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22.10.09

La España confesional de San Simón de Rojas

San Simón de Rojas nació en Valladolid (28-X-1552). A los doce años, ingresó en el convento trinitario de su ciudad natal, en el que hizo la profesión religiosa en 1572. Cursó los estudios en la universidad de Salamanca entre 1573 y 1579. Enseñó filosofía y teología en Toledo desde el año 1581 hasta el 1587. A partir de 1588, hasta su muerte, ejerció como superior en varios conventos. El 14 de abril de 1612 fundó la Real Congregación de los Esclavos del Dulce Nombre de María, el Ave María como se le conoce popularmente en Madrid. En 1619 fue nombrado preceptor de los Infantes de España. El 12 de mayo de 1621 fue elegido como confesor de la Reina Isabel de Borbón. Muy pronto se hizo conocer en la capital como el fraile entregado a aliviar a los más pobres y necesitados. También fue puesto al frente del Real Oratorio Caballero de Gracia, donde predicó sobre la Eucaristía durante años y de donde viene que se le represente con una custodia en la mano. El 5 de junio de 1622, pidió a la Santa Sede la aprobación de un texto litúrgico por él compuesto en honor del Dulcísimo Nombre de María, texto que más tarde el Papa Inocencio XI extendió a toda la Iglesia. Murió el 29 de septiembre de 1624.

La biografía de Pedro Aliaga es excelente porque el biógrafo a través de su biografiado describe la época que le tocó vivir. Por esta razón Simón de Rojas comparte protagonismo en el libro con reyes, príncipes e infantes, validos, políticos, cardenales y obispos, nobles, burgueses y militares, sacerdotes y monjas y, sobre todo con los hijos de predilectos de la Virgen: los pobres. Ahora bien, Simón de Rojas se relacionó con los hombres de su época sin diluirse en ella, vivó ante todo como cristiano en el Siglo de Oro y se comportó como un santo en la Corte y en el palacio de los Austrias.

El autor, Pedro Aliaga, cumple la regla de oro que estableciera el gran historiador Jesús Pabón para que una biografía sea considera como una obra de historia de pleno derecho. Decía en la introducción de su biografía de Cambó, que el “libro mayor” no podía ocultar al “libro menor” y tampoco a la inversa, de manera que el personaje y su época guarden un equilibrio. Y esto se cumple en este libro en el que queda meridianamente claro que la sociedad española del siglo XVII era una sociedad cristiana, con defectos y bajezas, pero cristiana, con una visión trascendente de los quehaceres terrenales. Y así se comportaban –insisto, con sus limitaciones y pecados- todos, desde el último vasallo al rey.

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