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14.12.20

Una parroquia sin confesión está muerta. Daniel Arasa habla del daño que causa el hedonismo y la pérdida de sentido de pecado en la sociedad

Daniel Arasa, periodista y doctor en Ciencias Sociales. Padre de siete hijos. Ha publicado mas de treinta libros, en su mayoría de historia contemporánea y de temas familiares y educativos. Es presidente de la Plataforma per la Familia y de la Asociacion Cinemanet. Hablamos con él sobre el mal que ha traído el hedonismo a las sociedades occidentales y el gran drama de la pérdida del sacramento de la confesión en muchas parroquias.

Alfonso Guerra dijo que a España no la iba a reconocer ni la madre que la parió, después de la revolución cultural que tenía prevista el PSOE y así fue.

Efectivamente los gobiernos socialistas influyeron en algunos cambios importantes que ha habido. De todas las maneras el gran problema es el hedonismo que no deriva directamente de los gobiernos de ningún tipo sino que viene de mucho antes. Recordemos los años 60 teníamos a filósofos como Marcuse, anteriormente Freud, Simon de Beauvoir, con el feminismo radical que planteaba, después de la revolución del 68 que trae un ataque directo a todos los valores básicos de la familia, de la sexualidad…

Todo esto ha ido influyendo de una forma continuada. Luego los gobiernos llegan a plasmar todo esto en leyes, pero en realidad lo peor es el hedonismo. Yo he escrito en un libro recientemente: ¿Sobrevivirá Polonia al hedonismo? Un país que resistió a la persecución de nazis y comunistas, a la división del país…y sin embargo continuó siendo muy un país muy católico. Pero hoy que he estado yo en Polonia veo algunos brotes de algo más negativo, el hedonismo, que se está desarrollando mucho. El gran problema que tiene el hedonismo es que va erosionando a la persona, la va quemando por dentro, es una voz que te dice: vive bien, no te prives de nada, adelante….

Y se empieza por no tener hijos, porque los hijos en las familias son una perturbación para poder viajar, para poder salir, pero sin embargo no deja de haber relaciones sexuales. Por tanto, se pervierten las relaciones sexuales, que deben estar abiertas a la vida. Y esto se aplica a todo tipo de placeres. Llega un momento en el que como la gente deja de actuar según los principios cristianos, empieza a vivir de otra manera y acaba pensado como actúa. Y por eso llegamos a una situación extrema de vivir una vida, no precisamente cristiana.

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