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16.03.12

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto...

Homilía para el domingo IV de Cuaresma - ciclo B -

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (Jn 3,14-15). El Señor, en el diálogo con Nicodemo, presenta su muerte en la cruz como una exaltación. Necesitamos mirar a Cristo en la Cruz y creer en Él. Sólo así seremos salvados, recibiendo el don de la vida eterna.

Según relata el libro de los Números (21,8-9), Moisés, por mandato de Dios, construyó una serpiente de bronce alzándola en un mástil muy alto para que los mordidos por las serpientes venenosas, que diezmaban al pueblo en el desierto, mirando a esa serpiente, quedasen curados. La serpiente de bronce es una prefiguración de Jesucristo, alzado en el mástil de la cruz.

En la proximidad de la celebración de la Pascua, la Cruz se nos presenta como un misterio de rescate, de redención universal (cf Catecismo 601). Como los israelitas en el desierto, también nosotros y, la humanidad entera – con la única excepción de Jesucristo y de su Madre, redimida desde el primer instante de su concepción - , hemos sido mordidos y esclavizados por el pecado, que ha herido nuestra naturaleza y emponzoñado con su veneno la convivencia humana.

Es precisamente en la Pasión y en la Muerte de Cristo donde el pecado manifiesta más claramente su violencia, su poder de destrucción y la multiplicidad de sus rostros: la incredulidad, el rechazo y la burla del Salvador, la debilidad de Pilato, la crueldad de los soldados, la traición de Judas, las negaciones de Pedro, el abandono de los discípulos (cf Catecismo 1851). También hoy el pecado parece enseñorearse del mundo y de nuestras vidas, porque Dios es rechazado y el hombre despreciado y pisoteado en su dignidad inviolable.

Jesucristo es alzado en la Cruz, asumiendo nuestro pecado, cargando con él, con la enorme masa de culpa de los hombres, para rescatarnos de la muerte y darnos la vida: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo”, escribe el apóstol San Pablo en su Carta a los Efesios (2,4-5).

La salvación brota de la Cruz. De esa mirada a la Cruz que es la mirada de la fe. El evangelista San Marcos deja constancia de esta mirada, cuando anota que el centurión que estaba en frente de Jesús “al ver cómo había expirado, dijo: - En verdad este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39).

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IX estación: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

IX estación: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

A punto de llegar a tu destino,
caes por tercera vez.¿Qué significa
esta tercera caída? ¿Las tres
negaciones de Pedro? ¿Las tres
caídas del diablo? ¿O es
Dios mismo, Santa Trinidad,
quien cae, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
en apoteosis de amor a su criatura?

Otra prueba más de tu humana
y divina humildad, de tu dócil
entrega, de tu libremente aceptada
humillación por redimirnos.
Caes para que no te neguemos, caes
para que no adoremos los ídolos
que Satanás nos ofrece, caes todo tú,
como Dios que se da absolutamente.

Y tras esta caída encaras
la culminación de tu misericordia:
te levantas para ser crucificado.
De la caída a la cruz,
y de la cruz a la gloria y la salvación
del mundo.
Ni negación, ni Satanás:
sólo Dios hecho hombre.

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Eduardo Jariod.

15.03.12

Via Crucis: VIII estación

VIII estación: JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

…Y no sólo nos ha de levantar
de nosotros mismos.
En medio
de la tortura y del pecado, tu amor
infinito ofreces al consuelo.

Van siguiendo tu sendero de sangre
como semilla de amor
que fecunda la tierra, unas mujeres
que no resisten verte morir.

Incluso entonces postergas tu dolor
al suyo, pues el mal se cebará
con los justos: “¡Llorad
por vosotras y por vuestros hijos!
Si esto hacen al leño verde,
¿qué no harán con el seco?”

Triste pueblo el que te condenó;
pero por su error, quedamos salvos
por siempre, incluso tus verdugos,
incluso las mujeres que penaban
esta deuda de amor y de justicia.

Pero ellas ya no estarán solas entonces.

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Eduardo Jariod.

14.03.12

VII estación: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

VIA CRUCIS. VII estación: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

…Pero el amor humano es inconstante.
Se cansa, se distrae, se aleja.
Simón cede, y el peso de la cruz
vuelve a recaer sólo en ti.

La debilidad del hombre te derrota.
Tu amor, desperdiciado
por los relumbrones del mundo,
llagan tu corazón hecho
de misericordia.
La ingrata
naturaleza humana en su olvido,
vuelve a dejarte solo.
Qué poco fiel es el hombre…

Mas tú, Señor, misericordia infinita,
siempre esperas nuestro amor,
siempre, dulce, anhelas derramarte
ante el más pequeño gesto de un alma
hacia ti.
Y esperando, aun sin Simón, vuelves
a levantarte, a levantarnos.

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Eduardo Jariod.

13.03.12

Via Crucis: VI Estación

VI estación: LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

El odio quiere verte; más aún
el amor. El odio para destruirte;
el amor para cuidarte.

Estás desfigurado, cubierto
de tus propios desgarros, eres
irreconocible. Al odio le basta esto;
al amor, tu rostro
inmaculado.

Una mujer se acerca, Verónica,
y limpia cual caricia tus heridas.
Ante la devoción humana
nunca quedas sin respuesta:
tu piel desgarrada,
tu sangre, tu sudor, tus lágrimas,
darán forma indeleble a tu faz santa,
regalo a esta mujer sobre su paño.

Cuando tu amor más nos conmueve,
cuando tu luz penetra más hondo,
cuando tu vida se derrama sobre tu muerte,
no nos basta compartir tu cruz.
Queremos besarla, besarte.

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Eduardo Jariod.