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9.12.10

La Inmaculada y el Rosario (escrito por Koko)

Con retraso de un día, cuelgo en el blog este texto que me ha enviado Koko.

La Inmaculada y el Rosario (escrito por Koko)

Hoy celebramos la fiesta de las fiestas marianas, la Inmaculada Concepción. La Iglesia nos invita hoy a fijarnos tal vez no tanto en la figura de María como la sin pecado original, la sin mancha, sino más bien en la llena de gracia, en la toda de Dios, porque también nosotros podemos llenarnos de Dios. Pero no se trata ahora de hablar de todas las virtudes y cualidades de la Virgen María que ya las sabemos de sobra. Lo importante es llegar a tocar el corazón de Dios y la mejor forma de hacerlo es a través de María. Ella no sólo quiere que la admiremos sino que también la imitemos.

Y la mejor forma de hacerlo es teniéndole una verdadera devoción. Pero hay que decir que la devoción a María no es algo accidental, algo accesorio en la vida espiritual de los cristianos, sino que es algo esencial, es algo vital, es algo a lo que no podemos renunciar, porque está en el plan de Dios que ella sea nuestra Madre y por lo tanto es lógico que ella interceda por nosotros y nos ayude en la búsqueda de la santidad.

Por eso quería hablaros ahora de un arma recomendada por la misma Virgen, si habéis escuchado bien, además es un arma poderosa, tanto que incluso es más potente que la bomba atómica. Sin embargo, es un arma precisa, pero que lleva a la paz, a la paz interior. Esa arma es el Santo Rosario.

Pudiera parecer que mis palabras son exageradas, pero os voy a contar una historia real que aconteció a mediados del siglo pasado. El 6 de agosto de 1945, en plena segunda guerra mundial, en Hiroshima, sucedió un milagro, que desafía a todas las explicaciones científicas, ya que el rectorado de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Hiroshima, quedó en pie, después de que la explosión de la bomba atómica arrasara toda la ciudad matando a más de doscientas mil personas. Sin embargo, la Iglesia a un lado del rectorado fue completamente destruida con la explosión atómica. No quedo en pie absolutamente nada, de hecho hasta la calle desapareció. Todo quedó completamente demolido. Sólo el rectorado se mantuvo intacto en medio de las ruinas, y sólo 4 sacerdotes católicos que estaban dedicados al rezo del santo Rosario sobrevivieron a la explosión nuclear. El Padre Shieffer, uno de los 4 sacerdotes del rectorado, estaba a sólo 8oo metros de donde cayó la bomba atómica, y más de 200 expertos lo han estudiado y no se han podido explicar cómo pudo sobrevivir. El respondió señalando al Rosario.

Seguramente había más gente que rezaba el Rosario, pero estos sacerdotes rezaban el Rosario de una manera DIFERENTE todos los días. Se dejaban transformar por la gracia del Rosario.

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7.12.10

Diccionario doctrinal de Benedicto XVI

Diccionario doctrinal de Benedicto XVI

Pedro Jesús Lasanta, “Diccionario doctrinal de Benedicto XVI. Cinco años de pontificado”, Editorial Horizonte, Logroño 2010, 1580 páginas, 69 euros. ISBN 9788496901148.

Pedro Jesús Lasanta es un sacerdote de Logroño. Doctor en Derecho Canónico, en Teología y en Derecho, es autor de numerosos libros, muchos de ellos publicados por la editorial Horizonte.

El “Diccionario doctrinal de Benedicto XVI” es una obra ambiciosa que pretende trasladar al gran público las enseñanzas del Santo Padre. Las numerosas voces – desde “abandono” hasta “voluntariado” – recogen una acertada selección de textos en los que el Papa ha tratado sobre el tema en cuestión. En total, 5161 textos, de mayor o menor extensión. El índice general, al comienzo del libro, hace un elenco completo de todas estas voces. El índice analítico (páginas 1451-1575) recoge, al final de la obra, los epígrafes de los párrafos correspondientes a cada tema.

Pedro Jesús Lasanta ha hecho lo que a muchos nos gustaría hacer: Elaborar un fichero amplio que recogiese, sobre los diversos argumentos, las enseñanzas del Papa. Una tarea deseable, sin duda, pero que asustaría a más de uno antes de empezar. El autor de este “Diccionario” ha afrontado el reto con competencia y con éxito. De cada texto seleccionado se indica la fecha y la procedencia, dejando constancia del discurso, de la homilía, de la encíclica… de la que ha sido extraído.

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Él viene en persona

Homilía para el Tercer Domingo de Adviento (Ciclo A)

Textos: Is 35,1-6.10; Sal 145; St 5,7-10; Mt 11,2-11.

El anuncio del profeta: “Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará” (cf Is 35,1-6.10), se cumple con la llegada de Jesucristo. Las obras que el Señor realiza testimonian su condición mesiánica: “los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia” (Mt 11,5).

Enviando a sus discípulos a encontrarse con Jesús, Juan Bautista, el Precursor, busca confirmarlos en la fe: “Miró, pues, en esto Juan, no a su propia ignorancia, sino a la de sus discípulos y los envía a ver sus obras y sus milagros, a fin de que comprendan que no era distinto de Aquel a quien él les había predicado y para que la autoridad de sus palabras fuese revelada con las obras de Cristo y para que no esperasen otro Cristo distinto de Aquel de quien dan testimonio sus propias obras” (San Hilario).

La cercanía del Señor, su proximidad inaudita, engendra en el corazón del cristiano la alegría: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca” (Flp 4,4.5). San Pablo, que da este mandato, no careció en su vida de sufrimientos y de tribulaciones. No obstante, vivió y mandó vivir la alegría. Como comenta Benedicto XVI: “Si el amado, el amor, el mayor don de mi vida, está cerca de mí, incluso en las situaciones de tribulación, en lo hondo del corazón reina una alegría que es mayor que todos los sufrimientos” (3-10-2005).

Caminar hacia el encuentro de Cristo que viene equivale a descubrir su presencia cerca de nosotros, en medio de nosotros, para ver “la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios”. Su presencia es oculta, pero real, y sus obras siguen hablando en favor de Él. También hoy los ciegos dejan de serlo cuando descubren la Luz. También hoy los paralizados por el miedo son capaces de andar. También hoy los estigmatizados por el mal quedan limpios y los muertos por el pecado resucitan a la vida de la gracia. También hoy el Evangelio es anunciado a los pobres.

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5.12.10

Adviento (escrito por Koko)

Las lecturas de hoy nos hablan sobre todo de la necesidad de la conversión en nuestras vidas. Y por eso San Juan nos dirá “preparad el camino al Señor”. Estas semanas del Adviento son para todos nosotros como una oportunidad y una llamada a abrirnos a la venida constante de Dios a nuestras vidas.

Podríamos decir que el personaje principal de la liturgia de hoy es San Juan y su mensaje que nos apremia a cambiar de vida. Y esta no es una tarea fácil, ya que convertirse es cambiar de dirección, cambiar de rumbo y orientarse hacia Dios. Y esto supone esfuerzo y paciencia cristiana.

Muchas veces cuando se habla de conversión, parece que el mensaje no está dirigido a nosotros, sino para los demás, para los que no tienen fe. Pero la invitación es para todos sin excepción. Siempre existen cosas en nuestra vida que podemos cambiar, siempre necesitamos convertirnos de algo.

Cuentan que una vez había un venerable monje que a lo largo de las etapas de su vida había modificado a su plegaria, su modo de dirigirse a Dios. Al principio cuando era joven le suplicaba a Dios.

- Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo.

Pero a medida que se fue haciendo adulto, se dio cuenta de que se había pasado media vida sin lograr cambiar una sola persona, entonces cambió su oración y ahora le rogaba a Dios:

- Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entren en contacto conmigo. Aún que sea a mi familia o a mis amigos. Con eso ya me doy por satisfecho.

Pero cuando ya se fue haciendo mayor comprendió que su oración no había dado muchos resultados. Y a partir de entonces decidió dirigirse a Dios con la siguiente oración:

- Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo.

Y en cierto modo esto también nos puede pasar a nosotros. Que queremos cambiar e mejorar el mundo, las situaciones de malestar, de crisis, la pobreza… pero el mundo empieza a cambiar cuando uno mismo es el que cambia. Sólo así podremos llevar el Evangelio a los demás de manera fructuosa.

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4.12.10

Una digna morada

Homilía para la solemnidad de la Inmaculada Concepción

Textos: Gn 3,9-15.20; Sal 97; Ef 1,3-6.11-12; Lc 1,26-38.

Para que el Verbo eterno habitase entre nosotros haciéndose hombre, Dios preparó a su Hijo una digna morada. Esa Morada nueva es la Virgen, la “llena de gracia” (Lc 1,28); es decir, la criatura totalmente amada por Dios, ya que su corazón y su vida están por entero abiertos a Él. La casa de Dios con los hombres queda así inaugurada. María es el Israel santo, que dice “sí” al Señor y, de este modo, se convierte en la primicia de la Iglesia y en el anticipo, aquí en la tierra, de la definitiva morada del cielo. Dios vence, con su amor insistente, la desobediencia de Adán y de Eva, el peso del pecado, el absurdo intento de exiliarlo a Él, a Dios, del mundo de los hombres.

El Señor construye su casa preservando de todo pecado a María, para mostrar que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm 5,20). Se muestra así, en toda su belleza, el proyecto creador de Dios: “El misterio de la concepción de María evoca la primera página de la historia humana, indicándonos que, en el designio divino de la creación, el hombre habría de tener la pureza y la belleza de la Inmaculada”, enseña Benedicto XVI (15.8.2009). No es rebelándose contra Dios como el hombre se encuentra a sí mismo. Por el contrario, es abriéndose a Él, volviendo a Él, donde descubre su dignidad y su vocación original de persona creada a su imagen y semejanza.

En la Carta a los Efesios, San Pablo se hace eco del plan de salvación: Dios nos eligió en Cristo “antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor” (Ef 1, 4). En la Virgen, desde el primer instante de su concepción inmaculada, sólo hay aceptación y acogida de esta voluntad divina. En Ella, verdaderamente, todo se hace según la palabra de Dios, sin ningún tipo de obstáculo o interferencia.

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