualquier deseo de armonía, de bien, de belleza… en el Cielo será colmado de forma inimaginable?

San Pablo dice que, “ni ojo vio ni oído oyó” las maravillas que tendremos en el Cielo. Será, como usted dice, la plena armonía, el bien completo, la belleza suma.

Yo me lo imagino, además, como aquel ámbito en el que podremos llevar al nivel máximo lo que nos entusiasmaba en la tierra. A quien le ilusiona el cine, la música o el fútbol podrá estar a tope viendo películas, cantando o jugando, y lo mismo otros con el trabajo, las relaciones de amistad, etc. En mi caso, el periodismo y la historia. Hacer una gran cantidad de entrevistas tanto a grandes santos como a “santos de la puerta de al lado”, como dice el papa Francisco.

Además de los grandes santos que han sido referencias…muchos personajes históricos importantes o grandes según el mundo, igual tendrán en el cielo mucha menos gloria que la gente corriente, patitos feos, según las cortas miras humanas. ¿Cómo le estimula la idea de que en el Cielo todo será diferente a los limitados criterios humanos?

Cristo ya dijo que los que se hacen pequeños son los que irán al Reino de los Cielos. Con seguridad habrá personajes que han sido grandes del mundo, como reyes o presidentes de gobierno, conquistadores de territorios, grandes magnates de las finanzas, científicos famosos, escritores de éxito, artistas de cine mundialmente conocidos, etc., que quedarán por muy debajo de personas que han pasado de incógnito. Madres de familia, obreros sencillos, personas de tribus casi desconocidas, enfermos crónicos de hospitales… porque Dios ve el corazón y las obras de cada uno, y lo fundamental es el amor que hayan puesto en su vida.

Saber esto resulta encantador incluso humanamente, porque es la Justicia de Dios. Algunos tuvieron ya premios en la Tierra, y, aunque se salven, quizás quedarán muy detrás en el Cielo de muchísimas personas sencillas.

Por Javier Navascués

4 comentarios

  
Lucía Martínez
Qué alegría cuando estemos en el Cielo.
14/10/22 3:33 PM
  
Manoletina
Qué entrevista tan bonita!
14/10/22 11:22 PM
  
Maria M.
Me parece muy interesante las cuestiones que plantea en su libro. Siempre he pensado que el Cielo tiene que ser así, que tal cual siembras aquí en este mundo, allí recibirás la recompensa.

Por ejemplo, es un sueño sublime para mi pensar que allí podré reencontrarme con algunas personas cruciales que pasaron por mi vida y no he vuelto a ver más en este mundo.
15/10/22 10:04 AM
  
Marta de Jesús
Dios quiera que nos veamos en algún momento en el Cielo.
15/10/22 5:01 PM

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