No cansarse de rezar por la vida
La aprobación de la reciente, y aun más injusta, ley del aborto no debe ser un motivo para dejar de orar por la vida, por el respeto a la vida humana, especialmente a la vida de un ser humano inocente, en cualquier fase de su desarrollo.
Orar ayuda a situarse en la verdad de lo que somos: criaturas de Dios, destinatarios de sus dones. Y, entre estos dones, el primero y fundamental es el don de la vida. No es el bien más importante, pero sí es el más básico, ya que, sin él, no son posibles los otros bienes.
Privar a un inocente de su vida es un homicidio, por más revestimientos lingüísticos que pretendan enmascarar lo que no admite disfraz. Convertir en legal lo que es radicalmente inmoral desprestigia el derecho y corrompe, desde la perspectiva ética, la legitimidad de un sistema político.