InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Septiembre 2018

29.09.18

“Podemos” es un espanto (lo dicen ellos mismos)

Lo sabemos todos: Podemos es un resumen de lo peor. Pero, por si alguien se olvida, ellos mismos – los podemitas - nos lo recuerdan. El líder supremo de este partido dice de sí mismo, siempre, que es comunista.

Me cuesta mucho entender que alguien que se define como “comunista” tenga la cara dura de recriminarle a nadie una determinada conducta.

Yo no sé que exista, ni que haya existido en la historia, algo peor que el comunismo. Sea en la URSS, en China, en Corea, en Cuba… Donde han triunfado (los comunistas) han implantado el imperio del mal. Pero sí que han sido –eso hay que reconocerlo - muy hábiles a la hora de convertir sus crímenes en méritos.

Hitler era un tirano. Un asco de hombre y de político. Pero lo peor de Hitler, indirectamente, fue la legitimación de Stalin. Los comunistas de Stalin ayudaron a acabar con un régimen asesino como el de Hitler. ¿A qué precio? A uno muy alto, al precio de legitimar sus propios regímenes – comunistas –, de represión de las libertades y de asesinatos. Igual de malos, y hasta peores, que el de Hitler – un espanto de gobernante -.

Cuesta creer que media Europa haya estado sometida a esa tiranía. Y cuesta mucho más creer que, incluso hoy, si la tiranía es esa, se evalúa con mayor condescendencia. Si el asesino se llama Lenin, o Stalin, o Castro, sale gratis.

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27.09.18

Nicolas Steeves, La imaginación y la Teología Fundamental

Me ha parecido muy interesante el libro de Nicolas Steeves, Grâce à l’imagination. Intégrer l’imagination en théologie fondamentale, Cogitatio Fidei 299, Les Éditions du Cerf, Paris 2016, ISBN 978-2-204-10774-7, 454 páginas.

Nicolas Steeves es un sacerdote jesuita profesor de Teología Fundamental en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En la obra que reseñamos el autor se plantea un doble interrogante: Si, como cristianos, creemos que Dios ha decidido revelar su Rostro en Jesucristo, dando una Imagen de Sí, ¿qué papel puede desempeñar la imaginación en Teología Fundamental? O, planteado de otro modo, ¿se puede y se debe integrar la imaginación en Teología Fundamental, sin olvidar la necesaria referencia a la cultura? (cf. p. 15).

Imaginar, incluso lo inimaginable, comprendidos el Bien y el Mal absolutos, es un deber para conocer lo real y actuar concretamente, como ya había indicado a su modo San Ignacio de Loyola cuando imaginando a Cristo crucificado se preguntaba: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿qué hago? ¿qué debo hacer? Sin imágenes no hay pensamientos. Más aun, “sin la imaginación, el espíritu pierde la carne” (p. 17).

En nuestra cultura, la imaginación queda muchas veces aprisionada en imaginarios de mal gusto pero, a la vez, nuestro mundo está lleno de combates que se libran en los imaginarios y que hunden su raíz en “una modernidad incapaz de imaginar juntos, en el mismo mundo, un Dios libre y un hombre libre” (p.18).

No puede negarse que existe una dificultad a la hora de vincular razón e imaginación, como lo testimonia la historia de la filosofía. No obstante, en los últimos años algunos teólogos han intentado volver a conectarlas, sobre todo en el mundo teológico anglófono. Pero también entre los teólogos germánicos – como Rahner y von Balthasar – la cuestión se plantea, bien que de un modo más implícito pero a la vez más sistemático.

Para reconocer el papel de la imaginación en teología, es preciso diseñar sus funciones: mediación, representación, síntesis, potencia, investigación, interpretación, saber, actuar, defensa, enseñanza… y la función más grande: “reconciliar los contrarios”; por ejemplo, pensar lo impensable (p. 19). En sus orígenes la Iglesia ha empleado la imaginación mediadora para inculturar a Jesús en la mentalidad greco-romana. De modo significativo, lo ha hecho en Calcedonia, articulando las naturalezas humana y divina de Cristo sin confusión ni separación. ¿Por qué no proseguir esa tarea?

En cuanto al método, N. Steeves propone un método dialogal e imaginativo que permita conversar entre sí a los filósofos y teólogos que se han ocupado del tema; sin renunciar al uso de la razón, aunque no estrechando, al modo racionalista, la noción de razón, sino alargándola, para no privar al logos de la carne (cf. p. 20). Otra pauta metodológica consiste en enraizar el discurso en la gran tradición teológica de la Iglesia.

Que el método elegido sea imaginativo comporta varios matices: el método será, por consiguiente, heurístico, hermenéutico, poético, cognitivo y noético, ético, didáctico y apologético (p.22).

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24.09.18

Nombrar obispos para China

Todo el tema de la relación entre la Iglesia Católica y China me supera completamente. He leído libros sobre China, pero esas lecturas no me convierten, ni de lejos, no solo en un especialista, sino ni siquiera en alguien mínimamente informado. China es un país de más de mil millones de habitantes. Solo con ese dato, más de mil millones de habitantes, uno se pierde; al menos, un poco.

Me sorprende la facilidad con la que algunos han salido al paso, al momento, definiendo su postura, tras un anuncio de un acuerdo entre la Santa Sede y la República Popular de China sobre el nombramiento de obispos, acuerdo sobre el que no sabemos prácticamente nada. Ha habido un acuerdo. No sabemos, a mi entender, en qué consiste.

Yo prefiero no aventurar y volverme a lo más recientemente comprendido. Que, en mi caso, ha sido la “Carta del Santo Padre Benedicto XVI a los obispos, presbíteros, personas consagradas y fieles laicos de la Iglesia Católica en la República Popular China” (27 de mayo de 2007). Esa Carta merece la pena ser leída con mucho detalle.

Voy a reproducir, únicamente, el número 9 de la misma:

“Nombramiento de los Obispos

9. Como todos sabéis, uno de los problemas más delicados en las relaciones de la Santa Sede con las Autoridades de vuestro País es la cuestión de los nombramientos episcopales. Por un lado, se puede comprender que las Autoridades gubernativas estén atentas a la selección de los que desempeñarán el importante papel de guías y pastores de las comunidades católicas locales, dadas las repercusiones sociales que —tanto en China como en el resto del mundo— dicha función tiene también en el campo civil. Por otro lado, la Santa Sede sigue con suma atención el nombramiento de los Obispos, puesto que esto afecta al corazón mismo de la vida de la Iglesia, ya que el nombramiento de los Obispos por parte del Papa es garantía de la unidad de la Iglesia y de la comunión jerárquica. Por este motivo el Código de Derecho Canónico (cf. canon 1382) establece graves sanciones tanto para el Obispo que confiere libremente la ordenación sin mandato apostólico como para quien la recibe; en efecto, dicha ordenación representa una dolorosa herida para la comunión eclesial y una grave violación de la disciplina canónica.

El Papa, cuando concede el mandato apostólico para la ordenación de un Obispo, ejerce su autoridad espiritual suprema: autoridad e intervención que quedan en el ámbito estrictamente religioso. No se trata por tanto de una autoridad política que se entromete indebidamente en los asuntos interiores de un Estado y vulnera su soberanía.

El nombramiento de Pastores para una determinada comunidad religiosa está previsto también en documentos internacionales como un elemento constitutivo del pleno ejercicio del derecho a la libertad religiosa. La Santa Sede desearía ser completamente libre en el nombramiento de los Obispos; por tanto, considerando el reciente y peculiar camino de la Iglesia en China, deseo que se llegue a un acuerdo con el Gobierno para solucionar algunas cuestiones referentes tanto a la selección de los candidatos al episcopado como a la publicación del nombramiento de los Obispos y el reconocimiento —en lo que sea necesario a efectos civiles— del nuevo Obispo por parte de las Autoridades civiles.

En fin, por lo que concierne a la selección de los candidatos al episcopado, aun conociendo vuestras dificultades al respecto, deseo recordar la necesidad de que los candidatos sean sacerdotes dignos, respetados y queridos por los fieles, modelos de vida en la fe y que tengan cierta experiencia en el ministerio pastoral, de modo que sean más idóneos para afrontar la pesada responsabilidad de Pastor de la Iglesia. En el caso en que en una diócesis fuera imposible encontrar candidatos aptos para la provisión de la sede episcopal, la colaboración con los Obispos de las diócesis colindantes puede ayudar a encontrar candidatos idóneos”.

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21.09.18

"Maternidad subrogada"

Las palabras, las expresiones lingüísticas, nunca son inocentes. El lenguaje encierra una enorme capacidad de revelar o de ocultar lo real, de contribuir al bien, al reconocimiento de la dignidad del hombre, o al mal, al sometimiento del hombre por el hombre; en el peor de los casos, a la reducción de la persona humana a objeto del capricho de los más fuertes, a mera mercancía, a disposición del mejor postor.

Algunas expresiones son especialmente inquietantes: “Maternidad subrogada”; “interrupción voluntaria del embarazo”; “reasignación de sexo”; “teoría de género”… Uno se pierde en medio de ese piélago de las palabras que, tantas veces, en lugar de ser medios para ayudar a comprender lo real, se convierten en señales crípticas que desorientan y que abren la puerta a un ejército reducido de expertos que venden muy caros sus consejos y sus terapias.

“A río revuelto – dice el refrán – ganancia de pescadores”. Y, en ocasiones, el río no se revuelve solo, sino que conviene a muchos que esté cada vez más turbio.

La maternidad, a mi modo de ver, puede ser cualquier cosa menos “subrogada”, “sustitutiva”. La maternidad es una relación muy importante no solo para uno de los términos de la misma – la madre – sino, sobre todo, para el otro término, el hijo. Una persona que no es la madre gestante puede asumir, legalmente, por adopción, el papel de madre, pero sin sustituirlo. Se hace cargo del niño, lo trata como a su hijo, lo convierte en un hijo propio, pero no debe negar al hijo que ella no lo ha gestado, sino que lo ha adoptado.

Hoy he leído un interesante artículo sobre este tema tan complicado. Y cito literalmente las frases que estimo que son más esenciales – ¡no me vayan a acusar de plagio! - : “Aunque la maternidad subrogada fuese plenamente altruista seguiría suponiendo una cosificación del cuerpo de la mujer, una separación antinatural de la madre real y de su hijo, y la utilización de un bebé ‘fabricado’ para satisfacer un deseo” (Ángel Guerra Sierra, “La maternidad subrogada”, La Voz de Galicia. Opinión, 21/09/2018).

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18.09.18

La lógica perversa del aborto y de la blasfemia

Pienso que solo hay una manera coherente de estar a favor del aborto: defenderlo hasta el último minuto antes del parto y, si hace falta, hasta después del mismo. Si la premisa esencial – y no veo otra – es “nosotras parimos, nosotras decidimos”, se podrá decidir en cualquier momento y por cualquier motivo.

Y si se puede decidir antes, ¿por qué no también después? Un hilo de coherencia – en el mal – une el aborto y el infanticidio. Al fin y al cabo, un bebé no deseado – y esa parece ser la causa de su eliminación física – puede no ser deseado mientras está dentro de la madre o cuando ya está fuera de ella, pero necesitado todavía de sus cuidados.

Me da hasta un poco de miedo expresar esta convicción. Aunque, obviamente, son muchos los que la expresan y hasta la defienden. Yo no defiendo ni una cosa ni la otra: ni el aborto ni el infanticidio. Pero cada día estoy más seguro de que la diferencia entre una y otra acción es accidental, no sustancial. Y también de que, si no se hace algo, todo podría ir a peor.

Las leyes son bastante hipócritas. Nadie, y los legisladores menos, desea retratarse ante la historia como un asesino en serie o como un tirano despiadado. Los legisladores pretenden justificar su tarea como un servicio a los ciudadanos. Un servicio que consiste en regular lo que ya existe. Sin entrar demasiado en si lo que existe es bueno o malo. Al final, no se cree que nada sea bueno o malo. Si nada es bueno, nada es malo. Y viceversa.

Nada es bueno y nada es malo – se supone - , pero algunas cosas “suenan” bien y otras muy mal. Hoy suena muy mal que se discrimine a una mujer por ser mujer. Si se pretendiese ir más allá de las apariencias, se encontrarían razones que justificarían a fondo que esto suena mal porque realmente está mal. Pero se esquiva llegar al fondo.

Solo en este marco de la mera apariencia, de la ética sin fundamento, se puede entender el escándalo (falso) del Partido Laborista del Reino Unido que, según “Infocatólica”, “quiere prohibir que se informe del sexo de los no nacidos para evitar que sean abortados por ser niñas”.

Si el aborto no es un mal, si es hasta un derecho, si “nosotras parimos, nosotras decidimos”, ¿a qué viene que el Partido Laborista trace una línea de demarcación entre lo que una debe decidir o no? Esa pretensión sería absurda e infundada.

Esa pretensión solo se puede basar sobre un prejuicio: Una característica genética como el sexo femenino no es razón para abortar; sin embargo, una característica genética como el síndrome de Down sí lo sería. Si la niña en cuestión puede tener ese síndrome, se le puede abortar. Si no viene con ese síndrome, el aborto sería una discriminación intolerable.

¿Por qué el aborto en algunos casos sería intolerable? En el fondo, por la misma razón por la cual el aborto es intolerable en todos los casos: Porque la aprobación legal del aborto supone aceptar que se puede justificar la eliminación de un ser humano inocente. Ya que el motivo aparente de esa eliminación radique en ser niño o niña, sano o enfermo, Down o no Dwon, blanco o negro, judío o cristiano… es, pienso, un motivo caprichoso.

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