El Sagrado Corazón: El amor que trasciende toda filosofía
La acción salvadora de Dios revela no solamente lo que Dios “hace”, sino también lo que Dios “es” . En su primera carta, el apóstol San Juan “define” el ser de Dios con estas palabras: “Dios es amor” (cf 1 Juan 4, 7-16). Ése es su misterio, su “secreto más íntimo” . Él es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La revelación consiste en la manifestación de este “secreto divino”, que se nos da a conocer por el envío del Hijo y del Espíritu Santo. Conocer este secreto va más allá de las posibilidades del entendimiento humano; para adentrarse en él se necesita el conocimiento del amor; un conocimiento que no se aproxima desde fuera a la realidad conocida, sino desde dentro, en una relación que sólo puede describirse como comunión . Es Dios quien, dándonos su Espíritu, nos permite amar, y amando, hace posible que confesemos que Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.
San Pablo, en la carta a los Efesios, pide para los cristianos que el amor sea su raíz y su cimiento (cf Efesios 3, 17), para que, habitando Cristo en sus corazones por la fe, puedan comprender “lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano” (Efesios 3, 19). Lo que trasciende toda filosofía, toda sabiduría humana, es lo que sólo Dios puede dar: su propio amor que se hace visible en la Cruz de Jesucristo.

Homilía para la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Ciclo C)
En Junio de 2006 publiqué en la revista Liturgia y Espiritualidad XXXVII/6, 287-299, un artículo titulado: “La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: La grandeza del amor de Dios". Ofrezco ahora un epígrafe de ese artículo.
Apenas ha pasado mayo y ya hemos entrado en junio. La vida es así, un pasar, un ir de un momento al siguiente, aunque sabemos que no sin sentido ni finalidad. En junio, los cristianos se vuelven al Corazón de Cristo. La iconografía al uso no nos ha hecho, por regla general, un gran favor y, si uno no profundiza un poco, podría pensar, sin duda erróneamente, que, al hablar de la devoción al Corazón del Verbo encarnado, nos remitimos a épocas pasadas de la historia.
Hemos llegado al final de “Mayo en el blog". El texto se lo debemos a Yolanda, que ha tenido la amabilidad de recensionar un libro mío. Pero ese libro - ay, Umbral, Umbral - evoca un recuerdo: El “Mayo virtual” de 2008, en este mismo blog. Agradezco a Yolanda sus palabras y, a todos, su colaboración y su benevolencia.












