Para salvar el matrimonio
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Para salvar el matrimonio

Para la pervivencia del matrimonio es importante luchar contra la rutina y mantener el interés o curiosidad por todo, y muy especialmente por el ser que tienen más cerca, pero sin quedarse cerrados en sí mismos, sino sabiendo compartir con alegría y buen humor los momentos agradables de la vida, las fiestas, los amigos mutuos.

Para proteger el matrimonio es conveniente que cada uno haga examen de conciencia de su comportamiento como cónyuge, especialmente de sus malhumores y sus faltas de respeto hacia la otra parte, sin sentirse víctima ni hacer el examen de conciencia del otro, reconociendo cada uno su parte de culpa, pues ello nos hace más comprensivos con los fallos del otro, porque se quiere su bien, alegrándonos de sus éxitos, y teniendo el propósito firme de buscar mi felicidad a base de intentar que el otro sea feliz.

Conviene que los cónyuges no se resignen a la desunión, sino que traten de superarla, no en un clima de celos, con sus consecuencias de atormentarse y escasa confianza en el otro, ni de irritación, sino de perdón. Éste no desconoce la ofensa, pero busca el arrepentimiento y la paz mutua. El amor conyugal es el camino para resolver las crisis. Algunos cambios en el modo de actuar pueden ser decisivos para que el futuro sea más halagüeño. Siempre que puedan, sustituirán la crítica por el estímulo, dejando de echarle en cara constantemente al otro sus defectos y por el contrario expresándole mi satisfacción por lo que me gusta de su personalidad y comportamiento. Si las relaciones sexuales son satisfactorias es conveniente que las reanuden mientras tratan de resolver su situación. Es de subrayar la importancia de los lazos extrasexuales, p. ej. el pasear juntos, o una conversación amistosa entre ambos.

Para la pervivencia del matrimonio es importante luchar contra la rutina y mantener el interés o curiosidad por todo, y muy especialmente por el ser que tienen más cerca, pero sin quedarse cerrados en sí mismos, sino sabiendo compartir con alegría y buen humor los momentos agradables de la vida, las fiestas, los amigos mutuos. El amor no cuaja en la tierra del tedio, del aburrimiento, del desencanto, sino que la mujer debe tener encandilada al marido, y procurar que éste desee cada día llegar a casa. Los hijos cambian más rápidamente que los esposos y se les ve crecer y por esto cuesta menos esfuerzo interesarse por ellos, pero también hay que mantener viva la atención amorosa hacia el cónyuge. Lo que une al matrimonio no es hacer hijos, sino educarlos conjuntamente.

La base de toda esta problemática está en una verdad muy elemental: el amor matrimonial hay que fabricarlo todos los días. Ya desde el primer saludo de la mañana debo expresar mi agrado hacia el otro. Un matrimonio armonioso supone la unión de dos personalidades bien realizadas. El matrimonio no está hecho para fusionarse totalmente, pues cada uno tiene su propia personalidad y modo de ser, pero menos todavía para aplastarse mutuamente. Se ha de procurar estar de acuerdo en las cuestiones fundamentales, como pueden ser el sentido de la vida y las líneas generales de la educación de los hijos, pero luego se ha de aprender a vivir en amigables múltiples pequeños desacuerdos, propios de nuestro modo de ser.

El amor tiene voluntad de permanencia y desea ser inmortal, por lo que quienes se comprometen con él, se juran amor eterno. El matrimonio supone compartir la vida y completarse en el respeto de la personalidad del otro, que se merece mi reflexión, mi tiempo y hasta mi arreglo personal. No hay duda de que la fidelidad amorosa es una vocación a la que los cónyuges han sido llamados y que implica toda una serie de cuidados y esfuerzos incesantes «Esta fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo y el relativismo» (FC 11). Algunos estudiosos de las relaciones de familia ven un ciclo de cuatro fases (enamoramiento, rutina, crisis, nuevo enamoramiento) que se repiten frecuentemente en el matrimonio con más o menos intensidad según las circunstancias. Este ciclo parece natural y sano, pues es una oportunidad de crecimiento, siempre que no se detenga en la fase de crisis.

No hay vida conyugal sin crisis, es decir sin momentos de enfrentamiento, de duda, tentación o decepciones. Es prácticamente imposible que dos personas se ajusten entre sí perfecta y naturalmente, como dos mitades, pero lo que sí hay que hacer es ponerse ambos a la tarea de ser el uno para el otro, superando así las crisis que no son todavía el fracaso matrimonial, sino la ruptura de un equilibrio antiguo que debe ser sustituido por otro distinto, en un nuevo reajuste31. Y puesto que la vida cambia, el amor y la fidelidad tienen que ir constantemente adaptándose, y esta adaptación es el crecimiento y desarrollo que impide morir al amor, eliminando progresivamente lo que tenía de postizo y reforzando lo auténtico.

Los problemas matrimoniales, considerados a partir de la experiencia más común, son ante todo de orden psicológico, incluyendo las realidades propiamente carnales. Hombres y mujeres tenemos psicologías diversas, siendo las mujeres más emotivas, por lo que hay que tener en cuenta el modo de ser del otro, porque lo que para el uno no tiene importancia, para el otro es algo fundamental. Ante las dificultades, el amor es la única regla que imponiéndose desde dentro permite su total solución, y por ello es importante que el amor humano encuentre su apoyo en el amor sobrenatural que el Espíritu Santo pone en el corazón de los esposos, según vemos expresado en 1 Cor 13. Donde hay un amor verdadero, Dios no puede estar ausente porque «Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16).

En consecuencia, el esfuerzo espiritual emprendido en común por los esposos no es indiferente a la permanencia y a la profundidad de su amor. Sin duda, la mayor ayuda para superar las crisis matrimoniales es la experiencia compartida de la fe y el saber pedir perdón de mis fallos no sólo a mi cónyuge sino también en el sacramento de la penitencia. Pero, con frecuencia, esta fuente de fortaleza y esperanza se halla cegada, debido en buena parte a que rara vez se tiene en la educación religiosa la experiencia del Dios del amor, que nos concede algo sin méritos propios y a pesar de nuestra culpa.

 

Pedro Trevijano

 

4 comentarios

Maximiliano
Tu que me lees, huye de la porqueria e indignidad del mundanal ruido. Hay toda clase de tentaciones, que te ofrecen humanos bestializados a través de la sexualidad, siendo tentadores humanos muy astutos como el diablo, y más en querer aprovecharse de tus malos momentos del matrimonio. Huye de ellos como del mismo diablo. Acude al Santo Rosario para que mantenga tu fidelidad, sean cuales sean las dificultades, y reza con constancia para que tu Familia este unida. Las Familias donde rezan alguno de sus miembros protege al resto.

Satanás ataca la Familia y al Matrimonio principalmente porque son pilares de la sociedad. Los ricos épulones e instituciones internacionales estan dispuestos en masacrar todo lo que es bueno y santo. Habla a tus Hijos de Dios y de la dignidad, hasta de la castidad que es burlada por inmensos ataques de gente degenerada y por toda clase de medios.

Piensa que en pocas navidades, a los efectos de tener en cuenta la brevedad de la existencia humana, se terminara tu vida y desearas entrar en la Eternidad con todos sus seres queridos, para siempre. Vale acaso algo ganar el mundo o sus placeres pero perder el alma: ¡¡ absolutamente nada ¡¡. Mira cuantos de tu entorno familiar y social abandonan este mundo de forma inpesperada, y aprende que este mundo es pasajero.
26/01/23 11:45 AM
Antolin
Gracias por su artículo. Es un ejemplo de lo que hoy se necesita oir en la sociedad, pues se echa de menos los intentos de favorecer a las familias por la unión familiar, la fidelidad, el cuidado de los hijos,... Se oye mucho más de derechos y luchas de uno y otra, de la falta de vínculo en las parejas, de los derechos del divorcio, etc. Habría que proponer con insistencia las bondades de un buen matrimonio por el bien de los conyuges, la familia y la sociedad. Y fomentarlo desde todas las instancias posibles, también desde los gobiernos.
26/01/23 10:39 PM
Juanpablo
Muchísimas gracias ,Don Pedro.

Resaltar,si me permite:
LOS PROBLEMAS DE UN MATRIMONIO SE SOLUCIONAN EN EL CONFESIONARIO. A todos aquellos que sufren en el matrimonio, les recomiendo, por experiencia propia, la mejor medicina. Lo sobrenatural se cura con lo sobrenatural.
Os quiero mucho hermanos míos. Suplico bendición y oración, Padre. Dios nos de parte en Su Santísima Gloria!
27/01/23 12:52 PM
M.Angels
Juanpablo: totalmente de acuerdo.
Y añado: rezar juntos. Sobre todo el Santo Rosario. Los esposos juntos, y a medida que vengan los hijos, con ellos.
Y el domingo, todos juntos a Misa.
El Señor y su Madre deben formar parte de la familia. Y con tan buena compañía, todo lo demás va saliendo.
Es la receta de mis abuelos, mis padres, mis suegros, la mía (30 años de matrimonio feliz) y de mis hermanos.
No se me ocurre consejo mejor.
30/01/23 6:16 PM

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