26.08.23

La pregunta, hoy, por la esencia del cristianismo

No resulta fácil describir sintéticamente la situación cultural y eclesial en la que, en la actualidad, nos podemos interrogar acerca de la esencia del cristianismo.

Vivimos en una sociedad caracterizada por la desconfianza posmoderna hacia la verdad, por el relativismo, y por la tendencia a convertir el deseo en criterio supremo de discernimiento.

Como leemos en un documento de la Conferencia Episcopal Española: “Ahora, en su tramo final, la modernidad no solo prescinde de la gracia, sino que pretende devaluar la naturaleza. Como resultado, la persona, reducida a individuo autosuficiente e independiente, se construye a sí misma siguiendo la ley del deseo, en permanente ejercicio de autodeterminación, también sobre el propio cuerpo”[1]. En este sentido, la llamada “ideología de género” es, en definitiva, “la voluntad de construir una antropología del deseo, sobre todo en su dimensión sexual”[2].

El repliegue hacia el relativismo favorece la imposición intolerante de las ideologías amparadas por el poder: “El pensamiento moderno no quiere ya reconocer la verdad del ser, sino que quiere adquirir poder sobre el ser. Quiere reformar el mundo según las propias necesidades y deseos. Con esta orientación no a la verdad sino al poder se toca sin duda el verdadero problema del tiempo presente”[3].

El derecho a decidir y el deseo-sentimiento adquieren, advierte la Conferencia Episcopal Española, “categoría jurídica al servicio de la construcción de un nuevo modelo social, para lo que es preciso «deconstruir» lo esencial del sistema vigente”[4]. Se extiende por el mundo una legislación contraria a la razón, a la naturaleza y a la vida, “que desde poderosos organismos financieros globales se imponen a los gobiernos”[5].

En el plano religioso, la secularización convive con una pluralidad de ofertas religiosas y espirituales que son consideradas por muchos como equivalentes. La secularización cuestiona la credibilidad de la propuesta cristiana: “El proceso de modernización comporta una profunda revisión de las creencias y de las prácticas religiosas, que dejan de tener el valor normativo que [sic] gozaban y pasan a ser algo secundario, una opción más, sujeta a modas y tendencias culturales, y que puede ser percibida como más o menos útil o conveniente para el propio proyecto personal o social”[6]. La pluralidad de propuestas religiosas es un motivo añadido para delimitar lo propiamente cristiano.

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1.07.23

Don Andrés, ¡descanse en paz!

Ayer recibí la mala noticia del fallecimiento de don Andrés Fernando Fuertes Palomera (1953-2023), un sacerdote de nuestra diócesis de Tui-Vigo.

En la página web diocesana se puede leer una nota necrológica que dice: “A la hora del ángelus del último día del mes de junio y a dos días de cumplir el 45 aniversario de su ordenación sacerdotal, a los 70 años de edad, falleció en la residencia sacerdotal Nosa Señora da Guía, Andrés Fuertes Palomera, tras un mes de haber sido ingresado en ella, ya muy enfermo.

Será velado en el tanatorio de A Cañiza, a partir de las 19 horas del viernes 30 de junio. El sábado, 1 de julio, a las 16 horas, será velado en el templo parroquial de Santa Teresa de Jesús en A Cañiza, donde se celebrará la misa exequial a las 17 horas, posteriormente recibirá cristiana sepultura en el cementerio municipal. El martes, 4 de julio, a las 12 horas, se celebrará un funeral por su eterno descanso en la catedral de Santa María de Tui.

Andrés nació y fue ordenado sacerdote en su pueblo natal de A Cañiza y actualmente era, en la diócesis, canónigo del cabildo catedralicio, delegado diocesano de Patrimonio Cultural y Arte Sacro, así como director del Museo Diocesano, además de párroco-moderador de diez parroquias en el arciprestazgo de Redondela-Oitavén: Fornelos de Montes, Calvos, Estacas, Berducido, Traspielas, Moscoso, Oitavés, Ventín, Xunqueiras y A Laxe. Había sido muchos años, y así le recuerdan generaciones de sacerdotes jóvenes: vicerrector, profesor, formador y administrador del seminario menor de Tui (1978-1992). Se licenció en Derecho Canónico y realizó un máster en Restauración y Rehabilitación de Patrimonio. Después de sus estudios en Madrid (1996), atendió las parroquias de Cristiñade, Guláns y Arnoso, siendo también arcipreste del Tea. En 2006 fue nombrado párroco de santa María de Castrelos, ejerciendo a la vez de secretario de la Comisión de Asuntos Económicos, de Juez del Tribunal Eclesiástico y de profesor del Instituto de Ciencias Religiosas San Agustín. Fue también secretario diocesano para la Visita Pastoral y miembro de la Comisión de Límites Parroquiales.

Descanse en paz, don Andrés: sacerdote entregado, amigo servicial y alegre, extraordinario cuidador de la belleza reflejada en el arte sacro y que ahora deseamos disfrute en toda su realidad y esplendor”.

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27.06.23

Joaquín Navarro-Valls, Mis años con Juan Pablo II. Notas personales

Joaquín NAVARRO-VALLS, Mis años con Juan Pablo II. Notas personales, Espasa, Barcelona 2023, 635 p., 29.40 euros.

 

Joaquín Navarro-Valls (1936-2017), médico y periodista, fue Presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera en Italia en 1983 y 1984. Así le conoció Juan Pablo II, quien le pidió asesoramiento para mejorar la comunicación de la Santa Sede y, poco después, le nombró director de la Oficina de Prensa. Fue portavoz papal del 1984 al 2005, con Juan Pablo II, y del 2005 al 2006, con Benedicto XVI.

Un recorrido por el índice del libro nos permite conocer su estructura. Comienza con una “Presentación. Pequeña historia de unas notas”, a cargo de Diego Contreras, de la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Santa Cruz, a la que sigue un “Breve perfil biográfico” de Navarro-Valls. Después vienen los 50 capítulos que recogen los diferentes acontecimientos que han quedado plasmados en estas notas, desde “Un giro inesperado (1984-1986)”, en el que el autor narra cómo tuvo lugar su nombramiento como director de la Sala Stampa hasta “He sido un privilegiado (2005-2006)”, en el que hace un balance final de su experiencia en este puesto. El epílogo del libro, “A su manera”, está escrito por su hermano Rafael Navarro-Valls. Cierra el volumen un amplio apartado de notas y un índice onomástico.

El ya mencionado Diego Contreras expone en su presentación algunas claves de esta obra, que contiene “anotaciones rápidas tomadas casi siempre al hilo de los acontecimientos” que abarcaron los años en los que Navarro-Valls fue portavoz del papa (cf. p. 9). No obstante, hay fechas relevantes que carecen de anotaciones; seguramente explicable, esta carencia, por el volumen y ritmo de trabajo del portavoz. Navarro-Valls veía como un “imperativo moral” la tarea de dar a conocer mejor el perfil humano de Juan Pablo II, verdadero protagonista de este libro. La Facultad de Comunicación de la Universidad de la Santa Cruz asumió la tarea de ordenar esas notas y de prepararlas para la publicación.

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20.06.23

Pascal: paradoja, razón, corazón

Con motivo del cuarto centenario del nacimiento de Blaise Pascal (19 de junio de 1623- 19 de agosto de 1662) el papa Francisco ha publicado la carta apostólica “Sublimitas et miseria hominis”.

El recurso a la paradoja, que caracteriza el método de pensamiento de Pascal, se expresa en su misma comprensión del hombre, unión de grandeza y miseria. Esta aparente contradicción está en el centro de la visión pascaliana. “¿Qué es el hombre?”, se pregunta. Y responde: “Una nada respecto al infinito, un todo respecto a la nada”.

La paradoja consiste, según René Latourelle, en la coexistencia y hasta en la alianza de los contrarios; amplifica los contrarios sin resolverlos. Para comprender la paradoja hay que buscar un sentido que venga de un punto más alto; en concreto, del cristianismo. Cristo es un punto de ruptura más que de equilibrio. Ilumina el misterio del hombre, pero desde arriba: “no solamente no conocemos a Dios más que por Jesucristo, sino que no nos conocemos a nosotros mismos más que por Jesucristo; no conocemos la vida, la muerte, más que por Jesucristo”. Para Pascal, la religión cristiana es “venerable porque ha conocido bien al hombre” y “amable porque promete el verdadero bien”.

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10.06.23

Meditación para el Corpus Christi: La eucaristía y el obrar cristiano

La mirada sacramental se sitúa dentro del espacio abierto por Dios al hombre para revelársele. Los sacramentos edifican el hábitat donde florece la vida humana plena. La práctica sacramental, en consecuencia, abre espacios para la manifestación de Dios y el encuentro con Él: “la fe tiene que ver con Dios, y solo donde se acoge su cercanía, solo donde las intenciones humanas retroceden frente a la veneración que se le debe, surge aquella credibilidad que ocasiona la fe” (J. Ratzinger).

La secularización – con todos los matices con los que se deba hablar de este fenómeno - toca la pregunta sobre la exterioridad de la fe, sobre su irradiación en el mundo social y cósmico. Igualmente, toca la pregunta sobre la radicalidad de la fe, sobre su capacidad para constituir los cimientos del espacio del hombre y las coordenadas de su tiempo. El repliegue o la fuga de la religión hacia la interioridad es solo una forma aneja a la secularización.

Los sacramentos son esenciales para iluminar el interrogante sobre la exterioridad de la fe: La fe se juega en acciones comunes que tocan el cuerpo y el tiempo del hombre, inaugurando un espacio de relaciones nuevas con Dios y entre nosotros. La fe sacramental esclarece también el interrogante sobre la radicalidad de la fe, ya que esta precede el querer y el conocer humano, generándolo y sosteniéndolo.

Los sacramentos resultan la clave para proponer la fe a una cultura secular, revitalizando así esa cultura. Para fraseando a K. Rahner, J. Granados dirá que «el cristianismo del futuro será sacramental o no será».

La credibilidad de la revelación se expresa, pues, en la celebración del misterio de Cristo: “En este sentido el culto de los cristianos no es un conjunto de ceremonias, sino la expresión de su máxima participación en el reino de Dios, especialmente a través de los siete sacramentos. Todos y cada uno de ellos están orientados a la celebración eucarística, en la cual –según una profunda reflexión de Juan Pablo II en Ecclesia de Eucharistia– Cristo se hace nuestro contemporáneo” (G. Lorizio).

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