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10.11.15

Recuperación de una devoción: Olvido, Triunfo y Misericordias

Forma la tropa en la calle del Caballero de Gracia con el cruce de la calle del Clavel. Hoy no es día de instrucción y por eso llevan munición real, han dejado en el cuartel las balas de fogueo, porque van a asaltar… ¡Un convento de clausura!, el monasterio de las Concepcionistas Franciscanas del Caballero de Gracia, donde reside Sor Patrocinio, una monja de 24 años a la que conoce todo el mundo, porque se le apareció la Virgen en Madrid en 1831.

Madrid y 9 de noviembre de 1835. Se llevan detenida a Sor Patrocinio, porque así lo ha tramado el político del momento, Salustiano Olózaga, líder del partido liberal más sectario al que por iniciativa suya dejan de llamar «partido exaltado» para denominarlo «partido progresista». Así suena mejor; sin duda, Salustiano Olózaga es listo como pocos, pero también malo como un diablo y un cobarde, que se esconde detrás los fusiles de la Milicia Urbana para satisfacer sus más bajos instintos y por eso en lugar de trasladar a Sor Patrocinio a la cárcel, la retiene en una casa de mala fama que regente Manuela Peirote. Pero Sor Patrocinio no cede y por gracia extraordinaria no le va a poder tocar ni el borde de su hábito. Y como el sucio deseo incumplido del cobarde se transforma en venganza, Sor Patrocinio es condenada injustamente a un destierro de más de nueve años por no haber hecho nada.

El suceso se comenta por todo Madrid, porque el convento del Caballero de Gracia es muy popular. Desde que el Papa Gregorio XVI aprobó la aparición de la Virgen a Sor Patrocinio el 13 de agosto de 1831, bajo la advocación de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias, los madrileños han respondido a la llamada de la Señora del Cielo y acuden masivamente a implorar su protección. Así es que en marzo de 1836, lo mismo que los sectarios decidieron en las logias los asesinatos de los frailes de 1834 y 1835 en Madrid, Zaragoza, Reus y Barcelona, ahora expulsan de los conventos a todos los religiosos varones y obligan a cerrar los conventos de monjas con menos de veinte profesas y prohíben que en una localidad pueda haber más de un convento de la misma orden.

Y por este motivo, cuando declina el verano de 1836, la abadesa del Caballero de Gracia, la Madre Pilar, se encamina con sus monjas del Caballero de Gracia a la calle Toledo de Madrid, para reunirse con sus hermanas de la misma Orden en el popular convento de La Latina. No se van de mi memoria los inventarios que he visto en los archivos de semejante expolio: «tres ollas, cuatro sartenes, veinte tenedores de hierro, quince cobertores de cama, dos colchones…!» ¡Miserables, las expulsan sin nada y hasta les quitan los dos colchones que tenían reservados para las enfermas, pues las demás no los usan! Y con las concepcionistas salen también los restos mortales del Caballero de Gracia, que reposaban en ese convento desde hacía dos siglos y son trasladados al Oratorio del Caballero de Gracia, donde actualmente se encuentran.

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