Francisco manda un mensaje a los participantes en el Foro de Davos y les da su bendición

Pide una acción política internacional para lograr la paz y el desarrollo

Francisco manda un mensaje a los participantes en el Foro de Davos y les da su bendición

El Papa envió un mensaje al presidente del Foro Económico Mundial que comenzó en Davos (Suiza) el 16 de enero, con la participación de unos 3.000 representantes del mundo de la política y la economía. Dicho foro es uno de los principales actores en la imposición a escala planetaria del Nuevo Orden Mundial.

(InfoCatólica) Francisco da comienzo a su mensaje constatando que «la reunión anual de este año del Foro Económico Mundial tiene lugar en un clima muy preocupante de inestabilidad internacional».

Tras indicar que el objetivo de Davos «es orientar y reforzar la voluntad política y la cooperación mutua», indica que «ofrece una importante oportunidad para que las múltiples partes interesadas exploren vías innovadoras y eficaces para construir un mundo mejor. Espero que sus debates tengan en cuenta la urgente necesidad de avanzar en la cohesión social, la fraternidad y la reconciliación entre grupos, comunidades y Estados, con el fin de abordar los retos que tenemos ante nosotros».

Francisco recordó lo que afirmó en su reciente discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede

«...las guerras modernas ya no tienen lugar únicamente en campos de batalla claramente definidos, ni implican únicamente a soldados. En un contexto en el que parece que ya no se respeta la distinción entre objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no acabe de alguna manera golpeando indiscriminadamente a la población civil» 

El Papa pide que afrontar las injusticias que son la raíz de los conflictos:

«Entre las más significativas está el hambre, que sigue asolando regiones enteras del mundo, mientras otras se caracterizan por un excesivo desperdicio de alimentos. La explotación de los recursos naturales sigue enriqueciendo a unos pocos mientras deja a poblaciones enteras, que son las beneficiarias naturales de esos recursos, en un estado de indigencia y pobreza. Tampoco podemos ignorar la explotación generalizada de hombres, mujeres y niños obligados a trabajar por salarios bajos y privados de perspectivas reales de desarrollo personal y crecimiento profesional. ¿Cómo es posible que en el mundo actual la gente siga muriendo de hambre, sea explotada, condenada al analfabetismo, carezca de atención médica básica y se quede sin techo?»

El Pontífice advierte que «el proceso de globalización, que ya ha demostrado claramente la interdependencia de las naciones y los pueblos del mundo, tiene por tanto una dimensión fundamentalmente moral, que debe hacerse sentir en los debates económicos, culturales, políticos y religiosos que pretenden configurar el futuro de la comunidad internacional»: 

«En un mundo cada vez más amenazado por la violencia, la agresión y la fragmentación, es esencial que los Estados y las empresas se unan para promover modelos de globalización con visión de futuro y éticamente sólidos, que por su propia naturaleza deben implicar la subordinación de la búsqueda del poder y el beneficio individual, ya sea político o económico, al bien común de nuestra familia humana, dando prioridad a los pobres, los necesitados y los que se encuentran en situaciones más vulnerables».

Tras dar su parecer sobre cómo han de comportarse las empresas, el Santo Padre apunta a la necesidad de fometar la paz:

«Al mismo tiempo, es evidente la necesidad de una acción política internacional que, mediante la adopción de medidas coordinadas, pueda perseguir eficazmente los objetivos de paz mundial y auténtico desarrollo. En particular, es importante que las estructuras intergubernamentales puedan ejercer eficazmente sus funciones de control y orientación en el sector económico, ya que la consecución del bien común es un objetivo fuera del alcance de los Estados individuales, incluso de los dominantes en términos de poder, riqueza y fuerza política»

«Espero, pues», concluye el Papa, «que los participantes en el Foro de este año sean conscientes de la responsabilidad moral que cada uno de nosotros tiene en la lucha contra la pobreza, la consecución de un desarrollo integral para todos nuestros hermanos y la búsqueda de una convivencia pacífica entre los pueblos. Este es el gran desafío que nos plantea el tiempo presente». 

Finalmente da su bendición a los participantes en el Foro:

«Con estos sentimientos, dirijo mi oración de buenos deseos para las deliberaciones del Foro, e invoco con mucho gusto sobre todos los participantes la abundancia de las bendiciones divinas».

 

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