El Cardenal Robert Sarah, legado pontificio para las celebraciones del 400º aniversario de la aparición de Santa Ana en Sainte-Anne-d’Auray, predicó con claridad y vigor. Por cierto, como toda homilía, en primer estaba dirigida a la impresionante asamblea de peregrinos bretones, testigos de la fe. Pero, sin dudas, la homilía ha trascendido por todas partes y llega como un llamado a todo cristiano que quiera escucharla y, hay que decirlo, a la Iglesia, en sus opciones y prioridades (pueden leer la la traducción integra en español aquí y el enlace a la transcripción íntegra en francés aquí)
La homilía es una bocanada de aire, un llamado al centro de la fe, de la realidad. Nos estimula y nos fortalezca.
Damos un esquema y unas citas escogidas, con algún comentario.
1) El Cardenal pone en el centro y con fuerza a la adoración, el dar gloria a Dios, el culto de Dios.
Con firmeza proclama, en primer lugar, que adorar, dar culto, glorificar a Dios, es un deber de justicia para con el que nos ha amado primero y de forma radical: por la creación y la redención.
No es la adoración, una devoción más. Es estructural de la existencia de la creatura. Al señalar que es un deber de justicia para con Dios, Sarah sigue la enseñanza de Santo Tomás de Aquino que incluye la virtud de religión dentro de la justicia. Es un lenguaje inusual, pero muy importante, porque saca de la elección por gustos y afectos, y pone en el centro la justicia, que se funda en la verdad.
Así afirma:
«Para nosotros, que somos sus criaturas e hijos suyos, honrar a Dios, darle gloria, es hacer justicia. Dar gloria a Dios no es una opción, es un deber, una necesidad. Es muy importante tomar conciencia de esto, especialmente en vuestras sociedades, que tienden a considerar a Dios muerto, inútil, sin interés».
2) De aquí surge, también, una profunda crítica a la cultura dominante: «Con demasiada frecuencia, en Occidente, la religión se presenta como una actividad al servicio del bienestar humano». Reconoce el valor de las distintas formas de ayuda y de utilidad para el hombre. Pero, aclara, no son lo más importante.
En contraposición, con toda claridad proclama el Evangelio. «Lo que salva al mundo es el pan de Dios», es Cristo. Esto se corresponde con el verdadero fin del hombre y con el camino para realizarlo.
3) Entonces, la adoración, que fue presentada como un deber de justicia, es anunciada como el único camino de salvación.
«Lo que salvará al mundo es el hombre que se arrodilla ante Dios para adorarlo y servirlo. Dios no está a nuestro servicio sino nosotros que estamos a su servicio.
Hemos sido creados para alabar y adorar a Dios. Es en la adoración a Dios donde descubrimos nuestra verdadera dignidad, la razón última de nuestra existencia. Es arrodillándose ante Dios cuando el hombre descubre su verdadera grandeza y su nobleza».
4) Concorde con cuanto ha enseñado, especialmente en su libro «el poder del silencio», Sarah muestra como la adoración está unida al silencio en sus diferentes formas.
5) En una larga parte de la homilía, el cardenal despliega la adoración iluminando la acción común sagrada, la Liturgia.
La liturgia tiene como fin la adoración, la glorificación de Dios, y debe ser sacra en todo, palabra gestos, cantos. Hay aquí una exhortación a vivir la liturgia y todas sus dimensiones como acto de adoración.
Los lugares sagrados no nos pertenecen, ellos pertenecen a Dios, como tampoco nos pertenecen los cantos sagrados o cualquier liturgia sagrada. La finalidad de la liturgia es la gloria de Dios y la santificación de los fieles, y la música sagrada es un medio privilegiado para facilitar la participación activa y plenamente consciente de los fieles en la celebración sagrada de los misterios cristianos. Venimos aquí para entrar en una liturgia que nos precede y nos guía hacia la adoración.
No hemos venido para un momento de folclore o distracción, o para hacer alarde de nuestros valores culturales. Hemos venido para la gloria de Dios. La liturgia no es un espectáculo humano.
Es nuestra tímida respuesta a la gloria del Dios que nos precede. Por eso está impregnada en todo momento de belleza, nobleza y sacralidad».
6) Esto supone también una conversión personal.
«Es tiempo de reconstruir la iglesia de nuestra alma…
Dios quiere tu corazón. Dios quiere tu alma, como quiso esta tierra de Bretaña. Tu alma es un lugar sagrado. Cuídala. Es ahí solamente, en ese santuario sagrado de tu alma que Dios podrá hablarte, consolarte y traerte de vuelta a sí mismo a través de una conversión radical de vida. Es solamente en ese santuario interior donde podrás escuchar su llamada a ser santo, a ser adorador».
7) Luego en un largo y bien explicado pasaje, Sarah plantea la realidad del mal y del mal ante la bondad de Dios. No hace una teodicea barata, una explicación casi mecanicista del uso del mal. Adentra más en el misterio. La última sanación ante el mal es también la humilde adoración.
«Ante el mal, ante el sufrimiento de los inocentes, sólo tenemos una respuesta: la adoración. Nuestra única respuesta al misterio del mal es la adoración silenciosa. Sí, el mal es incomprensible, pero sabemos por la fe que la confianza adoradora en Dios es más fuerte que el absurdo del mal… La fe en Dios y la adoración a Dios son los únicos remedios que pueden garantizar a los hombres una paz sólida y duradera.
Me ha consolado y confirmado la valiente, clara, homilía del obispo guineano. Voy a compartir con el lector un pequeño esfuerzo, totalmente afín a los contenidos y la dirección que enseña y vive el Cardenal Robert Sarah. Se llama Sursum corda, discipulado para la conversión a la liturgia, al culto.
En el fin del mundo, Montevideo, una de las capitales más australes, en el laicizado y secularizado Uruguay, con un pequeño grupo de laicos y sacerdotes, procuramos poner en el centro, no sólo la Liturgia bien celebrada, sino centrada en el culto y la adoración. Celebramos misas solemnes, es decir, todo cantado, incluidas lecturas y oraciones. Normalmente orientados juntos hacia el Señor, conversi ad Dominum. Una vez al mes en canto gregoriano, con el propio y el ordinario en latín. Seguimos los libros litúrgicos actuales, que incluyen el Graduale Romanum, procurando la forma más noble, la liturgia solemne (SC 113). Cantamos vísperas. También producimos algún material. Hemos hecho talleres, encuentros y peregrinaciones, centradas en el culto, la Misa Solemne y el Oficio divino cantado, incluyendo partes gregorianas.
Lo comparto para dar testimonio de que la conversión a la adoración, incluyendo su conversión litúrgica y del alma, es posible, con la gracia de Dios. Hay sí que perseverar en el silencio y la adoración. También no asustarse por seguir el talante mayoritario. Buena guía ha sido el Papa Benedicto XVI.
Comparto una muy buena traducción de la HOMILÍA DEL CARDENAL SARAH, hecha por un colega de Sursum corda discipulado. Leer aquí
Transcripción íntegra en francés de Sursum corda discipulado. HOMÉLIE DU CARDINAL SARAH lire ici