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20.08.20

El conceptualismo y el nominalismo establecen la filosofía inmanentista de la Modernidad

En estos tiempos en donde la confusión y el error ponen en peligro la salvación de nuestra alma es muy importante que los católicos nos formemos de manera sólida y recta, con una buena filosofía y teología. Es algo muy saludable para nuestra santificación y para llevar a muchas personas a Dios. Si no estamos bien formados en los grandes ideales católicos es muy fácil caer en el indiferentismo religioso o dejarse seducir por las ideologías e incluso por las sectas.

D. Fernando Suárez, profesor de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, es licenciado en Historia. Imparte clases de Perspectiva Filosófico-Pedagógica y Epistemología e Historia de las Ciencias Sociales. Nos explica en esta entrevista los criterios para discernir entre la recta filosofía, que nos lleva a Dios, de las ideologías que ciertamente nos alejan de él y son un gran obstáculo para nuestra salvación.

¿Por qué toda sabiduría humana dimana de la Sabiduría Eterna?

Saber es algo profundo. Un animal, por ejemplo, conoce; pero es completamente incapaz de sabiduría. Por su parte Dios es el infinitamente sabio. El hombre, entonces, gracias a su capacidad de apertura al ser, tiene una tensión hacia el saber total. Por ello se equivocaba Kant cuando pretendía recortar las pretensiones de la razón más allá de lo empírico. El hombre puede y desea conocerlo todo. Por supuesto, nunca tendrá en stricto sensu la categoría de sabio, y esa es la razón por la que, interrogado por el tirano Leonte acerca de su oficio, Pitágoras le contesta: Sabio no soy, sino filósofo. Es decir, soy un amante del saber. Esto explica la relación de la Filosofía con la Sabiduría como una pasión nunca satisfecha de conocer la verdad.

Este hecho nos ilustra sobre la dependencia del filósofo con respecto a las verdades divinas. Ni siquiera el filósofo más ateo puede abandonar la tópica teológica en sus consideraciones, que es la cúspide del saber (Aristóteles, Metafísica). Nietzsche y Sartre, cuyas filosofías podrían calificarse más apropiadamente como discursos ideológicos, están obsesionados con la existencia de Dios, y todo su esfuerzo se encuentra en derivar su “filosofía” a una Antiteología. Sartre lo dice expresamente: parto de la base de que Dios no existe. El existencialismo ateo que yo represento es más coherente que el pensamiento de tantos otros, afirma, y esta coherencia significa que la inexistencia de Dios implica la total libertad del hombre. Gravísimo error que Sartre pagó con la pérdida total de su libertad personal, la esclavitud de todos los vicios y una muerte miserable, como atestiguó su inseparable compañera Simone de Beauvoir en Las ceremonias del adiós.

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