Lo “hetero-” es lo otro, lo desigual, lo diferente. Lo “heterogéneo”, por ejemplo, es lo compuesto de partes de diversa naturaleza. El diálogo nos lleva a prestar atención al otro, a lo otro: a quien piensa de modo diferente, a quien parte de principios diversos, a quien concibe la vida desde perspectivas que no son las nuestras.
No está mal este hacerse cargo del otro. A veces, incluso, el “otro” no está fuera, sino dentro de nosotros. Un hombre pacífico puede albergar, en algún rincón de su alma, una porción de genio, un reducto de mal carácter, un residuo innominado de furia o de ira. También un creyente puede, si bucea dentro de sí mismo, descubrir alguna trinchera en la que, agazapado, se empeña en resistir un pequeño ateo.
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