InfoCatólica / Non mea voluntas / Archivos para: Enero 2021

26.01.21

¿Qué hacer con Biden? (desde/por lo eclesiástico).

Me refiero a qué hacer con Biden desde la Iglesia Católica, que es mi horizonte más cercano e íntimo: el único que en verdad nos debe importar, muy en primer lugar. Hablo en católico.

Porque Biden se declara “católico practicante". Incluso en algún medio ha salido que ha ido a Misa. ¡Toma ya, Jacinta, que hay boniatos asados!

Eso sí: en cuanto se ha sentado a la mesa oval -con la alfombra azúl-demócrata de rigor: ¡la democracia ha vuelto a EEUU! ¡Muera Trump!-, se ha puesto a firmar “órdenes ejecutivas": nuestros “decretos” de “aquí mando yo, y punto", tan queridos por la infame progrez.

Y como no podía ser de otra manera, porque esto también está en el ADN de la misma progrez, ha empezado a soltar millones a espuertas para pagar “abortos-barra libre". Y, ya puestos, a financiarlos también por el resto del planeta: algo que se había cargado el “malo-malísimo” de Trump. Como bastante más cosas.

Ante esta toma de postura por parte del “católico practicante” Biden -al que “desde siempre, su fe inspira sus decisiones", según rajada propia suya de él-, y atendiendo a sus altísimos aplaudidores, ¿qué debe hacer la Iglesia?

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20.01.21

Pasión por la Santidad. IIª parte.

“Santos de altar". “Santos de veras, auténticos, canonizables. Santos de altar. Santos, sin que nos falte un pelo". Así hablaba y escribía san Josemaría, Fundador del Opus Dei, dirigiéndose a la inmensa mayoría de hijos de Dios en su Iglesia en medio del mundo: los “cristianos corrientes". Por supuesto, valía también para sacerdotes y religiosos.

En su corazón y en su alma no tenía otro horizonte. La misma “pasión por la Santidad” que buscaba y quería para él, la transmitía y sembraba en todo el que quisiera escucharle. Este era el “banderín de enganche” que esgrimía. Y no tenía otro; porque, en Dios y desde Dios, tampoco no hay otro, como hemos dejado claro en el post anterior.

Esos “cristianos corrientes", eran, son, la mayoría silenciosa; estaban profundamente presentes en el mundo como CATÓLICOS auténticos, de veras, sin que les faltase un pelo; como sal y luz, amén de levadura que hace fermentar toda la masa, como enseñaba Cristo.

Este era el panorama desde el segundo “uno” de la vida de la Iglesia naciente. Una Iglesia que fecundó todo el mundo occidental de aquél entonces, para ir extendiéndose paso a paso, hasta llenar el mundo, tanto el “viejo” como el “nuevo". 

Se acabó cumpliendo aquella máxima, acuñada por Tertuliano: “somos de ayer, y lo llenamos todo: ciudades, islas, fortalezas, municipios, aldeas, los mismos campos, tribus, decurias, palacios, Senado, Foro: solo os hemos dejado los templos". (Apologeticum, XXXVII, Año 197)

No se queda ahí, sino que describe también, con gozo contenido y detenimiento, la vida de esa “casta” de “cristianos corrientes", apestados para el mundo “oficial y oficialista", pero luminaria divina en medio del mundo:

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11.01.21

Pasión por la SANTIDAD. Iª parte.

La SANTIDAD es la GRAN pasión del Señor: ¡Él es SANTO! ¡Si la Tercera Persona de la Santísima Trinidad se llama, precisamente, Espíritu Santo, el Santificador, que nos ha sido enviado por el Padre y el Hijo!

Por tanto, Él es Santo y nos quiere santos, a nosotros sus hijos: no en vano, y por la Gracia bautismal, participamos de su misma naturaleza divina: consortes divinae naturae, se nos revela en el Nuevo Testamento. Para nosotros, no hay nada más grande en este mundo, ni en el otro: porque perdura por toda la Eternidad.

Ya en el Antiguo Testamento Dios nos había dicho y escrito en repetidas ocasiones por mano de sus Profetas: Sereis santos para Mí, porque Yo, Yahweh, soy santo. (Lev 11, 44-47; 20: 26; 21: 8; Num 6: 5; 15: 40). En una traducción más “cercana” e “íntima” de la expresión griega y/o latina, pero sin perder un ápice de su intensidad, podríamos también decirlo así: Seréis “mis santos", porque Yo, Yahweh, soy santo.

Como es lógico, natural y sobrenaturalmente hablando, Jesucristo, no deja de levantar, bien visible y muy en concreto esta “bandera”: Sed perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto, nos dirá. Y, por  cierto, no podría señalar nada más excelso. Pero también aquí podríamos traducirlo de este modo: Sed “santos", como vuestro Padre Celestial es “santo”, sin que cambie un ápice ni su sentido ni su fuerza.

Esa misma “pasión” divina la quiere Dios para todos nosotros, sus hijos. Por eso, esta debe ser nuestra primera PASIÓN: debemos vivir APASIONADAMENTE nuestra vida cristiana en toda su plenitud.

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