InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Julio 2012

31.07.12

¿Dónde vamos a comprar pan para que coman éstos?

El capítulo sexto del Evangelio de San Juan comienza con uno de los siete milagros que recoge este evangelista: la multiplicación de los panes y de los peces. Este signo realizado por Jesús se sitúa temporalmente poco antes de la Pascua (cf Juan 6, 4), señalando así el evangelista, en este acontecimiento milagroso, una prefiguración de la Pascua cristiana y del misterio de la Eucaristía, en el que Jesús mismo se convierte, como Pan de Vida, en nuestro alimento.

El Señor aparece verdaderamente como el Buen Pastor; levanta los ojos para ver a la gente, y se preocupa de que tengan algo que comer. En Él resplandece la justicia y la bondad de Dios que “abre la mano y sacia de favores a todo viviente” (Salmo 144). Aquellos hombres, viendo el signo obrado por Jesús, se acuerdan del profeta Eliseo, que alimentó a la gente con veinte panes de cebada (cf 2 Reyes 4, 24-44). El prodigio realizado por Jesús es aún mayor, y por eso comentan: “Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo” (Juan 6, 14).

Quizá aquella muchedumbre reconoce en Jesús sólo a un mesías terreno; quieren hacerlo rey, porque les había dado de comer, porque había satisfecho sus necesidades materiales. Pero Jesús se retira él solo, como indicando que su reino no es de este mundo.

La Iglesia encuentra en este pasaje de la vida del Señor una lección permanente. Como Jesús, la Iglesia está llamada a levantar la mirada para descubrir las necesidades de la gente; también sus necesidades materiales. “Para la Iglesia – ha recordado Benedicto XVI - , la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”, como lo es el anuncio de la palabra y la celebración de los sacramentos (cf Deus caritas est, 25).

Pero, la Iglesia como tal, no es la responsable inmediata de la edificación de un reino de este mundo. Esa tarea de construir un orden social y estatal justo, mediante el cual se da a cada uno lo que le corresponde, le compete a la comunidad política, al Estado (cf Deus caritas est, 28). La Iglesia, predicando la doctrina social del Evangelio, ayudará a “abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien”, para que todos los actores de la comunidad política se esfuercen honestamente por alcanzarlo.

En este campo de la edificación de un orden político justo, donde nadie se vea privado de lo necesario, el protagonismo inmediato corresponde, en la Iglesia, a los fieles laicos: “Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la ‘multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común’”(Deus caritas est, 29).

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19.07.12

Se puso a enseñarles con calma

Homilía para el Domingo XVI del TO (ciclo B)

El Evangelio nos acerca al corazón de Cristo; un corazón humano que expresa el amor, humano y divino, con que el Señor ama a todos y a cada uno de nosotros. Los Apóstoles son los primeros que se acogen a la recomendación de Jesús: “Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré […] que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 28-29).

Hasta tal punto han experimentado este descanso que, después de agotadoras jornadas de trabajo pastoral, no dudan en acercarse al Señor para contarle “todo lo que habían hecho y enseñado” (Marcos 6, 30-34). Jesús se aparta con ellos a un sitio tranquilo, para escucharlos pacientemente. Conmueve esta intimidad, esta cercanía, de Jesús con los suyos. Aquellos que han sido elegidos para pastorear en su nombre al Pueblo de Dios son, primeramente, los destinatarios de la atención de ese Buen Pastor que es el mismo Dios, el Hijo de Dios hecho hombre.

En Jesús se cumplen las profecías que anunciaban que Dios sería el pastor de su pueblo (cf Jeremías 23, 1-6). Un pastor que no dispersa a las ovejas, ni las deja perecer, sino que las reúne y las vuelve a traer a sus dehesas. Los apóstoles, al reunirse con Jesús, podían recitar, sin duda alguna, las palabras del Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”.

Pero el corazón de Cristo no es un corazón limitado, sino un corazón dilatado infinitamente, en el que todos tienen cabida. No por ocuparse más detenidamente de los suyos se olvida de las muchedumbres, de aquellas multitudes que acuden también a Él porque lo habían reconocido. Jesús ve esa multitud de personas que corren en busca de sentido, de orientación, de sanación, de salvación, y siente lástima de ellos, “porque andaban como ovejas sin pastor”. Y el Señor “se puso a enseñarles con calma”.

Hay, por consiguiente, una relación interna entre el amor del corazón de Cristo y su enseñanza. Su enseñanza brota de su amor, de su cercanía, de su compasión. Realmente no se pueden separar, en Jesús, su persona y su enseñanza. Él es, en persona, la enseñanza, la Palabra, el “Verbo encarnado y vivo” (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 108).

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16.07.12

HABÍA ESTADO (y XX)

(Escrito por Norberto)

Apenas el sol asomaba por los picos elevados de la cordillera Pieria, en el día previsto por los acontecimientos inesperados - la nueva Shekinah (Presencia de Dios) en el Ruaj Ha Kodesh (Espíritu Santo) - Šāʼûl y Ambrósyos cruzaban la puerta de Antiókeia y bajaban por las arriscadas cuestas en búsqueda de la dársena. El viaje había resultado tranquilo y, por ambos, silencioso, sin embargo cuando la costa, y el puerto con sus barcos amarrados, se hicieron visibles el gálata no pudo contenerse más.

- Šāʼûl, pronto embarcarás y no quisiera despedirte sin que me contestaras a dos asuntos. El interpelado asintió y el metalúrgico carraspeó tres o cuatro veces.

- El primero es saber por qué elegiste a Eulogio para el ministerio de diakonos, y el segundo es saber si tengo que circuncidarme para bautizarme en la fe del Adonay Yehoshúa.

- A lo último no, rotundamente no – lo dijo enérgicamente, incluso enojado, no era la primera vez que se le presentaba el caso - ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad.

- Sabes que para mí sería una humillación, así como para mis antepasados, para los trocmii la mutilación voluntaria es una ofensa para la familia, la de aquí y la del más allá. Sin embargo, si es necesario, si YHWH lo dispone, cuenta que cederé. Con Shlomo vinieron algunos que así lo pidieron cuando algunos solicitamos el bautismo, como resultado, algunos cedieron y se bautizaron, otros renunciaron a ello y siguieron asistiendo a la sinagoga, pero la mayoría se desvinculó, algunos me paran en la calle recordándolo con amargura y nostalgia.

- ¡Ojalá que se mutilaran los que perturban!, hemos sido llamados a la libertad. Pues no es circuncisión la externa, la de la carne, está en el interior. La verdadera circuncisión es la del corazón, según el Ruaj Ha Kodesh y no según la letra. Respecto a lo de Eulogio, fue una reacción guiada por el Ruaj, pues yo desconocía el hecho, pero su voz me dijo “es Eulogio”, cuando vi su mirada, cuando se tomó unos segundos antes de contestar, cuando miró al cielo pidiendo auxilio, supe que no me había equivocado: tu hijo es el elegido, y, además, creo que solo es el principio. No me enojo contigo, mi querido mal’ak (ángel), es que estos y otros asuntos de similar índole provocaron mi salida nocturna, mi huída: algunos se habían conjurado para matarme. Por cierto, ¿mal’ak, me reservarás la dicha incomparable de bautizarte?

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14.07.12

Y comenzó a enviarlos

Jesús envía en misión a los Doce (cf Mc 6,7-13). La iniciativa de este envío procede únicamente del Señor. Él, en lugar de hacerlo todo por sí mismo, quiso contar con la colaboración de los hombres; quiso, por la Encarnación, compartir nuestra existencia y hacernos partícipes de su misión.

Jesús no desprecia la ayuda de los hombres, sino que les confiere la dignidad de ser sus enviados, a pesar de conocer sus límites y sus debilidades. La palabra “apóstol” significa precisamente “enviado”. Jesús envía a los Doce y les pide, para poder llevar a cabo la misión, una actitud de desprendimiento. No deben estar, los apóstoles, apegados al dinero o a las comodidades.

También les advierte de que no siempre recibirán una acogida positiva; más aun, en ocasiones serán rechazados y perseguidos. Se repetirá en cada uno de ellos la experiencia del profeta Amós, enviado por Dios a profetizar en el santuario de Betel (cf Am 7,12-15). Amós no fue bien acogido, pero es consciente de que él no ha elegido su misión de profeta, sino que la ha recibido del Señor. Tanto si lo aceptan como si lo rechazan, continuará profetizando.

Los Doce no pueden contentarse con predicar la conversión, con anunciar la verdad. A la tarea de la predicación deben añadir, según el mandato y el ejemplo de Jesús, la cura de los enfermos, el servicio de la caridad. La predicación de la Palabra y la manifestación de la bondad de Dios con gestos de caridad y de servicio han de ir unidas.

Como enseña el Papa Benedicto XVI en la encíclica “Caritas in veritate”, “se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la economía de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad” (CV 2).

La misión de los Doce es una misión fecunda que, después de la Resurrección de Jesús, se extendió a todo el mundo. A través de esa misión, que es la misión de la Iglesia, el amor y el conocimiento de Dios llega a cada uno de nosotros. Cristo ha adquirido a la Iglesia con su sangre “y la ha hecho su colaboradora en la obra de la salvación universal. En efecto, Cristo vive en ella; es su esposo; fomenta su crecimiento; por medio de ella cumple su misión” (Juan Pablo II,Redemptoris missio, 9).

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13.07.12

HABÍA ESTADO XIX

(Escrito por Norberto)

Las ceremonias del Šhabāt habían concluido para los asistentes a la sinagoga del barrio suroeste de Antioquía, sin embargo, algunos, les siguieron dirigiéndose a casa de Ana y Ambrósyos, el observaba pensando que la cena sería más concurrida de lo que pensó. Los viandantes entraron al salón donde el anfitrión, que no había estado en la sinagoga, acomodaba a todos los invitados, entonces Ana exclamó:

- Šāʼûl, cuando regresamos de Yerushaláyim tras aquel Shavuot, lo hicimos bautizados en el nombre del Adonay Yehoshúa, y así estuvimos un tiempo, hasta que vino, hace unos años, Shlomo Bar Mohsé, se presentó en mi casa preguntando por tres antioquenos que se bautizaron por mano de Shimon Bar Ionah, cuando le dije que éramos nosotros rompió en sollozos dando gracias a YHWH. Mostró una tablilla con una inscripción presbyteros y una cruz como sello.

- Sí, respondió tras examinar la tablilla, es auténtica, esa cruz es el símbolo de Kefa, como le renombró el Adonay Yehoshúa, pues él es el soporte de la nueva kahal (ekklēsía).

- Shlomo, había salido de allí perseguido cuando el martirio de Stephanos, ahora está muy enfermo y no puede moverse de la cama, le atiende Loukás; quería pasar el resto de sus días junto a los suyos, es originario de aquí, y recibió el encargo de predicar y bautizar. Él, tras el Šhabāt, cuando ya era yom rishón (domingo) celebraba la fracción del pan, nosotros asistíamos a ella pero no podíamos comulgar porque no habíamos sido bautizados en Ruaj Ha Kodesh (Espíritu Santo), nos dijo que no tenía autoridad para ello, ¿la tienes tu?.

- Sí, Kefa me la reconoció.

- ¿Podrías, entonces…?.

- Sí, vuestro deseo es deseo de YHWH, que os invita a incorporaros plenamente al Cuerpo Místico del Krystós, huios tou Theou (Hijo de Dios).

- Primero os impondré las manos para que Ruaj Ha Kodesh (Espíritu Santo) venga a vosotros y os colme de sus dones, ¡arrodillaos!.

Fue, así, imponiéndoles las manos y ungiéndolos con aceite. A continuación mandó colocar matzá (pan ácimo) en una bandeja y vino en una copa y dijo:

- Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.» Pues cada vez que coméis este pan y bebéis de esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.

Cuando hubieron terminado la comunión y la acción de gracias, el celebrante busco una cesta o caja donde guardar el matzá sobrante, la encontró y solemnemente la depositó en un lugar de honor en el salón.

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