Una perversión de ley

Toda ley humana que no tenga su sostén en los principios universales contenidos en la ley natural, va en contra de esos mismos principios, los únicos que tienen la capacidad de garantizar que el actuar moral del hombre será acorde a su naturaleza, protegiendo así lo más propio que hay en él. Toda ley, entonces, que no tenga este sustento sólo será un artificio inicuo que violentará a la persona. En palabras de Tomás de Aquino, ella no puede ser llamada ley en propiedad, sino que es una perversión o corrupción de ley

 “Unde omnis lex humanitus posita intantum habet de ratione legis, inquantum a lege naturae derivatur” 

“La ley positiva humana en tanto tiene fuerza de ley
en cuanto deriva de la ley natural”

Tomás de Aquino, Suma de Teología, Ia IIae, q.95, a.2. 

Mal día para los nonatos en España… pero aún, mal día para los nonatos en el mundo. Es que, ¡convenzámonos!, esto no comenzó ahora ni terminará acá, esto es sólo el comienzo… más países se unirán, más sociedades dejarán de lado el honor y la civilidad, su misma humanidad, cambiándola por la vergüenza y el deshonor, por la cobardía, por la más baja de las animalidades.

España, otrora joya del cristianismo y sus valores, ha caído a lo más bajo que una comunidad de personas puede llegar: a la infamia de legalizar el asesinato de sus propios hijos, de despreciar y pisotear la dignidad de los que pudieron llegar a ser tan españoles como ellos. Mal día, de eso no hay dudas: la Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva es una realidad, macabra, brutal, asquerosa, pero realidad al fin. 

¿Qué pasa con el hombre y sus sociedades? ¿Qué es lo que pretende? ¿Cómo puede debatirse, aceptarse y promulgarse como ley este genocidio sin precedentes? Una ley que permite el impune asesinato de bebes que aún no tienen la suerte de nacer –y que nunca la tendrán, porque ya han muerto–, ¿cómo puede ser justa? En fin, ¿cómo puede llamarse ley a una aberración como ésta? 

Hay una contradicción inherente y absoluta en esta penosa creación humana. Comencemos por su mismo nombre: “Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva”; ¿de “salud”? ¿De quién? ¿De la madre? Nos imaginamos que a ella se refiere, porque “salud” del hijo, seguro que no. Y si es sólo de la madre –lo que ya implica un grave problema: el olvido de la otra parte, su propio hijo–, ¿qué hay de “saludable” en abortar? Pareciera que quedar embarazada y abortar constituye el camino saludable, sexualmente hablando. Además, si hay aborto, tampoco hay “reproducción”, ¿o no? ¡Ah! Es que se nos olvidaba una parte del título: “… y de la interrupción voluntaria del embarazo”. Bueno, “pequeño gran detalle”. Basta con ver el nombre para darnos cuenta de que en esta ley de “sexualidad” poco hay de “salud” y de “reproducción”, sino todo lo contrario. 

Lamentablemente negativas son, también, las distintas contradicciones con que nos encontramos a lo largo del texto. Citemos, por ejemplo, este singular extracto del Preámbulo

“La Ley (…) establece, asimismo, una nueva regulación de la interrupción voluntaria del embarazo fuera del Código Penal que, siguiendo la pauta más extendida en los países de nuestro entorno político y cultural, busca garantizar y proteger adecuadamente los derechos e intereses en presencia, de la mujer y de la vida prenatal.”

¿Cómo? ¿Una nueva regulación a favor de la interrupción voluntaria del embarazo que garantizará y protegerá los derechos e intereses de la vida prenatal? Esperen, aún hay más: 

“La Ley parte de la convicción, avalada por el mejor conocimiento científico, de que una educación afectivo sexual y reproductiva adecuada, el acceso universal a prácticas clínicas efectivas de planificación de la reproducción (…)  y la disponibilidad de programas y servicios de salud sexual y reproductiva es el modo más efectivo de prevenir, especialmente en personas jóvenes, las infecciones de transmisión sexual, los embarazos no deseados y los abortos.” 

¡Genial! ¡Qué mejor manera de educar afectiva y sexualmente que legalizando el aborto! El asesinato del propio hijo, demostración máxima de la afectividad reproductiva. Esta ley pretende, además, aportar en la prevención del aborto (¿?). Debe ser un error, entonces, que uno de sus capítulos se llame “Garantía de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo” (Artículo 12). Lo inaceptable de esta ley es que, mientras legaliza la “interrupción voluntaria del embarazo”, es decir, mientras hace socialmente aceptable el aborto, simultáneamente asegura ser el punto de partida para la prevención de este mismo y repudiable acto. 

Otra contradicción se refiere al grado de participación del aparato del Estado en la llamada “planificación familiar”: 

“La decisión de tener hijos y cuándo tenerlos constituye uno de los asuntos más íntimos y personales que las personas afrontan a lo largo de sus vidas, que integra un ámbito esencial de la autodeterminación individual. Los poderes públicos están obligados a no interferir en ese tipo de decisiones…” 

Sin embargo, más adelante asegura: 

“Los poderes públicos desarrollarán acciones informativas y de sensibilización sobre salud sexual y salud reproductiva, especialmente a través de los medios de comunicación, y se prestará particular atención a la prevención de embarazos no deseados, mediante acciones dirigidas, principalmente, a la juventud y colectivos con especiales necesidades, así como a la prevención de enfermedades de transmisión sexual.”

Poderes públicos que sensibilizan a través de los medios de comunicación… mmm… ¿no les suena conocido? ¿No es el archiconocido postulado totalitario de convencer al pueblo de algo? No es más que una vil forma de propaganda para sostener y reafirmar esta inhumana decisión política. Por otro lado, sensibilizar a través de una ley que garantiza el acceso libre al aborto… difusa e incomprensible relación causal entre sensibilidad y asesinato. 

¿Por qué es tanta la contradicción? La razón es simple. Es evidente que cuando la ley humana, es decir, aquella invención de la cultura del hombre, aquel mandato o decreto resultante de un mero consenso humano, se olvida y aleja del fundamento moral anterior que debería regir a dicho acuerdo, inevitablemente se volverá injusta y abusiva –y, en este caso, incluso tiránica–. Ahora, ¿cuál es ese elemento primero y fundamental del verdadero ordenamiento jurídico de una sociedad? Nos referimos a la “ley natural”, a todos aquellos principios que vienen señalados en la propia naturaleza del hombre, y que deben ser cumplidos por éste en pos de alcanzar el fin que le corresponde (1). 

Permítasenos decir algunas cosas sobre ella. Toda naturaleza impone un orden. Poseer una naturaleza determinada conlleva estar sujeto a ciertas reglas, implica estar sometido a límites y condiciones de existencia. Cada cosa se encuentra bajo el influjo de una ley que la rige, y “si esa ley no se cumple, esa cosa desaparece, pierde su identidad, se corrompe” (2). En el caso del hombre –observado en su aspecto más propio, es decir, en cuanto es un ser racional– este orden propio es la ley moral natural.

Así, la perfección humana, su completitud, no está definida por una ley que emane de un acto libre de su voluntad, sino que proviene de su misma naturaleza: la ley moral natural es la necesidad que el modo de ser propio del hombre le impone a su actuar libre. Ahora, por el mismo hecho de ser necesaria, si es que éste pretende alcanzar su perfección propia, aquel fin que le corresponde en cuanto hombre, es imperativo que dé cumplimiento a dicha ley, que no es otra cosa que respetar lo que él es, que respetarse a sí mismo.

Luego, si la ley humana se aparta de este fundamento, se convierte simplemente en un acto dictatorial del más fuerte, en una legislación despótica por parte de aquel que detenta el poder, o de aquellos que la imponen –sea uno, unos pocos o la mayoría–. Toda ley humana que no tenga su sostén en los principios universales contenidos en la ley natural, va en contra de esos mismos principios, los únicos que tienen la capacidad de garantizar que el actuar moral del hombre será acorde a su naturaleza, protegiendo así lo más propio que hay en él. Toda ley, entonces, que no tenga este sustento sólo será un artificio inicuo que violentará a la persona. En palabras de Tomás de Aquino, ella no puede ser llamada ley en propiedad, sino que es una perversión o corrupción de ley (3).

La Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo es tan perversa, inclusive vista desde ciertos principios liberales. Es que ni siquiera supera la bajísima vara que coloca la doctrina moral del liberalismo (que está casi al nivel del suelo). Nos referimos, por ejemplo, al harm principle de J.S. Mill, según el cual sólo pueden prohibirse aquellas acciones que causan directamente un daño a otro. Esta ley, por supuesto, consiste precisamente en todo lo contrario. Así, hasta para un liberal devoto a Mill esta ley debería ser inmoral (sabemos, sin embargo, que en los hechos no es así).

Hablando de liberales, ¿qué es lo que un hombre como Carlos Peña hace o siente luego de enterarse de una noticia como ésta? Triste, claro está, no se siente. Al contrario, ¿sacará una copa, la llenará de un buen vino, y brindará junto a sus partners liberales? ¿Celebrará por esta “mayor” libertad de la que ahora gozan las mujeres españolas, libertad de asesinar legalmente a sus propios hijos?

En fin, que mal por los españoles, y que pena por aquellos hijos suyos que no nacerán. Este año 2010, España no ha sido sólo campeón en fútbol, sino también en debilidad moral, en traición a lo que alguna vez fue como sociedad.

Sin lugar a dudas, prefiero vivir en un país de tipos malos para la pelota, pero que viven bajo el alero de una Constitución que defiende la vida de estas personas inocentes e indefensas; prefiero eso a que, ¡vale!, ser ciudadano de un vacío campeón mundial de fútbol. Como chilenos, no celebramos el día de la final, el 11 de julio, pero sí lo podemos hacer todos los días por este otro motivo.

Es en casos como estos que realmente merecemos gritar un ¡Viva Chile…! (esperemos, eso sí, que las ganas de gritar no se acaben en nuestro país).

 

Michael Mayne-Nicholls K. Publicado en Viva Chile

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(1) Gómez, Germán, ¿Qué es la Ética?, Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1988, p.68. 

(2) Widow, Juan Antonio, El hombre, animal político, p.65. 

(3) De Aquino, Tomás, Suma de Teología, Ia IIae, q.95, a.2.

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8 comentarios

Ricardo de Argentina
En un juicio oral, le dice el Fiscal al Acusado:
_Se le informa que es acusado Usted del asesinato de su esposa.
_¡Protesto, Sr. Juez! - responde el acusado - , ¡lo mío ha sido no más que una "interrupción voluntaria del matrimonio!"
----
(A propósito de la "Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo" chilena.)
2/08/10 2:21 AM
rastri
“La ley positiva humana en tanto tiene fuerza de ley
en cuanto deriva de la ley natural”

Tomás de Aquino, Suma de Teología, Ia IIae, q.95, a.2
_________________

-Visto lo visto hoy día: A santo Tomás de Aquino y a todos los que piensan en monomio y no en binomio, como debe de ser, se le olvidó entender que en este Mundo hay dos leyes naturales.

-Sea: una que procede del Dios de Luz y de Vida. Y otra que procede del dios de oscuridad y de muerte.

Y que la naturaleza de la ley que rige la oscuridad y la muerte es tragarse a la de la Luz y la Vida. Vano empeño ciertamente pues, amén de que todo lo que tiene un principio limitado se limita en su propio fin: el Dios Luz y Vida es infinito.
4/08/10 8:14 AM
Johan Liebhart
Hola Michael, ¿tu crees que si la ley del aborto no existiera se dejaría de abortar?
4/08/10 1:32 PM
Pedro Trevijano
“La idea de una ley natural por encima de las leyes que se dan los hombres es una reliquia ideológica frente a la realidad social y a lo que ha sido su evolución. Una idea respetable, pero no deja ser un vestigio del pasado”. Es indudable que un individuo que se permite decir esto, es decir el señor Rodríguez Zapatero, es un individuo que carece de principios morales. El señor Johan Liebhart tiene toda la razón cuando dice que, aunque no haya una ley de aborto se seguirá abortando, pero el colmo no es que haya una ley de aborto, sino que la ley anime a ello, declarándolo un derecho. Está claro que tiene que haber una ley sobre la violación, pero no animando a ella, sino tratando de reprimirla. Lo mismo debe suceder con el aborto. Pedro Trevijano.
5/08/10 10:56 PM
Johan Liebhart
Estoy de acuerdo contigo Pedro, a parte de hacer las leyes del aborto deberían haber otras soluciones para las personas que se vean en la tesitura de abortar, en las mismas clínicas debería haber alguien que aconsejara que hacer, que supongo que habrá.
6/08/10 8:59 AM
Raúl
La verdad es que sí, tiene razón el articulista. Soy español, y mucho fútbol, mucho campeones de lo que quieras, pero hay veces que a uno se le cae el alma a los pies y cuando ve ciertas cosas en su país, le dan ganas de meterse debajo de la cama, no salir en varios meses, y cuando te preguntan de dónde eres, reponder "apátrida, yo soy apátrida"... por la vergüenza que uno siente a veces de ser español...
6/08/10 11:15 PM
Daniel
Indudablemente que el punto casi central en esta cuestión del aborto es la existencia de la ley natural.
Concuerdo totalmente con la afirmación de Santo Tomás cuando expresa que si la ley positiva no la respeta no tiene fuerza de ley.
Pero también es lógica la posición de Zapatero cuando dice que la pretensión de que exista una ley natural es una reliquia ideológica, según nos cita Trevijano.
¿Cómo demostramos que existe tal ley natural frente a una cultura relativista que en el fondo afirma que el hombre es la medida de todas las cosas justamente porque niega la existencia de la ley natural?
Para mi como siempre el tema está en Dios. Existe ley natural porque la naturaleza no es algo meramente abstracto sino que es creación divina. Esto es lo que debe manifestar la Iglesia a mi ver.
Pero en una democracia que aplica el principio de las mayorías en la cual los creyentes debemos convivir con los que no lo son y que, justamente, se caracterizan por ser sumamente relativistas ¿qué hacer si las mayorías parecen ser ellos o, en todo caso, son los que manejan los lobbies que compran voluntades en los parlamenteos?
Lo único que nos queda es decir claramente "esto Dios no lo quiere" y habrá un juicio el último día.
Como Iglesia debemos oponernos a las leyes inicuas mostrando sus incoherencias internas pero difícilmente podamos hacer más.
El resto parece estar en manos de Dios. A mi juicio esto quiere expresar el Señor en Juan 12, 47-48.
7/08/10 10:40 AM
María de Betania
Johan Liebhart: La cuestión no es si se dejaría de abortar en ausencia de esta ley, sabemos que no sería así, pero esta pregunta carece de sentido porque lo mismo podríamos decir de aquellas leyes penales que tampoco evitan el delito. Las cosas son malas o buenas y es imprescindible su distinción, el aborto repele a las conciencias bien formadas como las Leyes de Nuremberg y la Ley de Lynch. Una cosa es que una ley sea meramente injusta, la del Inquilinato en la época de Franco lo era, y otra que atente contra principios universales como la vida o la igualdad de los seres humanos, en cuyo caso no es injusta sino inmoral. Las leyes injustas se pueden acatar sin dejarse por ello la conciencia en el camino, las inmorales no. En la película "Vencedores o vencidos" le preguntaron al personaje interpretado por Judy Garland porqué seguía visitando al anciano judío sabiendo que las Leyes de Nuremberg prohibían todo contacto entre arios y no arios, ella contestó sencillamente que no podía cortar una amistad de tantos años porque unas leyes así lo dispusieran. En este caso no se trata de una ley prohibitiva sino de una ley que concede el derecho a matar. No sé que es peor si prohibir hacer el bien o autorizar hacer el mal.
9/08/10 7:35 PM

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