13.12.08

Dar testimonio de la Luz (D. III Adv.)

Tercer Domingo de Adviento ( B )

Is 61,1-2a.10-11; 1 Tes 5,16-24; Jn 1,6-8.19-28.

Dar testimonio de la Luz

“Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz” (Jn 1,6-7). Juan el Bautista no aparece para hablar de sí mismo, para referirse a sí mismo, sino únicamente para anunciar a Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, Aquel que es “Luz de Luz”. Cuando le preguntan sobre su identidad, Juan contesta negativamente tres veces: “Yo no soy el Cristo”; ni Elías; ni el Profeta semejante a Moisés que Dios había prometido en el Deuteronomio (Dt 34,10).

La actitud de Juan el Bautista resulta paradigmática para la Iglesia y, en la Iglesia, para cada uno de los cristianos. La salvación no es obra nuestra, no depende de nuestras capacidades para dar una última respuesta a los problemas o preocupaciones que nos acucian. La salvación es un don de Dios o, mejor dicho, la salvación es el mismo Dios que viene a nuestra vida para hacernos partícipes de la suya. La Iglesia, que es sacramento universal de salvación, se sabe continuamente referida a Cristo, su Señor. No existe “para buscar la gloria de este mundo, sino para predicar, también con su ejemplo, la humildad y la renuncia”, “anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva” (Lumen gentium, 8).

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12.12.08

Elogio de la castidad

“Apenas he aparecido yo, habéis mudado el gesto”, dice la Estulticia al comienzo del “Elogio de la locura” de Erasmo de Rotterdam. Sin duda, hoy, con sólo pronunciar la palabra “castidad”, se muda el gesto y el semblante puede reflejar, casi automáticamente, burla, enfado, acritud o esa postura indulgente de quien perdona la vida al necio. El que sale de lo comúnmente aceptado, el que no comulga con la opinión dominante, es visto como un tonto. Se practica, con excesiva frecuencia, una especie de inquisición que no conduce a las hogueras, después del auto de fe, pero sí orilla al discrepante a la cuneta de la irracionalidad, a la acera de los pobres orates que han perdido el juicio y hasta la noción de la época en la que viven.

Pues bien, la castidad, como todas las demás virtudes, es admirable. Podemos ser ruines y mezquinos, pero no dejaremos de reconocer la grandeza del magnánimo. Podemos tender a la maledicencia, pero nos inclinamos ante aquel que, si no puede hablar bien de otro, enmudece voluntariamente. Por análogos motivos, se hace digno de admiración el ser humano que es capaz de integrar su sexualidad en la globalidad de lo que es como persona. Y esta integración comporta el aprendizaje del autodominio.

Comer, por ejemplo, no sólo es necesario, sino bueno. Y si una persona es refinada aprende a comer refinadamente. No se limita a saciar su apetito de alimento, sino que enriquece la ingesta de nutrientes con elementos que provienen de su bagaje personal: la calidad de los alimentos, la preparación de los mismos, el equilibrio de cara a una dieta sana. Comer hasta hartarse, comer cualquier cosa, comer por comer no es propio de un hombre. El hombre come “razonablemente”; es decir, dejándose guiar por su razón.

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10.12.08

Embarazos, sexo seguro y cuerpo humano

Hace ya tiempo escribí este breve artículo. Hoy lo reproduzco en el Blog:

Una chica que no tiene la suficiente madurez para ser madre no debe quedarse embarazada. De igual modo que un chico que no tiene la suficiente madurez para ser padre, no debe dejar a una chica embarazada. Pero los embarazos no se producen por estornudar, ni por saludarse al salir de clase.

Curiosamente, es la mentalidad permisiva vigente, de sexo sin responsabilidad, al que llaman “sexo seguro", lo que está disparando el número de embarazos entre las adolescentes y, por desgracia, el número de abortos. Recurrir a los anticonceptivos, sin modificar la conducta, no es más que un parche. Porque el anticonceptivo falla, o puede fallar, y la mentalidad pro-anticonceptiva dice: si falla el anticonceptivo, se recurre al aborto y asunto arreglado.

Hay que revalorizar, por el contrario, el significado del cuerpo. Un hombre o una mujer, si quieren vivir de acuerdo con su dignidad de personas, no pueden entregar su cuerpo a cualquiera. El cuerpo es parte de uno mismo. Yo “soy” mi cuerpo, no sólo “tengo” cuerpo. Cuando nos duele un brazo, decimos: “Tengo dolor en el brazo” o “me duele el brazo"; no decimos: “el brazo tiene dolor".

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9.12.08

El "hip hop"

Se puede leer en una página del Ministerio de Sanidad del Gobierno de España:

“Según el Registro de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), la tasa de interrupción voluntaria del embarazo (número de interrupciones voluntarias del embarazo registrados por cada 1.000) en mujeres de entre 15 y 44 años en 2007 fue de 11,49%, lo que supone un incremento del 91,5% en sólo 10 años, si la comparamos con la habida en 1998. Este incremento, que se inicia ininterrumpidamente a partir de este año ha sido a expensas fundamentalmente de mujeres menores de 25 años, aunque, en estos años, las tasas de IVE se han incrementado en todos los grupos de edad, más del doble en la mayoría de los casos. Podemos concluir, por tanto, que en la última década, las tasas de IVE se han elevado en todos los grupos de edad. En concreto, en 2007, el 38,8% de las mujeres que tuvieron una IVE tenía menos de 24 años y, además, en dicho año, el 32,4% de las mujeres que interrumpieron voluntariamente su embarazo lo habían hecho ya anteriormente una o más veces".

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7.12.08

La homosexualidad, ¿un delito?

La Iglesia Católica enseña, oficialmente, que los homosexuales “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta” (Catecismo 2385).

Por ello suena escandalosamente que, como dicen algunos titulares de prensa, el Vaticano se oponga a la despenalización mundial de la homosexualidad. Parecería que, con esa actitud, el Estado de la Santa Sede se mostraría partidario de discriminar, o lo que es aun peor, de criminalizar a las personas con orientación homosexual.

Si uno se para a pensar mínimamente deduce que no puede ser así. Ningún cristiano puede aplaudir que los comportamientos homosexuales – y mucho menos la tendencia homosexual – sea castigada, por ejemplo, con la pena de muerte. Sería algo, no sólo contrario a la razón, sino también contrario al Evangelio.

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