La poesía de Alberto Fadón
No soy un gran lector de poesía, así que no se asusten ni piensen que voy a hablarles de un libro sólo al alcance de rapsodas y gente de una extrema sensibilidad a flor de piel. Aunque de vez en cuando leo poesía y, será cosa de la edad, cada vez descubro más joyas.
No sé muy bien cayó en mis manos el otro día un libro titulado Príncipes y principios, firmado por Alberto Fadón. No conocía al autor y el título, si bien combina dos vocablos que cuentan con todo mi afecto, tampoco me parecía muy estimulante. Pero lo bueno de los libros de poesía es que no suelen ser muy largos, así que lo dejé en mi mesita de noche. Pasados unos días decidí echarle un vistazo… ¡y menudo descubrimiento!
Lo primero, las tres breves citas que encabezan el libro: Gracián, Foxá y Dante. Como carta de visita no está nada mal, pensé. El primer poema es como una descarga eléctrica. Se titula “Yo, poeta reaccionario” y acaba proclamando que “ya es tarde para no ser poeta reaccionario”. Magnífico.
Luego fui leyendo, poema tras poema, y me fui entusiasmando. Sí, era eso, aquello que yo pensaba pero mucho mejor dicho. O sí, esto no lo había pensado, pero qué verdadero. Qué maravilla, y qué sorpresa, además, proviniendo de alguien alejado en edad pero con quien se establecen rápidas afinidades.
No esperen de mí una sofisticada crítica. Lo que me sale, más bien, es copiar los que yo considero los textos más felices, pero no es plan de transcribir medio libro. Así que dejaré aquí unos pocos apuntes.
La presencia de Chesterton. La espléndida poesía protoconyugal. Si Enrique García-Máiquez es maestro en eso de la poesía conyugal, Alberto Fadón nos deja algunos de sus más bellos poemas alrededor de lo que aún no lo es pero ya se intuye. ¡Qué jugoso filón!
Y hablando de García-Máiquez, su Ejecutoria también está muy presente aquí. Y Dante. Y García Morente, con quien prefiere servir a príncipes antes que a principios. Y la vida común, incluso rutinaria, sin gestos estridentes. O el desternillante “Yo es que soy más de John Ford”, que a mí me ha parecido que es de la familia del Political Incorrectness de Luis Alberto de Cuenca. Y Gómez Dávila (insisto, ¡menudos compañeros de viaje se ha elegido Fadón!). Y los fueros, que pueden haberse visto reducidos al trozo de playa del que se enseñorean nuestras toallas. Y España, con amor y dolor. Y la luz. Y esa religiosidad que nos habla de la presencia alegre de Dios en nuestras calles, en nuestras vidas.
Creo que es suficiente para que entiendan mi entusiasmo.
Acabo, esta vez sí, copiando unos versos, certeros como ningunos, que sin yo haberlos leído ahora me doy cuenta que han guiado mi vida:
Rogad por una prole luminosa
y nada postmoderna,
que no pretenda redimir al Hombre
y escupa a su vecino;
rogad para que admiren
y sean admirados.
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