Año Gaudí

Con ocasión del centenario del fallecimiento de Antonio Gaudí (Reus, 25.VI.1852 – Barcelona, 10.VI.1926) el próximo 2026 ha sido declarado “Año Gaudí”, dedicado a conmemorar el legado científico, técnico y patrimonial del famoso artista.

Antonio Gaudí Cornet se había trasladado de Reus a Barcelona en 1869 con el propósito de formarse como arquitecto. Tras cursar los estudios preparatorios necesarios ingresó en la Escuela de Arquitectura, simultaneando la vida académica con el trabajo de delineante y el servicio militar, que inició en 1874, en plena guerra carlista. En 1878 obtuvo el título de arquitecto. Preocupado por la situación de los trabajadores, conoció las teorías socialistas de Marx y las anarquistas de Bakunin, aunque prevaleció en él la visión cristiana de la vida que había adquirido en su familia y en su etapa de alumno de los religiosos escolapios.

Recién graduado recibió el encargo de proyectar una vitrina para una tienda de Barcelona. El mueble, hecho de bronce, madera y cristal, fue llevado al pabellón español de la Exposición Universal de París de 1878, donde encantó a Eusebio Güell, un rico y culto hombre de negocios, quien se hizo presentar al joven arquitecto con el que inicia una relación profesional y de amistad que se prolongó hasta la muerte de Güell en 1918.

Durante casi veinte años, Antonio Gaudí vivió en su casa del Parque Güell. El también arquitecto, además de historiador, Joan Bassegoda Nonell proporciona un perfil del carácter de Gaudí: “Era adusto pero bondadoso y cuantos lo trataron guardaron de él un emocionado recuerdo”. El último año de su vida lo pasó en la Sagrada Familia, su obra cumbre, en la que trabajó desde 1883 hasta su fallecimiento. El 7 de junio de 1926 fue atropellado en la Gran Vía barcelonesa por un tranvía. Llevado al hospital de la Santa Cruz, fallecería el 10 de junio, rodeado de sus colaboradores y amigos. Fue enterrado en la capilla de la Virgen del Carmen, en la cripta de la Sagrada Familia. Al cortejo fúnebre asistieron unas 30.000 personas.

Gaudí era un ferviente católico y toda su obra, sobre todo la Sagrada Familia, está impregnada de un profundo sentido de espiritualidad, de trascendencia y de misticismo cristiano. En su arquitectura se interesó por las formas de la naturaleza, especialmente por las estructurales. Para él, la originalidad consistía en volver al origen, a la naturaleza, obra del Creador. “Comprendió – escribe Joan Bassegoda – que la naturaleza produce formas bellísimas sin intención de ganar concursos ni medallas. Buscando la funcionalidad, decía, se llega insensiblemente a la belleza”.

Pero, además de inspirarse en el “libro de la naturaleza”, supo también leer el “libro de la Sagrada Escritura” y “el libro de la Liturgia”, como señaló Benedicto XVI en la Misa de la consagración de la Sagrada Familia celebrada el 7 de noviembre de 2010. Gaudí, decía el papa, supo superar la escisión entre la belleza de las cosas y Dios como Belleza: “Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo”.

No es casualidad que el papa Francisco, el 14 de abril de 2025, haya declarado “venerable” a Antonio Gaudí, reconociendo sus “virtudes heroicas” y dando así el primer paso hacia su posible beatificación. Por su parte, el Ateneo Universitario San Pacià de Barcelona prepara la celebración de un congreso, en febrero de 2026, con el sugestivo título de “Gaudí: arte, belleza, misterio”.

 

Guillermo Juan-Morado.

 Publicado en Atlántico Diario.

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