Confesiones en la JMJ

El penitente que pensaba encontrarme era semejante al peregrino de Santiago de Compostela. No fue así, porque lo que me vino con frecuencia era el madrileño que llevaba varios años sin confesarse, pero no demasiados.

Desde el momento que se anunciaron las Jornadas Mundiales de la Juventud fui consciente que allí tenía el deber de ir a confesar para echar una mano para el buen éxito espiritual de las  Jornadas. Estuve por tanto en el Retiro ya desde el martes 16, día de mi llegada a Madrid, miércoles, jueves y viernes. A ojo calculo que estaríamos normalmente una media de cuarenta a ochenta sacerdotes, número que se incrementaba con el llegar de las horas de la tarde, con un máximo que superó los doscientos confesores a última hora del viernes.

Los confesonarios me parecieron bien diseñados para que al menos tuviéramos sombra. Estábamos bien atendidos por los voluntarios de agua y también se nos ofrecía fruta. En cambio la rejilla no me ha gustado porque no se podía ver al penitente. Me gusta tener una idea de a quien estoy confesando, especialmente desde una solemne metedura de pata que tuve en una de mis primeras confesiones de joven. Después de decir sus pecados le pregunto a la mujer: “¿qué tal te va con tu marido?”. Oí una respuesta horrorizada: “pero si tengo doce años”. Todavía recuerdo que lo que pensé fue un “Tierra, trágame”.

El penitente que pensaba encontrarme era semejante al peregrino de Santiago de Compostela. No fue así, porque lo que me vino con frecuencia era el madrileño que llevaba varios años sin confesarse, pero no demasiados. Es decir católicos que lo siguen siendo, pero que tenían las prácticas de piedad y en especial la confesión un tanto descuidadas y que aprovechaban la ocasión para reconciliarse con Dios y con la Iglesia. Pero ante mi pregunta de qué tal iban desarrollándose las Jornadas, la inmensa mayoría, posiblemente todos, tanto nacionales como extranjeros, estaban encantados de su desarrollo.

            Y ahora voy a aclarar un tema sobre el que creo hay bastante confusión: el cardenal Rouco autorizó a cualquier sacerdote durante la JMJ a perdonar abortos sin tener que recurrir a él o al penitenciario de la diócesis. Quiero aclarar que en circunstancias normales la cosa es más sencilla de lo que parece. Antes de que fuera penitenciario, cargo con el puedo perdonar también este tipo de pecados sin recurrir a mi Obispo de quien soy su delegado en estas cuestiones, lo que hacía era lo siguiente: le daba la absolución, le permitía ir a comulgar ya en esa Misa, porque la Iglesia siempre ha tenido un cuidado exquisito en proteger la reputación de sus penitentes, pero le decía lo siguiente: como es un pecado reservado al Obispo, no le puedo poner la penitencia, por lo que Vd. debe volver aquí dentro de dos semanas, plazo que me daba un tiempo cómodo para poder conectar con el obispo, y al Obispo le decía: “tengo un caso de aborto junto con algún pequeño detalle que no ponía en peligro el secreto sacramental (por ejemplo si era hombre o mujer y su grado de colaboración con el aborto)” y luego me decía la penitencia que debía imponerle y que después yo transmitía al penitente. Recuerdo un obispo que solía decirme: “Pónsela tú mismo, que conoces mejor el caso”, por lo que le dije: “¿No puedo yo imponerle directamente la penitencia?”. Su contestación fue: “No. Eso no puedo autorizarlo”. Hay otros pecados, gravísimos, que están reservados a la Santa Sede. En este caso el trámite es el mismo, sólo que hay que escribir a la Sagrada Penitenciaría de Roma. En mi vida sólo he tenido un caso, y la inmensa mayoría de los sacerdotes ninguno. La Penitenciaría tiene por norma contestar a vuelta de correo. La penitencia que pusieron me pareció bastante razonable. Por si alguien tiene un caso de éstos le aviso que me contestaron en latín. Dado que muchos curas hoy no tienen ni idea de esa lengua conviene que pidan expresamente que lo hagan en su lengua.

Entre los penitentes abundaban mucho los católicos practicantes que deseaban no sólo ganar la indulgencia plenaria, sino también comulgar con el alma más limpia que de costumbre en la Misa del Papa. Lástima que debido al desastre de la tormenta no les fuera posible, pero recordemos que Dios escribe derecho con renglones torcidos. En la Penitencia solía incluir el rezar por el éxito espiritual de las Jornadas. Sobre las vocaciones debo decir que si bien es indiscutible que muchos de los jóvenes que, arrastrados por la oleada de entusiasmo han pensado que podían ser sacerdotes o religiosas no lo serán, sin embargo también es cierto que Jornadas así han sido una fuente de vocaciones y que conozco varios sacerdotes que lo son gracias a ellas.

Espiritualmente se me puso la carne de gallina cuando vi a más de un millón de jóvenes rezar en absoluto silencio durante la adoración al Santísimo, la inmensa mayoría de rodillas. La alegría y felicidad de los jóvenes era ciertamente contagiosa, y desde luego quien haya estado presente no creo pueda decir que el Cristianismo y en especial el Catolicismo es una religión para amargados. “Estad siempre alegres (1 Tes 5,16), nos manda San Pablo. Uno de los gritos más frecuentes de nuestros jóvenes era: “Ésta es la juventud del Papa”. Como uno tiene una cierta veta gamberra, cuando les oía decir eso gritaba desde mis 73 añitos: “Ésta es la vejez del Papa”. Por cierto ¿sería posible organizar algo parecido para otras edades?

No he hecho referencia  a los sermones del Papa. La razón es que antes de escribir sobre ellos necesito leerlos, madurarlos, reflexionarlos y ver qué os puedo decir sobre ellos.

 

Pedro Trevijano, sacerdote

31 comentarios

Tomás Bertrán
¡Qué alegría me dio ver por TV la gran cantidad de confesionarios INDIVIDUALES!. ¡Qué hermoso contraste ver a los penitentes cara a cara con el Sacerdote (alter Christus) diciendo sus faltas con sus distintas peculiaridades, recibiendo la absolución tras la imposición de la penitencia, ante estas confesiones comunitarias no seguidas por la confesión individual que no son válidas, y por lo tanto engañando a los fieles!. Y las palabras del Papa exhortando a la confesión FRECUENTE. Mis pulmones se llenaron de aire puro, y mi sed saciada al poder beber de las aguas puras del manantial de la Iglesia. Gracias Iglesia. Gracias Sto. Padre. Gracias Obispos. Gracias sacerdotes. Gracias JMJ. El 8 de septiembre, día en que nació la Virgen María, cumpliré, D.m., 68 años, y me siento como un "chaval" de 18 años. Todo por Jesús y María.
23/08/11 3:55 PM
clara
El no poder comulgar en la misa de despedida me hizo recordar a tantos católicos que viven en tierras de persecución o sin iglesias a muchos kilómetros a la redonda y que sólo pueden hacer comuniones espirituales. Fue una buena enseñanza para los peregrinos que allí estábamos. Hambre de Dios, es bueno haberla tenido quienes tantas veces hemos pasado de largo ante la llamada diaria del Amor de los Amores.
23/08/11 7:15 PM
Grimaldi
En cambio la rejilla no me ha gustado porque no se podía ver al penitente.
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Ah, pero, ¿ hay que ver al penitente ?
23/08/11 11:59 PM
José Luis
Yo oi, que unos muchachos de mi grupo comentaban sobre la confesión, y el uno al otro le decía que había engañado al sacerdote confesor.

Es un ejemplo de cómo pudo haber un cierto número de confesiones sacrílegas, pretenden engañar al sacerdote, y a quien engaña es Dios, que por cierto no puede ser engañado.
Jesucristo no se deja engañar, y conoce muy bien a quienes dicen la verdad o la mentira en cada confesión.
"He engañado al sacerdote", no, te has engañado a tí mismo, infeliz pecador, y no sientes ahora remordimiento de conciencia, te labras tu propia ruina. Pero Dios no quiere la muerte del pecador, y perdona a quien de corazón y humildad pide perdón a Dios por medio de la confesión sacramental

En el confesionario oímos a Cristo que nos habla por medio del fiel sacerdote. La rejilla en el cofesionario es importante, pues lo importante es buscar sinceramente el perdón del Señor, la penitencia que se nos imponga, el propósito de enmienda; de no volver a pecar a conciencia, si caemos por debilidad, pidamos ayuda a nuestro confesor.

Padre Pedro, esperaremos sus reflexiones, que al menos a mí, me servirá de gran ayuda.

Muchas gracias
24/08/11 2:58 PM
amaro
"Me gusta tener una idea de a quien estoy confesando, especialmente desde una solemne metedura de pata que tuve en una de mis primeras confesiones de joven."
Pues le diré, D. Pedro, con todo respeto, que el derecho a permanecer en el anonimato es uno de los derechos principales que tiene el penitente y que justifican ese tipo de rejilla. Y eso no se casa con lo que usted propone. Debe ser el penitente, y no el confesor, quien decida si quiere o no ser reconocido. Muchas gracias, de todas formas, por su post. Estupendo. Un saludo.
25/08/11 1:40 AM
José Carlos
"Me gusta tener una idea de a quien estoy confesando, especialmente desde una solemne metedura de pata que tuve en una de mis primeras confesiones de joven."

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Los confesionarios tradicionales, tienen rejillas en los laterales y por delante están abiertos. Pues bien, yo siempre me he confesado por la parte delantera, de manera que el sacerdote me ve a mí y yo a él. Quiero tener una visión del sacerdote y que él la tenga de mí, para evitar que lo contrario pueda llevar a equivocaciones.
Algunos parece que se obsesionan con el anonimato, de qué quieren esconderse (lo fundamental es el secreto de condesión).
Parece que algunos olvidan que el sacerdote es instrumento de Jesucristo. Acaso temen que les puedan reconocer por la calle. (Por cierto, la inmensa mayoria de las confesiones que veo de hombres es por la parte delantera, las mujeres es al reves, imagino que por otro motivo).
Preocuparse tanto de que el sacerdote no les vea, pero si es Cristo quien te está viendo y a quien estás confesando los pecados. Y de él no te puedes esconder jamás.
Me ha parecido un buen post.
Gracias por sus reflexiones P, Pedro.
25/08/11 9:41 AM
amaro
José Carlos, suscribo todo lo que afirma respecto a usted mismo, y lo mismo hago yo. Pero ¿por qué decidir/interpretar las acciones de los demás? ¿No es mejor siempre la libertad? Por eso la disciplina de la Iglesia establece que existan claramente las dos opciones. Lo necesario es la confesión. El modo concreto: libertad sin interpretaciones. Un saludo
25/08/11 10:22 AM
Pedro Trevijano
Lo que no me gusta no es la rejilla en sí, sino no tener ni idea de a quien estoy confesando.No digo que exija conocer al penitente, pero sí tener al menos una idea del sexo, cosa fácil por la voz y de su edad aproximada, porque es evidente que no puedo decirle lo mismo a un joven que a un anciano, a una estudiante de bachiller que a su madre, si no quiero quedarme en vaguedades, porque de lo que se trata también es de ayudar al penitente en su vida espiritual. En pocas palabras ayudarle a ser mejor. Saludos Pedro Trevijano
25/08/11 10:24 AM
Tomás Bertrán
A mí no me importa que el sacerdote me vea la cara e incluso que me conozca, ya que sé que el sacerdote tiene la gravísima obligación de guardar el secreto de confesión. Mis pecados me los perdona Cristo, que se "encarna" en el sacerdote cuando me da la absolución, aunque el sacerdote esté en pecado mortal.
25/08/11 12:01 PM
Un penitente
Siempre escribe sobre su experiencia como confesor.
No estaría mal que alguna vez escribiera sobre su experiencia como penitente.
Sería interesante
25/08/11 1:08 PM
Piel de toro
Pues si, fue emocionante ver a todos esos muchachos arrodillarse ante el Santisimo (pensar que nos debemos admirar de esto cuando es lo logico y natural), gracias a Dios parece que finalmente tenemos unos catolicos que no se aveguenzan de serlo, (los muchachos) y fue impresionante ver que esa fe y esa naturalidad salida del corazon, obligo (por verguenza, creo) a todos los obispos, sacerdotes, y cardenales ha hacer lo mismo, si atodos esos sacerdotes obispos y cardenales, que no lo hacen casi nunca, que habren el Sagrario como si fuera la puerta de la calle, que dan la comuunion como si fueran hojillas de propaganda, que pasan delante del sagrario como si pasearan por la calle, que cuando se consagrano no se ponen de rodillas y si el es el celebrante apanas apenas hace un gesto de inclinarse etc. etc. Si fue estupendo ver que por fin!nuestra jerarquia se arrodillaba avergonzada ante la actitud de aquellos chiquillos.Y lo que fue mas vergonzoso, ademas, delante del papa y los muchachos, fue ver a todos aquellos sacerdotes comulgar,(ninguno de rodillas!!!!!!!!, como ensena el Papa)mojando la Sagrada Ostia en el vino, sin una patena debajo, alguno se ponia la mano bajo la barbilla para que no cayera la gota al suelo,(!que escandalo!)en contra de todas las indicaciones dadas en la Redemmptionis Sacramentumm).Pobres almas de esos muchachos, en que manos quedan!!!!!!!!!!!!!!Dios les ayude. Senor ten piedad!
25/08/11 2:44 PM
Invitado
Antes que nada, aclaro que me he convertido al catolicismo hace no mucho, y que provengo del protestantismo histórico.
Leyendo el artículo, hay algunas cuestiones que me gustaría que alguien con más experiencia me oriente.

1.- Acá hablan de confesiones en las que no puede verse el rostro del penitente. Sin embargo, he visto a sacerdotes confesar estando ellos en jeans y lejos de la parroquia, sin ninguna necesidad de ello. ¿Qué cosa regula las formalidades en las confesiones?

2.- ¿Qué hacer cuando no se ha respetado el secreto de confesión? En el caso particular, el cura dijo delante de terceros "confesaste tal y cual cosa" (textual) Si bien eran cosas públicamente conocidas, a nadie le importa lo confesado, y casualmente, los terceros persentes, nada sabían de aquellas cosas.
25/08/11 7:02 PM
Luis Fernando
Invitado, revelar el secreto de confesión está penado con la excomunión. Si lo que cuentas ocurrió tal y como lo cuentas, estamos ante un caso gravísimo.
25/08/11 7:20 PM
Carlos
Piel de toro: los sacerdotes concelebrantes comulgamos SIEMPRE de pie, y en las Misas masivas la manera mas digna y a la vez practica de hacerlo es por intincion, o como tu dices mojando la sagrada Hostia en la Sangre de Cristo ( tu le llamas, erroneamente vino). Todo esto esta previsto por la Liturgia y permitido. Lo que esta prohibido es que los fieles lo hagan. Decir que un concelebrante debe comulgar de rodillas es como decir que el celebrante principal tambien debe hacerlo.
25/08/11 10:43 PM
Invitado
Luis Fernando: Lo que cuento ocurrió en el modo en que lo cuento. Lo hablé con otro sacerdote. No me dieron ni una palabra de consuelo ni se tomaron medidas de naturaleza alguna. Destaco que soy una persona de conocida y pública honestidad.
25/08/11 10:57 PM
Pedro Trevijano
A Invitado: Código de Derecho Canónico:
canon 983-1: "El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo".
canon 1388-1: "El confesor que viola directamente el sigilo sacramental, incurre en excomunión latae sententiae (es decir automática) reservada a la Santa Sede; quien lo viola sólo indirectamente, ha de ser castigado en proporción con la gravedad del delito".
Pienso que el secreto de confesión se guarda muy bien, incluso por los sacerdotes apóstatas. A mí me maravilla que jamás he soñado con cosas sabidas en confesión, ni tampoco sé de ningún sacerdote que en delirio lo haya violado. Un saludo Pedro Trevijano
25/08/11 11:45 PM
Invitado
Padre Trevijano: Gracias por sus líneas.
La realidad es que lo que comento aquí es lo que me ha sucedido. Si bien el derecho canónico es clarísimo, ¿Cuál es el camino para que se cumpla?
Porque el sacerdote no se ha dado por enterado.
26/08/11 12:13 AM
Luis Fernando
Invitado, envíame un email a [email protected] y me das los detalles de ese delito gravísimo contra el sacramento del orden.

Eso no puede quedar así. El camino es denunciarle ante su obispo y, si es menester, ante la Santa Sede. Estas cosas se las toman muy en serio.
26/08/11 12:37 AM
Invitado
Luis Fernando: Gracias por su interés. Lo haré con gusto tan pronto se duerman los niños, así escribo en paz.
26/08/11 12:46 AM
juvneal1
Pués yo soy uno de los que se confiesa sin rejilla, y siempre me ha incomodado la actitud del sacerdote,que son la mayoría, que supongo que por no molestar, no te miran a la cara, sino que se velan el rostro con la mano, o permanecen todo el tiempo con la cabeza gacha y sin levantar los ojos. Supongo que no es cómodo mirar a la persona a la cara, pero despedirla sin nisiquiera mirarla, es una cosa cuanto menos, rara.
26/08/11 4:53 AM
JacinTonio (Católico, laico fiel. Mayor jubilado. España)
El conocimiento del penitente por parte del confesor, y el sigilo sacramental, son dos cosas diferentes.

Cuanto mejor conozca un (buen) confesor al penitente, mejor podrá ser la penitencia y mejor podrá aconsejarle.

Por supuesto que cuanto menos conozca su identidad, más fácilmente le será desprenderse de sus recuerdos "asociativos" y, por ende, más fácil le será no tener descuidos en sus conversaciones, pues siempre hablará genéricamente de sus experiencias, sin referirse a nadie en concreto.

Hablar de experiencias de confesiones en general, y sin referirse a nadie en concreto, no es incumplir el mandado de sigilo sacramental.

Hablar de pecados confesados sabidos por conversaciones no sacramentales, tampoco es incumplir el mandado de sigilo sacramental, pues el sacerdote no ha sabido de dichos pecados porque los haya escuchado en confesión. A lo sumo, podrá hablarse de algo similar al "secreto profesional", obligatorio en caridad, pero no por alguna disposición canónica.

Desvelar pecados que en el confesionario no han llegado a perdonarse (porque, finalmente, no se imparte la absolución), sí es, (creo yo), ir en contra del mandato de sigilo sacramental, aunque no haya habido sacramento, pues inicialmente sí había intención de que lo hubiera.

En cualquier caso, que el Padre Trevijano me corrija, que dispuesto estoy a cambiar de pensamiento si estoy equivocado.

Vivamos en el Señor.
26/08/11 8:59 AM
Frajo
Para qué necesita Vd. ver la cara del penitente, padre Trevijano? Para coartarle? Para identificarle cuando se lo encuentre en cualquier otra situación? Yo creo siceramente que lo que Vd. dice es contrario al secreto de confesión. Lo que Vd. dice no es ajeno a lo que oí en la televisión, en una tertulia en que había varios sacerdotes, y empezaron a hablar con ironía de cierta tipología de penitentes. Cualquiera puede verse identificado con ello. Y si alguno por casualidad se ha confesado con uno de ellos puede sentirse aludido. Yo creo que Vds. los sacerdotes se han vuelto locos. Así dificilmente la gente retomará la confesión como una práctica habitual. Ya han montado bastante lío Vds. con lo de la incorporación protestante de la "conversión". Por ejemplo el Miércoles de Ceniza. Vaya susto me pego cada año. Difícilmente compatible con la prática de la confesión. Lo uno o lo otro. Vds., el estamenteo clerical, juega ya a todo. Pero sin que nada les pase cuentas a Vds. Como con la clase política. Se hacen leyes para no pagar ellos impuestos, para dilapidar el dinero sin que se les pueda pedir responsabilidades, etc. etc. Mutatis mutandi.
26/08/11 6:00 PM
JacinTonio (Católico, laico fiel. Mayor jubilado. España)
Yo no quisiera abusar del post del padre Trevijano, ya que mis comentarios, más bien parecen post, pero ¿es mejor que no comente? Quisiera ser corregido en cualquier cosa que diga, que sea indebida, improcedente, inoportuna o, por supuesto, errónea.

¡Hombre, Frajo!, Parece que usted requiere una barrera total entre sacerdote y penitente, pero entonces, ¿por qué no confesarse por teléfono? Podría haber cruces de línea o “escuchas telefónicas”, me diría usted. Pero no todos los pecadores somos iguales. Yo (y otros), preferiríamos que el ‘cura’ nos conozciera, para que nos diga lo que nos corresponde, pues ¿a quién le gusta ser malinterpretado?

Bueno, es posible que en su caso sea necesario distinguir entre Sacramento y Dirección Espiritual, pero aun así, la imposición de la penitencia cae dentro del Sacramento. Cada penitente es un caso distinto que requiere un tratamiento distinto y personalizado: el sacerdote no perdona un “prototipo” de pecado o penitente, sino a personas, de sus pecados concretos; por eso conviene que el sacerdote sepa, aunque sea sucintamente, el estado del alma de aquél a quien perdona, y debe saber qué pecados va a perdonar, tanto si son graves (mortales) –todos los que el pecador tenga en su haber–, como si son leves, y no puede separar el pecado del pecador que los ha cometido, sino sólo después de haberle dado la absolución, pues, como digo, no se trata de conceptos abstractos, sino de realidades concretas.

Por las palabras sólo, y el timbre
27/08/11 1:04 PM
JacinTonio (Católico, laico fiel. Mayor jubilado. España)
Por las palabras sólo, y el timbre de voz, no es a veces posible conocer el estado del penitente, y cómo el penitente entiende su propio estado: precisa el sacerdote saber si se trata de un niño, un adulto, un hombre, una mujer, un casado, un soltero, un célibe, un sacerdote… sobre todo, en la confesión de ciertos pecados, y una determinada confesión, con sus propias palabras y sonidos bucales, podría ser intercambiable entre personas distintas, (una mujer adulta y un niño, por ejemplo), por eso, la simple voz puede no ser suficiente para saber de qué tipo de persona se trata, por lo que el confesor se expone a dar penitencias y consejos improcedentes o mejorables. Además, el confesionario no es un detector de mentiras, y al confesor se le puede engañar. Una razón más para “dar la cara” y para que haya oportunidad de un mejor diálogo, y aunque algunos se sientan cohibidos, son más, muchas más las ventajas que los inconvenientes.

Muchos penitentes necesitamos también ver la cara… ¡y el aspecto!, del sacerdote con el que nos vamos a confesar, pero con frecuencia buscamos un “funcionario” insensible, y no un amigo que nos aconseje, pues, decimos que no estamos para consejos, y menos, de un hombre como nosotros. Sabemos que tras el confesor, está Dios, a quien hemos ofendido (“¡Contra Ti, contra ti, sólo peque, cometí la maldad que aborreces!”). Dios es “personal” y el sacerdote ha de ser persona. ¿Dónde está nuestra humillación ante Dios si miramos al sacerdote como un funcio
27/08/11 1:05 PM
JacinTonio (Católico, laico fiel. Mayor jubilado. España)
¿Dónde está nuestra humillación ante Dios si miramos al sacerdote como un funcionario frío e insensible, del que, además, no queremos recibir consejos?

Con todo, la Iglesia ‘suaviza’ (digámoslo así), por razones graves y a partir de acontecimientos desagradables surgidos en la historia de la Iglesia, nuestra propia declaración de nuestros pecados, disponiendo, mediante el sigilo sacramental, que la confesión quede entre el confesor y el penitente, y sin ninguna trascendencia externa que no sea nuestra mejor conducta aunque la noten otros.

Digamos, que la Iglesia tiene en cuenta nuestra propia reputación. Pero no puede evitar que el confesor tenga memoria, ni puede evitar circunstancias inadvertidas o descuidos involuntarios, por los que, personas ajenas, juzguen a veces, erróneamente, y siempre contra la caridad que nos debemos unos a otros, sobre el estado de alguien. Pero esto ocurre también en la vida ordinaria de cada día, cada vez que juzgamos a otros faltando a la caridad sin que, necesariamente, nos refiramos al sacramento de la confesión: Por eso, es inevitable que el sigilo sacramental se encuentre a veces con barreras inadvertidas, no imputables al confesor, sino totalmente ajenas a su voluntad.

No debemos “exagerar” el cumplimiento del precepto del sigilo sacramental. Lo primero que pensamos del que se acerca al confesionario, es que “ha pecado”. Y además, ¿cómo exigir que todas las confesiones tengan la misma duración, para evitar habladurías? ¿No es ab
27/08/11 1:07 PM
JacinTonio (Católico, laico fiel. Mayor jubilado. España)
¿No es absurdo? ¿Y qué pensar de los cambios de conducta de una persona, observados tras una confesión? No saquemos, pues, las cosas de quicio, pues podríamos llegar a hacer del desarrollo necesario de una confesión, algo poco menos que imposible, debido al sigilo sacramental. Si algo es necesario dentro del confesionario, es la paz, la tranquilidad y la confianza con que ha de desarrollarse la confesión, y eso busca la Iglesia con el sigilo sacramental. No debe, pues, dicha disposición, volverse contra el sacramento, pero toda eventualidad que altere el buen desarrollo de una buena confesión, hay de tratarse convenientemente.

Hay conclusiones precipitadas que cuestionan el desarrollo del sacramento, y con frecuencia maliciosas, en el sentido de que se busque eludir la confesión directa. El propio acercarse al confesionario ya supone para muchos el inicio de una penitencia (reconozco que, en algún caso, parece insuperable), pero la humildad, el arrepentimiento sincero, el espíritu de sacrificio, y el propósito de enmienda, impulsados por el amor a Dios, nos ayudan a superar cualquier dificultad. El confesor, por su parte, debe ser humano, sensible a los sufrimientos del penitente y no hurgar en heridas innecesariamente, pero no debe comportarse como un funcionario de ventanilla, ni como una máquina “perdonapecados”.

El penitente puede venir ‘rebotado’ por una dirección espiritual previa, con su ‘lección aprendida’ y los consejos que necesita asumidos, pero esto, en pri
27/08/11 1:08 PM
Luis Fernando
Jacintonio, en un futuro abrevie sus comentarios porque como bien dice, parecen un post.
27/08/11 1:17 PM
JacinTonio (Católico, laico fiel. Mayor jubilado. España)
El penitente puede venir ‘rebotado’ por una dirección espiritual previa, con su ‘lección aprendida’ y los consejos que necesita asumidos, pero esto, en principio, no lo sabe el confesor, por lo que siempre necesitará saber más sobre el penitente y, en cualquier caso, su estado social, sobre todo, en función de la materia confesada, (casado, célibe, niño, adulto, etc.), Es muy bueno que confesor y penitente se vean las caras, y haya diálogo entre ellos.

El sigilo sacramental se ha impuesto para facilitar al penitente la confesión de sus pecados, pero durante varios siglos no existió esa norma. El sigilo sacramental es un acto maternal de la Iglesia para con el penitente. (La Iglesia no debe ser entendida como una institución fría e impersonal, que impone leyes, sino como Madre sensible) Si la norma de guardar sigilo no existiera, podría quedar el penitente a merced de los juicios injustos, equivocados y faltos de caridad de las gentes, y a merced de penas civiles por delitos cometidos. Es por tanto del todo necesaria. Pero sacar las cosas de quicio puede ir contra el buen desarrollo del sacramento de la Penitencia.

Habría mucho más que decir sobre este sacramento, y el comentario es demasiado largo. Pido disculpas al padre Trevijano.
27/08/11 1:18 PM
JacinTonio (Católico, laico fiel. Mayor jubilado. España)
Lo siento, Luis Fernando. Ha sido un "accidente". Una vez enviado me he dado cuenta al cortárseme el comentario, pero ya no podía parar. ¿Podría retirarse el comentario y ponerse en el Blog de nuestros lectores?
27/08/11 1:25 PM
Luis Fernando
Lo dejamos aquí por esta vez. No se preocupe.
27/08/11 1:44 PM
Tomás Bertrán
Para Jacintonio:
Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pero añado que lo bueno, lo que de verdad es bueno, si largo, si eterno, eternamente bueno. Por ejemplo el Cielo.
Aunque Luis Fernando tiene razón ya que en foros debemos ser concisos y hacer caso a los moderadores, te doy las gracias por tu exquisita exposición de la confesión INDIVIDUAL. Que Dios te bendiga a ti y a todos tus seres queridos, de otro jubilado. A los que se nos acerca el tiempo de dar cuentas al Altísimo saboreamos y necesitamos más de pedir confesión al confesor y acabar diciéndole al confesor: "En fin Padre, lo que deseo es ser amigo de Jesús".
27/08/11 4:45 PM

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