Mayo virtual: Refugio de los pecadores

Día 11. Refugio de los pecadores

“En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios” (2 Corintios 5,20-21).

Uno de los prefacios de las Misas de la Virgen María alaba a Dios porque dio a la Virgen un corazón misericordioso con los pecadores: “Éstos, percibiendo su amor de madre, se refugian en ella implorando tu perdón; al contemplar su espiritual belleza, se esfuerzan por librarse de la fealdad del pecado, y, al meditar sus palabras y ejemplos, se sienten llamados a cumplir los mandatos de tu Hijo”.

¿Quiénes son los pecadores? Somos cada uno de nosotros, que no nos cansamos de acudir a la intercesión de Nuestra Señora: “ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. La Hermana Lucía, en sus Memorias, se pregunta con gran acierto, refiriéndose a Santa María: “¿Quién mejor que este Inmaculado Corazón nos podría descubrir los secretos de la Divina Misericordia?”.

En la basílica romana de Santa María in Trastevere se conserva, en la capilla Altemps, un precioso y antiguo icono de la Virgen de la Clemencia, Virgo Clementíssima, que nos recuerda que el corazón de María refleja la bondad de nuestro Dios, “lento a la cólera y rico en piedad”.

A pesar de la vida nueva recibida en el Bautismo, no desaparece la debilidad de nuestra naturaleza ni la inclinación al pecado. Cristo, el Señor, quiso, por ello, instituir el sacramento de la Reconciliación, para que los bautizados que, por el pecado, nos hemos alejado de Él, podamos retornar a Él. En este camino de conversión nos guía María, pues de Ella nació Jesucristo, reconciliación de los pecadores.


Oración

Oh Dios, que por la sangre preciosa de tu Hijo reconciliaste el mundo contigo y te dignaste constituir a su Madre, la Virgen María, junto a la cruz, Reconciliadora de los pecadores, concédenos, por su intercesión, alcanzar el perdón de nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Guillermo Juan Morado.

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