Ponencia de clausura del congreso de la UPSA

Cardenal Kasper: «La Iglesia que se inspira en las principales corrientes sociales terminará siendo indiferente e inútil»

El Congreso de Teología «A los 50 años del Concilio Vaticano II (1962-2012)» que se ha celebrado en la Universidad Pontificia de Salamanca, ha concluido hoy con la ponencia del cardenal Walter Kasper, presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, titulada «Hermenéutica y recepción del Concilio Vaticano II». El cardenal ha hecho un recorrido por las diversas fases de la recepción postconciliar, señalando que el concilio sigue marcando el camino a seguir.

(UPSA) «Para la mayoría de los contemporáneos el Concilio es historia pasada, porque muchos no vivieron de manera consciente aquel acontecimiento, que ya se considera algo del pasado», afirmó. «Hoy, cincuenta años después, vivimos en un tiempo totalmente cambiado, globalizado. La optimista fe en el progreso hace tiempo que ya se ha evaporado». Nuestra Iglesia, sin embargo, no parece que viva la etapa primaveral que supuso el Concilio Vaticano II, sino que más bien en Europa da la impresión de haber una fase invernal.

El Concilio representa un caso especial en la historia de los concilios precedentes, pues «no fue convocado por una situación de herejías o cismas, ni se declararon dogmas formales o medidas disciplinares concretas». Respondió a «un tiempo nuevo con un optimismo que nacía de la fe en Dios, rechazando a los profetas de calamidades, y buscando un aggiornamiento, una puesta al día de la Iglesia». De hecho, «la intención era traducir al lenguaje de nuestros días la fe tradicional», no un simple acompasamiento a los tiempos.

El cardenal Kasper apuntó que «en muchos casos hubo que encontrar fórmulas de compromiso para buscar el consenso, y por eso los textos conciliares albergan un amplio potencial conflictivo. El Vaticano II es un concilio de transición, en el que sin renunciar a lo antiguo, se hacen sentir aires de renovación». Y explicó las tres fases de la recepción conciliar. La primera, entusiasta, contó con la contestación de algunos sectores eclesiales. «Se produjo un éxodo de muchos sacerdotes y religiosos, una caída de la práctica religiosa, y sobre todo después de la encíclica Humanae vitae, rechazada injustamente, surgieron movimientos de protesta». Por eso algunos críticos consideran el Concilio como una desgracia en la historia reciente de la Iglesia. Pero «pensar que todo esto sucedió por causa del Concilio es un error», ya que buena parte de las dificultades estaban ya presentes antes del mismo.

El Sínodo de 1985 tuvo la tarea de hacer el balance de los veinte años transcurridos desde la finalización del Concilio. «Fue consciente de la crisis, pero no quiso adherirse al lamento crítico, sino que habló de una ambivalencia, reconociendo junto a los aspectos negativos los muchos frutos buenos: la renovación litúrgica, etc.». Como dejó claro el cardenal Kasper, «la Iglesia de todos los concilios es la misma».

En cuanto a la reforma litúrgica, «fue recibida con gratitud por la mayoría, aunque algunos la acogieron de forma crítica». Otro hito importante en el postconcilio fue el Código de Derecho Canónico de 1983, publicado por Juan Pablo II como una «aportación a la renovación de la vida de la Iglesia». A todo esto hay que añadir, según el ponente, muchas aportaciones del magisterio eclesial.

Luces y sombras de la situación postconciliar

Pese a todo, no faltan aspectos positivos. «Los documentos conciliares no se han quedado en letra muerta, sino que han determinado la vida en las diócesis, parroquias y comunidades religiosas, a través de la liturgia, de la espiritualidad bíblica y de la participación de los laicos, además de estimular el diálogo ecuménico e interreligioso». Además, muchos nuevos movimientos espirituales surgidos después son un fruto del Concilio, «con su variedad de carismas y la llamada universal a la santidad». En la primera encíclica sobre el ecumenismo, Ut unum sint, Juan Pablo II desarrolló las propuestas del Concilio sobre la unidad de los cristianos.

El cardenal alemán también aludió a algunas sombras en algunos temas: «la colegialidad del episcopado, la corresponsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia, el papel de las Iglesias locales… sólo han sido desarrollados parcialmente». Y la diferente comprensión de la Iglesia trae consigo una diferente comprensión de la unidad, lo que da una variedad difícil de posturas ante el ecumenismo. Además hay otros temas discutidos, como el papel de la mujer en la Iglesia.

Ante todo esto, hay algunas demandas y reclamaciones de reforma. «Algunas son dignas de ser tenidas en cuenta, como la exigencia de transparencia; otras, que se apartan de la Tradición de la Iglesia, como la petición de la ordenación de las mujeres, no son aceptables». El futuro de la Iglesia no depende de estas preguntas: «la Iglesia que se inspira en las principales corrientes sociales terminará siendo indiferente y, al final, inútil. No será atrayente si se engalana con plumas ajenas, sino defendiendo su causa de forma creíble, siendo valiente y potente ante la crítica de la sociedad». Frente a esto, «ahora es la ocasión para ocuparse otra vez y a fondo de los textos del Concilio, y extraer sus riquezas».

Un acercamiento reflexionado

«No hay que hacer un mito del Concilio, ni reducirlo a un par de tópicos baratos», afirmó el cardenal. «Se necesita una hermenéutica conciliar, una exposición reflexionada». El punto de partida deben ser los textos del Concilio, según las reglas y criterios reconocidos. Y la interpretación debe basarse «en la jerarquía de verdades».

La Iglesia no es una institución absolutista, sino que, como comunión, se construye esencialmente sobre la comunicación. «Por eso, siguiendo el ejemplo del Concilio apostólico de Jerusalén, en los momentos difíciles, los sucesores de los apóstoles se han reunido para buscar el camino común. A Pedro le tocó un papel especial, y tuvo la aprobación de toda la comunidad», señaló el ponente. Después, «la recepción es cosa de todo el pueblo de Dios».

En la hermenéutica, «el consenso debe ser no sólo sincrónico, referido a la Iglesia actual, sino diacrónico, referido a la Iglesia de todos los tiempos, según el pensamiento de Benedicto XVI. Por eso la hermenéutica puede ser de la discontinuidad o de la ruptura, o se puede hacer desde la continuidad o de la reforma. Una renovación de la Iglesia dentro de la continuidad». En el proceso de la Tradición, «la novedad de Jesucristo tiene que resplandecer siempre nueva en su nunca gastada novedad, porque Jesucristo resucitado se hace presente en la Iglesia a través de la acción del Espíritu Santo».

Nuevo caminar tras las huellas del Concilio

En la última parte de su ponencia, el cardenal Kasper echó la vista al futuro. Habló de varias posturas de la postmodernidad que dificultan la vida y la acción de la Iglesia. «No debemos caer en una comprensión fundamentalista de la fe, recelosa de la razón o emocional, sino que cada uno debe dar cuenta –apología– de la esperanza que hay en nosotros. Debemos ser capaces de dialogar con argumentos sobre nuestra fe».

Además, se acercó a la pregunta sobre Dios, en una situación muy distinta a la que afrontó el Concilio con el tema del ateísmo. «Los hombres que viven fuera, en el atrio de los gentiles, tienen otras preguntas: de dónde vengo y adónde voy, por qué existo, qué sentido tiene el sufrimiento y cómo puedo librarme de él. La presente situación exige a los responsables de la Iglesia que sean teólogos, cuya tarea es hablar de Dios, y de todo lo demás en cuanto está en relación con Dios». Esto, dijo, es el programa que propuso en el siglo XIII Santo Tomás de Aquino. En Jesús, Dios «se ha revelado como Dios con nosotros y para nosotros».

Con ocasión del aniversario conciliar, recordó el ponente, Benedicto XVI ha proclamado el Año de la Fe, porque «sin un sólido fundamenteo en la fe, todo lo demás está literalmente en el aire». Las divisiones entre conservadores y progresistas «no prestan ninguna ayuda, y sin la fe, todas las acciones van al vacío. Necesitamos un giro teocéntrico en la pastoral».

 

12 comentarios

Beatriz
«No debemos caer en una comprensión fundamentalista de la fe, recelosa de la razón o emocional, sino que cada uno debe dar cuenta –apología– de la esperanza que hay en nosotros. Debemos ser capaces de dialogar con argumentos sobre nuestra fe»
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Parece que algunos miembros de la jerarquía están despertando...

Eso tiene nombre y apellido: Nueva Apologética

¿Cuándo lo implementarán en las parroquias y en los colegios, institutos, y universidades católicas? ¿cuándo van a preparar a los laicos para esta tarea? porque ya sabemos que los sacerdotes ellos solos no pueden con tan grande tarea, ya están bastante recargados con atender varias parroquias. Es tarea de los obispos preparar y organizar a los laicos. Los laicos tienen gran deseo de ayudar.

En estos tiempos de confusión la apologética es un instrumento de evangelización indispensable.

Kerigma y apologética. El anuncio de la buena noticia de los primeros cristianos era también apologético. Contrastaban el libertinaje pagano con la castidad cristiana, la poligamia pagana con la monogamia cristiana, los vicios paganos con la virtud cristiana, con el ejemplo y con la palabra. Eso es apologética: confrontar la luz con las tinieblas, para que la luz brille con fuerza.

El día que la Iglesia Católica se decida por la Nueva Apologética a nivel mundial comenzará esa tan ansiada primavera...mientras tanto se tendran que conformar con un invierno cada vez más intenso...

Todos los obispos tienen que
17/11/12 3:03 PM
Juan Mariner
Nuestra Fe es RACIONAL al cien por cien: creemos en las enseñanzas de una Persona, Jesucristo, que vivió, HISTÓRICAMENTE entre nosotros hace 2000 años, el Hijo de Dios.
17/11/12 8:32 PM
Gonzalo
Beatriz, lo bueno del invierno es que es la época del año en la que los días crecen y cada vez con más rapidez. En primavera siguen creciendo pero cada vez menos. Todavía se están sufriendo las consecuencias de algunas cosas que se hicieron mal en el pasado y los efectos de lo que se hace bien en el presente tardarán en verse.
17/11/12 10:20 PM
rastri
-La fe del cristiano es irracional. Y lo es porque el cristiano tiene fe en un infinito Dios que ni puede medir ni puede definir.

-Y lo que el limitado hombre con su razón no puede medir y no puede definir es porque es cosa de irracionalidad para el mismo.

-El Universo limitado sí que es cosa causa de limitada racionalidad para el hombre limitado porque sí que se puede medir y sí que se pùede definir

-
18/11/12 12:06 AM
Gregory
La expresión en latin no la recuerdo pero podemo entender para creer y creer para entender el que se sepa la cita en latin por favor me ayuda y de ser necesario me corrige
18/11/12 5:31 AM
David
Vamos a ver, rastri. La fe se piensa, se articula, se razona, se expresa con argumentos. No es mera nube imaginativa inintiligible. Por eso los seres irracionales no tienen fe, sólo las personas. La fe ilumina la razón, la razón da sentido a la fe (y ésta a la vida). Sin fe razonada todo es un sinsentido, por eso los ateos y agnósticos viven una vida sin sentido, sin razón de ser, sin origen ni meta, sin esperanza en nada y nadie: un vacío desgarrador total.

Por otro lado, W. Kasper es un fenómeno. He leido algún libro suyo y es un fuera de serie. Recomiendo "El Dios de Jesucristo". Ed. Sígueme.
18/11/12 7:44 AM
JacinTonio (Católico laico fiel, jubilado, desde España)
«la Iglesia que se inspira en las principales corrientes sociales terminará siendo indiferente y, al final, inútil. No será atrayente si se engalana con plumas ajenas, sino defendiendo su causa de forma creíble, siendo valiente y potente ante la crítica de la sociedad»

Es verdad. La Iglesia, como institución divina, tiene su propia inspiración, venida del Espíritu Santo, y su propia Doctrina, impartida por Jesucristo, su Maestro, Señor y Salvador. Pero téngase en cuenta que la Iglesia, peregrina en este mundo, está condicionada por los avatares de este mundo como cualquier otra institución humana, y no puede sustraerse a ellos: Las corrientes sociales, si están radicadas en la objetividad ineludible de la naturaleza humana o en la racionalidad sensata del hombre, y no simplemente en una obstinada ideología (¿cómo determinarla?), no deben ser ignoradas por la Iglesia, sino de alguna manera ser abordadas “positivamente” por ella; en parte, porque es un servicio al hombre que, caminando en este mundo, necesita coherencia con los apremios espirituales que recibe de la gracia y, en parte, porque la misma Iglesia camina en este mundo como peregrina y, de alguna manera, tiene que aceptar lo que le viene de él.

Además, de otra forma, podría caer, con el tiempo, en el otro extremo, fenómeno social que se ha dado con frecuencia en la historia de la humanidad: la llamada “ley del péndulo”.

Que el Señor nos bendiga.
18/11/12 10:03 AM
JacinTonio (Católico laico fiel, jubilado, desde España)
“… No será atrayente si se engalana con plumas ajenas, sino defendiendo su causa de forma creíble, siendo valiente y potente ante la crítica de la sociedad»”

Justo, si se engalana con plumas ajenas será atrayente, pero no comunicará la misericordia de Dios y la salvación del mundo. La misión de la Iglesia, por el contrario, debe dar gloria a Dios celebrando activamente la Salvación que nos viene de Cristo, y sin más pretensiones que las que corresponden a la Iglesia.

Es esa celebración la que no hay que esconder y de la que hemos de dar razón: la Gloria de Dios en nosotros y, en su caso, la Sabiduría que hemos de predicar a todo aquél que quiere ver y oír.

“Defender la causa de la Iglesia” es objetivo válido si la Iglesia tiene su mirada puesta en Jesucristo Redentor, pero puede ser cuestionable se mira a sí misma. Por eso, intentar hacerlo “de forma creíble”, puede significar caer en una trampa: el ejemplo siempre es creíble, aunque no siempre creído. Depende en gran parte del destinatario. El apóstol debe dar gloria a Dios de múltiple forma, dar gloria a Dios en público, sin esconderse: esa es la mejor predicación.

Sin la gracia de Dios nada es posible, pero con su gracia se remueven las entrañas de nuestra voluntad al contacto con la luz que se recibe del apostolado. Es la gracia de Dios la que hace creible nuestra predicación, y cada hombre es responsable de su salvación.

Vivamos en el Señor.
18/11/12 10:37 AM
Genjo
"hubo que encontrar fórmulas de compromiso para buscar el consenso, y por eso los textos conciliares albergan un amplio potencial conflictivo".
Si esto es así:
1º Desde el punto de vista doctrinal y pastoral, los textos conciliares son manifiestamente mejorables.
2º La conflictividad doctrinal que asola la Iglesia en este momento es un fruto directo de los textos del concilio.
3º Volver a los textos no resolverá al conflicto, porque el conflicto está en ellos.
4º Un consenso de esa naturaleza, que lleva en sí el germen del conflicto, y visto lo sucdedido, sólo lo puedo entender siendo entre la parte que defiende la doctrina tradicional y la que busca las novedades.
5º Parece obvia la necesidad de revisar los textos conciliares.
18/11/12 11:16 AM
rastri
-Veamos David.

-La fe es un don de luz y de vida limitada que un infinito Dios, en la razón o racionalidad de su causa de amor, deposita en el individuo limitado acorde a sus limitaciones, racionales o irracionales; A fin de qué a éste, en su limitada racionalidad o irracionalidad, le sea permitido intuir o imaginarse la posibilidad de la existencia de un ser superior a él, incluso, sin límite de superioridad. Dicho sea: Dios

Pero nunca para que este don de fe permita limitar o definir la existencia del ser superior, hasta tanto y cuanto ésta, quepa en la mente "irracional" del ser inferior. Y aquí la razón del porqué lo que es irracional para el ser inferior, que no lo es para el ser superior.

-Dicho de otro modo:
-Todo lo que procediendo de un infinito Dios, como padre ser superior, es racional o de la natural causa de la razón de su amor hacia el otro como hijo.

Y es irracional para el hijo, porque éste que es quien recibe no entiende la razón del don que él recibe, sino que se limita a recibirlo; o negarlo en la medida de sus limitaciones..

-Si el hombre en su "racionalidad" entendiera la obligación que Dios se debe así mismo en otorgar este don de fe que es amor, al hombre como hijo. Le bastaría a éste, el hombre, reclamar su derecho. Y Dios, en su justa racionalidad, no tendría otro remedio que otorgárselo. Dicho sea, el hombre como hijo creado, sería igual a Dios, como padre credaor.

Y esto sí que es irracional, tanto en el infinito Espaci
18/11/12 11:20 AM
Javier
Me ha gustado mucho esta entrevista y además me ha dado mucha alegría ver que prácticamente todo lo que había leído sobre este cardenal es falso, porque en algunas webs católicas (no cito nombres) se le suele poner de hereje para arriba y por lo que se ve están equivocadas.
18/11/12 12:25 PM
Yolanda
Gregory:

Decía san Agustín:

crede, ut intelligas

Cree y entenderás

Credo ut intelligam = Creo para entender

intelligo ut credam = Comprendo para creer

Creo para entender el inefable misterio de Dios(Credo, ut intelligam); y, habiendo al fin comprendido a Dios, puedo con mayor razón creer (Intelligo, ut credam).
18/11/12 9:43 PM

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