Impidamos la tiranía

¿Qué sociedad subsistiría si declarase que es un derecho ciudadano matar a las personas inocentes por mayoría? En el mejor de los supuestos, se convertiría en una tiranía, contra la cual deberían reaccionar las personas rectas.

En la vida de las personas, instituciones y pueblos existen fechas que se borrarían del calendario, si la historia pudiese rebobinar sus páginas. El 5 de julio de 2010 es una de ellas para los españoles. Ese día, en efecto, se ha promulgado una ley inicua, que se opone frontalmente a la recta razón y a la justicia más elemental. Tal es la ley que establece que los españoles tienen derecho a matar a los no-nacidos, con tal que lo hagan antes de las catorce semanas. Digámoslo con total claridad: esta ley no es ley, aunque se presente así por algunas instancias políticas y legislativas. Y no lo es, porque nadie tiene derecho a eliminar a un inocente. Por eso, no obliga. Más aún, reclama una oposición frontal y sin distingos. La recta razón no puede admitir como derecho, matar a una persona que no tiene ninguna culpa.

He dicho “razón”, no religión. Porque el derecho a existir de una persona ya concebida, aunque todavía no haya nacido, no es una creencia de esta o aquella religión. No se requiere ser creyente para afirmar que un inocente tiene derecho a ser defendido y respetado en su integridad. La recta razón comprende que una persona humana no puede ser destruida por una responsabilidad ajena. Menos todavía si es por ganar dinero o votos. El sentido común se rebela.

Es una falacia afirmar que esta ley ha sido aprobada por la mayoría del Parlamento y que éste representa a la mayoría de los ciudadanos; o decir que si el Tribunal Constitucional lo dictamina conforme, sería una desobediencia oponerse, y merecería una sanción. La falacia consiste en atribuir a políticos, jueces o ciudadanos un derecho que no tienen. Y nadie tiene derecho a legislar que se puede matar a un inocente.

¿Qué sociedad subsistiría si declarase que es un derecho ciudadano matar a las personas inocentes por mayoría? En el mejor de los supuestos, se convertiría en una tiranía, contra la cual deberían reaccionar las personas rectas, según este consejo de Gandhi: “En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle”. No se puede decir con más acierto. Porque lo que está en juego es que unos puedan dominar tiránicamente a otros. Es indiferente que esos “dominadores” lleven un apellido u otro.

Los grandes pensadores de la época clásica ya vieron que todas las leyes han de derivarse de la recta razón. Por ejemplo, Cicerón decía en su famoso tratado De Legibus: “La ley es la razón suma que está inserta en la naturaleza humana, la cual ordena lo que debe hacerse y prohíbe lo contrario”. Más próximo a nosotros, decía A. Einstein: “Nada hay más destructivo para el respeto del gobierno y la ley del país que aprobar leyes que no pueden cumplirse”. Con su talento clásico, muchos siglos antes había sentenciado san Agustín: “Juzgo que lo que es injusto no puede ser ley”. Montesquieu, desde otra perspectiva, dijo lo mismo: “Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”. Él, buen conocedor de los comportamientos sociales, supo adivinar que los políticos y legisladores tienden a presentar como justas las leyes injustas. Frente a tal pretensión, él mismo nos abre los ojos: “No existe tiranía peor que la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencia de justicia”.

Yo soy un simple ciudadano, no soy un político ni un magistrado. Además, soy responsable de una comunidad cristiana. Desde esta mi doble condición quiero hacer un llamamiento a la cordura y al buen sentido. Salgamos al encuentro de todas las madres que se encuentran en dificultades y facilitemos su maternidad con todos los medios de que disponemos, que son muchos. Y con el mismo empeño tratemos de parar esta lacra del aborto que, sólo en España, ha destruido ya más personas que las que hay en las ciudades de Zaragoza, Córdoba y Burgos.

+ Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos

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5 comentarios

CATÓLICO SEVILLANO
Eminencia, lo conocí hace tres años en la Casa Mater de las Teatinas en Roma con ocasión del viaje que regalé a mi hijo por su Primera Comunión. No sé si recordará que fuimos a su habitación y Vd. le regaló al niño un Rosario bendecido por el Santo Padre. Magnífico su artículo. Es perfecto, claro, conciso y transparente, pero creo que los católicos de a pié necesitamos una mayor presencia de las directrices de la Jerarquía en nuestro día a día. Temo a los católicos "tibios" para los que "todo puede valer" según las circunstancias y los vientos que soplen. Por favor, desde su posición en la Iglesia inste a quien proceda para que los que tenemos las ideas medianemente claras no cejemos en nuestro empeño de defender lo que consideramnos justo frente a los vaivenes de los distintos partidos políticos que, como Vd. bien dice, nos tiranizan. Muchas gracias y Dios le conceda muchos años de vida lúcida al frente de su diócesis.
23/07/10 1:59 PM
Juan Stuse
Gracias, monseñor. Gracias. Necesitamos pastores de verdad como V.E.
23/07/10 4:18 PM
Desgraciadamente, cada vez son necesarios más argumentos para defender cosas obvias, cosas que siempre la han salido al hombre de dentro, como es el sentimiento natural de defender la vida de los no nacidos y considerar que el no nacido es un ser humano desde su concepción... ¿podría ser otra cosa?

Por eso su artículo es muy pedagógico, para católicos y no católicos. Muchas gracias.
23/07/10 9:29 PM
Pedro
Sí, todo muy y todo muy bonito. ¿Qué va a hacer usted? ¿Se cuenta con usted para amparar la objeción de conciencia a EpC? ¿Va a recordar a los católicos que no deben votar ni al PSOE ni al PP? ¿Va a nombrar profesores de religión de verdad creyentes y no recomendados?
26/07/10 10:15 PM
Fray Eusebio de Lugo O.S.H.
Totalmente de acuerdo con el artículo. Ahora bien, ¿Cuándo llegará el día en que una palabra episcopal llegue al fondo del problema, a sus causas y no sólo a sus consecuencias? El problema está en los fundamentos filosófico-teológicos en que se asienta el Estado moderno. Ya no se fundamenta ni en la Ley de Dios evangélica, ni en la Ley de Dios natural. Depende enteramente de lo que el hombre que pretende hacerse Dios quiera considerar como bien o mal. Por eso tienen razón los que como el P. Iraburu describen el estado actual como satanocrático, porque allí donde se ha expulsado a Cristo, no puede sino reinar el demonio. Los desastres eran perfectamente previsibles cuando se aprobó la Constitución del 78, y sin embargo, el episcopado de la época casi en pleno apoyó esa Constitución apóstata, por no hablar del episcopado actual, que colma la medida de sus antepasados disculpando a un Rey que pretende llamarse católico. Los obispos deberían enseñar la doctrina imprescriptible según la cual los gobiernos son legítimos en la medida en que legislen y gobiernen según la Ley de Dios. Si se niegan a hacerlo, harán que con toda justicia caigan los males que ellos mismos han llamado sobre sus pueblos. Los gobernantes de hoy quieren imponernos una nueva religión post-cristiana, y los pastores no advierten de ello con la suficiente energía y claridad a sus fieles. O confesar a Cristo-Rey también como nación, o arrodillarnos ante los precursores del Anticristo, tertium non datur.
16/10/10 1:02 PM

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