Crisis – decadencia de la Iglesia

Crisis – decadencia de la Iglesia

El desmedro, la decadencia, no son uniformes, y en algunas regiones alejadas del centro eclesial se podrán reconocer crecimiento y un cierto apogeo, pero la débacle es estridente en casi todas partes, sobre todo en los países de vieja cristiandad, en los que se impone el imperio destructor del progresismo.

Numerosos autores han hablado, ya desde hace años, de la crisis de la Iglesia. ¿Qué es realmente lo que se desea expresar empleando esos términos? ¿Puede pensarse en una situación que se prolonga por décadas, por ejemplo, desde la conclusión del Concilio Vaticano II? ¿O se trata de una sucesión de crisis, separadas quizá por algunos períodos de alivio y relativa bonanza?

Comencemos por un esclarecimiento de los posibles significados a reconocer del meneado sustantivo. En griego, krísis designa la acción o la facultad de elegir, de decidir. Hipócrates empleaba esa palabra para referirse a la fase decisiva en el proceso de una enfermedad. También vale por «explicación», «interpretación». En castellano, crisis se define como una mutación importante en el desarrollo de un proceso, sea de orden físico, histórico o espiritual. Se habla así cuando en la situación de un asunto puede dudarse acerca de la continuación, la modificación o el cese de la misma. Por extensión, se refiere al momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes, a una situación dificultosa o complicada. La acepción seis del Diccionario de la Real Academia Española, es: escasez, carestía. Esta digresión lingüística no es una vanidad; permite fijar bien de qué estamos hablando.

Normalmente, una crisis se resuelve en una superación que equivale a un apogeo, una culminación feliz, o por lo contrario, en una decadencia. Es bastante común seguir hablando de crisis cuando en realidad se ha caído en una declinación, cuando en un período o ámbito determinado se ha instalado ya un principio duradero de debilidad o de ruina. Ruina es la caída, destrucción o perdición de algo. En buen español se dice batir en ruina cuando se trata de percutir la muralla de una fortaleza hasta derribar un trozo de ella para que por allí entren las tropas enemigas para rendirla.

Si aplicamos esta expresión al estado de la Iglesia, nos acercamos a la interpretación que muchos de los Santos Padres hicieron de algunas lamentaciones colectivas del Salterio, una lectura de actualización cristiana de vivencias dolorosas del antiguo Israel. En el Antiguo Testamento la viña es frecuentemente imagen del pueblo de Dios, a tenor de lo expresado en el poema que el profeta Isaías incluye en el capítulo 5 de su libro: La viña del Señor de los ejércitos es la Casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantación predilecta (Is 5, 7). El drama registrado en ese texto consiste en que el dueño esperaba le diera uvas, pero dio frutos agrios (ib. 4). La reacción fue una amenaza cumplida: Quitaré su valla y será destruida, derribaré su cerco y será pisoteada; la convertiré en una ruina (ib. 8). Así leemos en el Salo 80 (79), 13 s.: ¿Por qué has derribado sus cercos para que puedan saquearla todos los que pasan? Los jabalíes del bosque la devastan y se la comen los animales del campo. El salmista se refiere seguramente a la invasión asiria, o a la de Nabucodonosor de Babilonia. Una situación análoga se describe en el Salmo 89 (88), 41 s.: Abriste brechas en todas sus murallas, redujiste a escombros todas sus fortalezas, los que pasan por el camino lo despojan, y es la burla de todos sus vecinos. El singular masculino se refiere al Ungido, representación del pueblo elegido. En este caso los enemigos son los pueblos vecinos de Israel: sirios, moabitas, amonitas, idumeos. Es necesario recordar, para una valoración plena de la imagen, que las viñas, en Palestina, estaban rodeadas de una pared de piedras o un cerco de cactus como protección. En cada una de ellas había una torre, desde la cual vigilaba el propietario, siempre dispuesto a intervenir. De allí la súplica angustiada: Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira; ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso (Sal 80 (79), 15 s.). También: ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Te ocultarás para siempre? (Sal 89 (88), 47). Como ya lo he sugerido, según los Santos Padres, la viña es la Iglesia, el nuevo Israel. Esta interpretación se hizo común; el mismo Lutero apreciaba en los salmos citados una profecía de la Iglesia.

Entremos ahora decididamente en el tema. Concluido el Concilio Vaticano II, teólogos destacados como Henri de Lubac, Louis Bouyer y Hans Urs von Balthasar, que no eran por cierto «conservadores», en el sentido negativo de la palabra, sino que se contaron como impulsores de la renovación, se pronunciaron abiertamente, y con severidad, para criticar la crisis –así se la llamó ya entonces- que se había desencadenado, poniendo en riesgo la identidad de la fe. El año 1968 fue tremendo. Pablo VI, para hacer frente a la situación lo decretó Año de la Fe, publicó el Credo del Pueblo de Dios, y la encíclica Humanae vitae tradendae; rechazada por varias Conferencias Episcopales, y sobre la cual se ha impuesto un ominoso silencio que ha llevado al olvido oficial de su cincuentenario. Joseph Ratzinger, el futuro Benedicto XVI, en una conferencia pronunciada en Munich, en 1970, decía: «Lo que era impensable hasta ahora, se ha hecho normal: hombres que desde hace tiempo han abandonado el Credo de la Iglesia se consideran en buena conciencia como cristianos verdaderamente progresistas. No hay para ellos más que un solo criterio que cuenta y que les permite juzgar a la Iglesia: el criterio de la funcionalidad que guía su acción». Pareciera que se está refiriendo a nuestros años, los veinte del tercer milenio, pero nadie interviene, como si no pasara nada.

El desmedro, la decadencia, no son uniformes, y en algunas regiones alejadas del centro eclesial se podrán reconocer crecimiento y un cierto apogeo, pero la débacle es estridente en casi todas partes, sobre todo en los países de vieja cristiandad, en los que se impone el imperio destructor del progresismo. La lista que consigno ahora es, seguramente, incompleta: descuido de la rectitud de la doctrina católica (estos términos han desaparecido del lenguaje oficial; por algo será), y de su difusión entusiasta, según corresponde a la misión de la Iglesia, en favor del activismo social. Pérdida de la identidad católica a causa de una comprensión relativista del diálogo ecuménico, interreligioso y cultural, con lo cual se frustra su noble finalidad. Devastación de la liturgia, en la que –olvidando las prescripciones del Concilio- cualquier celebrante, obispos incluidos, puede hacer lo que se le ocurre inventar, con pérdida del sentido del misterio y de la adoración. Supremacía del «pastoralismo» parlero sobre las dimensiones interiores y místicas de la vida eclesial, y del empeño en la santificación de los fieles. La vergüenza del abuso de menores por eclesiásticos, un aspecto singular del descuido o desprecio concreto de la virtud de castidad y de su valor para casados y célibes. Desequilibrio en la presentación del papel de la mujer, ignorando el magisterio y la acción de Juan Pablo II; y dejando el campo libre para la invasión de la ideología de género. Devaneos acerca de una posible promoción femenina a ministerios ordenados, otro síntoma de protestantización. Burocratización e ideologización de muchas Conferencias Episcopales, con daño de la auténtica misión del obispo en su Iglesia particular, perfectamente definida ya por San Ignacio de Antioquía en sus Cartas de los primeros años del siglo II. Congregaciones religiosas beneméritas que se encuentran al borde de la extinción. Recientemente se han difundido datos sobre el cierre de conventos dominicos en España; lo más tétrico es que los frailes se manifiestan contentos y se felicitan de ello. Otras veces me he referido a esa especie de «buenismo» que se extiende; recuerdo ahora un juicio picante de ese genio extraordinario que fue el poeta Paul Claudel: «El Evangelio es sal, y ustedes lo han convertido en azúcar».

El Cardenal Robert Sarah, en su magnífico libro «La noche se acerca y cae el día», conserva el nombre de crisis al describir la decadencia de la Iglesia; allí escribió que la crisis que vive la Iglesia en nuestros días «es como un cáncer que corroe el cuerpo desde el interior», y que «ha entrado en una nueva etapa: la crisis del magisterio». Designa en estos términos a la «cacofonía en las enseñanzas de los pastores, obispos y sacerdotes»; de ello resulta –afirma- «una situación de confusión, de ambigüedad y de apostasía». Estas palabras sinceras y valientes proceden de un testigo ubicado en un mirador privilegiado, una torre desde la que se divisa la viña: la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, organismo de la Curia Romana. «Cacofonía» es sonido desagradable, disonancia, inarmonía, lo contrario de lo que debe ser la palabra de la predicación.

El Cardenal observa que «el activismo atrofia el alma del sacerdote, y le impide dejar lugar a Cristo en él»; la fe, entonces, no puede animar su ministerio y desgraciadamente la mundanización le atrae el agrado del mundo y lo hace popular. En la obra mencionada, el ilustre autor incluye una cita del poeta y polemista Charles Péguy (1873 – 1914); es extensa, pero por su contundencia me permito reproducirla aquí. Procede de su libro Ética sin compromiso, y dice: «Que los párrocos no creen en nada, no creen más en nada, es la fórmula corriente hoy en día, la fórmula generalmente adoptada, y por desgracia no es injusta más que por algunos. Ellos dicen: ‘es la adversidad de los tiempos’… No existe la adversidad de los tiempos; existe la de los clérigos. Todos los tiempos pertenecen a Dios. Todos los clérigos desgraciadamente no le pertenecen. Uno se espanta de las enormes responsabilidades que tendrán que cargar, comprometidos en las responsabilidades extremas. Eso es lo que ellos no quieren ver… No es un secreto para nadie, y no se puede ocultar en la enseñanza, salvo quizá en la enseñanza de los seminarios, que toda esta descristianización, que toda la descristianización ha venido del clero. Todo el debilitamiento del tronco, la sequía de la ciudad espiritual, no viene de ninguna manera de los laicos. Viene únicamente de los clérigos». Y concluía Péguy: «Ellos quieren hacer progresos al cristianismo. Que no se confíen, que no se confíen. Quieren hacer progresar al cristianismo, progresos que podrían costarles, que les costarían caro. El cristianismo no es de ninguna manera una religión de progreso: ni (ni quizá menos todavía, si posible) del progreso. Es la religión de la salvación». Elocuente descripción del progresismo eclesiástico de los primeros años del siglo XX; y del siglo XXI, también. Otro problema gravísimo es la escasez de sacerdotes; no solo en la Amazonia.

Cornelio Fabro (1911 – 1995) fue el restaurador de la metafísica tomista, autor de una vastísima obra en la que reluce su erudición, su conocimiento de la filosofía moderna y su condición de hombre espiritual. En 1974 publicó L’ aventura della teología progressista, donde habla de la crisis de los pastores de almas; allí recoge los eslóganes que circulaban en aquellos años aciagos: «El sacerdocio debe ser desmitologizado, el patriarcalismo demolido, la Iglesia democratizada… Hay sacerdotes cuya jornada, el curso que ella sigue, está determinado por los programas de televisión; sacerdotes que descuidan regularmente sus propios deberes de piedad sacerdotal... Con la pérdida y el debilitamiento de la fe surge para la cura de almas un peligro mortal». Avala esta descripción con ejemplos concretos recogidos en los cursos de ejercicios espirituales para sacerdotes que él mismo dictaba. Esta cuestión particular se inscribe en el juicio más amplio que Fabro formulaba sobre el giro antropológico en la teología contemporánea, que consideraba una disolución de la teología en la antropología y su completa secularización, de raíces inmanentistas. El texto analiza ampliamente las consecuencias del desprecio de la metafísica, por ejemplo, la pretensión de fundar una «nueva moral»; negación de la ley natural como principio de normatividad universal y absoluta, en cuanto participación de la ley eterna en la criatura racional, enseñanza de raíces bíblicas y patrísticas que Tomás de Aquino expuso admirablemente. El magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI ha refutado repetidas veces la perduración de aquellos errores.

El libro del Cardenal Sarah «La noche se acerca y cae el día» muestra que la crisis de los lejanos años 70 se ha prolongado hasta hoy; y se ha convertido en una especie de «vulgata» eclesial, una cultura anticatólica de perversa vigencia. En estas condiciones el dinamismo salvador de la fe cristiana reduce su influjo de tal modo que el hombre, y sociedades enteras, quedan atrapados en la ignorancia, la confusión y el pecado, abandonados al poder del Enemigo. ¡Mysterium iniquitatis!

¿Qué podemos hacer? Lejos estoy, obviamente, de regodearme en la descripción de los males que recojo en esta nota; ¡todo lo contrario!, lo hago con inmenso dolor. Los datos de la crisis – decadencia son inocultables; aunque muchos, muchísimos prefieren no verlos, ils crèvent les yeux, como diría un francés. Es un penoso ejercicio registrarlos, pero alguien lo tiene que hacer. Como se puede apreciar por las citas y referencias que ofrezco, soy un mínimo agente, un simple eco de gente con verdadera autoridad y sabiduría.

¿Qué podemos hacer? Amar a la Iglesia, nuestra Madre; rezar por ella con humildad, paciencia y esperanza. Y decirle al Señor, a quien cuesta reconocer porque hace ademán de pasar de largo, como los discípulos de Emaús: «Quédate con nosotros (meîmon meth’ hemon), porque ya es tarde y el día se acaba» (Lc 24, 29). Hace ademán (prosepoiēsato, ib. 28); ese verbo prospoiéo significa «hacer como que…», «simular», «fingir». Pero la fe nos asegura que Él no se va, y que como en un estallido fugaz podemos reconocerlo, lo reconocemos, en las Escrituras y en la fracción del pan.

+ Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata

Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.

Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino.

Martes 4 de agosto de 2020, Memoria litúrgica de San Juan María Vianney, Cura de Ars.-

 

22 comentarios

carlos saez Argentina
“ La Cosecha es abundante …” dijo nuestro Señor, y hoy tiene una actualidad tremenda mas en este tiempo de COVID, veo a la gente ansiosa de volver a Cristo y a sus Pastores. Soy Porteño de 72 años casi toda vida vivi en Buenos Aires, una ciudad con todos los servicios. Las circunstancias me llevo al conurbano es decir a 35 KM, un municipio con 650.000.- habitantes, calles rotas muchas vivienda precarias pobreza del 40% pocas parroquias. Por motivos laborales debemos llevar empleados a sus domicilios a la noche, y en casi todas las casas están viendo “Jesús” una serie que se emite por TV. Eso me hace pensar y debemos construir un nuevo modelo de de evangelización, y no es ningún desvarío trasnochado sino una necesidad ante la evidente la caducidad de esquemas instalados hace poco más de doscientos años. Un tiempo considerable para un ciclo, si se toma en cuenta la aceleración histórica que atraviesa la humanidad. Tal como sucedió en su momento con las monarquías y se verifica aún hoy en varios Estados en los que formalmente éstas subsisten, la institucionalidad estatal establecida presenta un funcionamiento de muy baja intensidad, en el que el ritual permanece pero ha perdido su alma. Sin embargo, no es un asunto tan sencillo pensar y construir un futuro diferente. La dificultad reside por un lado en la resistencia de lo residual, pero también en el hecho de que nuestro modo de ver las cosas se ha forjado en un mundo de Estados, incluso viendo nacer muchos en la última oleada
5/08/20 4:50 PM
Alberto Ramón Althaus
En contra de las erróneas y malas palabras de Monseñor Aguer que hace recaer la culpa en el clero y en los sacerdotes cuando la responsabilidad corresponde sólo a los obispos, no menciona la palabra obispo en todo el artículo pero en otro anterior se cuida de no criticar las decisiones de la Conferencia Episcopal Argentina y apenas envía un mensaje tenue al obispo Taussig por la destrucción del seminario de San Rafael. No Monseñor Aguer la Iglesia tiene una jerarquía no haga caer las responsabilidades en quienes no la tienen ni cargue las tintas contra los sacerdotes, a los obispos le corresponde cuidar la doctrina y la moral y al papa y Ud. no los menciona en todo su artículo. Un monseñor Laguna hecho y derecho.
5/08/20 5:11 PM
jk
¿Hasta cuando dejaremos de hablar de crisis en la Iglesia Católica (frase que he oído en todos mis 40 años de vida y todo va para peor aun) y pasaremos a hablar de una restauración? Tenemos montones de curas mediáticos dedicados al activismo social que jamas evangelizan especialmente de la que otrora era la orden mas importante, mas grande y evangelizadora de la Iglesia como eran los jesuitas (buena estrategia la del enemigo de infiltrarla y arruinarla), hoy dia ellos hablan de todo menos de fe!. Porque no mejor jubilar ya a estos malos elementos, reformar los seminarios y ordenes. Por supuesto todo esto vendría para un futuro ya que no tengo esperanzas que haya alguna restauración de la Iglesia mientras dure el pontificado actual pero siempre puede mas el poder de Dios que el de los hombres.
5/08/20 7:47 PM
Vicente
volver a Jesucristo tal y como la Iglesia lo predica.
5/08/20 9:18 PM
Juan Mariner
Althaus: es usted un observador sublime. En efecto, no se atreve a culpar a sus iguales, se ensaña con los débiles y le tiene miedo a los poderosos. En una estructura jerárquica, si el subordinado hace lo que hace, es porque el superior lo aprueba o tolera. Ya somos mayorcitos.

Nunca me fío de los que emplean en la Iglesia Católica los conceptos de "conservador y progresista" en vez de "ortodoxo y heterodoxo", utilizan la Institución de Cristo para imponer sus ideas político-sociales a los demás en una suerte de clericalismo inadmisible.
5/08/20 10:34 PM
Anibal Baeza
Lamentablemente, a la crisis del clero (no todo, por supuesto, porque siempre se encuentran excelentes sacerdotes que honran a la Iglesia, y el que escribe esto siempre los ha hallado) muchos laicos responden con una actitud que podría llamarse "amenismo", o sea decir "amén" a todo lo que venga de los clérigos, con lo que poco los ayudan. En nuestra tierra argentina, el poeta Leopoldo Marechal habló satíricamente en su novela "Adán Buenosayres", ya en 1948, de cierto laico que se había tenido que constituir en "Vicepapa" para vigilar el "orgullo sotánico" de los que apadrinaban una secta "oracionista".
6/08/20 1:41 AM
Anibal Baeza
Estimado Carlos Sáez, el éxito de la novela "Jesús", con todos los errores teológicos que contiene, incluso con su pobre estructura dramática, como que es obra de la "Igreja Universal", confirma lo que señala Mons. Aguer en su nota: la gente de pueblo quiere que le hablen de Cristo, de su vida, mensaje y milagros, y lamentablemente nosotros no se lo presentamos sino bajo la forma del compromiso social o de una predicación desencarnada, y sin referencia a la Fe y las costumbres.
6/08/20 1:49 AM
Albert Peez
Crisis – decadencia de la Institución eclesiástica, para ser exactos. La crisis y la decadencia de la Iglesia vienen como consecuencia de la anterior. Toda la Iglesia sufre los pecados que por una más de 1500 años la institución eclesiástica ha estado cometiendo bajo su sola responsabilidad.

La institución eclesiástica, muy arteramente, siempre ha pretendido camuflarse bajo el manto santo de la Iglesia, para pasar desapercibida y lo más importante impune de sus pecados.

Pero ese manto se está corriendo y está quedando en evidencia la institución eclesiástica por sí misma.

Sólo hace falta el Pueblo de Dios tome conciencia clara de ello y empiece actuar en consecuencia.

Hasta que esto no ocurra, no avanzaremos en esta crisis que nos conducirá, efectivamente, a la decadencia, y lo que es peor, a la marginalidad y a la desaparición.
6/08/20 1:38 PM
Jk
Tal pareciera que alguien dijo:" la Iglesia católica es una institución muy antigua, exitosa, unida pero estorbosa para nuestros objetivos, de nada sirve perseguirla, prohibirla y llenarla de martires para intentar desaparecerla, mejor infiltremosla y una vez obtengamos algo de poder hagamos que se convoque a un concilio que marque el punto de partida de su destrucción". Y 60 años después aca estan los exitosos resultados.
6/08/20 3:01 PM
carlos
La reacción es tardía. Es lamentable que después de sesenta años apenas empecemos a darnos cuenta de la decadencia de la Iglesia. No se podía esperar nada diferente de un Concilio ambiguo que dio lugar al mismo tiempo a la "hermenéutica de la ruptura" y a la "hermenéutica de la continuidad".
6/08/20 6:58 PM
hornero (Argentina)
Habrá distintas opiniones respecto de lo que ocurre en la Iglesia, pero hay sólo una voz autorizada que le ha marcado el punto final a los enemigos: la Virgen, la Mujer Vestida de Sol, que pisará la cabeza del dragón. Esto es lo fundamental, que la Virgen ha anunciado el triunfo de su Corazón Inmaculado en el mundo, y es también un “signo de los tiempos”, que este triunfo de María sea silenciado, no invocado, e ignorado de modo ostensible, casi desafiante, por los Pastores, sacerdotes y muchos fieles. Hay una acción misteriosa de las tinieblas, pero perfectamente explicable, que intentan ocultar esta Victoria de la Virgen, porque este acontecimiento sacude muchos orgullos y adhesiones calladas al mundo. El triunfo de María implica la caída del mundo moderno, de la moderna Babilonia, incompatible con el triunfo de la Virgen. Por eso el silencio general y cómplice entre las diversas corrientes “ortodoxas” y “heterodoxas” que se aúnan en un común RECHAZO a la Virgen, incluidas sus actuales Manifestaciones extraordinarias. Un invocado “cristocentrismo” sin María, es herético, contrario a Cristo, y si apuramos el rechazo, es blasfemo. “Quien rechaza a Mi Madre, a Mí Me rechaza” (Mens. de Jesús, dado en San Nicolás).
6/08/20 9:59 PM
Herbert A.R. NORMAN
UNA PROFUNDA, SALUDABLE E INSPIRADA NOTA DE MONSEÑOR AGUER QUE NOS DESPIERTA FRENTE A ACTITUDES DE SEGUIMIENTO DE UNA MODERNIZACIÓN QUE NO ES FUNDADA EN. EL CAMINO MARCADO POR N. SEÑOR JESUCRISTO.- JESUS ES DIOS Y NO NECESITA MODERNIZARSE PUES EL ES PRESENTE ACTUAL PERPETUO, INFINITO E INTEMPORAL.-
6/08/20 11:18 PM
Hugo de Argentina
En medio de la desolación, reconforta siempre leerlo a Monseñor Aguer... Aún en el silencio estridente, entre cobarde y displicente, de los demás pastores argentinos. ¡Qué mediocridad la de esta gente de la que de pastores a veces sólo les queda el olor a oveja!
Releía para tratar de entender esta crisis "La Iglesia clandestina" del verdadero mártir argentino Carlos Sacheri y pensaba: en los 70, la clandestina era la iglesia marxista-progresista, hoy la "Iglesia clandestina" es la verdadera y comenzó la persecución. Aguer, la única voz lúcida y valiente, pagó por serlo con humillaciones y destratos. No quiero pensar en el desprecio con que lo recibirán en la próxima reunión de la Conferencia Episcopal por haberse atrevido a hablar y pensar, cuando los demás solamente rebuznan. No sea que se enoje Saruman.

7/08/20 12:09 PM
Néstor
Agreguemos que esos eminentes teólogos, Von Balthasar, Congar, De Lubac, y otros, habían sido justamente señalados en su momento por la jerarquía eclesiástica debido a las ideas que promovían, y que todos estaban suspirando por sacarse de encima el "yugo escolástico", y que las consecuencias de eso son las que estamos viendo ahora.

Saludos cordiales.
8/08/20 4:23 AM
carlos iavicoli
Ya somos grandes. No hace falta decirle a Mons Aguer que tambien los obispos son responsables y nosotros los fieles. Las desviaciones doctrinales comenzaron con la accion de minorias audaces de clerigos mas preocupados por ser creativos activistas sociales que por cumplir el mandato de Cristo Vayan y enseñen todo los que Yo les he dicho.Falto la correccion fraterna que va tanto del obispo hacia los sacerdotes como viceversa. Obedecer a Cristo Dios antes que a los hombres. Hoy se esta cumpliendo la milenaria advertencia de la Escritura. Llegara el tiempo en que los hombres despreciaran la sana doctrina y solo escucharan las opiniones caprichosas de los falsos profetas que alagan sus oidos.
8/08/20 2:56 PM
carlos iavicoli
Soy nacido y catequizado en la Epoca preconciliar . Mi conviccion es que Cristo no hizo ninguna opcion preferencial por los pobres sino por todos los pecadores ricos y pobres. Curo a ricos y a pobres pero no a todos sino a los que tenian Fe en El /.Visito a Zaqueo que era rico porque Cristo vino a salvar lo que estaba perdido. Dijo a muchos pobres ustedes me siguen porque han sido saciados con el pan material pero su corazon esta lejos de Mi. En lo politico no dijo una sola palabra contra el Imperio Romano que dominaba a Israel. Como evangelizo a los ricos? Anda desapegate de tus riquezas ,ayuda a los pobres y luego ven y sigueme. No hay una sola palabra de condena a la riqueza sino al uso que se hace de ella.
8/08/20 3:25 PM
carlos iavicoli
Escuchemos lo que nos dice el Señor como a Pedro que se hundia en el mar. Hombre de poca Fe por que dudaste?. Les dije que estare con Uds. hasta el fin de los tiempos y que las fuerzas del infierno no triunfaran contra Mi Iglesia. Cuando muchisimos me abandonaron porque decian que mis enseñanzas eran muy duras, cuantos me siguieron? SOLO DOCE. Mas que suficientes. Cuando sea necesario vendran otros que Me seguiran para difundir la Buena Noticia.Señor envianos urgentemente santos sacerdotes a Tu Iglesia porque el trabajo es mucho y los obreros son pocos.. SANTOS como pedia Juan Pablo II. Si Tu Voluntad desea un reformador mandanos un San Carlos Borromeo..Perdona nuestros pecados y aumentanos la Fe..
8/08/20 4:15 PM
Raúl
Alberto Ramón Althaus y Juan Mariner pretenden que Mons. Aguer no responsabiliza a obispos de la crisis. Muy mala lectura del artículo (y de otros análogos de Aguer) pueden concluir eso, si es que no hay mala intención. Monseñor señala que la Humanae vitae fue "rechazada por varias Conferencias Episcopales, y sobre la cual se ha impuesto un ominoso silencio que ha llevado al olvido oficial de su cincuentenario", señala "la devastación de la liturgia, en la que –olvidando las prescripciones del Concilio- cualquier celebrante, obispos incluidos, puede hacer lo que se le ocurre inventar...", señala la "burocratización e ideologización de muchas Conferencias Episcopales, con daño de la auténtica misión del obispo en su Iglesia particular", citando a Sarah señala "la «cacofonía en las enseñanzas de los pastores, obispos y sacerdotes»; de ello resulta –afirma- «una situación de confusión, de ambigüedad y de apostasía»". Todo lo cual indica la responsabilidad de la jerarquía en la crisis y Mons. Aguer lo viene indicando al punto que no parece contar con el beneplácito de sus colegas.
8/08/20 4:36 PM
gustavo perez
Muy acertadas, desde luego, las observaciones de Monseñor AGUER. Una sola cosa le sugeriría: que no se extendiera tanto, que fuera más lacónico y resumiera más sus aportaciones. De lo que se trata es de que sus intervenciones lleguen, sean leídas por muchos y debido a su extensión me parece que eso es impensable. Por lo demás excelente y muy valiente en sus denuncias.
8/08/20 6:24 PM
Juan Mariner
Raúl no nos tome el pelo:
-"rechazada por varias Conferencias Episcopales" y"burocratización e ideologización de muchas Conferencias Episcopales", vaya por delante la "persona jurídica", y así no se mete con la "persona física" con nombre y apellidos. La Conferencia Episcopal no es nada, solo es el instrumento jurídico de relacionarse la Iglesia Católica con el Estado que la acoge por concordato o acuerdo.
-"obispos incluidos", otorga un papel "secundario" a los mandamases del cotarro, a los auténticos responsables, ensañándose contra los sacerdotes subordinados, cuando su papel es primario. El "cura párroco", le guste o no oírlo es un "mandao" en la Iglesia.
8/08/20 8:31 PM
Florencia
Monseñor: me pregunto, con qué celo por la Verdad y la prédica del Evangelio piensa usted que puede alguien abrazar el sacerdocio cuando desde Vaticano II se les enseña a tolerar, o no señalar cabalmente lo que está bien y está mal y confraternizar con las falsas religiones, buscando puntos en común con la Única, Verdadera Religión fundada por Nuestro Señor? Magnífico Cloudel con su definición de edulcoramiento del Evangelio que ha de ser sal. Qué joven en sus cabales estaría dispuesto a ser Alter Christus, sacrificando su juventud, para salvar a las almas y predicar la verdad si su propia jerarquía eclesiástica le señala el camino del diálogo ecuménico y no del apostolado y espíritu misionero que es condición sinequanom del Catolicismo? Los enemigos de Cristo entendieron bien que era necesario corromper el espíritu y la razón de ser de la Iglesia desde adentro; tocaron la liturgia, luego la Santa Misa,... Esto trajo un nuevo paradigma de sacerdocio lamentable. Lo invito a leer el libro muy esclarecedor del padre Álvaro Calderón "Prometeo" en el que explica magistralmente el giro antropocéntrico que sufrió la Iglesia a partir del Concilio y sus devastadoras consecuencias que hoy sufrimos. Rezamos insistentemente por Usted y todos la jerarquía de Nuestra Santa Madre la Iglesia". Gracias por no ser un perro mudo.
8/08/20 8:31 PM
Lourdes
De acuerdo con Carlos I. "Cambió todo", como se suele escuchar. Describrir estos problemas, como se hace en el artículo, es obra muy ardua. Y sobre todo es doloroso. Para definir la realidad actual hay que ser monstruologo.
Dicen que el humo de Satán entró por una rendija, pero tal parece que le bajaron a mazazos una pared para que pase a sus anchas.
Hace tiempo se habla de Crisis, pero ahora ya se habla de Decadencia: De mal en peor. En bajada.
Hay que rezar el Santo Rosario todos los días como lo pidió la Virgen de Fátima. Bendiciones
10/08/20 3:23 PM

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