El liberalismo concede los mismos derechos al error que a la verdad

El liberalismo es una de las ideologías más deletéreas para la religión católica, la única verdadera, puesto que concede los mismos derechos al error que a la verdad.
La libertad de cultos, hoy tan ensalzada por los modernistas, fue rotundamente condenada por el Magisterio de la Iglesia. Numerosos Papas nos advirtieron de sus graves peligros, entre ellos León XIII en laencíclica Libertas praestantissimum sobre la verdadera libertad frente al liberalismo.
Javier Martínez, licenciado en Filosofía y padre de familia, ha estudiado en profindidad la mencionada encíclica. Siguiendo la solidísima doctrina de este Pontífice, de feliz memoria, expone lo dañino que es conceder derechos al mal y al error. Teniendo como base un profundo razonamiento filosófico y teológico, denuncia el gravísimo cáncer del liberalismo y una de sus funestas consecuencias: la libertad de cultos.

Doy infinitas gracias a Dios por el don de la Fe, que es lo más grande que tenemos y requisito indispensable, junto con las buenas obras, para alcanzar la vida eterna. cuando la muerte llamó a su puerta: “Me voy a la nada”. ¡Qué profunda tristeza!. Me parece desgarrador que alguien pueda pensar que va a la nada, al no ser, un viaje sin retorno a ninguna parte. Y absurdo el argumento del ateo de que no se va a enterar. Precisamente eso es lo terrible. El que ama la vida anhela la inmortalidad.
Muchos católicos, probablemente de buena fe, tienen una idea sincretista del ecumenismo, algo que no es recto, pues en el sincretismo hay un claro y grave menoscabo para la religión verdadera. De manera sutil se sitúa al mismo nivel a la Iglesia Católica y a las falsas creencias, un grandísimo agravio para la verdadera Iglesia de Cristo. En la práctica es bajar penosamente el listón, claudicar miserablemente ante la mentira, convivir con la falsedad, callar cobardemente aquellos puntos de la doctrina verdadera que puedan escandalizar a los que están en el error. Pareciera incluso que la Iglesia Católica se avergüenza de ser la única verdadera e incluso parece pedir perdón por existir.





