InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: ........ - Laicos

1.06.09

La conversión del primer apologista cristiano

Pruebe su conocimiento sobre S. Justino (el primer apologista cristiano que se conoce): [Solución al final del artículo]

1) Fue del siglo: A) I, B) II, C) III, D) IV, E) no se sabe.

2) En su familia: A) sus padres eran cristianos, B) sólo su padre era cristiano, C) sólo su madre era cristiana, D) sus padres eran paganos, E) no se sabe la fe de sus padres

3) Estudió en las escuela(s): A) de un estoico, B) de un peripatético, C) de un pitagórico, D) todas esas escuelas, E) ninguna de esas escuelas

4) Su conversión se debió a(l): A) ejemplo de los mártires, B) la oración, C) la búsqueda de la verdad, D) un misterioso anciano, E) todas esas razones

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30.05.09

El proceso contra Santa Juana de Arco

Santa Juana de Arco (1412-1431), cuarta de cinco hijos, no era alta ni guapa, pero tampoco fea. Era morena, de tez oscura, y tenía una marca roja en su oreja izquierda. Destacaba sobre todo su expresión alegre y ayunaba desde niña compadecida del sufrimiento de la gente, comiendo una vez al día un poco de pan mojado en agua y vino.

Luchó en la Guerra de 100 Años como jefe militar tras oír Voces del Arcángel S. Miguel, Sta. Catalina y Sta. Margarita. En 1429. a los 17 años, tomó Orléans y asistió a la coronación del rey Carlos VII en Reims, Francia. Era muy fuerte, pudiendo permanecer completamente armada seis días y noches.

Un mes después de cumplir 19 años, tras ser capturada por franceses y vendida a ingleses, apareció ante sus jueces en la primera de seis interrogaciones públicas (el resto serían privadas). Pidió ser juzgada ante el Papa, pero no se lo permitieron. De los más de 600 testigos en una corte que no le era favorable, nadie dijo ninguna palabra contra ella.

Por las detalladas anotaciones, se sabe más de ella históricamente que de ningún otro contemporáneo suyo. A lo largo del juicio insistió en atenerse a respuestas que tuvieran que ver con el Caso y no quiso jurar que iba a decir “toda” la verdad: “No sé qué me desean preguntar; quizás me preguntaría sobre cosas que no debería decirle”. No hablaba mucho y lo hacía con prudencia, como se puede ver en estas citas (traducidas del inglés de la copia completa del proceso):

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15.05.09

¿Por qué hay tan pocos matrimonios beatificados o canonizados?

Habiendo nacido en Madrid, uno de los santos que he admirado desde pequeña ha sido San Isidro Labrador, Patrono de Madrid y de los campesinos (1082-1130), aunque más le admiro por ser San Isidro, esposo y padre, uno de los pocos santos que forman parte de matrimonios en que ambos cónyuges han sido canonizados por la Iglesia Católica.

Su vida matrimonial con Sta. María de la Cabeza ( - c.1175) [de origen mozárabe] llena de milagros, deja claro que se tomaban muy a pecho lo que dijo el Señor en el Evangelio del V Domingo de Pascua: “sin mí no podéis hacer nada” (Jn. 15, 5) . S. Isidro se levantaba muy de madrugada y dividía sus bienes y su tiempo entre la Iglesia, los pobres y su familia (su esposa e hijo). Una vez, su hijo cayó en un pozo muy profundo [¿qué padre no se siente nunca culpable por algún descuido?] y enseguida los dos padres rezaron. Las aguas del pozo subieron y el niño no sufrió mal.

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6.05.09

¿Tiene sentido decir que el sacrificio alegra?

S. Juan Bosco solía llevar a sus alumnos a visitar la tumba de Sto. Domingo Savio (1842-1857), su alumno más famoso, en sus excursiones campestres de verano. Les decía que había recibido una visión del niño santo en su gloria celestial. Oyó en esa visión: “Lo que más me consoló a la hora de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María. Recomiéndele a todos que le recen mucho y con gran fervor. Y dígales a los jóvenes que los espero en el Paraíso".

Se conocieron sólo unos pocos años, desde que Sto. Domingo le pidió a los 12 años estudiar en su colegio. Pero, eso fue suficiente para que S. Juan Bosco se diera cuenta de su santidad y pudiera escribir la biografía de este santo, que escribió el día de su Primera Comunión: “Prefiero morir antes que pecar”.

Se ganó el afecto de sus compañeros (ganando el Premio de Compañerismo cada año) ayudando a los que querían pelearse a hacer las paces. Se mostraba siempre alegre y les recordaba que Jesús murió perdonando a los que le crucificaron. Dijo Jesús en el Evangelio del IV Domingo de Pascua sobre su vida : “yo la entrego libremente” (Jn. 10, 18), y Sto. Domingo Savio hizo lo mismo con su vida por Jesús. ¿Cómo puede uno encontrar alegría sacrificándose? ¿Qué sentido tiene?

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29.04.09

Los confesores en tiempo de persecución

La palabra “confesor” deriva del Latin “confiteri”, confesar, profesar, y fue por primera vez por los cristianos. Éstos lo reservaban como un título de honor para los que habían padecido algún castigo en tiempos de persecución por confesar en público su fe en Cristo. S. Cipriano explica que el confesor debería permanecer fiel hasta el fin para merecerse ese título: “Ese confesor, en verdad, es ilustre y verdadero de quien la Iglesia no se avergüenza después, sino que alarde de él.”

Los Mártires de Lyon (177), según el acta de su martirio, no permitían que nadie les llamara “mártires” ("testigos") en vida:

“Tal título de mártir sólo se lo daban a Cristo, testigo verdadero y fiel, primogénito de los muertos y principio y autor de la vida divina. También concedían este título a aquellos que habían muerto en la confesión de la fe. ‘Ellos ya son mártires, decían, porque Cristo ha recibido su confesión y la ha sellado como con su anillo. Nosotros sólo somos pobres y humildes confesores’.”

Esto dice Cristo Resucitado de sí mismo a los apóstoles en el evangelio del III Domingo de Pascua: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos...” (Lc. 24, 47) Los “confesores” entre los primeros cristianos imitaron al Señor en sus sufrimientos para así cumplir con el mandato de predicar la conversión y el perdón de los pecados. Hay una fuerte relación entre esos “confesores” y no sólo la conversión de los que admiraban su fe, sino también el perdón de los pecados de los apóstatas.

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