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13.03.18

El amor es más fuerte

“Es fuerte el amor como la muerte”, dice uno de los libros más bellos de la Sagrada Escritura, el Cantar de los cantares, 8,8. El amor es duro, resistente, poderoso. Lo es, al menos, tanto como la muerte. En su potencia, la muerte nos abruma, nos desarma. El amor, que es tan fuerte como ella, nos descoloca, nos empuja a ir más allá de nosotros mismos.

“Es fuerte el amor como la muerte”. Sí y no. Si hablamos del amor de Dios, del amor de Dios que, por la Encarnación, es también amor del hombre, el amor no es tan fuerte como la muerte: lo es mucho más. El amor asume la muerte, la toma en serio en toda su crudeza, pero – ¡es el amor de Dios! – la supera, no se deja vencer ni atrapar por ella.

La noticia de la muerte de este niño, de un niño que, siempre, es un símbolo de la inocencia, se dio en un domingo de Cuaresma que se llama domingo “Laetare”, el domingo de la alegría.

Cada Misa, en la liturgia de la Iglesia, tiene una antífona de entrada. La antífona de entrada del domingo IV de Cuaresma suena del siguiente modo: “Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría…” (cf Is 66,10-11).

“Alegraos”, no porque el mundo sea el paraíso. “Alegraos”, sobre todo, porque Dios es Dios. Ese mismo día, en el que se supo la muerte del niño, tuve noticia de la muerte del padre de un amigo. Él me decía: “Mi madre murió en el domingo ‘Gaudete’ y mi padre en el domingo ‘Laetare’”.

El domingo “Gaudete” es el III domingo de Adviento, cuya antífona de entrada es: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres” (cf Flp 4,4-5).

Ante el nacimiento y ante la muerte el mensaje de parte de Dios, testimoniado en su Escritura, es el mismo: “Alegraos”. Dios es capaz de caracterizar del mejor modo los signos de los tiempos humanos: se alegra por la vida – la Navidad – y se alegra por la Resurrección de la muerte – la Pascua - .

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