La generación de León XIV

La generación de León XIV

Puede que estemos entrando en una nueva etapa de la historia de la Iglesia. Usando la terminología orteguiana a la que me refería al principio, León XIV y Benedicto XVI y Francisco son contemporáneos, pero no coetáneos.

En el ámbito hispano, Ortega, luego seguido por Julián Marías y alguno más, puso en boga el concepto de «generacion» cómo método de investigación histórica. El hombre, como ser histórico, se encuentra con una serie de «vigencias» (concepto usado ampliamente por Marías), que son las de sus coetaneos, la de su generación. «Cada generación representa una cierta actitud vital, desde la cual se siente la existencia de una manera determinada» (Ortega, El tema de nuestro tiempo) . En cada momento del devenir humano conviven tres tiempos vitales distintos: el antecedente, del que se recibe, el propio y el posterior, que recibe al anterior. En un mismo momentos histórico (los contemporáneos) conviven distintas generaciones (los coetáneos)

Me gustaría aportar un granito de arena, desde esta perspectiva, para comprender el fenómeno del 267 sucesor de Pedro; un granito de arena quizá casi invisible en una playa inmensa, pues el papa León XIV ha provocado una atención mediática como no se había conocido antes. No hay tertuliano, opinador o influencer que, iluminado por la ciencia infusa, no se haya convertido en experto vaticanista y no haya compartido su opinión o análisis.

Se acumula de forma exponencial la información sobre él y, cosa curiosa, tirios y troyanos lo alaban y ponen en su persona grandes expectativas (quizá demasiadas). Los que llamaríamos «progresistas» (uso estos términos, aplicados al ámbito religioso, con gran prevención) lo ven como un continuador del pontífice anterior. Los «conservadores» ven en él una vuelta a un estilo dogmático, riguroso, alejado de ambigüedades y la recuperación de cierta solemnidad y rigor en la imagen y la estética. ¿Se puede ser ambas cosas?

Es demasiado pronto para trazar el perfil del papa Prevost; pero me parece claro un punto: este papa tiene un tono, un talante, un estilo distinto, no sólo a su predecesor, sino a todos los papas anteriores, hasta Juan XXIII. Hay algo en su discurso que no nos encaja en ninguno de los apartados que tenemos previstos. ¿Dónde puede estar el quid de esta cuestión?

Todos los papas anteriores han estado influidos, mediatizados por el gran fenómeno de la Iglesia en el siglo XX: el Concilio. Obsérvese el fenómeno curioso de que se le llame popularmente el Concilio, cuando es uno de los 21 que ha celebrado la Iglesia y quizá el que menos contenido dogmático contiene. Nicea, Calcedonia, y no digamos Trento, aclaran y definen aspectos fundamentales de la doctrina católica. El Vaticano II intenta poner el discurso de la Iglesia en un tono que sea percibido por el hombre contemporáneo; tiene -esto se ha repitido como un mantra- una función pastoral, más que dogmática. Nos legó textos de una gran belleza y profundidad (algunos de los cuales se ignoraron e incumplieron desde el primer día); pero lo que más influjó de él, no es su contenido, la doctrina recogida en sus textos, desconocida para la mayoría de los católicos, sino lo que se llama su «espíritu». Ese concepto nebuloso del «espíritu del Concilio» es el eje alrededor del cual gira cualquier debate en la Iglesia desde finales de los 60. Lo que es conciliar es lo abierto al mundo, lo moderno, lo inclusivo (por usar la teminología actual); lo que es tradicional, rígidamente dogmático, jerárquico es preconciliar. La liturgia en la que el sacerdote se inventa las rúbricas (práctica casi general) es conciliar; el vetus ordo o la misa un poco solemne con incienso y algo de latín es preconciliar. Etcétera. Lo más paradógico de este tema es que estos conceptos, por lo menos a un nivel popular, tienen poco que ver con los textos mismos del Vaticano II que, como digo, son desconocidos y -lo que es peor- ignorados por muchos de los que los conocen.

Juan XXIII y Pablo VI fueron hombres marcados por esa idea de apertura al mundo, deaggiornamentoy por un espíritu ecuménico que parecía ver (erróneamente, como se ha demostrado) cerca el momento de la ansiada unión. Juan Pablo I, del que poco podemos decir, en la misma adopción de su nombre dejó claro que era continuador de este espíritu. Juan Pablo II no elige ese nombre de forma arbritria. Era un hombre del Vaticano II, en el que participó activamente, y su actitud ecuménica (encuentro de Asís) lo demuestra con creces. Benedicto XVI tuvo como teólogo una participación importante en este evento, aunque luego se distanció de sus amigos Rahner, von Balthasar, Congar, de Lubac, derivando hacia posiciones menos aperturistas, pero nunca tradicionales. Consciente de los equívocos y problemas que surgieron, plantea su tesis de la «hermenéutica de la continuidad» para intentar salvar el Concilio sin caer en los excesos de su espíritu. Por último, Francisco, de todos los papas mencionados, es el que mejor representa ese espíritu, esa sintonía con el mundo moderno. Esa ha sido la base de su gran popularidad, dentro y fuera de la Iglesia, y de sus polémicas y equívocos.

Pues bien, León XIV es otra cosa. Pertenece a una generación que tenía una edad infantil en aquellos complejos años de finales de los 60 y 70. No está determinado por esta categoría. No es conciliar ni preconciliar. No encaja en ninguno de los ficheros que llevamos tanto tiempo usando. Puede que estemos entrando en una nueva etapa de la historia de la Iglesia. Usando la terminología orteguiana a la que me refería al principio, León XIV y Benedicto XVI y Francisco son contemporáneos, pero no coetáneos.

 

5 comentarios

José Herrera
Francisco no sintonizaba con el mundo moderno. Hay que entenderlo en clave sudamericana, no europea. Era un populista antiliberal y nacional-católico argentino y defensor de la teología del pueblo que detestaba la modernidad europea y occidental. Su aparente progresismo no fue más que dos concesiones al progresismo europeo que lo impulsó, la bendición de parejas homosexuales y no casadas por la Iglesia y la comunión a divorciados vueltos a casar civilmente.

Fue escogido por su flexibilidad doctrinal por los progresistas centroeuropeos para llevar a cabo su programa de reformas, pero Francisco se dedicó a difundir su ideario populista sudamericano. Sus ideas sobre la inmigración estaban relacionadas no con la izquierda, sino con la visión del inmigrante como un pobre, que para la teología del pueblo es la encarnación de la pureza evangélica. Su postura sobre el cambio climático era consecuencia de su anticapitalismo, coincidente con la izquierda, pero de origen peronista clásico.

Francisco era doctrinalmente ambiguo y litúrgicamente laxo no por progresista, liberal o moderno, sino porque el centro de su interés no era la doctrina y la liturgia tradicional, sino el ideario nacional-católico argentino, la teología del pueblo y la oposición a la economía de libre mercado, una ?economía que mata?, según sus palabras.

León XIV es aún una incógnita, aunque ya va dando las primeras muestras de su pontificado, más cercano a Juan Pablo II en moral sexual y fami
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LF:
Por si lo pregunta. Su comentario se  ha cortado por llegar al máximo de caracteres permitido.
10/06/25 5:30 PM
Churrinche
El otro día hablando con una amiga estadounidense me comentaba precisamente esta sensación de diferencia con León XIV, que ella identificaba como una cierta sensación de "estatura humana". Para ella, los tres papas que había conocido antes tenían una cierta impronta que los hacía parecer, cada uno a su manera, "larger than life".

Me parece que en el aspecto generacional, lo geográfico y lo histórico más allá de la Iglesia en particular son muy definitorios en esta comparación. JPII y BXVI pertenecen a generaciones de europeos marcados por la 2ª guerra mundial, que fue en buena medida el tiro de gracia de la vieja Europa. Eran sobrevivientes de ese cataclismo, y conservaban en sus aprestancias y perspectivas, mucho de esa vieja Europa. La influencia de la guerra se ve también en sus preocupaciones teológicas y filosóficas. En JPII, el fuerte Personalismo como oposición a los regímenes políticos deshumanizantes y colectivizantes; en BXVI, el problema del mal, su relación con el misterio de la cruz y el poder de la esperanza cristiana (hay algo poético en que su vida comenzara un Sábado Santo y acabara en Nochevieja).

Francisco es de otro contexto. Es difícil para el no Latinoamericano entender de qué altura cayó la Argentina durante su generación. Supo ser un país que produjo un Borges; BSAS era un centro editorial a la altura de Madrid, Barcelona y México D.F. El decline arrancó poco antes de la dictadura; al retorno a la democracia no quedaba muc
11/06/25 2:21 AM
Churrinche
No es atípico de esa generación vivir en el pasado; en Francisco se veía mucho esta pelea con fantasmas de un mundo que era más bien algún lugar entre 1950 y 1970 que los 2010. Súmesele a eso el carácter típico de un jesuita, y se halla uno ante alguien “larger than life”, pero de tipo completamente distinto al de JPII y BXVI.

León XIV es, en este sentido generacional, una figura compleja. Es Estadounidense, pero de Chicago, ciudad de inmigrantes en el medio oeste (que no tiene una serie de elementos que asociamos típicamente con lo yankee: ni la herencia puritánica y calvinista del este, ni la esclavista del sur, ni la tensión político-cultural de los antiguos territorios mexicanos al sur oeste y oeste). Fue también una de las peores zonas en términos de la deriva eclesial en su momento, PERO… Prevost se fue de ahí y pasó muchos años de misionero (factor no menor) en Perú, una cultura muy distinta (y dentro de Latinoamerica, por su antigüedad tanto pre-colombina como colonial, y su carácter andino, bastante recluida y aparte), en la que se radicó. La lectura generacional de él es difícil porque está lejos de lo típico para su generación en EEUU o LATAM.

Lo que creo que mi amiga percibe en él es la falta de ese viejo mundo perdido, y esa es quizá su marca generacional: lo mismo que no vivió el CVII, tampoco vivió la 2ª Guerra o la vertiginosa decadencia de su país en sus años de juventud adulta.
11/06/25 2:29 AM
Franco68
@José Herrera Francisco (Jorge Bergoglio) no era "nacional-católico" ("el ideario nacional-católico argentino"). Quizás se confunda usted con otro Francisco (Franco) que era nacional-católico "español".
11/06/25 5:17 AM
Juan Mariner
Sobre Francisco, el intelectual católico Juan Manuel de Prada escribió un artículo que no tiene desperdicio: una visión sorprendente y a la vez respetable. No olvidemos el enorme poder espiritual de un Papa y su control interno y externo por los poderosos mundiales, principalmente occidentales.
11/06/25 12:02 PM

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