(Efe/InfoCatólica) Lo hacen sin regalos o cabalgatas, pero con numerosas ceremonias litúrgicas y oraciones, articuladas en torno a la gruta en la que se sitúa la llegada al mundo de Jesús y sobre la que se alza la Basílica de la Natividad. Los oficios religiosos tienen lugar en la adyacente Iglesia de Santa Catalina, que también alberga en Nochebuena la Misa del Gallo.
En el patio está instalado hasta el próximo día 12 un belén de unos cuatro metros de ancho por cinco de largo, donado por la provincia italiana de Trento, al igual que el que se coloca en la Plaza de San Pedro del Vaticano desde 1982.
La fuerza de la celebración en Belén reside en el “aquí y ahora”, explica el vicecustodio de Tierra Santa, Artemio Vítores. “La idea del ‘aquí sucedió’ conecta con el hecho del ‘ahora’ y lo convierte en un acontecimiento presente que el peregrino puede tocar y sentir”, argumenta.
“En la Epifanía básicamente venimos a misa con frecuencia. No hay casi tiempo para hacer comidas especiales, como las que preparamos durante la Navidad”, señala Shira Muna, ataviada con elegancia tras asistir en la iglesia a la entrada del custodio de Tierra Santa, Pierbattista Pizzaballa, quien, como marca la tradición, llegó ayer por mañana a la Basílica de la Natividad, acompañado de decenas de franciscanos, desde la sede de la Custodia, en Jerusalén.
Entre los asistentes estaba el joven Yaqub Gazaui, quien explica en castellano las notables diferencias entre la más espiritual celebración local y la más colorida que vio cuando estudiaba en Barcelona. “Los Reyes Magos son aquí bastante distintos a los de España. En Belén sólo rezamos y venimos a la iglesia, no entregamos regalos ni participamos en cabalgatas”, resume.
Otro joven, Yaqub Saqa, explicaba que no se da cuenta en su día a día de la importancia que tiene Belén para cristianos de los puntos más diversos del planeta, pero en Navidad “de repente” siente “orgullo” del peso histórico-religioso de su ciudad natal.
La celebración de la Adoración de los Reyes
Ayer al mediodía, Pizzaballa presidió las Vísperas en Santa Catalina ante una mezcla de fieles locales vestidos con sus mejores galas, franciscanos, monjas y peregrinos venidos de distintos lugares. Entre ellos se encontraba medio centenar de devotos nigerianos que se apresuró a cantar con fervor el “Aleluya” al oír las campanas llamando a la oración.
A primera hora de la tarde, hubo un oficio y una procesión y desde la medianoche una vigilia de oración en la gruta de la Natividad hasta las nueve de la mañana, una hora antes de la celebración de la misa en árabe y latín. Hoy por la tarde, los franciscanos portarán una escultura del niño Jesús por el recinto de Santa Catalina, su patio y la gruta, mientras regalarán a los asistentes mirra e incienso. “Oro no damos porque nos arruinaríamos”, bromea Vítores.
En los próximos días, la Custodia conmemorará otros dos episodios centrales del Nuevo Testamento. El domingo se celebrará el Bautismo de Jesús por San Juan a orillas del río Jordán, en Qaser Al Yehud, cerca de la ciudad cisjordana de Jericó. Y el día 15 se desplazarán a Kafr Kana, un pequeño poblado palestino en la Galilea (Israel), para recordar el primer milagro de Jesús: la transformación del agua en vino en las Bodas de Caná, según se narra en el Evangelio de Juan.