Caminando al encuentro del Señor, en el hospital, con sed del Vino Nuevo
P. Christian Viña

Caminando al encuentro del Señor, en el hospital, con sed del Vino Nuevo

¡Dad gratuitamente! Cómo no darle gracias a Dios por Gratis date, la fundación del querido y admirado padre José María Iraburu; que, gratuitamente, tanto ayudó, con buenos libros, a la formación de sacerdotes, religiosos y seglares, en Iberoamérica.

La Iglesia, virginal Esposa de Cristo, que todo el tiempo engendra nuevos hijos para el Cielo, nos deja de modo especial en las fiestas de los Apóstoles, instrucciones precisas para conquistar o reconquistar almas para el Señor. En este 11 de junio, en que celebramos a San Bernabé, trae la Misa uno de los envíos misioneros de Jesús, a sus discípulos (Mt 10, 7-13). Allí, nuestro Rey, es contundente: Proclamad que el Reino de los Cielos está cerca (Mt 10, 7). Y agrega: Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, purificad a los leprosos, expulsad a los demonios. Vosotros habéis recibido gratuitamente, dad también gratuitamente (Mt 10, 8). ¡Dad gratuitamente! Cómo no darle gracias a Dios por Gratis date, la fundación del querido y admirado padre José María Iraburu; que, gratuitamente, tanto ayudó, con buenos libros, a la formación de sacerdotes, religiosos y seglares, en Iberoamérica. ¡Riqueza de la Iglesia! Y no “el oro del Vaticano”; como descalifican sin fundamento los enemigos de la Iglesia, y repiten mecánicamente ciertos acomplejados…

Fui muy temprano, como de costumbre, al templo, para iniciar mi oración matutina; y mientras reflexionaba sobre todo esto, me detuve en las dificultades misioneras de San Bartolomé, y los demás apóstoles. Llevé, también, entre otras, la preocupación por la seguridad de un joven y brillante sacerdote, en un nada fácil destino; ¡todo a ponerlo en manos del Señor y de la Virgen! Oficio de Lectura, Laudes, Santo Rosario, Coronilla de la Divina Misericordia, meditación y Santa Misa. Lo común y ordinario de cada día. Siempre con el desafío de convertirlo en extraordinario. Porque Dios está muy por encima de lo cotidiano. En ver los hechos y las personas desde Él se juega, en buena medida, el combate por la propia santidad.

Mientras me preparaba para la Santa Misa, además de aquellos por los que había rezado tempranísimo, encomendé a todos los que el Señor pondría en mi camino, durante la jornada. Supe que no vendrían dos esposos, que concurren todos los días; por un accidente doméstico de la mamá de la señora. Y, con el propósito de ir a verlos luego del Santo Sacrificio, me dispuse para la celebración. A su término, cuando concurría a visitarlos, aproveché para llamar por teléfono (¡hay que cuidar los minutos, porque las horas se cuidan solas!) a Marcelo, un prestigioso camarógrafo argentino, con quien compartimos un noticiero, en la televisión porteña, hace 35 años. Con él y Enrique, otro destacado profesional -al que le tocó cubrir los cónclaves que eligieron a Juan Pablo I y Juan Pablo II, en 1978-, tenemos una amistad profunda; fortalecida con las décadas transcurridas.

Tras la visita a la anciana caída, su hija y su yerno, enfilé para el hospital. Y, ¡oh, sorpresa!, me encontré en primerísimo término con Martín; un prestigioso traumatólogo, que acaricia los ochenta años, y que sigue ejerciendo con capacidad, profesionalismo y dedicación admirables. Pasa varias horas del día entre el consultorio y el quirófano; y tiene, más allá de su solvencia científica, una creciente fe y sólido sentido del humor. Y, en cada ocasión, aprovecha para contarme sobre sus progresos en el seguimiento de Jesús. “Mira las fotos de mi nieto, que acaba de tomar su Primera Comunión… ¡Otro soldadito para el Reino! Está entusiasmadísimo”, me soltó, mientras me mostraba en su celular las imágenes…

-         Te tengo que invitar a comer, padre. Pero justo ahora estoy de régimen.

-         ¡Claro! Cualquier excusa viene bien para no gastar…

-         ¡No, padre! Estoy de dieta obligada. Y, como médico, tengo que obedecer y dar el ejemplo. Pero, igualmente, te voy a regalar dos botellas de vino.

-         ¡Yo solo tomo cuando trabajo! ¡Pero puedo hacer horas extras! Además, me vienen bien para regalarles a sacerdotes amigos, el próximo Domingo, en el Día del Padre.

-         Pero, alguna que sea para vos…

-         Bueno: llevo las dos para la cena del Domingo, con estos hermanos curas. ¡Trato hecho, nunca deshecho!

Risas sonoras, y al estacionamiento, para encontrar en el baúl del coche el regalo. Íbamos yendo, y nuestro simpático interlocutor, ejemplificó: “Ves: tengo que perder varios kilos. Me cuesta andar…”. Palmada sacerdotal, y respuesta: “Vamos caminando al encuentro del Señor. Como podemos. Pero sin detenernos…”

Botellas al maletín y bendición del profesional. Neonatología y Cuidados Paliativos eran las metas inmediatas. Y allí, entre la vida que comienza, y la que se apaga, en la fría mañana platense, una vez más la Iglesia estaba presente con su mensaje de Esperanza. Les seguirían otros enfermos; y, como de costumbre, las horas fueron trascurriendo entre sacramentos y escucha.

Mientras iba para la capilla, Dios puso en mi camino a Mariela; una de las trabajadoras de la limpieza.

-         ¡Dios bendiga tu trabajo, hija! ¡Y felicitaciones por todo el bien que haces, al cuidar la higiene, en este ámbito tan delicado!

-         ¡Padre! Estoy muy feliz con lo que hago. Ya llevo diez años aquí. Y, en verdad, éste no es solo mi medio de vida; es mi modo de servir al bien de los demás.

-         ¿Y vas a Misa, te confiesas con frecuencia…?

-         Sí, padre. Somos católicos, en casa. Estoy casada, y con tres hijos adolescentes…

-         ¿Te casaste por Iglesia?

-         No, padre. Es algo pendiente…

-         ¡Vamos, hija! ¡A no demorarlo! No hace falta tener plata para la fiesta; se necesita tener fe y amor… Además, hacemos un cursillo contigo y tu esposo, nos preparamos como corresponde, ¡y a celebrar como Dios manda!

Su rostro se iluminó, y me dijo: “¡Padre! ¡Mi marido me lo viene proponiendo desde hace años…!” La réplica del cura no se hizo esperar: “¡Pues bien, entonces! ¡A concretarlo cuanto antes! ¡Aquí estamos, para servirte!”. Lágrimas de emoción, palabras de despedida, y promesa de pronta respuesta.

Iba llegando a la capilla, en el subsuelo, cuando al finalizar la escalera, me encontré con un anciano, con muletas, y su hija. “Pase, padre. Usted irá más rápido”, me dijo. “Freno de mano” del capellán y contestación inmediata: “De ninguna manera. Primero usted. ¡Todos, cada uno con su propia velocidad, vamos caminando al encuentro del Señor!”

La entrada al pequeño templo puso, también, en mi camino a la doctora Luz. Bien fuerte, para que escucharan todos los circunstantes, dije: “Aquí está la subdirectora del hospital. Todos los consultorios son importantes. Pero la capilla es el mayor de todos ellos. Aquí empezamos a curarnos para el Cielo prometido”. Rubor de sorpresa en la joven profesional, pedidos de bendición de los pacientes, regalo de estampas y a seguir los apostolados.

Ya en la calle, rumbo a otras tareas, volví a darle gracias al Señor por sus permanentes sorpresas. No vamos a la misión, la misión viene a nosotros. ¡Gracias, Señor, por todo lo que me mandas! ¡Nunca será mucho lo que te agradezca por ser Sacerdote! Hoy, también, desde Martín y sus botellas, y los otros hermanos que me enviaste, me hiciste saborear por anticipado el Vino Nuevo. Aquel que esperamos beber contigo, para siempre (cf. Mt 26, 29), en el Reino de Tu Padre. Que es por Ti, también, nuestro Padre…

P. Christian Viña

La Plata, miércoles 11 de junio de 2025.

San Bernabé, apóstol. 

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