Munilla, el aborto y el progreso

Monseñor Munilla es un obispo valiente, capaz de exponerse a los ataques más furibundos por orientar a sus fieles rompiendo el silencio cómplice. Siempre fiel al Evangelio y al Magisterio, somos muchos quienes nos hemos beneficiado grandemente de sus programas en Radio María. Las contadas ocasiones en las que le he podido escuchar en directo me han confirmado en su solidez, al tiempo que descubría un obispo muy cercano, que escucha y entiende el mundo en que vivimos.
En estos tiempos en que muchos, malinterpretando al Papa, creen que hay que mirar hacia otro lado cuando se trata del asesinato de los no nacidos (a decir verdad, quienes así se excusan nunca se han enfrentado a esta gran lacra), Monseñor Munilla sigue hablando del asunto. Y lo hace con la claridad que los cristianos, y todos los hombres de buena voluntad, nos merecemos. Así, Mons. Munilla recuerda, en una reciente entrevista, que “la vida comienza con la concepción y eso sería importante recordárselo al señor presidente del Gobierno. Es terrible que el amparo de la vida dependa de un consenso.” Por todo ello, creo que hay que estarle agradecido a Mons. Munilla; necesitamos como agua de mayo voces como la suya.


La cuestión no es baladí, pues Estados Unidos nació con un marcado carácter puritano, un ambiente en el que todo lo que oliera a papista era considerado ajeno y pernicioso. La influencia ilustrada y masónica posterior tampoco consideraba que la Iglesia católica pudiera ser tolerada en igualdad de condiciones que los credos protestantes.
Las descalificaciones que los partidarios del matrimonio (sin adjetivar, matrimonio, según la RAE “unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales”) en Irlanda han recibido me han hecho pensar en el creciente clima de intolerancia hacia los que nos aferramos al significado de las palabras.