6.11.23

La esencia del Cristianismo: Joseph Ratzinger (1)

¿Qué es el cristianismo? Joseph Ratzinger piensa, en su Introducción al cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico, que para responder a esta cuestión el mejor camino es intentar una comprensión e interpretación de los “credos”, de los símbolos de la Iglesia en los que se sintetiza la fe[1]. Se trata de presentar la fe de siempre, tal como aparece reflejada en el credo apostólico, con un estilo misionero[2], conjugando la actualización creadora de esas fórmulas sintéticas con la fidelidad a algo que no se crea, sino que se recibe de los anteriores testigos del Señor[3].

Seguiremos las principales ideas de esta obra de Ratzinger guiándonos por la propia articulación del libro: La introducción, la fe en Dios, en Jesucristo, en el Espíritu Santo y la Iglesia. Un último apartado lo dedicaremos a una síntesis de lo que es básico en el cristianismo; un aspecto al que Joseph Ratzinger llama “estructuras de lo cristiano”.

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4.11.23

La respuesta a la pregunta por la esencia del Cristianismo

Lo esencial en el cristianismo es Cristo mismo: “no hay ninguna determinación abstracta de esta esencia. No hay ninguna doctrina, ninguna estructura fundamental de valores éticos, ninguna actitud religiosa ni ningún orden vital que pueda separarse de la persona de Cristo y del que, después, pueda decirse que es cristiano. Lo cristiano es él mismo, lo que a través de él llega al hombre y la relación que a través de él puede mantener el hombre con Dios” (Guardini, La esencia, 103) 

La persona de Jesucristo, en su unicidad histórica y en su gloria eterna, es la categoría que determina el ser, el obrar y la doctrina de lo cristiano.

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28.10.23

La doctora de la síntesis

Hay santos que traspasan las fronteras de la Iglesia y cautivan incluso a los más alejados. Podríamos pensar, por ejemplo, en san Francisco de Asís. Santa Teresa de Lisieux (1873-1897) es otro caso señalado. La UNESCO la ha reconocido como una de las figuras más significativas para la humanidad contemporánea.

Teresa puso su confianza en Dios, en su misericordia, y se preocupó de todos, hasta de aquellos que, humanamente, parecían irrecuperables. Antes de ingresar en el Carmelo, sintió una profunda cercanía espiritual con un criminal no arrepentido, Henri Pranzini, condenado a muerte por un triple asesinato. Teresa estaba segura de su salvación y solo a última hora, cuando ya estaba el reo en el cadalso, tuvo una prueba de la conversión de este hombre, que cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote y lo besó por tres veces.

La santa de Lisieux experimentó en el Carmelo, ya casi al final de su vida terrena, la prueba contra la fe de la oscuridad del ateísmo y del rechazo de la fe cristiana. Llega a percibir la desesperación y el vacío de la nada. Pero, a pesar de ese descenso a los infiernos, mantiene la fe y la confianza ilimitada en la misericordia de Dios. El pecado del mundo es inmenso, pero no es infinito. Solo el amor misericordioso del Redentor es infinito. La oscuridad no llega a extinguir la luz: “Corro hacia mi Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de mi sangre por confesar que existe un cielo; le digo que me alegro de no gozar de ese hermoso cielo aquí en la tierra para que Él lo abra a los pobres incrédulos por toda la eternidad”, escribió.

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27.10.23

Quod accepi, tradidi. Homenaje al Prof. César Izquierdo Urbina

Juan Alonso – Miguel Brugarolas (eds.), “Quod accepi, tradidi”. Palabra de verdad y evangelio de salvación. Homenaje al Prof. César Izquierdo Urbina, EUNSA, Pamplona 2023, 629 páginas, ISBN: 9788431338596.

 

Juan Alonso y Miguel Brugarolas, profesores de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, han coordinado la elaboración de este libro en homenaje al Prof. César Izquierdo con ocasión de su setenta cumpleaños y su consiguiente jubilación como docente. El título del volumen: Quod accepi, tradidi expresa la dinámica de la tradición cristiana (cf 1 Co 11,23 y 1 Co 15,3). Pero, a la vez, el binomio “recibir y transmitir” manifiesta también “un elemento fundamental de la misma teología: reflexionar desde la Palabra de verdad y salvación que hemos recibido, para hacer llegar una propuesta viva y actual del Evangelio a la diversidad de contextos culturales y de destinatarios” (p. 15).

Esta ha sido la tarea que, por más de cuarenta años, ha realizado el Prof. Izquierdo, de quien se traza un perfil biográfico, escrito por Juan Alonso y Juan José de Miguel Sicilia (p. 17-25), en el que se mencionan los principales campos que han sido objeto hasta ahora de su actividad docente e investigadora: 1) El tratado de teología fundamental y la reflexión sobre el acto de fe. Merece la pena resaltar, al respecto, su activo papel en las Jornadas de Teología Fundamental que, cada dos años, aglutinan a los profesores de esta materia de España y Portugal. 2º) El estudio del pensamiento blondeliano. 3º) El estudio de la teología de la tradición de la Iglesia. 4º) La cristología, centrándose en la cuestión de Cristo mediador. Un elenco de su obra escrita (que abarca el período 1981-2022) da cuenta de la relevancia de sus publicaciones (cf p. 27-40).

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19.10.23

R. Guardini: La persona de Cristo y lo propia y esencialmente cristiano

Aunque se ha dicho – por ejemplo, por parte de Harnack – que Jesús no forma parte del contenido de su mensaje, que sería solo mensajero en la predicación del Padre y de su Reino, esta teoría es falsa. Jesús – así lo atestigua el Nuevo Testamento - hace manifestaciones sobre sí mismo que pertenecen al contenido fundamental de la Buena Nueva[1]. Su mensaje se halla determinado por la significación única de su persona.

Exige explícitamente que los hombres le sigan. Su persona aparece como criterio y motivo de conducta: “El que pierda su vida por mí y por la buena noticia la salvará” (Mc 8,35). Jesús es el núcleo, la justificación y la fuerza de la nueva comunidad religiosa. En sus palabras – como cuando emplea la expresión “yo soy” - alienta una pretensión absoluta, que pone la persona de Jesús en íntima relación con Dios[2].

Va mucho más allá de lo que sería propio de un maestro, de un fundador o de un salvador religioso. Se sitúa en el punto en el que radica el porqué del obrar, de igual manera que él “constituye la raíz de la realidad, el núcleo del sentido y el título jurídico de la comunidad, y de igual manera también que él justifica el acercamiento religioso a Dios, la súplica”[3].

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