Quis custodiet ipsos custodes?, se preguntaba el poeta satírico Juvenal. ¿Quién vigilará a los encargados de vigilar?
En la Iglesia, los vigilantes son los obispos, porque eso es precisamente lo que significa episkopos en griego: vigilante. Por la triste herencia del pecado original, también en la Iglesia hay que preocuparse de quién vigilará a los vigilantes. Los obispos están llamados a ser «maestros de doctrina» (LG 20) y garantía de la unidad de sus diócesis, pero no siempre están a la altura de esa misión. Por la naturaleza de la Iglesia, el mayor problema no está en sus pecados personales, sino en los casos en que ni siquiera comparten la fe y la moral católicas, de manera que están incapacitados para desempeñar sus deberes.
Como ejemplo particularmente lamentable, la semana pasada, Mons. Georg Bätzing, obispo de Limburgo y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, se mostró públicamente favorable a la ley germana del aborto, que permite, ampara y legitima 100.000 muertes de niños inocentes al año, pero para él es un «equilibrio inteligente» entre los derechos de la madre y del hijo. Es forzoso concluir, por tanto, que el prelado no cree en la enseñanza de la Iglesia sobre la santidad de la vida, el quinto mandamiento, la misión de los obispos o los principios fundamentales de la moral. No es extraño que, como parte del camino sinodal alemán y en compañía de varios obispos, Mons. Bätzing también haya promovido otras muchas desviaciones de la fe católica.
La existencia y aparente impunidad de obispos que no comparten la fe y la moral de la Iglesia es, aparte de una calamidad para todos nosotros, un gran desafío para el nuevo papa, León XIV. A él, en efecto, le corresponde la misión de ser vigilante de los vigilantes.
Solo el Papa puede disciplinar o incluso suspender a un obispo que necesita ser corregido, tanto para bien del propio obispo como, sobre todo, para defender los fieles que están siendo extraviados y escandalizados por él. No se trata, pues, de un ejercicio de autoritarismo, sino del cumplimiento de una grave obligación de misericordia para con los sencillos y los pequeños. Dios le ilumine y le dé fuerzas en su misión de vigilar a los vigilantes y cuidar de las ovejas más débiles.
