Comunión con el Papa, comunión con Cristo

En el día en que finalmente fue realizado el nombramiento de Monseñor Ranjith como Primado de Sri Lanka y del Padre Augustin Di Noia O.P. como nuevo Secretario de la Congregación para el Culto Divino, ofrecemos una hermosa homilía pronunciada por el Cardenal Ratzinger en 1977 en la que pone de relieve la profunda unidad entre Liturgia, Eucaristía y comunión con el Sumo Pontífice.

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En la plegaria fundamental de la Iglesia, en la Eucaristía, el corazón de su vida no sólo se expresa sino que también se realiza día a día.


La Eucaristía, en lo más profundo de sí, está vinculada solamente con Cristo. Él ora por nosotros, pone su oración en nuestros labios ya que sólo Él puede decir: esto es mi cuerpo, esta es mi sangre.


Nos atrae dentro de su vida, en el acto del amor eterno en que Él se entrega al Padre, de modo que nosotros, junto con Él, nos entreguemos también al Padre y así recibamos en don precisamente a Jesucristo. La Eucaristía es, por lo tanto, sacrificio: entregarse a Dios en Jesucristo y recibir así el don de su amor.


Cristo es el que da y, al mismo tiempo, el don: por medio de Él, con Él y en Él, nosotros celebramos la Eucaristía. En ella, está continuamente presente y verdadero lo que dice la epístola de hoy: Cristo es la cabeza de la Iglesia, que Él adquirió mediante su sangre.


Al mismo tiempo, en cada celebración eucarística, siguiendo una antiquísima tradición, decimos: nosotros celebramos con nuestro Papa…


Cristo se da en la Eucaristía y está presente todo entero en cada lugar y, por eso, el misterio total de la Iglesia está presente dondequiera que sea celebrada la Eucaristía. Pero Cristo es también, en todo lugar, una única persona y, por eso, no se lo puede recibir contra los otros, sin los otros.


Precisamente porque en la Eucaristía está Cristo todo entero, indiviso e inseparable, precisamente por esto, se da razón de la Eucaristía sólo si se la celebra con toda la Iglesia. Nosotros tenemos a Cristo solamente si lo tenemos junto a los otros.


La Eucaristía es el sacramento de la Iglesia porque está vinculada solamente con Cristo. Y, por esta razón, sólo puede ser abordada en la unidad con toda la Iglesia y con su Autoridad.


Por eso, la oración por el Papa forma parte del canon eucarístico, de la celebración eucarística. La comunión con él es la comunión con el todo, sin la cual no hay comunión con Cristo.


La oración cristiana y el acto de fe implican el ingreso en la totalidad, la superación del propio límite. La liturgia no es la iniciativa organizada de un club o de un grupo de amigos; la recibimos en la totalidad y debemos celebrarla a partir de esta totalidad y en referencia a ella.


Sólo entonces nuestra fe y nuestra oración se realizan del modo adecuado, cuando viven continuamente en este acto de superación de sí, de auto expropiación, que llega a la Iglesia de todos los lugares y de todos los tiempos: ésta es la esencia de la dimensión católica.


Se trata precisamente de esto, cuando vamos más allá de nuestra pequeña realidad, estableciendo un vínculo con el Papa y entrando así en la Iglesia de todos los pueblos.

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Fuente: Papa Ratzinger Blog


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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