El nuevo obispo de Lérida tomó ayer posesión de su sede

Monseñor Piris: "Trataré de no defraudarles"

La toma de posesión de Joan Piris como nuevo obispo de Lleida fue una fiesta que ayer llenó la Catedral de la ciudad. Alrededor de unas 1.200 personas se congregaron para darle la bienvenida, que se concretó en una ceremonia de cerca de dos horas de duración, en la que estuvo acompañado por la presencia de 25 obispos entre los que destacó la presencia de los dos obispos eméritos de Lleida, Ramon Malla y Francesc Xavier Ciuraneta. Salinas le pasó el mandato que él ha ostentado durante más de un año como administrador apostólico, pidiéndole que vele por la unidad de la Iglesia.

(EcclesiaDigital/LaMañana) "Trataré de no defraudarles", sentenció ayer el que ya es oficialmente el nuevo obispo de Lleida, Joan Piris en la primera homilía que pronunció a la sociedad leridana. La Catedral de Lleida, que llegó a congregar más de 1.200 personas, arropó a Piris en su toma de posesión del cargo que le cede Xavier Salinas, que ha ejercido como administrador apostólico de la diócesis leridana. Lejos del conflicto por el la obras del arte sacro, sobre las cuales no hubo ninguna referencia, el de ayer fue un día de celebración para toda la comunidad cristiana y de fieles de Lleida.

Puntual a las cinco de la tarde, Piris, de 68 años y hasta ahora obispo de Menorca, fue recibido en la puerta del primer templo de la diócesis leridana por el presidente del Capítol Catedral, Josep Antoni Ginestà, y por el Col·legi de Consultors. El ritual fue escrupulosamente seguido, de forma que el nuncio de la Santa Sede, Manuel Monteiro, que acompañó a Piris, presentó al nuevo obispo al decano del Capítol, que le ofreció la reliquia de la Vera Creu.

El acto, que duró cerca de dos horas, fue seguido por la numerosa comunidad religiosa que quiso estar presente en el acto. De este modo, Piris estuvo acompañado por 3 cardenales, 3 arzobispos, 25 obispos y 2 abades. También una gran representación de la comunidad política catalana y leridana se desplazó hasta la Catedral, encabezada por el vicepresidente del Govern, Josep Lluís Carod-Rovira, el alcalde de Lleida, Àngel Ros, el presidente de la Diputación de Lleida, Jaume Gilabert, y el delegado del Govern en Lleida, Miquel Pueyo.

El de ayer fue un día especial para Piris no sólo porque cogió las riendas de la diócesis leridana sino porque cumplió 45 años como sacerdote. En la que fue su primera homilía, monseñor Piris tuvo palabras de agradecimiento hacia sus dos antecesores, los obispos eméritos Ramón Malla y Francesc Xavier Ciuraneta, también presentes en la misa. Tanto a ellos como a la sociedad leridana se dirigió, dando las gracias por la acogida y prometiendo que no les defraudaría. Piris también expresó su voluntad de que “cada día haya más jóvenes dispuestos a consagrarse de por vida al servicio de la diócesis”, así como también dirigió un mensaje hacia la comunidad inmigrante en Lleida. “Mi salutación la hago extensiva a todos aquellos inmigrantes que han tenido que desplazarse forzosamente a nuestras tierras buscando asegurar una mejor forma de vida para sí y para sus familias, y a los que hemos de acoger y ayudar a vivir con la dignidad debida a todo hijo de Dios”, sostuvo el prelado.

Por su parte, el administrador apostólico Xavier Salinas, mandó un mensaje muy claro a su sucesor, en el que le pidió que, por encima de todo, “no antepusiera nada a Cristo ni a la unidad de la Iglesia”. Salinas también le dijo que en su cargo se encontraría con una diócesis “pequeña pero esperanzadora”, al tiempo que resaltó que era una diócesis milenaria y “en crecimiento”.

Monseñor Piris, a su vez, también resaltó la importancia histórica de la diócesis leridana. “Posiblemente mi ser cristiano de hoy lo deba en parte a la buena gente de Lleida que acompañó a Jaume I en la liberación del Reino de Valencia, arriesgando su vida y favoreciendo con ello que el cristianismo siguiera vivo y arraigara más y más en aquellas tierras”. En referencia a la situación de la Iglesia en el siglo XXI, el purpurado afirmó que “nos ha tocado vivir en un mundo secularizado y complicado, pero es el nuestro y debemos quererlo”.

El acto de ayer estuvo preparado al milímetro. La organización instaló 800 sillas adicionales a los bancos de la Catedral, sillas que se llenaron al completo. También se montaron pantallas gigantes para que la ceremonia se pudiera seguir desde cualquier parte del templo.

Al finalizar el acto, la comunidad religiosa se traslado a la Academia Mariana de Lleida, lugar donde se sirvió un pequeño refrigerio para culminar la jornada.

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