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1.12.21

Javier R. Portella analiza su libro El PSOE y la II República: ¿democracia o comunismo?

Javier R. Portella, escritor y editor, es director del periódico digital ElManifiesto.com. Como escritor ha publicado diversas novelas y ensayos, destacando entre estos últimos títulos como Los esclavos felices de la libertad y El abismo democrático, ambos traducidos al francés. En esta ocasión le entrevistamos con motivo de la publicación de su libro El PSOE y la II República: ¿democracia o comunismo?

¿Por qué un libro para cuestionar el carácter democrático del PSOE y la República?

Por una sencilla razón. Está incrustado en nuestro imaginario colectivo una idea tan poderosa como falsa: la Segunda República constituyó un régimen democrático al que, como máximo, se le reconocen algunos errores de detalle. ¡Un régimen democrático, cielo santo!… Un régimen democrático cuando, desde el comienzo —y ya de forma manifiesta, sin tapujos ni caretas, desde la Revolución de Octubre de 1934—, todo lo que hacían sus principales fuerzas, y en primer lugar, el PSOE, era encaminarse a la instauración de un régimen bolchevique: esa “República soviética” de la que hablaba Largo Caballero.

Sobre semejante falacia es sobre la que se sostiene el imaginario colectivo que lo falsifica y pervierte todo: toda nuestra visión del pasado (de la República, de la Guerra Civil y del franquismo) y, por consiguiente, del presente.

¿Cuál es la principal mentira histórica que ayuda a sostener el relato?

O dicho con otras palabras: ¿cómo es posible que siga vigente una falacia —la del carácter democrático de la República— que es tan grotesca como si alguien pretendiera, por ejemplo, que el franquismo fue un régimen de democracia liberal? Se ha podido y se puede mantener porque se sostiene sobre otra falacia mucho más general, por no decir universal. Me refiero a la idea de que la izquierda, haga lo que haga y cuente entre sus dirigentes con cuantos plutócratas se quiera, encarna la bondad, la libertad, la justicia y la defensa de los humildes, mientras que la derecha no liberal, haga lo que haga y defienda lo que defienda, encarna exactamente todo lo contrario.

¿Por qué el PSOE rompió el gran Pacto de la Transición?

Lo rompió porque, en realidad, nunca había creído seriamente en él. Sólo lo había aceptado con la boca chica y porque no quedaba más remedio. En el momento en que el franquismo se autodestruye, la correlación de fuerzas era netamente desfavorable tanto para el PSOE como para el conjunto de la izquierda. Por ello, no les quedó más remedio que simular que también ellos daban el gran abrazo de la reconciliación entre las dos Españas. Un abrazo que hubiese sido real si, absolviéndose mutuamente de lo cometido en la guerra, hubiese dejado a las dos Españas en situación de igualdad.

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30.11.21

El historiador Pedro González Cuevas analiza su último libro Mitos y falsedades del antifascismo

Pedro Carlos González Cuevas es historiador y profesor universitario. Es profesor titular de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento Español en la UNED. Es autor de importantes obras sobre la derecha y el conservadurismo en España y experto en diferentes figuras como Ramiro de Maeztu, Charles Maurras, Carl Schmitt, Maurice Barrès, José Ortega y Gasset o Gonzalo Fernández de la Mora.

En esta entrevista hablamos sobre su libro Mitos y falsedades del antifascismo, en donde explica como la bandera antifascismo (aunque hoy sea irrelevante el fascismo en España) sirve para legitimar el socialismo real y demonizar a los partidos conservadores.

¿Considera que ante la demagogia e ignorancia imperante era necesario un libro como el suyo para desmitificar esa ensoñación llamada antifascismo?

Sí, creo que este libro es necesario como forma de cuestionar y criticar, desde el punto de vista intelectual e historiográfico, uno de los tópicos más recurrentes y falsos no sólo de la cultura política de las izquierdas, sino del progresismo en general., Cayetana Álvarez de Toledo incluida. La estúpida Ley de Memoria Democrática tiene por fundamento historiográfico los manidos tópicos del antifascismo actual. La violenta campaña organizada por las izquierdas contra VOX en las elecciones autonómicas madrileñas de mayo tuvo por base igualmente el antifascismo. Al final, les salió mal la estrategia y el resultado fue catastrófico para el conjunto de la izquierda, pero es de sospechar que en las elecciones generales próximas, que serán sin duda a cara de perro, las izquierdas volverán a utilizar el espantajo antifascista para demonizar, no sólo a VOX, sino al conjunto de la derecha social y política. De ahí la necesidad, en la medida de mis posibilidades, de someter a crítica y contextualizar los fundamentos de este nuevo/viejo antifascismo.

¿Por qué a las izquierdas, empezando por el estalinismo, les ha resultado tan bien identificar al fascismo con la derecha y el capitalismo?¿Por qué esta demagogia sirve para legitimar en la práctica el socialismo real?

El antifascismo comunista fue, de todas formas, como señaló la historiadora Annie Kriegel, un fenómeno intermitente, producto de diversas coyunturas políticas y contextos sociales. En realidad, comenzó con la subida de Hitler al poder en 1933, aunque las diferencias ideológicas del nacional-socialismo con el fascismo italiano eran siderales, y las simpatías de Mussolini iban hacia otras fuerzas políticas alemanas como los Cascos de Acero. Cristalizó en la táctica de los llamados frente populares, sobre todo en Francia y España. Decayó a raíz de la alianza de Hitler y Stalin, con el pacto Ribbentrop/Molotov de 1939. Y resucitó con la invasión alemana de la URSS en 1941. Después de la guerra mundial, el antifascismo fue la ideología oficial de los sistemas comunistas en la Europa oriental y, al menos en parte, de los sistemas liberales en la Europa occidental, sobre todo en Francia, Alemania e Italia; lo cual no impidió la existencia de partidos herederos del nacional-socialismo, como el Partido Nacional-Demócrata y el Partido del Imperio Alemán, o del fascismo, como el Movimiento Social Italiano. En el discurso antifascista de la izquierda comunista, se identificaba el fascismo con la hegemonía del capital financiero y el conjunto de las clases dominantes.

Sin embargo, a partir de los años sesenta y setenta del pasado siglo, como señaló el filósofo italiano Augusto del Noce, el antifascismo experimentó una especie de metamorfosis. Y es que estaba claro que el antifascismo tradicional ya no servía como arma de combate ideológico. Así lo señaló un comunista inteligente, aunque en realidad fuese un reaccionario de izquierdas, el poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini: He aquí por qué buena parte del antifascismo actual…es o bien ingenuo y estúpido, o bien presuntuoso y de mala fe, porque presenta o finge presentar batalla a un fenómeno muerto y enterrado, arqueológico, incapaz de asustar a nadie. Es, en definitiva, un antifascismo cómodo y relajado”. Frente a este antifascismo histórico, surgió lo que Del Noce denominó el “fascismo demonológico”, que se identificaba, ante todo, con la antimodernidad, con la defensa de los valores tradicionales, un fenómeno político-cultural de carácter represivo y reactivo. Umberto Eco lo denominó “Ur-Fascismo” o “Fascismo eterno”. Una interpretación que el historiador Emilio Gentile, máximo experto en fascismo italiano en la actualidad, calificó de “ahistoriológico”, mixtificador, antihistórico. Por otra parte, este nuevo antifascismo tenía como objetivo y función, como denunció el filósofo alemán Peter Sloterdijk, salvar el alma de los comunistas, haciendo olvidar a la opinión pública el genocidio de clase provocado por los regímenes comunistas bajo su égida. El genocidio queda monopolizado por los nazis, aunque el de los comunistas fuese más numeroso y duradero. Hoy, los historiadores proclives a la izquierda suelen definir a los comunistas, no con su denominación tradicional e histórica, sino como “antifascistas”, lo cual parece darles un plus de legitimidad, al menos ante su parroquia. No sería extraño que, al paso que vamos, que ETA fuese canonizada por su oposición violenta al régimen de Franco. Lo estamos viendo. Ya existen libros como el de Ramón Buckley, Del sacrificio a la derrota (Siglo XXI. Madrid, 2021) en esa dirección. El blanqueamiento de Bildu es su traducción política.

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29.11.21

Javier de Miguel analiza los aspectos esenciales del libro De Lamennais a Maritain del P. Julio Meinvielle

Javier de Miguel Marqués (1984) es Licenciado en Administración de Empresas, Graduado y doctorando en Derecho y Máster en Asesoría fiscal. Casado y padre de cuatro hijos, a su carrera profesional como asesor fiscal une una década de estudios privados sobre la Doctrina Social de la Iglesia. También acostumbra al estudio asiduo de las infiltraciones de la filosofía moderna en otros campos distintos de la economía, como la Teología, el Derecho, la política y la pedagogía. En el ámbito editorial, es articulista colaborador en medios como Verbo, Periódico La Esperanza, Empenta y Marchando Religión. Asimismo, en su canal de Youtube aglutina vídeos explicativos de determinados aspectos de moral social cristiana. En esta entrevista analiza el libro De Lamennais a Maritain del P. Julio Meinvielle.

¿Cuál es el doble progreso de la humanidad y el doble cristianismo del que habla el libro?

Lamennais es el prototipo de liberal católico; Maritain va más allá, pues al contrario de lo que se cree habitualmente, es, ante todo, un progresista, y no precisamente moderado. El gran drama de las teorías de estos dos autores es que pretenden un cristianismo puramente naturalista, dando carpetazo a la bíblica y tradicional dicotomía Iglesia-mundo, entendiendo este último, no como el simple contexto secular en que se desarrolla la historia sostenida por la Providencia, sino como el mundo caído y corrompido por el pecado. Por eso, como dice el propio Maritain, “No es sobre el cristianismo como credo religioso y camino hacia la vida eterna la cuestión que aquí se plantea, sino sobre el cristianismo como fermento de la vida social y política de los pueblos y como portador de la esperanza temporal de los hombres”, “energía histórica accionando en el mundo”, al servicio de la evolución de los pueblos”.

¿Cuál sería la fe básica común naturalista?

Maritain tuvo un peso no despreciable en la redacción de la Declaración de Derechos Humanos de 1948. Por supuesto, en su “cristiandad” naturalista, la libertad de conciencia es un derecho básico e inviolable. Lo mismo con las libertades lamennaisianas, que son las libertades liberales condenadas por la Iglesia: de religión, prensa y palabra.

Por otro lado, Maritain abraza un falso providencialismo, cuando defiende que la revolución liberal y anti-cristiana, en cuanto permitida por Dios, ha de proveer necesariamente de bienes mayores fundados precisamente en esa misma revolución. El P. Meinvielle, en otra obra, nos recuerda “que haya una ley divina que permite el mal en vista del mayor bien no se sigue que necesariamente todo progreso del mal que se cumpla en la tierra debe tener también un correspondiente progreso del bien cumplido en la tierra”.

Para Maritain, el Evangelio se pone al servicio de fines meramente naturales, arrancándolo del orden de la Gracia. Es una fe mundana y puramente terrenal, en el progreso del hombre, con el cristianismo naturalizado como motor.

¿Cuál sería por tanto para Maritain la nueva cristiandad, la ciudad natural?

Como el propio Maritain define, es “el nombre profano del ideal de cristiandad”, “un mundo de hombres libres, penetrados en su substancia profana por un cristianismo real y viviente, un mundo donde la inspiración del Evangelio oriente la vida común hacia un humanismo heroico”. Es decir, una ciudad que ignora su estado caído, pues confía en sus propias fuerzas, para dar a luz un ideal que ni siquiera es cristiano. Ya no hablamos siquiera de un mal medio para un buen fin. Tanto los fines (ciudad profana, no cristiana), como los medios (propias fuerzas humanas) están gravemente desviados de la doctrina cristiana.

El Papa Gregorio XVI, reprueba en Mirari Vos “los deseos de aquellos que intentan separar la Iglesia y el Estado y romper la mutua concordia del sacerdocio con el imperio. Consta en verdad, que los amadores de la falsa libertad se estremecieron ante la concordia, que siempre dio magníficos resultados, entre las cosas sagradas y civiles”. Esta reprobación es perfectamente reproducible en el caso de Maritain.

¿Quiénes serían, por tanto, los constructores de la nueva cristiandad?

El P. Meinvielle afirma agudamente que, mientras que “La ciudad cristiana es obra del Estado –entendido latu sensu como autoridad política, no como Estado moderno- y de la Iglesia felizmente concertados”. Pero Maritain concibe una ciudad meramente temporal, que incumbe exclusivamente a los laicos, no desempeñando la Iglesia ningún papel en la misma, y contradiciendo así la afirmación de San Pío X, “No se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la sociedad si la Iglesia nο pone los cimientos y dirige lοs trabajos”. La nueva cristiandad, así, se auto-santifica. La Gracia se convierte en la “energía interna”, es decir, es inmanente y procede del propio hombre.

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27.11.21

Mikel Navarro: “En El Carlista muestro el poder de la fe frente al poder económico que todo lo arrasa”

Rodado en lugares tan emblemáticos como Baigorri, Montejurra o el Santuario de la Virgen de Mendía en Arróniz nos encontramos ante un cortometraje, que no está pasando desapercibido por todos los valores católicos que representa y su poderosa carga emotiva. Una historia de ficción apasionante que nos trae un mensaje de esperanza para nuestros días. Nos hemos puesto en contacto con el director del mismo, Mikel Navarro Ayensa, para reflexionar sobre su contenido.

Usted, a pesar de su juventud atesora una rica trayectoria como periodista y escritor. ¿Podría hacernos un resumen de lo más reseñable de la misma?

Lo primero muchas gracias por su interés en nuestro trabajo. Respecto a mi trayectoria, el cine y la comunicación han sido siempre mi gran pasión. Llevo haciendo radio desde hace veinte años, escribiendo para medios de comunicación desde hace quince y desarrollando mi labor como crítico de cine, en Cope Navarra, desde hace diez. Mi familia siempre fue clave en mi interés por el séptimo arte, mi abuelo conoció a Barbara Stanwyck e Ingrid Bergman y crecí escuchando sus anécdotas. Mi padre, gran cinéfilo, hizo que me interesara todavía más en esto del celuloide y mi madre me inculcó desde muy pequeño la lectura.

Profesionalmente me marcó dirigir el espacio radiofónico Clásicos del cine en Radio Universidad de Navarra, en donde aprendí muchísimo. Hoy en día escribo para revistas como Muy Historia en donde publicaremos próximamente un libro sobre el sitio de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial. He publicado seis libros, cinco en colaboración con otros autores: Hay otros mundos pero están en éste (Ed.Cydonia 2013) 50 lugares mágicos para enamorados en España(Ed. Cydonia, 2015), Bajo el cielo mítico de Madrid (Univ. Pontificia Comillas, 2019), La cultura española a través del cine (Univ. Pontificia Comillas, 2021).

En mayo de 2018 publiqué mi primer libro en solitario Misterios de cine de Ediciones Oblicuas. A partir de 2019 me puse detrás de las cámaras con The Blackout (El Apagón) que ha derivado en un libro solidario, con el mismo título, publicado recientemente por Ediciones Cydonia. Fui seleccionado en 2019 para el concurso de cortometrajes de RTVE por Duply y posteriormente realicé La mamá del sol, una obra basada en la leyenda sarda La mamma del sole. En 2021 escribí y dirigí El trabajo,cuarto cortometraje que explora la frontera entre la vida y la muerte que, de nuevo, se publicó en la web de RTVE. En la actualidad estamos en plena vorágine con el estreno de El Carlista.

¿Por qué decidió realizar un cortometraje con el título el carlista?

Es algo que tenía en mente desde hacía tiempo, la realización de un western foral. Tenía muchas ganas de contar una historia de ficción en base a nuestro rico legado. Llegó la llamada de Navarra Tierra de Cine, la productora impulsora del proyecto y no lo dudé, me puse a escribir El Carlista. No hace falta fijarse en lo de fuera, tuvimos nuestra propia “guerra de secesión". Los norteamericanos han potenciado sus historias siendo mucho más pobres que las nuestras. Debemos sacar potencial a nuestra historia, además de reivindicar nuestra cultura y acabar con la dichosa leyenda negra. Apenas había nada en torno a las guerras carlistas y era el momento de colocar esa parte de nuestro pasado en la más absoluta actualidad, con énfasis y con orgullo. Cambias sombrero por boina roja y tenemos nuestra propia película del oeste, en el oeste de Navarra, en Arróniz.

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26.11.21

Manuel Acosta: “La visión peyorativa medieval fue una obra de ingeniería social urdida por la Ilustración”

Manuel Acosta Elías es licenciado en Geografía e Historia, máster en literaturas hispánicas, doctor en filología hispánica y tiene nivel superior de catalán. Es diputado de Vox en el Parlamento de Cataluña. En esta entrevista, como experto en estudios medievalistas, analiza con objetividad las características esenciales de la sociedad medieval.

¿Por qué decidió especializarse en estudios medievalistas? ¿Qué es lo que más le atrajo de este período?

La inquietud por la historia, su atracción, me interpela desde niño. El punto de inflexión, sin duda, para decidirme a estudiar la carrera de Historia radica en el influjo de Jesús Fernández, un excelente profesor que me encandiló con su maravillosa forma de explicar la Historia en el colegio, en la que combinaba elocuencia y pedagogía.

¿Por qué me decidí a estudiar la Edad Media? Mi carácter inconformista me impulsó a reflexionar sobre el menosprecio, el denuesto constante del Medievo por parte de los agentes del pensamiento único o de lo políticamente correcto (escritores, cineastas, comunicadores o políticos). Al estudiar rigurosamente la época medieval hallé todo un magnífico acervo civilizador que cimentó una sociedad altamente avanzada como fue la medieval.

Una época que fue sin duda el gran esplendor de la cristiandad.

Como en cualquier época de la humanidad, se conjugaron luces y sombras. La Iglesia, no ajena a la sociedad ya que es una institución conformada por hombres, también se vio afectada por momentos de esplendor y de regresión en su misión de salvación de las almas. No obstante, la sociedad medieval estaba fundamentada en Cristo: los gobernantes, las instituciones, las leyes, las costumbres, el arte y la economía respetaban los principios universales de la Iglesia Católica.

¿Por qué nos la presentan como una época bárbara y oscura?

La visión peyorativa de la época medieval fue una obra de ingeniería social, una calumnia -un fake, diríamos hoy- urdida por la Ilustración, por el liberalismo relativista promotor de la Revolución Francesa, con la intención de denostar y destruir la sociedad medieval de base cristocéntrica, fundamentada en la Ley Natural, en la existencia de verdades absolutas.

¿Cómo se puede refutar esta leyenda negra sobre la etapa más esplendorosa de la cristiandad?

Estudiando la historia, sin apriorismos, con espíritu crítico. De este modo descubriremos personajes protagonistas en la difusión de esta patraña liberal como Washingtown Irwing, quien en su novela La vida y viajes de Cristóbal Colón propagaba en 1828 que durante la Edad Media el retraso intelectual y científico era de tal envergadura que, por ejemplo, se creía que la Tierra era plana. No obstante, lo cierto es que en la Edad Media se sabía perfectamente que la Tierra era redonda: Tolomeo en el siglo II, Sisebuto y el Venerable Beda en el VII, Ahmad al-Farghani en el IX, Francis Bacon y Tomás de Aquino en el XIII, entre otros, lo demostraron científicamente.

¿Cuál es el principal legado de esta época que nos ha llegado hasta nuestros días?

La Verdad, la Belleza y el Bien. Es decir, los sólidos cimientos necesarios para construir una civilización capaz de ofrecer a las personas el bienestar común en plenitud, tanto material como espiritual.

Lamentablemente, nuestra actual sociedad está substituyendo la roca firme por arena. Por eso el edificio se desvanece a pasos agigantados por el hedonismo, el materialismo, la hipersexualización, las pasiones desordenadas, la subversión de la naturaleza humana…

La Iglesia tuvo un papel decisivo en la creación de las Universidades. ¿Por qué no se resalta?

Efectivamente, la institución destinada específicamente a crear la ciencia y a difundir la cultura superior, la Universidad, nació en la Cristiandad medieval al albur de los colegios catedralicios, alcanzando reconocimiento público inmediatamente. Inicialmente se la denominó studium generale, al impartir las siete artes liberales en general y como consideración a su carácter de corporación de maestros y alumnos. Sin embargo, en el contexto europeo medieval, la denominación universidad se fue imponiendo debido a su espíritu universalista, supranacional, ya que maestros y estudiantes circulaban libremente por las universidades europeas teniendo en cuenta el prestigio de la entidad, así como sus propios intereses y posibilidades.

Para los que pretenden construir, desde hace tres siglos, una sociedad de espaldas a Dios, resulta muy incómodo reconocer que la ciencia y la cultura avanzaron gracias al mecenazgo e impulso de la Iglesia Católica.

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