(Aica) El papa Francisco destacó hoy que la fe es una realidad constitutiva de la identidad del pueblo armenio, en su primer discurso en Armenia pronunciado en la catedral apostólica, de la ciudad de Echmiadzín, donde se dio un abrazo de paz con el patriarca Karekin II, Catholicós de todos los armenios.
Tras besar la cruz y el libro de los Evangelios, el pontífice recitó junto con Karekin II el salmo 122.
«La fe en Cristo no ha sido para Armenia como un vestido que se puede poner o quitar en función de las circunstancias o conveniencias, sino una realidad constitutiva de su propia identidad, un don de gran valor que se debe recibir con alegría, y custodiar con atención y fortaleza, precio de la misma vida», sostuvo.
El Papa pidió que el Señor bendiga a este pueblo «por este testimonio luminoso de fe, que muestra de manera ejemplar la poderosa eficacia y fecundidad del bautismo recibido hace más de mil setecientos años con el signo elocuente y santo del martirio, que ha sido un elemento constante» en su historia.
Asimismo, dio las gracias por el camino que la Iglesia Católica y la Iglesia Apostólica Armenia recorrieron «a través de un diálogo sincero y fraterno», con el fin de llegar a compartir plenamente la mesa eucarística. En este sentido, deseó que el Espíritu Santo ayude a realizar esa unidad, reconociendo la gran labor de Su Santidad Vasken I y Karekin I, san Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Francisco recordó varias etapas particularmente significativas de este compromiso ecuménico, en particular la conmemoración de los testigos de la fe del siglo XX, en el contexto del Gran Jubileo de 2000, la entrega al patriarca Karekin II de la reliquia del padre de la Armenia cristiana, San Gregorio el Iluminador, para la nueva catedral de Ereván, la declaración conjunta de Juan Pablo II y de Karekin II, firmada en ese mismo lugar, y las visitas que el patriarca hizo al Vaticano con motivo de grandes acontecimientos y conmemoraciones religiosas.
«El mundo –lamentó- está tristemente marcado por las divisiones y los conflictos, así como las formas graves de pobreza material y espiritual, incluida la explotación de las personas, incluso los niños y los ancianos, y espera de los cristianos un testimonio de respeto mutuo y la cooperación fraterna, que irradia en frente de cada conciencia del poder y la verdad de la resurrección de Cristo».
El Papa destacó, sin embargo, el compromiso «paciente y renovado» hacia la plena unidad, la «intensificación de las iniciativas comunes» y «la colaboración entre todos los discípulos del Señor» con vistas al bien común, a los que consideró «como luz brillante en una noche oscura, y una llamada a vivir también las diferencias en la caridad y en la mutua comprensión».
Al referirse al espíritu ecuménico, Francisco subrayó que «adquiere un valor ejemplar», incluso fuera de los límites visibles de la comunidad eclesial, y «representa para todos una fuerte llamada a componer las divergencias mediante el diálogo y la valorización de lo que une».
Tras señalar que esto impide «la instrumentalización y la manipulación de la fe», afirmó que obliga a «redescubrir las genuinas raíces, a comunicar, defender y propagar la verdad» en el respeto de la dignidad de todo ser humano.
Francisco reconoció que cuando «nuestro actuar» está inspirado y movido por la fuerza del amor de Cristo, «crece el conocimiento y la estima recíproca», «se crean mejores condiciones para un camino ecuménico fructífero» y, al mismo tiempo, se muestra «una vía concreta y factible para armonizar los conflictos que desgarran la vida civil y producen divisiones difíciles de sanar»